Deshacer el colonialismo en el discurso de la diversidad de género en Filipinas.

Filipinas fue colonizada por España y Estados Unidos, y después ocupada por Japón. El país tiene antecedentes de discursos impuestos por sus propias tradiciones, incluidas las relacionadas con la identidad de género y la fluídez.

Para entender el impacto de ese proceso, Global Voices entrevistó a Altón Melvar M Dapanas ensayista, poeta y traductor  del sur de Filipinas. Ha escrito «In the Name of the Body: Lyric Essays» (Wrong Publishing, 2023) y «Towards a Theory on City Boys: Prose Poems» (Newcomer Press, 2021). Sus trabajos han aparecido en «World Literature Today» y BBC Radio 4, y trabaja en la edición en Asymptote Journal. Se han publicado en SudÁfrica, Japón, Francia y Australia, y se han traducido al chino mandarín y sueco.

Alton Melvar M Dayana, foto usada con autorización.

Filip Noubel (FN): En su colección «In the Name of the Body: Lyric Essays«, cuenta su experiencia de crecer como una persona no binaria (bayot) en Filipinas, país predominantemente cristiano. ¿Cómo enfrentó ese entorno y qué le dio los recursos para superar la homofobia y transfobia prevalecientes?

Alton Melvar M Dapanas (AMMD): The bayot originates from a lineage of politico-religious indigene leaders in what is now the modern-day ‘southern Philippines,’ and the nomenclatures vary depending on the ethnolinguistic group — the Binisaya bayot, the Sinamadnda-dnda, the Tagalog bakla, the Tausug bantut, the Ilonggo agi, and in so many ways, the Teduray mentefuwaley.

Filipinx theorist Bobby Benedicto is particularly instructive in defining these identities as a ‘local sexual formation often read as a conflation of homosexuality, transvestism, and lower-class status.’ Scholar Francis Luis Torres, positions the bayot as an ‘oscillat[ion] between the «male homosexual» and a «feminized man.»‘ And that is what sets the bayot (and the bakla, among other permutations in the Filipino imaginary) apart from the Western(ised) cisgender gay man.

When I was digging through Stanford University’s archives of Southeast Asian periodicals, I came across (blatantly homophobic) opinion-editorial articles and short prose in Binisaya, my native tongue, published before WWII equating the bayot with ‘babayen on’ or ‘babayin on,’ woman-like or effeminate.

It’s vital to centre conversations like this towards unlearning what colonisation and its lingering aftermaths have done to the colonised. Among the colonial projects of biopolitics was, after all, queerphobia — white Christian Europe’s man-woman dualism was largely irreconcilable with the presence of transgender/nonbinary Natives when the colonisers first set foot in our lands. Today, the SOGIE (sexual orientation and gender identity and expression) Equality Bill — the law that is supposed to protect everyone but most especially the sexual/gender minorities — has been pending in the congress and senate since 2000 thanks to religious lobbyists, the pundits who amplify hate, and the politicians who seem to answer to the conservative base. The Filipino Christian majority is one of the culprits — they will invoke the name of God in issues like gender equality and reproductive rights but never in extrajudicial killings or genocide.

Altor Melvar M Dapanas (AMMD): El bayot es originario de un linaje de líderes indígenas político-religiosos en lo que hoy es el «sur de Filipinas», y las nomenclaturas varían según del grupo etnolingüístico: bayot en cebuano, el sinamadnda-dnda, bakla en tagalog, bantut en tausug, agi en hiligueino y, en muchos sentidos, mentefuwaley en teduray.

El teórico filipino Bobby Benedicto es muy instructivo sobre todo al definir estas identidades como una «formación sexual local que se lee a menudo como una combinación de homosexualidad, travestismo y posición de clase baja». El académico Francis Luis Torres ubica al bayot como una «oscilación entre el ‘homosexual masculino’ y el ‘hombre feminizado'». Y eso es lo que distingue al bayot  (y al bakla, entre otras permutaciones en el imaginario filipino) del resto del hombre homosexual cisgénero occidental(izado).

Cuando estaba investigando los archivos de las publicaciones periódicas del sudeste asiático en la Universidad de Stanford, encontré artículos editoriales de opinión (abiertamente homofóbicos) y de prosa corta en cebuano, mi lengua materna, publicados antes de la Segunda Guerra Mundial que compara al bayot con «babayen on» o «babayin on», femenino o afeminado.

Es vital centrar conversaciones como estas en desaprender lo que la colonización y sus persistentes secuelas han hecho a los colonizados. Entre los proyectos coloniales de la biopolítica estaba, después de todo, la queerfobia: el dualismo hombre-mujer de la Europa cristiana blanca fue, en gran medida, irreconciliable con la presencia de nativos transgénero o no binarios cuando los colonizadores llegaron a nuestras tierras. Hoy en día, el proyecto de ley de igualdad SOGIE (orientación sexual, identidad de género y expresión) que se supone protege a todos, pero especialmente a las minorías sexuales de género, ha estado pendiente en el Congreso y el Senado desde 2000; gracias a los miembro religiosos, los expertos que se suman al odio y los políticos que responden a la base conservadora. La mayoría cristiana filipina es uno de los culpables: invocarán el nombre de Dios en cuestiones como igualdad de género y derechos reproductivos, pero nunca en ejecuciones extrajudiciales o genocidio.

FN: Parte de su escritura analiza los conceptos de «heterosexualidad» y patrones heteronormativos entre algunos gays. ¿Podría explicar estos conceptos y por qué parecen resistir una verdadera aceptación de la diversidad de género?

AMMD: Queer culture has always had a troubled relationship with the idea of passing — almost like a fixation to appear and be perceived as cisgender and heterosexual. The heteronormativity behind this cissexism trivialises the value of a queer/trans person to their mere appearance and expression.

Back in 2021, I did an (unofficial) ethnographic fieldwork among cis femme gays — in other words, the textbook bayot — of the older generation from my hometown. As I was already writing the essays in ‘In the Name of the Body‘ then, I’ve read queer theorists Naomi Tucker, Jack Parlett, C. Winter Han, Tom Roach, and Sharif Mowlabocus who discussed body image fascisms so compellingly. I confirmed what I should’ve long acknowledged: the many prevailing misconceptions even within the LGBTQ+ community, e.g. that bisexuals are tops and are therefore masculine (notice the erasure of bisexual women/femme here), while gays are bottoms and are therefore effeminate. A lot to unpack in these prevailing fallacies confined within outdated binaries.

There has to be a constant critique among us as a ‘community’ when the (hetero)normative of us, in particular these masculine cis gays, would drop us any chance they get at acceptance or assimilation into the cishetero majority. As trans historian Jules Gill-Peterson tweets, effeminacy has always been the “necessary foil” for the masculine queers towards homonationalism, a symptom of the military-industrial complex. And the media constantly replicates and reinforces that — our gay and lesbian-themed series and movies (dubbed as ‘boys’ love’ or BL and ‘girls love’ or GL), produced locally or those by neighbouring Asian countries like Thailand — casts either straight actors or straight-passing LGBTQ+ ones. The couples who are the centres of these series or movies are disconcertingly silent on vital LGBTQ+ issues in real life despite profiting from a largely queer viewership. Plot-wise, the room that exists for the femme gays, queers, womxn, butch lesbians, enbies, trans, and other gender-nonconforming folks are those of the flat characters — mostly for comic relief.

Even within the LGBTQ+ community, we certainly have a lot to talk about. The pride march chant that is ‘Equality,’ as it turns out, a faraway tiny light at the end of this long dark tunnel.

AMMD: La cultura gay siempre ha tenido una relación problemática con la idea de aprobación: casi como una fijación de aparecer y percibirse como  cisgénero y heterosexual. La heteronormatividad tras el cisexismo quita importancia al valor de una persona gay/trans a su mera apariencia y expresión.

En 2021, hice un trabajo de campo etnográfico (no oficial) entre mujeres homosexuales cis (en otras palabras, el manual del bayot) de más edad de mi ciudad natal. Mientras estaba escribiendo los ensayos de «In the Name of the Body«, leí a los teóricos homosexuales Naomi Tucker, Jack Parlett, C. Winter Han, Tom Roach y Sharif Mowlabocus que debatían muy convincentemente sobre los fascismos de la imagen corporal. Confirmé lo que debería haber reconocido durante mucho tiempo: los conceptos erróneos que prevalecen incluso dentro de la comunidad LGBTQ+, por ejemplo, que los bisexuales son superiores y por lo tanto masculinos (nótese la eliminación de las mujeres bisexuales aquí) mientras que los homosexuales son pasivos, y por lo tanto afeminados. Hay mucho que desentrañar en estas falacias predominantes confinadas en sistemas binarios obsoletos.

Debe haber una crítica constante entre nosotros como una «comunidad» cuando nuestra (hetero) normativa, en particular la de estos gays cis masculinos, nos impide cualquier posibilidad que tengan de ser aceptados o asimilados por la mayoría cishetero. Como tuitea el historiador trans Jules Gill-Peterson, el afeminamiento siempre ha sido el «contraste necesario» para que los homosexuales masculinos enfrenten el homonacionalismo, síntoma del complejo militar-industrial. Y los medios replican y refuerzan constantemente eso: nuestras series y películas con temática gay y lésbica (denominadas en inglés «boys’ love» o BL, y «girls’ love», o GL) producidas localmente o en países asiáticos vecinos como Tailandia: incluyen a actores heterosexuales y dejan de lado a la comunidad LGBTQ+. Las parejas que son el centro de estas series o películas guardan un silencio desconcertante sobre las cuestiones LGBTQ+ vitales en la vida real a pesar de beneficiarse de una audiencia mayoritariamente homosexual. En cuanto a la trama, el espacio que existe para las mujeres gais, homosexuales, mujeres, lesbianas marimachas, embys, trans y otras personas no conformes con su género son la de los personajes planos, principalmente para alivio cómico.

Incluso dentro de la comunidad LGBTQ+, sin duda tenemos mucho de qué hablar. Resulta que el canto de la marcha del orgullo es «Igualdad», una pequeña luz lejana al final de este largo y oscuro túnel.

FN: Su libro se centra en términos a través de los idiomas para describir las tradiciones aceptadas y no occidentales de reconocer y nombrar a las personas no binarias que ha habido en todas las sociedades. ¿Pueden estás tradiciones ayudar a poner fin a la marginación, la fobia, los ataques y las muertes; como se ha visto recientemente en su país como el caso del artista drag Pura Luka Vega?

AMMD: The discourse should begin with interrogating the mythos that the Philippines is an LGBTQ-friendly country — our lived experience as queer, trans, and gender-nonconforming folks would attests otherwise. I haven’t seen a single episode of any ‘Drag Race’ franchise especially ‘Drag Race Philippines‘ and ‘Drag Den’ (where Pura Luka Vega was a season 1 contestant), just snippets here and there. But I must say, Pura Luka Vega has become an epitome of this fight.

It is quite saddening that a lot of self-proclaimed allies will chant ‘Trans Rights are Human Rights!’ and ‘Drag is Political!’ until situations call them to be actually political and pick sides. And although the Catholic Bishops Conference of the Philippines has issued an official statement affirming that there are more pressing issues than a drag queen dressing up as Jesus Christ, the Filipino right-wing (in an unlikely alliance with liberal centrists and even straight-passing cis gays and the trans-exclusionary radical feminists) is an arsenal on its own against drag queens who cosplay Biblical prophets but will actually cheer for Rodrigo Duterte [the former president who is being probed by the ICC for crimes against humanity] cursing on the Pope.

So when I said unlearning what colonisation and its consequent ideologies, it’s both ethnoreligious, sociopolitical, and beyond. And that’s a lot of work.

AMMD: El discurso debería empezar cuestionando el mito de que Filipinas es un país amigable con los LGBTQ: nuestra experiencia vivida como personas homosexuales, trans y no conformes con el género atestigua lo contrario. No he visto ni un solo episodio de ninguna franquicia de «Drag Race» especialmente «Drag Race Filipinas» y «Drag Den» (en cuya primera temporada concursó Pura Luka Vega), solo fragmentos aquí y allá. Pero debo decir Pura Luka Vega se ha convertido en personificación de esta lucha.

Es bastante triste que muchos de quienes se autoproclaman aliados coreen «¡Los derechos de los transexuales son derechos humanos!» y «¡El drag es político!», hasta que las situaciones los obligan a ser políticos y a tomar partido. Y aunque la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas ha emitido un comunicado oficial en el que afirman que hay cuestiones más apremiantes que una drag queen disfrazada de Jesucristo, la derecha filipina (en una improbable alianza con centristas liberales e incluso gais que pasan como cis heterosexuales y feministas radicales trans excluyentes) es un arsenal en sí mismo contras las drag queens que se disfrazan de profetas bíblicos pero en realidad vitorean que Rodrigo Duterte (expresidente, investigado por la Corte Penal Iinternacional por crímenes contra la humanidad) insulte al Papa.

Así que cuando dije desaprender qué es la colonización y sus ideologías consiguientes, es al mismo tiempo etnorreligioso, sociopolítico y más allá. Y eso es mucho trabajo.

FN: ¿Qué pasa con la circulación de literatura homosexual? ¿Cómo podemos descolonizar la literatura gay entre autores, traductores y publicistas?

AMMD: Although I write in/translate from Binisaya, I work primarily in English. How can writing in an imperial language, that of our American colonisers, not widely understood by Filipinos be decolonial? Am I thus challenging or reinforcing imperialism? I love what Tanzanian writer-publisher Nuzhat Abbas cautions, ‘who and what translates, where and how, and within what engines of power and currency.’ So I honestly cannot tell you anything about decolonisation.

What I can tell you though is the literary production within the Philippines. Creative nonfiction pieces that read ‘like a short story’ dominate the publications and prizes. An old poet, now dead, who taught at the country’s national university, would shun prose poetry on Facebook a few years ago, spewing that poetry is for feelings and essay is for ideas—there is no room for the in-between. Another Filipino writer who, in an email correspondence published in ‘Teaching Creative Writing in Asia‘ (Routledge, 2021), expressed that:

‘[The Millennials’] blogs, and their posts on social media are all autobiographical in nature … But much of this writing has no literary merit whatsoever, so I don’t concern myself with them.’

Who needs self-doubt when you have older writers like them populating the country’s award-giving bodies, publications, writers workshops, literary collectives, and writing programmes? Total clusterfuck. So my choice where I get published has nothing to do with me believing or not believing in decolonisation.

I remember when I was younger, an old poet who was a magazine editor would tell me, ‘Writing is writing. Everything else is showbiz.’ It sounded well-meaning but it was a symptom of the politics he upholds: that of apolitical comfort, that of the status quo. That time, I didn’t have a response — I just know he was wrong. Years later, in the brink of this US/NATO-sponsored genocide in Gaza by the Israeli settler-colonial government, I would come across Palestinian poet Marwan Makhoul: ‘In order for me to write poetry that isn’t political, / I must listen to the birds / and in order to hear the birds / the warplanes must be silent.’ And maybe that’s my answer.

AMMD: Aunque escribo y traduzco en cebuano, trabajo principalmente en inglés. ¿Cómo puede ser descolonial escribir en una lengua imperial, la de nuestros colonizadores estadounidenses, que los filipinos no comprenden totalmente? ¿Estoy desafiando o reforzando el imperialismo? Me encanta lo que advierte el escritor y publicista tanzano Nuzhat Abbas: «quién y qué traduce, dónde y cómo, y dentro de qué motores de poder y moneda. Así que, sinceramente no puedo decir nada sobre la descolonización.

De lo que sí puedo hablar es de la producción literaria dentro de Filipinas. Las obras creativas de no ficción que se leen «como un cuento»; dominan las publicaciones y los premios. Un viejo poeta, ya fallecido que enseñó en la universidad nacional del país, rehuía la poesía en prosa en Facebook hace algunos años, decía que la poesía es para los sentimientos y el ensayo para las ideas: que no hay lugar para el término medio. Otro escritor filipino expresó en una correspondencia por correo electrónico publicada en «Teaching Creative Writing in Asia» (Routledge, 2021):

«Los blogs de los (milénicos) y sus publicaciones en las redes sociales son todos de naturaleza autobiográfica. Pero muchos de estos escritos no tienen ningún mérito literario, por lo que no preocupo por ellos».

¿Quién necesita dudar de sí mismo cuando los viejos escritores como ellos están en los organismos que otorgan premios, publicaciones, talleres de escritores, colectivos literarios y programas de escritura del país? Un caos total. Así que mi elección de dónde me publican no tiene nada que ver con que crea o no en descolonización.

Recuerdo hace un tiempo, un viejo poeta editor de una revista me dijo: «escribir es escribir. Todo lo demás es un espectáculo». Parecía bienintencionado pero era un síntoma de política que defiende la comodidad apolítica, el estado de las cosas. Esa vez no tuve respuesta; solo sé que estaba equivocado. Años más tarde, al borde de este genocidio patrocinado por Estados Unidos y la OTAN en Gaza por parte del gobierno colonial israelí, me tope con el poeta palestino Marwan Makhoul: «Para poder escribir poesía que no sea política, debo escuchar a los pájaros. Para escuchar a los pájaros, los aviones de combate deben estar en silencio». Y quizás esa sea mi respuesta.

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