Global Voices reproduce este artículo en virtud de una asociación con Afrique XXI. El artículo original se puede leer aquí.
Egipto está en la primera línea en el conflicto que enfrenta a Israel y Hamás desde el 7 de octubre de 2023. El presidente Abdel Fattah Al-Sissi debe navegar entre las presiones israelíes y estadounidenses para recibir refugiados en el Sinaí, defender la soberanía nacional y el apoyo de su población a los palestinos. Una crisis que, a dos meses de las elecciones presidenciales, podría jugar a su favor.
El 7 de octubre de 2023, en un discurso después del ataque de Hamás, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, pidió prudencia a sus conciudadanos: dijo que los rumores de una advertencia enviada por los servicios de inteligencia egipcios a sus homólogos israelíes ante la inminencia de una operación a gran escala desde Gaza eran infundados. Ciertos o falsos, esos rumores destacan el rol de la cooperación de seguridad bilateral entre ambos países y destacan sus límites.
Innegablemente, la ofensiva de Hamás se puede calificar de táctica exitosa por el efecto sorpresa. Pero más allá del gran avance de atravesar el sistema defensivo israelí, este ataque arroja luces a los fallos de los servicio de inteligencia, considerados infalibles. Invita a cuestionar los informes de inteligencia entre los principales protagonistas de las negociaciones de cese al fuego a largo plazo en la franja de Gaza, que interactúan desde hace muchos años: servicios israelíes, egipcios y, por supuesto, Hamás.
Dificultades en las negociaciones de cese al fuego
Desde la victoria legislativa de Hamás en 2006 y su posterior toma de la Franja de Gaza en 2007, el enclave palestino ha sido escenario de varias guerras. Los disparos de mortero y cohetes de un bando y los misiles del otro se intercambian casi rutinariamente, lo que da lugar a negociaciones sobre el terreno, que a veces se concluyen en el término de 24 horas, y dando lugar a una situación frágil. La secuencia es casi un guion. Estas negociaciones indirectas entre el partido islamista palestino y el Gobierno israelí se dan por la intermediación de los servicios de inteligencia egipcios, encargados por el presidente Hosni Mubarak (1981-2011) durante la segunda intifada de gestionar el «expediente palestino».
Las negociaciones sobre el alto el fuego se asemejan a una gestión a corto plazo del conflicto entre Hamas y las autoridades israelíes. Los servicios de inteligencia egipcios, con su profundo conocimiento de la sociedad de Gaza, han asumido el papel de socio (sharīk), ya que El Cairo presenta el «apaciguamiento en Gaza» como una condición indispensable para la estabilidad en la península del Sinaí. Así, la seguridad nacional egipcia está directamente vinculada a la evolución de las condiciones políticas y de seguridad en el vecino enclave palestino.
Aunque los servicios egipcios tienen un papel central en la relación entre el Estado israelí y Hamás, hay que admitir que el proceso lleva estancado varios años. Tras otra ofensiva militar israelí especialmente devastadora en 2021, Hamás, cuya popularidad en la Franja de Gaza no dejaba de disminuir y estaba bajo la presión de una población gazatí desesperada por la situación humanitaria, exigió que se aceleraran las negociaciones para aflojar el peso del bloqueo. Fue en vano, la política interna israelí primó sobre estas negociaciones.
Divergencia de intereses
La larga cooperación egipcio-israelí en materia de seguridad y las conversaciones bilaterales nunca han evitado la desconfianza entre las partes. Cabe recordar que, si bien el régimen egipcio no califica a Hamás de «organización terrorista», sí lo equipara con la Hermandad Musulmana, que enfrenta una represión casi constante desde la época de Gamal Abdel Nasser (1956-1970), y que se ha intensificado desde 2013 y la llegada al poder del mariscal Al-Sissi. Por tanto, no existen relaciones diplomáticas oficiales, lo que explica en parte el uso de oficiales de inteligencia en lugar de diplomáticos en estas negociaciones.
Del mismo modo, aunque las relaciones egipcio-israelíes nunca han sido tan cordiales como desde la llegada de Al-Sissi, parece que se ha establecido cierta distancia desde el inicio del proceso de normalización entre Israel y algunas capitales árabes. Aunque el régimen expresó su apoyo a estos acuerdos, temía que marginaran a Egipto y penalizaran sus aspiraciones de liderazgo regional.
Por lo que respecta a las negociaciones de alto el fuego, la operación «Inundación de Al-Aqsa», que empezó el 7 de octubre de 2023, da fe da esta relativa marginación, han quedado suspendido los contactos con los servicios de inteligencia egipcios. Catar, que participa desde hace tiempo en las negociaciones de alto el fuego y alberga a cuadros políticos de Hamás, ha recibido peticiones de intermediación de las administraciones israelí y estadounidense, en particular para liberar rehenes y prisioneros israelíes.
El espectro de un desborde
El intercambio de tierras o la cesión de una parte del Sinaí para permitir la expansión de la Franja de Gaza o incluso para constituir una alternativa es un tema recurrente que ha resurgido de forma muy violenta desde la ofensiva israelí contra la franja costera y el desplazamiento forzoso de cerca de un millón de gazatíes del norte al sur del enclave palestino. La idea de desarrollar el norte del Sinaí ya se había planteado en el tiempo de Mubarak, para transformarlo en una zona industrial y generar un mercado de trabajo para los gazatíes también se presentó al publicar la parte política del «acuerdo del siglo» en enero de 2020, ideado por Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. El régimen egipcio se apresuró a negar la existencia del proyecto, y en los últimos días ha seguido negándose categóricamente a ceder parte del Sinaí, en nombre de la integridad territorial del país.
En este contexto, se ha desarrollado un enfrentamiento entre Egipto e Israel (con el apoyo del Gobierno estadounidense). Una prueba es que la exportación de gas israelí a Egipto se interrumpió tras el inicio de la ofensiva militar de Tel Aviv. Por ahora, Egipto se mantiene firme: se niega a permitir la evacuación de palestinos a través de la terminal de Rafah, y más bien reclama la creación de un corredor humanitario para transportar ayuda a la Franja de Gaza. Eso sí, un tráfico unidireccional.
El temor de los sucesivos regímenes egipcios a que los habitantes del enclave vecino se desbordaran se ha hecho realidad al menos una vez desde el inicio del bloqueo, episodio vivido con mucha dureza en El Cairo. En enero de 2008, miles de palestinos de Gaza «rompieron» el asedio y forzaron la frontera entre la franja costera y Egipto, y lograron entrar en territorio egipcio, donde permanecieron varios días. En aquel momento, las autoridades egipcias se vieron desbordadas por los acontecimientos.
Desplazamientos forzados, arrestos arbitrarios, asesinatos
Pero la amenaza que representan para El Cairo el enclave palestino y el norte del Sinaí es también el resultado de una instrumentalización que permite al mariscal Al-Sissi justificar la militarización de esta parte de la península. El uso por parte del régimen egipcio de un concepto tan consensuado como el de «seguridad nacional» justifica diversas medidas de seguridad.
Las políticas para asegurar la península del Sinaí han provocado una importante reconfiguración territorial, en perjuicio de la población civil, y han facilitado la construcción de infraestructuras controladas por el Ejército egipcio. En octubre de 2014 se decretó el estado de excepción en el norte del Sinaí, declarado «zona militar». Actualmente, sigue vigente. Como consecuencia, la información sobre la evolución de la situación en esta zona es escasa e inaccesible para los civiles. Sabemos que el Ejército ha realizado una destrucción masiva de viviendas y negocios. Un informe de Human Rights Watch (HRW) de 2019 condenaba los abusos y crímenes de guerra cometidos por las fuerzas egipcias. La creación de una zona medianera de varios kilómetros de longitud en la frontera con la Franja de Gaza provocó desplazamientos forzosos, detenciones arbitrarias y hasta asesinatos entre julio de 2013 y abril de 2018.
El norte del Sinaí es una zona militar cerrada y ahora está desierta, que parece a los israelíes una zona adecuada para establecer, por tiempo indefinido, un campo de refugiados que albergue a los palestinos de la Franja de Gaza. Desde los primeros días del conflicto, la ayuda humanitaria de varios países, como Jordania y Turquía, llegó a la ciudad egipcia de Al-Arish para establecer un corredor humanitario hacia el enclave palestino.
Desviar la atención
Estaríamos frente a una segunda Nakba, como quiere el primer ministro israelí y temen los palestinos. Pero para eso, habrá que obligar al régimen egipcio a ponerse de acuerdo. La celebración de elecciones presidenciales en diciembre, en un contexto de ira popular por la inflación galopante y una crisis de deuda sin precedentes, está debilitando el poder de Al-Sissi.
Además, la población del país está comprometida en gran medida con la causa palestina y ha comenzado a movilizarse, en forma sin precedentes en la plaza Tahrir, en un contexto de represión en el que las manifestaciones están prohibidas. Es probable que el conflicto israelí-palestino no permita al presidente Al-Sissi desviar la atención de los egipcios de la actual campaña electoral. Por lo tanto, debe hacer todo lo posible para ofrecer un buen espectáculo a los palestinos si quiere ganar las elecciones. Por último, si hubiera una nueva Nakba, podemos apostar a que el presidente egipcio lograría sacar provecho de la situación, lo que se traduciría en una importante transacción financiera.