La búsqueda de la liberación sexual de un artista queer en Tailandia

Patthakarn Sadubtham

Patthakarn Sadubtham (centro), de 26 años, es un artista <em>queer</em> que tiene por objetivo enfrentar normas societarias y presentar temas tabú por medio de su fotografía. Foto y leyenda de Prachatai.

Este artículo de Patpon Sabpaitoon se publicó originalmente en Prachatai, sitio de noticias independiente de Tailandia. Global Voices reproduce una versión editada en virtud de un acuerdo para compartir contenidos.

Los tailandeses no hablan de sexo. Somos muy conocidos por nuestro industria del sexo, pero las conversaciones al respecto se silencian. Lo negaremos —contundentemente— si nos confrontan con eso.

La sociedad parece estar preocupada con la moral y la ética. En esto, hasta la más mínima insinuación de un tema relacionado con el sexo se considera indecente e impropiado. Quienes se consideran «decentes» a menudo afirman su superioridad moral con expresiones de desaprobación a quien trabaje en el sector de creación sexual y de condena a personas que aceptan abiertamente su sexualidad.

Cuando el deseo sexual se trata como tabú, se considera a las perversiones y preferencias sexuales no convencionales como desviaciones cercanas al sacrilegio. Si tienes esas preferencias, se espera que las mantengas ocultas en las sombras. Quienes desean alardear a menudo se encuentran relegados a oscuros rincones de la sociedad.

Pero toda clase de fantasías sexuales han encontrado un lugar en Krubb, un sauna que atiende las necesidades específicas de hombres gay en Bangkok. Ahí, en los muros de un corredor apenas iluminado detrás de una puerta oxidada, hay colgadas fotografías de hombres de diversas preferencias: shibari (servidumbre erótica), disfraces de perro y más.

Estas imágenes son el trabajo de Patthakarn Sadubtham, de 26 años, artista queer emergente. Su objetivo es enfrentar normas societarias y para eso presenta temas tabú a través de su fotografía, que se centra en deseos sexuales no convencionales.

El sauna, con sus seis plantas de espacios de entretenimiento, puede parecer un lugar inusual para el arte. Sin embargo, es un ambiente perfecto para un artista cuya obra abarca temas de soledad, añoranza y fantasías sexuales, mayormente inspirados por su amor a la forma masculina. Esta pasión es evidente en la fotografía gráfica de genitales masculinos que cuelgan osadamente en la pared.

El trabajo de Patthakarn suele desafiar los espacios de galería convencionales. No obstante, ha logrado encontrar la manera de encontrar su camino a tres exhibiciones: dos en Bangkok y una en Phayao.

La exhibición BoyXTherapy de Krubb es su debut en solitario. El lugar, que alberga un sauna, un gimnasio y dos plantas de habitaciones oscuras reservadas para todas las actividades sexuales imaginables, ha sido transformado en una galería de arte improvisada para obras que se centran en fetiches y deseos.

Los anhelos reprimidos se han transformado en una exploración brumosa e incandescente de la lujuria, el deseo humano, la soledad y la melancolía, todo envuelto en el romanticismo de la narración cinematográfica.

«Me encantan los cuerpos masculinos, me parecen preciosos. Me siento cómodo de trabajar con modelos masculinos. Pero cuando se trata de cuerpos femeninos, es diferente. No me siento igual de cómodo», explica.

Es de la la provincia de Lopburi, donde creció gay y criado por sus abuelos maternos. No pudo escapar a la influencia de la mojigata sociedad budista. Sin embargo, tuvo la suerte de que nunca le criticaran por ser quien era.

La discriminación contra la comunidad homosexual sigue siendo constante en Tailandia, y Patthakarn se dio cuenta de que otros homosexuales no habían tenido tanta suerte. Trata de usar el arte como medio para aliviar las penurias que han tenido que soportar muchos homosexuales, y que algunos se hayan visto obligados a permanecer en el armario. Cree que su trabajo puede ayudar a normalizar tabúes. Espera que sus esfuerzos animen a los artistas queer apasionados por la sexualidad y los temas sexuales a avanzar y expresarse.

El fotógrafo erótico usa la melancolía como arma, la mezcla con el deseo sexual para ofrecer una visión de un mundo prohibido habitado por creadores sexuales y por quienes participan de sus creaciones.

«Uno puede estar melancólico y excitado sexualmente al mismo tiempo», explica cuando describe el tema de su obra.

Su afirmación se manifiesta en dos obras de arte colgadas en la pared: fotografías borrosas de dos hombres, de cuerpos apretados en una habitación roja poco iluminada que irradian deseo. El artista explica que su estética está muy influida por las películas que vio y estudió en sus años de estudiante de cine en la Universidad de Chulalongkorn..

Romper tabúes sexuales a través del arte: búsqueda de un artista queer por liberar el sexo.
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En un país donde el deseo sexual se considera un tabú y las preferencias sexuales no convencionales casi un sacrilegio, el artista Patthakarn Sadubtham enfrenta las normas sociales con su fotografía, centrada en los deseos sexuales no convencionales.

Gracias a su trabajo, ha pasado a integrar el círculo de creadores sexuales, e incluso ha llegado a enamorarse de un creador y artista sexual que le sirvió de inspiración para algunas de sus obras expuestas. Esta cercanía le ha abierto las puertas a oportunidades que le han permitido comprender en profundidad los retos que enfrentan los creadores sexuales tailandeses, que a menudo soportan el peso del juicio social y el estrés que conlleva su profesión. Con esta visión, Patthakarn también defiende los problemas que pasan desapercibidos para esta comunidad marginada: enfermedades mentales, enfermedades de transmisión sexual y dificultades para acceder a una atención sanitaria adecuada.

Antes de convertirse en artista a tiempo completo, Patthakarn desempeñó una serie de trabajos sustanciales pero mundanos, como funciones en entidades comerciales como productoras y estudios cinematográficos. También trabajó por cuenta propia como creador de contenidos para redes sociales antes de tomar la decisión de centrarse plenamente en su arte.

Patthakarn es consciente de los retos prácticos y realistas que suelen enfrentar los artistas, sobre todo en un país que tiende a dar prioridad a las carreras de Derecho y Medicina sobre las de Arte. A veces se considera que las carreras artísticas están destinadas a una vida de dificultades económicas y penurias perpetuas.

En consecuencia, tomó la medida pragmática de buscar la bendición y el posible apoyo de su madre en caso de que sus esfuerzos artísticos no tuvieran éxito. Afortunadamente, no fracasó, o al menos así lo percibe. Aunque disfruta del éxito que ha logrado, sigue anhelando más.

En el panorama artístico tailandés, además de las dificultades económicas, la cuestión de la antigüedad también plantea problemas. Patthakarn señaló que los jóvenes artistas queer a menudo sufren discriminación por parte de los artistas queer más veteranos, que creen que los artistas más jóvenes son inferiores porque su aprendizaje es más corto.

Como joven artista, Patthakarn se encontró con entendidos que no se le acercaban para criticar la desnudez de su obra, sino para reprender su criterio artístico. Algunos han expresado desdén por su juventud, lo critican por exponer a una edad tan temprana.

Según Patthakarn, la falta de apoyo de los compañeros, unida a la discriminación antes mencionada, puede ser desalentadora para los jóvenes artistas queer que aspiran a dedicarse a la profesión a tiempo completo. Él mismo no se deja intimidar por esta realidad. Cree firmemente que, en el ámbito de las artes, la edad no es un factor determinante. Si tienes talento, lo tienes, y la antigüedad no debe primar. Bromea: «Aunque seas mayor, debes esperar en la fila».

El joven artista reconoce que a veces su arte se adentra en el terreno de lo obsceno, pero para él eso es aceptable. Cree que estéticamente puede no haber una diferencia significativa entre el arte y la pornografía. Esto no le plantea ningún problema. Su límite, subraya, no lo define la decencia, sino el consentimiento.

«Estoy dispuesto a llegar al límite, pero al final todo se reduce al consentimiento. Si ambas partes están de acuerdo, no pasa nada. Si no, ahí acaba todo», explica. Si los espectadores se sienten ofendidos por sus obras, no es asunto suyo.

«Es responsabilidad del público manejar sus propios sentimientos hacia el arte», afirma.

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