
Imagen de Assad Binakhahi, de Mvoicesiran. Usada con autorización.
En los últimos 45 años, la República Islámica de Irán ha utilizado como armas los libros de texto, los debates religiosos, las películas y series, las paredes de las ciudades e incluso los cementerios para imponer e institucionalizar la violencia cultural, sobre todo sobre las minorías religiosas.
El Gobierno ha utilizado la violencia física, estructural y cultural contra las minorías religiosas. Mientras que la violencia física (encarcelamiento, destrucción de espacios de culto, ejecuciones, confiscación de propiedades) y la violencia estructural o legal discriminación en el mercado laboral, en testimonios en juicios) suelen ser tangibles, la violencia cultural (en el arte, los debates religiosos y la educación) tiene más matices. La violencia cultural no solo facilita a la violencia directa (física) y estructural, sino que también legitima la violencia y la vuelve aceptable para la sociedad.
La mención de la discriminación o la persecución nos lleva a pensar los oficialmente reconocidos en la Constitución — judíos, zoroastrianos y cristianos, excluyendo a los que se hubieran convertido — y en las minorías que no están reconocidas en la Constitución, incluidos los baha'is, cristianos convertidos, mandaeans y seguidores de la religión yarsan. Irán llega al punto de convertirlos en «fantasmas», política discriminatoria que va más allá y afecta a muchos creyentes, que incluye a los sunitas y derviches — que son parte de los imamíes, la religión oficial de Irán.
La violencia cultural trasciende religiones y minorías, afecta a la sociedad en general. Muchos iraníes enfrentan discriminación por sus complejas identidades. Por ejemplos, una mujer baluche vive una discriminación triple debido a su género, etnia y religión, demostrando la interseccionalidad de la opresión.
Opresión de «clase»
El sistema educativo de Irán oprime a las minorías religiosas, desde amenazas directas a niños que pertenecen a estas comunidades hasta incorporación de la ideología de la supremacía chiita en los libros de texto.
Saeed Payvandi, profesor de sociología en París, comentó al respecto:
During the Islamic Republic, all societal cultural institutions, especially the education system, propagate the belief that Islam is the ultimate heavenly religion with solutions for all societal problems among the young generation. This results in strong Islamic-Shiite propaganda not only in religious subjects but across various disciplines, constituting a form of direct cultural or even symbolic violence against religious minorities and those dissenting from government-style religiosity.
Durante la República Islámica, todas las instituciones sociales culturales, sobre todo el sistema educativo, fomentó la creencia de que el islam es la religión celestial con las soluciones para todos los problemas sociales en las generaciones jóvenes. Esto resultó es una fuerte propaganda chiita en materia religiosa y en varias disciplinas, lo que constituye una forma de violencia cultura directa o incluso simbólica contra minorías religiosas y contra quienes se quejan contra el Gobierno y su estilo de gobierno religioso.
Muchas minorías, incluidos los baha'i, los yarasanis y los cristianos conversos se les niega el derecho a aprender sobre sus religiones en asignaturas escolares y son forzados a asistir a clases sobre educación islámica.
Según Payvandi, «este sistema educativo impone una constante humillación y sufrimiento sobre estos segmentos de las generaciones jóvenes, que se extiende fuera de las escuelas y envenena el alma de la sociedad».
Más allá del sistema educativo, los grupos financiados por el Estado están continuamente atacando minorías religiosas «no reconocidas» con los denominados libros de investigación «históricos» y sitios web. Y los grupos atacados no tienen derecho a discutir ni replicar tal propaganda en su contra.
Deshumanizando a las minorías
Además de la dominante perspectiva islámica en la educación y en los libros, los sitios religiosos y de noticias publican periódicamente sesiones de preguntas y respuestas con ayatollahs que están concentradas en «minorías religiosas». Durante estas sesiones, se les consulta a los clérigos si los musulmanes deberían considerar a las minorías religiosas como «najis» (impuras), que normaliza la deshumanización de estos grupos.
El impacto de esta deshumanización es evidente de varias maneras. Muchos cristianos conversos informan que, cuando son interrogados, sus interrogadores los etiquetan como najis. El régimen ha establecido, por momentos, líneas inesperadas de demarcación, como ordenar a pobladores baha'i que separen a sus vacas de aquellas que pertenecían a musulmanes. Las autoridades, luego de incrementar la presión sobre los pobladores baha'i, han confiscado su propiedad y expulsado de su tierra ancestral.
Sorprendentemente, los activistas de derechos civiles en Irán pocas veces han protestan contra la clasificación de las minorías como najis.
Entretenimiento: dominio y difamación
Además de la presencia constante de los programas islámicos y los clérigos que promocionan la versión estatal del islam, la televisión estatal y las películas producidas por el Estado iraní fomentan valores e ideología islámica en varios géneros, desde las comedias a producciones bélicas.
Durante las cuatro décadas de gobierno de los mulás junto con la Guardia Revolucionaria (IRGC), algunas películas los muestran de forma unidimensional y propagandística. A los mulás se los muestra como místicos que se ganaron su sustento a través del trabajo duro y de ayudar al prójimo o como clérigos víctimas de la corrupción de su familia pero que pelean por justicia (por ejemplo, Rooze Balva, que significa «Día de pProtesta»).
El diálogo en algunas películas categoriza a las personas en «musulmanes», «forasteros» o «infieles» (ver Shahr-e-Mahtabi, que significa Ciudad de la luna), en las que no hay espacio para minorías religiosas.
Hace 19 años, en una carta abierta a la televisión iraní, la comunidad judía iraní, criticó y protestó la emisión de la serie «Dasiseh» (conspiración) que «insulta su religión».
Ideología y urbanismo: como un extraño en tu ciudad
Desde el comienzo de la Revolución islámica, el régimen impuso sus signos y símbolos ideológicos en cada esquina de las ciudades con un claro mensaje: el espacio público le pertenece al Estado.
Joshua Hagen, decano de la Facultad de Letras y Ciencia de la Universidad de Wisconsin-Stevens Point, que escribió sobre los nazis y el urbanismo, explicó a Global Voices por correo electrónico:
…sponsorship of murals, posters, banners, and other public displays serves political agendas, marginalizing or excluding various social groups. In Iran, efforts to communicate regime ideology through public space act as constant reminders, pressuring individuals to conform to the regime's wishes or, at the very least, understand the consequences of diverging from regime ideology. This dynamic, present in both democratic and non-democratic contexts, is a common feature of human behavior and engagement with public space.
… el patrocinio de murales, afiches, banderas y otras muestras públicas sirven una agenda pública, marginalizan o excluyen a varios grupos sociales. En Irán, los esfuerzos para comunicar la ideología del régimen a través del espacio público sirven como recordatorio constante, presionan a las personas a seguir los deseos del régimen o, al menos, a entender las consecuencias de alejarse de esa ideología. Esta dinámica, presente en contextos democráticos y no democráticos, es una característica común del comportamiento humano y la interacción con el espacio público.
Junto con los nombres islámicos y revolucionarios de lugares públicos, las municipalidades y las fundaciones gubernamentales, los ciudadanos están rodeados por lemas y valores islámicos a través de banderolas y murales. Las instituciones estatales decoran el espacio público, como las escuelas, con murales que muestran versos y frases del profetan del islam e imames de Shi'a, que fomentan valores islámicos como el uso del hiyab.
La República Islámica también elimina muchos signos de minorías religiosas de paisajes urbanos, incluso intenta controlar el «más allá» a muchas comunidades minoritarias al destruir sus lugares de referencia simbólicos y monumentos, por ejemplo, destruye los cementerios baha'i, y priva a los cristianos conversos de su camposanto o haciendo cambios al cementerio Kharavan donde muchos prisioneros políticos ejecutados fueron enterrados de forma secreta.
Resistencia y creatividad
Frente a la violencia gubernamental y la agresión cultural, las minorías han demostrado resiliencia. El Gobierno iraní expulsó a los estudiantes baha'i y les negó educación, lo que provocó que se fundara la Universidad Virtual baha'i como organización alternativa. Los cristianos que hablan persa enfrentan una falta de espacios de culto y centros de educación, pero las iglesias clandestinas están activas en el país, a pesar de los arrestos masivos y la represión y los conversos iniciaron la campaña «place2worship». La minoría yarsán emplea arte y música para resistir las política de desidentificación.
De forma simultánea, las personas fuera de las comunidades de minoritarias religiosas se han unido activamente a la campaña por igualdad.
En respuesta a grandes ayatolás que denunciaban paganos, comunistas, ateos y baha'is como «impuros» Mohammad Nourizad, activista político y periodista, invitó a la gente a visitar viviendas a baha'i y ateas, y compartir alimentos con ellos. Incluso visitó la casa de un prisionero baha'i y besó los pies de un niño baha'i.
En la película «Lerd» (Un hombre con integridad), el reconocido director iraní Mohammad Rasoulof abordó la persecución implícita de los baha'i, incluida su expulsión de las escuelas y la negación de derechos de sepultura. Rasoulof enfrentó múltiples arrestos, encarcelamientos y que las autoridades iraníes prohibieran sus películas.
La resistencia al apartheid religioso no está limitado a las elites; emerge desde las masas y los ciudadanos comunes. En la década de 1980, el Estado apuntó a marginalizar las tiendas de alimentos propiedad de minorías religiosas, y las forzó a anunciar: «Esta tienda pertenece a minorías religiosas», en la entrada. Sin embargo, esta política discriminatoria falló, y muchos clientes se volvieron más entusiastas sobre hacer sus compras allí, como se menciona en una acción de desobediencia civil.
La historia del combate contra el apartheid religioso está entrelazada con la lucha contra el apartheid de género, ejemplificada por el movimiento nacional de «Mujeres, Vida, Libertad«. Los iraníes de diversas etnias, géneros y religiones han luchado de forma colectiva por su dignidad, libertad e identidad.