Esta es la cuarta entrevista de la serie #VocesDelCambio
Uno de los intentos de Colombia para superar su contexto de violencia ha sido el acuerdo firmado a finales de 2016, entre el Gobierno y el grupo insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para poner fin al conflicto armado interno que enfrentaban las partes desde 1960. Entre los mecanismos de justicia transicional diseñados en las negociaciones, las partes apostaron por la construcción de una memoria histórica integradora, compleja, plural.
Este enfoque de memoria está irrigado de tensiones, llegando a ser considerado como la extensión de la guerra. Un escenario en donde se polariza la sociedad. Sin embargo, surgen voces del cambio, como la del Coronel en retiro activo Carlos Arturo Velásquez Peláez, un militar que se destaca por integrar narrativas de víctimas de las diferentes partes del conflicto, acercando a excombatientes que alguna vez se enfrentaron en armas.
Es por ello que las diferentes partes del conflicto están contando sus vivencias, en su doble calidad de víctima y victimario. Por una parte, miembros de la guerrilla fueron reclutados forzosamente aun siendo niños; en tanto miles de militares sufrieron mutilaciones al caer en minas antipersona, fueron torturados o desaparecidos. Según datos del organismo gubernamental Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), la guerra de más de 50 años con las FARC ha dejado más de nueve millones de víctimas, de las cuales 288.421 son militares.
Kelly Chaib: ¿Qué lo motivó a apoyar la construcción de la memoria histórica de las Fuerzas Militares (FFMM)?
Velásquez: El soldado que cayó en la mina, el papá del soldado que lo desaparecieron, el secuestrado, el que fue violado sexualmente, y que no son reconocidos como sujetos de derechos. ¿Quién cuenta esas historias? Así que dediqué mis esfuerzos a cuidar los archivos, escribir parte de esa memoria, impulsar la construcción de monumentos y la inscripción de nuestras víctimas.
KC: ¿Cómo fue el proceso para integrar en sus iniciativas víctimas de otros sectores, víctimas que también fueron victimarios de los miembros de las fuerzas regulares?
CR.V: Empecé la construcción de la memoria histórica en las FFMM con una sola carpeta yo sólo, para proteger el honor y la dignidad de la institución hacia afuera y en 2013 logré gestionar la creación del Centro de Memoria Histórica Militar. Allí evidencié un infra reconocimiento a las víctimas militares, por lo que involucramos a la sociedad civil en nuestra construcción. Participamos en iniciativas del CNMH como “Esa mina lleva mi nombre”, y talleres con víctimas en regiones como Cúcuta, La Macarena, Tumaco, Urabá y los Montes de María.
Fue en estos ejercicios que tuve la oportunidad de escuchar víctimas y otros actores sociales y políticos ajenos a las FFMM, testimonios y narrativas que me mostraron otro dolor. Hablando con estas personas que pasan por procesos de desarme me di cuenta que también son seres humanos, lloran, se enamoran, son campesinos, personas común y corriente que por muchas circunstancias cayeron en una guerra injusta. Además, me enteré de crímenes cometidos por militares que no podemos negar ni mucho menos ocultar, y por el contrario, por los que hay que pedir perdón.
Fue así que el objetivo de mis iniciativas para la construcción de memoria se transformó para evidenciar los efectos del conflicto armado en Colombia para todos los sectores. El Proyecto Victus de Reconciliación ha sido la máxima expresión de esa meta. Se trata de una obra de teatro que creamos junto a una reconocida actriz y directora colombiana, y que pone en escena a militares, ex guerrilleros, ex paramilitares, y víctimas de unos y de otros. Victus logró la reconciliación de 29 colombianos y sueño con que sea un multiplicador en todo el país.
KC: Cuáles han sido los principales desafíos que ha enfrentado en el desarrollo de iniciativas integradoras de memoria histórica?
Cr.V: El concepto de víctima militar no se entiende ni al interior, ni fuera de las FFMM. La propia institución no ha establecido todos los mecanismos para reparar integralmente a sus miembros, especialmente aquellos que han sufrido daños psicológicos. Y al exterior, la sociedad civil y empresarios en las regiones no han entendido que los militares víctimas del conflicto merecen atención y reparación, por el contrario, en escenarios de encuentros de víctimas los representantes de las FFMM son atacados.
Pero creo que el mayor desafío y al mismo tiempo lo más importante, es la garantía de no-repetición, decirnos la verdad, reconocer los diseños institucionales que hicieron daño, para que no vuelvan a ocurrir atrocidades como los mal llamados “falsos positivos” [ed: Muertes presentadas ilegítimamente por las FFMM como bajas en combate entre 2002 y 2008. La Jurisdicción Especial para la Paz determinó que en Colombia, al menos 6.402 personas fueron víctimas de este crimen]. Parece inaudito, pero se siguen presentando casos de militares actuando en contra de la ley, incluso ahora que las FFMM están cuestionadas por la justicia transicional nacional y por la Corte Penal Internacional. Eso indica que hay mucho que corregir, en la incorporación, en el desarrollo de las operaciones, en el manejo administrativo, pero principalmente develar el currículo oculto, ese que premia la “viveza” [ed: Actos ilegales que se justifican socialmente por considerarse la única forma de alcanzar la libertad individual ante el abandono estatal].
KC: ¿Cómo percibe el proceso de reconciliación actualmente?
Cr.V: Los políticos no han entendido que las FFMM son una herramienta para lograr el desarrollo y la seguridad en las regiones. Los militares tienen un conocimiento profundo de los territorios en donde se desarrollaron las hostilidades, nadie más que nosotros sabemos de los problemas de la comunidad y tenemos las capacidades para apoyar esa reconstrucción. Ante la falta de gobernabilidad otros actores armados retoman el control de esos territorios, iniciando un nuevo círculo de violencia.
KC: Eso me lleva a la siguiente pregunta ¿Cómo puede describir la experiencia de trabajar en temas de postconflicto en un país en donde aún se presentan hostilidades?
Cr.V: La situación colombiana es compleja, especialmente para las FFMM que deben garantizar procesos de postconflicto con grupos que se han desmovilizado, al tiempo que se enfrentan con otros actores armados. El nivel de dificultad se incremente porque en Colombia no existe una división funcional entre la policía y las FFMM. Además, los conductores políticos no se responsabilizan del uso que hacen de la fuerza, y exigen a los militares enfrentarse a toda clase de grupos armados sin lineamientos claros.
Personalmente esta dualidad del contexto me obliga a trabajar en dos frentes, la visibilización de las víctimas militares, y la lucha por la no repetición. En la memoria histórica están las lecciones aprendidas. Como docente de Escuelas Militares le presento a mis alumnos, soldados que aún están en territorios en guerra, el pasado inmediato, para que no cometan los mismos errores.
KC: ¿Qué lo motiva a continuar construyendo memoria histórica desde las Fuerzas Militares?
Cr.V: Me preocupa que para la historia quede un relato único de las FFMM, porque no todos fuimos bandidos. Por ejemplo, cifras de la Defensoría Militar indican que entre 2002 y 2008 se desarrollaron 8 millones de operaciones militares, las cuales generarían 6402 falsos positivos. Estas cifras indican que fue el 0.08% de casos en que militares criminales actuaron y deben responder. Mi deseo es que mis nietos, si los llego a tener, sepan que yo hice la tarea bien, tanto en la institución como en mi condición personal.