Cómo enfrenta la isla Mayreau de San Vicente y las Granadinas la inseguridad alimentaria

Los productores agropecuarios cultivan maíz, arvejas, calabazas, ocra y otros cultivos durante la temporada de lluvias. La temporada de este año en la isla es muy saludable para los cultivos. Fotos de Holly Bynoe, usadas con autorización.

Por Holly Bynoe

Esta es la segunda entrega de una publicación de dos partes (leer la primera parte aquí) bajo la iniciativa de Shared Island Stories, respaldada por la Escuela de Historia del Arte de la Universidad de St. Andrews en Escocia, que explora maneras de construir herramientas colaborativas para informar estudios de caso en apoyo al proyecto “Espacio sagrado y memoria social: Cómo coconvertir prácticas comunitarias en las Granadinas y la isla de Skye» financiado por UK Research and Innovation (UKRI) con referencia de proyecto: EP/X023036/1.

Después de varios viajes al centro We Are Mayreau (que comparte un complejo físico con la iglesia católica Inmaculada Concepción de Mayreau) y reuniones con miembros de la comunidad, es fácil comprender que la organización tiene un alcance amplio y muchas facetas.

Ser una ONG exitosa en una isla como Mayreau quiere decir que los servicios, las ofertas, el desarrollo profesional y la capacitación deben estar en contexto con las realidades en el terreno y ser necesarios para la comunidad. We Are Mayreau trabaja de esta manera con puertas abiertas, ahí publican comentarios continuos —solicitados y no solicitados— de forma informal y más formal durante consultas comunitarias. Además del proyecto de restauración de coral del parque marino Tobago Cays Marine Park (TCMP), la organización también guía un grupo de mujeres agropecuarias —las niñas más pequeñas son un sector demográfico fundamental— y da a conocer cómo contrarrestar la profunda inseguridad alimentaria que es tangible, dentro de la conciencia colectiva y se siente de forma intensa en el sur de las Granadinas.

Arriba: centro We Are Mayreau. Abajo: la iglesia católica Inmaculada Concepción. Los dos comparten un complejo. Fotos de Holly Bynoe, usadas con autorización.

El Banco Mundial financió el Proyecto de Inseguridad Alimentaria de San Vicente y las Granadinas con una suma de 10 millones de dólares. Busca mitigar los efectos negativos de los sectores agrícolas y pesquero del país, que padecieron durante años el grave impactos de las erupciones del volcán Soufrière, la pandemia de COVID-19, la guerra entre Ucrania y Rusia, el cambio climático, las tormentas tropicales y las sequías.

Más recientemente, el Banco Central de Barbados informó desde un contexto regional que la inseguridad alimentaria “continúa siendo un problema apremiante en la región que afecta el sustento de 3,7 millones de vida, un 52% del Caribe angloparlante”, y agregó:

The consequences of food insecurity are well-documented in terms of hunger and malnutrition; however, its impact on other aspects of society — like mental health and education — are often overlooked.

Las consecuencias de la inseguridad alimentaria están bien documentadas en términos de hambre y malnutrición; sin embargo, su efecto en otros aspectos de la sociedad —como salud mental y educación— no se suelen considerar.

Esto pinta un panorama desalentador del contexto en el que está Mayreau; así, el ingreso a la seguridad alimentaria de la isla no podría venir en un mejor momento. Mayreau tiene 3.9 kilómetros cuadrados, poca agua e inseguridad alimentaria generacional; la importación de alimentos a la isla llega a un alarmante 95%-98%.

Los precios de importación y transporte del continente a San Vicente y Granada están aumentando, impulsados por la mala calidad de los alimentos importados (muchos productos son enlatados, están llenos de aditivos, conservantes y otros productos químicos que afectan a la salud y dificultan la gestión de residuos) y las opciones saludables limitadas durante el año de frutas y vegetales frescos. Además, los períodos de crecimiento más cortos por las sequías anuales extendidas tuvieron efectos en los 350 residentes de la isla. Cualquier mención a “inseguridad alimentaria” despertaba quejidos, suspiros e inhalaciones profundas durante mi estadía en la isla.

En mi penúltima tarde, me invitaron a una reunión con miembros del grupo agrícola de mujeres, que hablaron sobre muchas cosas en su primera temporada operativa: abastecimiento de semillas, mantenimiento, control de mosquitos, importación de materiales de San Vicente, cronogramas de riego y autoorganización.

La directora de We Are Mayreau, Marion Isaacs, guio un recorrido con The Hub Collective Inc. del centro recién construido de cultivos hidropónicos administrado por mujeres. Foto de Holly Bynoe, usada con autorización.

El colectivo está muy comprometido con el trabajo mutuo, lo que genera responsabilidad en su grupo mientras se vuelven proveedores más autónomos e independientes en su comunidad. Escucharlas tramar, planificar y organizar tiempo para quitar malezas, limpiar, sembrar y cosechar fue muy satisfactorio. Me recordó el espíritu intangible del lugar que sentí durante mi infancia mientras mi familia preparaba fariñayuca horneada, plato tradicional— durante rigurosos días de cosecha y producción en una de las únicas calderas operativas en Bequia. En un período corto, las mujeres plantaron y cosecharon pimientos y lechuga, que usaron en sus hogares, mientras que el excedente se vendió a la comunidad, supermercados, restaurantes y comercios enfocados en el turismo.

La isla, su conciencia y su gente están a punto de entender cómo los huertos familiares y diferentes procesos ecológicos, como la permacultura, podrían beneficiar su proceso. La financiación del Banco Mundial es fundamental para materializar estas ideas. Conté del proceso en el proyecto Recuperación de la Medicina de Arbustos (Bush Medicine Revival) de The Hub Collective, proyecto que apoya a plantas medicinales y al conocimiento ecológico tradicional o lo que en el Caribe angloparlante comúnmente llamamos “medicina de arbustos”. También di algunos consejos sobre cómo mantener bajas las poblaciones de orugas con una mezcla en aerosol de margosa y pimienta de cayena. Las orugas pueden destruir cultivos —a veces, de la noche a la mañana— antes de convertirse en polillas y mariposas. La supervisión de los sistemas hidropónicos también puede ayudar a evitar el problema porque los insectos no podrán acceder a los cultivos.

Espíritu comunitario

El huerto de Ma Anna (izquierda) está lleno de batatas, arvejas, berenjenas, noni, arrurruz y muchos árboles frutales. Mama Mirabel (derecha) recolecta guayabas. Fotos de Holly Bynoe, usadas con autorización.

Ver las operaciones de We Are Mayreau y poder interactuar con su equipo me dio el tiempo para reunirme con los ancianos y portadores de tradiciones de la comunidad. Ma Mildred, Ma Mirabel y Mama Anna contaron historias de intermigración en las Granadinas, trabajo continuo en y con la tierra, y su relación con la familia y Dios. La espiritualidad ocupa un lugar importante en la isla; la iglesia Católica se estableció como una presencia temprana y formidable en la isla desde 1930.

Las abuelas fueron portadoras de conocimiento generosas y conversadoras que me abrieron las puertas de sus hogares. Hice visitas frecuentes y me fui con muchas bolsas de guayabas e historias de personas y décadas pasadas. Busqué activamente recomendaciones de la directora de We Are Mayreau sobre quiénes en la comunidad tenían experiencia con linaje, educación, conciencia ambiental, narraciones, herencia intangible y liderazgo para informar las conversaciones importantes que estábamos teniendo.

También visité a la cartógrafa estadounidense Alison Ollivierre, que integra la junta directiva de la ONG y pasó 12 años en Granadinas organizando cartografía participativa y estudiando la vida aviar. Ahora es parte de la sociedad de Mayreau, poniendo raíces, familia y descendencia en el éter cultural de Granadinas. Espero continuar conversando para construir herramientas metodológicas e imágenes de archivo más profundas, más seguras y conscientes a nivel geográfico como respaldo de la investigación en curso.

Instalación de productos hidropónicos de seguridad alimentaria en Mayreau de Phil Ollivierre, que dará vegetales para la comunidad y el sector turismo. Foto de Holly Bynoe, usada con autorización.

Me reuní con muchas personas, desde emprendedores a educadores e inventores que están cuestionando patrimonios, legados, vínculos familiares, y placeres y traumas intergeneracionales a genealogistas y carpinteros que trabajan en seguridad alimentaria y producción de musgo marino.

Pasé mi último día en Mayreau en el lado barlóesenos de la isla, viendo los huertos que los lugareños están cultivando. Están produciendo cultivos de raíz y alimentos básicos que se usan en la cocina tradicional afrocaribeña, como maíz, arvejas, batata, calabaza y ocra, para hacer platos como cou-cou, ducana, tubérculos y diversas sopas y estofados que reconocen el legado de la comunidad.

Si se visita el estanque de salado Pond durante la temporada de lluvias, se pueden ver muchas aves acuáticas y otras criaturas que prosperan en su hábitat, inclusive frailecillos, chorlos mayores de patas amarillas, pelícanos, charranes, piqueros y fragatas. Foto de Holly Bynoe, usada con autorización.

Finalizar mi estancia con una visita al estanque salado Pond, rico en aves y minerales y que rebosa por las lluvias continuas, y caminar descalza después de la curación del agua salada por los huertos de los productores agropecuarios se sintió restaurador y tranquilo. Espero con ansias la cosecha de sal del año que viene con la comunidad en la temporada seca desde marzo hasta junio, y profundizar los vínculos con la isla hermana tan espiritual y energética.

Holly Bynoe es curadora independiente, escritora, educadora, espiritista, aliada de la Tierra e investigadora de San Vicente y las Granadinas y confundadora de ARC Magazine, Tilting AxisSour Grass.

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