Isla de Mayreau, en San Vicente y las Granadinas: Bastión cultural donde, pese a dificultades, el espíritu comunitario persiste y se adapta

Restauración comunitaria de corales y diversificación de medios de subsistencia en Santa Lucía y en San Vicente y las Granadinas, titulada «Aumentar la resiliencia climática para la seguridad alimentaria e hídrica en dos PEID mediante la AbE (B- Resilience4SIDS)», financiada por la Fundación Interamericana  (IAF). Imagen cortesía de We Are Mayreau, Inc., utilizada con autorización.

Por Holly Bynoe

Esta es la primera entrega de una publicación de dos partes (leer la segunda parte aquí) bajo la iniciativa de Shared Island Stories, respaldada por la Escuela de Historia del Arte de la Universidad de St. Andrews en Escocia, que explora maneras de construir herramientas colaborativas para informar estudios de caso en apoyo al proyecto “Espacio sagrado y memoria social: Cómo coconvertir prácticas comunitarias en las Granadinas y la isla de Skye«, financiado por UK Research and Innovation (UKRI) con referencia de proyecto: EP/X023036/1.

La autora, Holly Bynoe, abajo a la izquierda, recibe una cálida bienvenida en Mayreau. La foto es cortesía de Aly Ollivierre, utilizada con autorización.

El viaje de dos horas a Mayreau desde Bequia a través de las Granadinas transfronterizas (grupo de casi cien islas que son parte de Granada y San Vicente y las Granadinas) es un trayecto de 45 kilómetros hacia el sur en ferry rápido. Comenzó con las aguas grises y cristalinas y los oscuros cielos de agosto. Una lluvia muy necesaria nos dio la bienvenida al llegar y luego llegó el huracán Franklin, que en los días posteriores descargó más de 30 cm de lluvia sobre República Dominicana.

La temperatura bajó repentinamente, y nos hizo sentir como que si estuviéramos acurrucados en un lugar acogedor y verde, rodeados de familias y nuevos amigos, lo que estableció la pauta de los días venideros. Te das cuenta que algo es diferente en un lugar cuando la comunidad te recibe con abrazos, apretones de manos, sonrisas como si te conocieran desde hace mucho tiempo, música, comida y bebida para todos.  Estábamos en medio de una reunión familiar, una sesión de «ole talk«, una «lima» de Mayreau.

¿Por qué Mayreau?

Mi interés por las enmarañadas historias coloniales e imperiales, la forma de vida, los relatos patrimoniales, las prácticas espirituales y el activismo social ha alimentado preguntas sobre cómo el patrimonio material e inmaterial vicentino se ve afectado por la relación de las comunidades con la tierra, las continuas inversiones y asentamientos extranjeros, entre sí y con el mundo más que humano.

La isla de Skye es paralela a alguna de estas realidades caribeñas, como la crisis de la vivienda provocada por la venta de propiedades a inversionistas británicos adinerados, la emigración de jóvenes debido a la crisis de vivienda y empleo, la disminución imperialista de las culturas indígenas y cómo el turismo y la expropiación de tierras han cambiado la manera en que las personas se relacionan con la tierra, los rituales, las costumbres y el patrimonio. Las prácticas comunitarias buscan rutas alternativas de pertenencia,  justicia y reparación, y aunque los espacios son muy diferentes, existen puntos en común en el desafío de intentar pertenecer.

Es así que me metí de lleno en varias conversaciones improvisadas y sin tapujos con la directora de We Are Mayreau (WAM), Marion Isaacs, líder decidida, empática y con espíritu comunitario, activista y defensora de las tradiciones, que habló sobre la situación financiera, gobernabilidad y el panorama ambiental del sur de las Granadinas y de los retos que enfrenta, junto con la transformación positiva en la que sigue participando la organización.

Esta organización sin fines de lucro formada exclusivamente por mujeres se creó en 2016 con el propósito de brindarle a los integrantes de la comunidad fácil acceso a la educación y la formación. WAM pretende mejorar el acceso y la participación, la salud y el bienestar de los miembros de su pequeña comunidad insular, y se centra en el empoderamiento integral que abarca cuestiones de las personas, la cultura y el entorno natural.

El parque marino de los cayos de Tobago

Mayreau, con una población de aproximada de 350 habitantes, forma parte del parque marino de los cayos de Tobago (TCMP). Cuatro de sus cayos (Petit Rameau, Petit Bateau, Jamesby y Baradal) están dentro del arrecife semicircular, acertadamente llamado Horseshoe (que significa herradura). El quinto, Petit Tabac, se encuentra justo fuera del arrecife de barrera holocena, uno de los más largos (unos 4 km) del sur de las Granadinas. Mayreau se ubica al oeste en la periferia del círculo y la isla ha utilizado esta zona para su actual proyecto de restauración de corales.

Los cayos de Tobago fueron designados zona de conservación en 1987, en virtud del Reglamento de Pesca, y el Parque Marino de los cayos de Tobago se creó a finales de 1997. Los arrecifes de coral son esenciales para conservar la biodiversidad marina, ya que albergan praderas submarinas e importantes grupos de alimentación y ofrecen lugares de reproducción para tortugas amenazadas y otras especies marinas. Mayreau tiene manglares vulnerables, pero en peligro de extinción.

Las leyes de tenencia de la tierra de la isla estaban vinculadas a las plantaciones y los latifundios hasta la década de 1990, cuando el Gobierno vicentino aprobó vender las tierras de la familia Eustace, que las había tenido en exclusiva desde 1942 –antes de la emancipación (1822)– a la familia Saint Hilaire. Así, muchos lugareños son ahora propietarios de primera y segunda generación.

En la primera línea de la crisis climática

El equipo de la WAM, compuesto por seis buzos, la tripulación de un barco y un encargado de recopilar datos, partió hacia dos sitios en el TCMP (con una historia compleja, polémica y muy poco estudiada) para capturar evidencia, limpiar y eliminar varios tipos de coral que estaban muertos, blanqueados o afectados negativamente de alguna otra forma.

El jardín de corales ramificados tiene entre 2.70 y 4.50 metros de profundidad. Ver al equipo cuidando los lechos se sintió como un gesto de amor, resistencia, intimidad y curación, al mismo tiempo que imposible (casi al nivel de Sísifo) como poner una bandita en una herida abierta, especialmente en un mundo donde la emergencia climática y las policrisis en curso suenan a todo volumen en altavoz. Como si la temperatura del agua no fuera lo suficientemente aterradora, me dijo Isaacs, mientras salía a la superficie para dar a conocer un recuento de números, que en septiembre y octubre se pone aún peor. Es difícil imaginar que la vida marina encuentre refugio y lugares de desove en un mar con tan altas temperaturas.

Los países en desarrollo, en particular, los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS, por su nombre en inglés) del Caribe, son testigos de primera mano de las repercusiones de estar al frente de la emergencia climática. Las repercusiones de la pandemia por el COVID-19, las erupciones volcánicas de La Soufrière de 2021, los déficits sociales históricos por la colonización, la injusticia climática, el capitalismo de catástrofes y la débil defensa nacional siguen causando estragos en todo el país, que está socialmente estancado.

Sin embargo, existe una luz de esperanza: el Fondo Monetario Internacional prevé que la economía de San Vicente y las Granadinas crecerá un 6% en 2023 y un 5% en 2024. Sin embargo, un estudio de la UNESCO de 2016 reveló que un 30% de sus ciudadanos vivían en la pobreza, una tasa superior al promedio del 23% del resto del este del Caribe. La sobreposición nos recuerda lo que dicen los ancianos cuando tienen un problema: «atarnos el estómago» o prepararnos para tiempos difíciles.

Desafíos de la «economía azul»

El resto del día estuvo repleto de conversaciones sobre el cambiante entorno marino y especulaciones sobre la causa de los numerosos cementerios de coral que salpican el TCMP. La muerte de los corales puede ser causada por el aumento de la temperatura del mar, pero no es el único factor. El aumento del tráfico marítimo, la contaminación, las bacterias y otros patógenos siguen penetrando en las aguas protegidas del TCMP como consecuencia del aumento del turismo de yates en el parque en los últimos 20 años.

Las estadísticas de 1999 muestran que más de 14 000 personas en yates, 25 000 turistas en barcos alquilados y 10 000 pasajeros de cruceros visitan los cayos anualmente, y si bien el turismo es el sustento de las familias del sur de las Granadinas, muchos sacrificios ambientales y extinciones que pasan desapercibidas subyacen al turismo de colonos explotadores y al «desarrollo», más allá de cómo se lo disfrace, adorne y presente.

Recientemente, el país ha negociado una ayuda económica y de reforma con el Banco Mundial a través de la Asociación Internacional de Desarrollo, y ha cooperado en una línea de crédito para políticas de desarrollo de treinta millones de dólares para financiar el programa de crecimiento azul de San Vicente y las Granadinas, que seguirá aumentando la resiliencia económica, reforzará la resiliencia climática del país y ampliará los proyectos de reforma de la gestión de riesgos para estar más preparados y dar respuesta a las emergencias.

Con esta gran suma, así como con otras donaciones y préstamos otorgados por el Gobierno vicentino, ¿cómo se ejecutan y comunican al público los fondos, iniciativas y proyectos? ¿Cómo afectan estas acciones a las organizaciones comunitarias y a las iniciativas de base que históricamente han llevado a cabo una labor de cambio en sus localidades? ¿Existen suficientes proyectos de incubación que incluyan la creación de hábitats, la educación ecológica o la gestión de especies invasoras?  ¿Están trabajando los sectores pesqueros y agrícolas para contra restar la pesca excesiva o prohibir los pesticidas tóxicos y agroquímicos que aportan aguas ricas en nitrógeno para aumentar la floración de sargazos que afecta a la calidad de vida de las comunidades costeras y a la vida marina, incluido el coral?

Planes para una planta procesadora de pescado negro

Por su parte, el Gobierno promete un «fuerte impulso para aumentar la actividad pesquera en nuestras aguas» mediante una alianza con Japón para construir la planta procesadora de peces negros de Barrouallie. Si bien se insta a abordar la sostenibilidad y la regulación del uso del medio marino como recurso supuestamente «regenerativo» e «inagotable», ¿la arrogancia nos ha dejado tan ciegos que negamos los derechos de nuestras especies terrestres y marinas (fauna y vida acuática sintiente) a favor de bolsillos más llenos?

¿Puede nuestra gobernabilidad estar alineada con los valores de una cosecha honorable, en la que tengamos en cuenta la duración de la vida y el don del mundo más que humano en lugar de perpetuar la agresión y el empuje capitalista, extractivista y patriarcal? ¿Tenemos en cuenta a los países vecinos y sus crecientes problemas con la erosión costera, la contaminación, la minería de aguas profundas, la sobreexplotación pesquera y la puesta en peligro o pérdida de especies o hábitats (particularmente los cambios en los patrones migratorios de la cigala en Barbados), las actuales disputas con Trinidad y Tobago, la drástica disminución de erizos de mar y la puesta en peligro de la concha reina en las Bahamas?

Contrarrestar el extractivismo colonial

Gran parte de la inversión extranjera existente en las Granadinas no puede calificarse de progresista, equitativa, recíproca, ecológica, descolonial o crítica con los valores del turismo extractivo neocolonial. La forma en que se representa habitualmente el turismo con aspectos de excesivo exotismo y explotación, teñidos por corrientes subyacentes de racismo y clasismo, es perjudicial para la salud ecológica, psicológica, socioeconómica y espiritual de la mayoría de las personas que viven en las Granadinas.

Las recientes y continuas protestas públicas debidas a la invasión de «colonos/inversores/arrendatarios» en Canouan, la limitación del acceso a la playa y la reventa de propiedades arrendadas, puestas en marcha en virtud del contrato de arrendamiento de 99 años para 485 hectáreas de las 728 hectáreas que tiene la isla de Canouan firmado en 199, continúan agriando una olla ya amarga mientras los granadinos observan, la mayoría con desánimo, la continua privatización de sus hogares en la isla.

Aparte de la continua violación del patrimonio nacional de Canouan, todo esto está ocurriendo actualmente en las islas privadas de Mustique, Palm/Prune IslandPetit St. Vincent. El Gobierno ha decretado el dominio eminente, y ha permitido la compra de los cayos de Tobago al inversionista estadounidense Nicholas Fuller, que los compró en 1960 a la mencionada familia Eustace.

Con esta visión social, histórica y ambiental en mente, está claro que las iniciativas de las Granadinas como We are Mayreau, SUSGREN, Union Island Environmental Alliance, The Hub Collective, Sandwatch, #GreeningtheGrenadines a través de Chatoyer Gardens y otras organizaciones comunitarias que trabajan diligentemente en el patrimonio, la cultura, la recuperación psicosocial y la sanación comunitaria y ambiental son esenciales para la reparación, restauración, desagravio y rehabilitación en curso que se necesitan con urgencia en las Granadinas.

Holly Bynoe es curadora independiente, escritora, educadora, espiritualista, aliada de la tierra e investigadora de San Vicente y las Granadinas. También es cofundadora de ARC Magazine, Tilting Axis y Sour Grass.

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