
Samad Ipadeola (segundo de la derecha) con algunos trabajadores de su escuela. A su derecha está la matrona del albergue, señora M.O. Ogunkunle. A su izquierda, su profesor Adebunmi Olujide, y a su derecha, el director del albergue. Foto cedida por Toheeb Babalola, usada con autorización.
Por Toheeb Babalola
Un lunes por la mañana, en la última semana de septiembre, visité la Escuela Especial Ijokodo, en Ibadán, al oeste de Nigeria, que educa y rehabilita a niños con síndrome de Down. El propósito de mi visita era recabar información para un reportaje que podría aparecer el Día Mundial de la Inclusión, que se celebra cada 10 de octubre.
Mientras estaba ahí, me di cuenta de que un alumno en particular hablaba y asignaba papeles a otros alumnos y se aseguraba de que nadie se quedara sin un papel. «Si no barren, no comen», les dijo amablemente. Me pregunté cómo era posible que este chico tan vibrante estuviera aislado en esta escuela.
Descubrí que se trataba de Samad Ipadeola, de 16 años, con síndrome de Down y que fue abandonado en el albergue de la escuela. A pesar de su lentitud de aprendizaje, Samad es un joven brillante y atractivo, con dotes de liderazgo. Sin embargo, sus padres han mostrado poco interés evidente por su futuro.
Según los registros de la escuela, Samad Ipadeola nació el 3 de enero de 2007 y su lentitud de aprendizaje se hizo patente a los seis años. Su padre es mayorista de neumáticos en el mercado de Ogunpa, popular mercado de Ibadán, mientras que su madre se dedica al comercio.
Cuando era niño, los padres de Samad lo encerraban en casa cuando salían para sus negocios. Incluso hubo un momento en que consiguió escapar de casa, lo que llevó a sus padres a pasar noches en vela mientras lo buscaban por la ciudad. Estuvo desaparecido por meses.
La directora de la escuela especial, Olaoye Bolaji Olatundun, contó la angustiosa historia de cómo encontraron a Samad:
I was told by his parents that Samad was once lost and they searched for him for months. He was seen among Hausa people at Sabo begging for alms. When his parents attempted to give him alms in that location, they held him and informed the leadership of Sabo before taking him away. They now decided to bring him to school and lodge him at the school hostel.
Sus padres me contaron que Samad se perdió una vez y que lo buscaron durante meses. Lo vieron entre los hausa de Sabo pidiendo limosna. Cuando sus padres intentaron darle limosna ahí, lo retuvieron e informaron a los dirigentes de Sabo antes de llevárselo. Entonces decidieron llevarlo a la escuela y alojarlo en el albergue escolar.
Sabo es una comunidad hausa donde acoge y viven con chicos de la calle y sin hogar.
El profesor de la clase de Samad, Adebunmi Olujide, declaró que Samad era uno de los chicos más brillantes y receptivos de la clase, y que no dependía de ningún apoyo para poder hacer algunas tareas. Aparte de lo académico y la vocación, tiene dotes de liderazgo, dijo Olujide.:
Samad is performing well in class. He is very active in sports activities which we organise for them every Thursday. Though he is a slow writer, he can speak and respond to questions in class. I can boldly say that his leadership ability is top notch and give him a chance to exhibit it.
Samad rinde bien en clase. Es muy activo en las actividades deportivas que organizamos para ellos todos los jueves. Aunque escribe despacio, puede hablar y responder a preguntas en clase. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que su capacidad de liderazgo es de primera, y le doy la oportunidad de demostrarlo.
La escuela clasifica a los alumnos en función de su nivel. Hay «niveles severos, profundos, entrenables y educables»: los niveles severos y profundos están ocupados por alumnos con el nivel más alto de deficiencia, mientras que el nivel entrenable tiene alumnos con cociente intelectual medio. Samad está en el nivel educable.
Samad y otros alumnos se alojan en un internado, construido por el Gobierno estatal de Oyo dentro del recinto escolar, y reciben comidas gratuitas en el marco del Departamento de Educación Especial del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Sin embargo, por este programa, muchos padres dejan a sus hijos en el albergue sin mirar atrás hasta el final del trimestre, como explicó Olujide:
The parents of all these children don’t care about them, they always want a place to drop them and go. When it is time for holiday, some parents do not bother to come and pick them. The matron will always continue to call them but they will not pick the call. The parents have negative perceptions about these children because they doubt their future.
Los padres de todos estos niños no se preocupan por ellos, siempre quieren un lugar donde dejarlos e irse. Cuando llegan las vacaciones, algunos padres no se molestan en venir a recogerlos. La matrona sigue llamándolos, pero ellos no contestan. Los padres tienen una percepción negativa de estos niños porque dudan de su futuro.
Según la matrona del albergue, señora M.O. Ogunkunle, la madre de Samad lo visita una vez al mes y su padre una vez al trimestre.

Toheeb Babalola junto a algunos trabajadores de la Escuela Especial Ijokodo, Ibadán. Foto cedida por Toheeb Babalola, usada con autorización.
Pedí y me dieron los teléfonos de los padres de Samad, y llamé primero a su madre. En respuesta a mi pregunta sobre el estado de rehabilitación de Samad, la señora Ipadeola dijo: «Vengo a ver a la matrona, pero no conozco su estado de rehabilitación, por eso aún no sé cuál es nuestro próximo plan para él».
Tres días después, también llamé al padre de Samad, que dijo: «El único error que cometimos fue que visitamos a la matrona pero no a sus profesores y directora. No teníamos intención de abandonarlo ahí».
En un gesto de arrepentimiento, el padre de Samad visitó mi casa en Ibadán y juntos fuimos a la escuela para reunirnos con la dirección. Durante la reunión, se disculpó sinceramente por haber descuidado a su hijo.
Un artículo de Disability Africa señala que numerosas familias optan por matricular a sus hijos en instituciones como escuelas especiales, por la creencia de que es lo mejor para el niño. A menudo, esta decisión obedece a una preocupación genuina y al deseo de dar al niño una vida lo más satisfactoria posible. Por ejemplo, el caso de Samad. El padre de Samad tiene una buena situación económica y puede mantener a su hijo. Durante nuestra conversación, nos contó que los hermanos de Samad van a universidades y colegios prestigiosos. Al principio, Samad estaba matriculado en una escuela normal. Pero por su condición, consideraron necesario inscribirlo en una escuela especial, donde sus necesidades únicas podrían ser mejor atendidas.
El último informe de UNICEF publicado en 2022 estableció que más de 240 millones de niños de los 8100 millones de la población mundial viven con discapacidades. Según Naciones Unidas, más de 80 millones de africanos viven con discapacidades. En total, se considera que las personas con discapacidad son la mayor minoría del mundo.
La evaluación del Grupo Banco Mundial destacó que Nigeria, el país más poblado de África Occidental, registró 29 millones de personas con discapacidad en 2018. Y que el 9% de los niños mayores de cinco años tienen algún nivel de dificultad para ver, oír, caminar, comunicarse y aprender.
Nadie en la tierra ha nacido sin una o dos discapacidades. La discapacidad puede ser temporal o permanente. La discapacidad temporal comprende las lesiones que tardan un poco en curarse y dejan cicatrices en las partes del cuerpo. La discapacidad permanente consiste en deficiencias innatas y accidentales, como deficiencias auditivas, motrices, visuales e intelectuales. Son deficiencias físicas y mentales y no hay garantías convincentes de rehabilitación.
Con o sin discapacidad, nadie en el mundo debe verse privado de sus derechos humanos fundamentales: derecho a la vida, al movimiento, a la expresión, a la educación, al empleo y a la asociación, entre otros. Sin embargo, muchos niños en el mundo, como Samad, son maltratados y despojados de sus derechos.