Este artículo es de Wieland Hoban, y se publicó originalmente en Battleground el 1 de diciembre de 2023. Global Voices reproduce una versión editada como parte de un acuerdo de intercambio de contenido.
Entre los muchos discursos que reflejan la deslegitimación de la resistencia palestina —incluso en sus formas no violentas, como la protesta y el boicot— está presente la pregunta “¿lo condenas?”.
Una y otra vez, los entrevistadores hacen esta pregunta a invitados palestinos, la utilizan como un ritual previo a la conversación, o contra quienes defienden los derechos de los palestinos, como demostró recientemente el conductor de televisión británico Piers Morgan en una conversación con Jeremy Corbyn.
En entrevista con Christiane Amanpour de CNN, la reina Rania de Jordania señaló este doble estándar:
Why is it that when people are coming to represent, you know, the Palestinian issue, at the top of an interview, they have to have their humanity cross-examined, they have to present their moral credentials: “Do you condemn?” We don’t see Israeli officials being asked to condemn, and when they are, people are readily accepted by “our right to defend ourselves.” I have never seen a Western official say the sentence: Palestinians have the right to defend themselves.
Por qué cuando la gente viene a representar el problema palestino, en el momento clave de la entrevista, deben examinar su humanidad, presentar sus credenciales morales: “¿lo condenas?” .No vemos que a los funcionarios israelíes se les pida que condenen, y cuando les preguntan, se acepta rápidamente la respuesta “es por nuestro derecho a defendernos”. Nunca he visto a un funcionario occidental decir la frase: los palestinos tienen derecho a defenderse.
a la reina se la trató con más gentileza que a la mayoría de los palestinos y no se la confrontó directamente con esta pregunta. En cambio, la conductora Kirsty Wark sometió al embajador de Palestina en Reino Unido, Husam Zomlot, a un interrogatorio particularmente denigrante en el programa de la BBC Newsnight.
Zomlot acababa de perder seis familiares, incluidos dos niños, en Gaza. Esto, sin embargo, no evitó que Wark insistiera que Zomlot—representante de la Organización para la Liberación de Palestina— condenara las acciones de Hamás. Zomlot mostró una compostura increíble a pesar de su dolor.
Para cualquiera conozca la historia de cómo los oprimidos —porque fueron colonizados por otros Estados o porque su propia gente los trata injustamente— responden a su opresión, este es solo el último caso de un fenómeno antiguo.
Porque el opresor no es solo política y físicamente dominante sino también discursivamente, cualquier negación a aceptar sus términos se presenta como evidencia de salvajismo, lo que refuerza la idea de que la opresión está justificada, que incluso es necesaria.
El la historia reciente se puede encontrar un fuerte ejemplo en una entrevista con el ícono de los derechos civiles de los negros Angela Davis en 1972 cuando fue encarcelada.
Davis expresó su asombró frente a la pregunta de su entrevistador sobre su postura frente a la violencia en la lucha de los negros de niña, cuando vivía en una comunidad que había visto constante violencia de racistas.
De nuevo, esto no es una justificación para cualquier acción que se lleve a cabo en el proceso de resistencia, y los ataques del 7 de octubre cruzaron la línea trazada por la ley internacional. Pero el uso del término define el contexto, no la moralidad.
Cuando los nativos americanos luchaban contra el genocidio, cometieron masacres contra familias colonas, pero el veredicto de la historia claramente no invalidó la lucha contra el genocidio por tales actos de brutalidad.
No es necesario retroceder hasta 1948 para señalar la constante violencia de Israel contra los palestinos en Gaza y en otros lugares; basta con retroceder 16 años a la decisión de poner a la Franja de Gaza bajo un bloqueo.
Este fue un acto de castigo colectivo que recibió condena internacional, y sus muchas ramificaciones constituyen un estado de violencia.
La violencia genera contra-violencia, y la resistencia armada en Gaza —que incluye a islamistas como Hamás y también al marxista-leninista Frente Popular por la Liberación de Palestina (PFLP)— actúa en respuesta a la violencia de la ocupación.
La palabra “terrorismo” oscurece esto y deslegitima la resistencia para actos específicos —como la matanza de civiles— y por el hecho de resistir. Y esto es precisamente lo que se le pide a la gente que denuncie cuando le pregunta: “¿condenas lo que hizo Hamás?”.
Uno de los políticos de izquierda europeos más conocidos y elocuentes, el economista griego Yanis Varoufakis, añadió un giro en una entrevista cuando explicó por qué se negaba a condenar a Hamás por el ataque.
Puso la responsabilidad de la injusticia estructural como la raíz de la violencia no tanto en Israel como en los países occidentales, ya que son los que han apoyado las acciones de Israel y su sistema de apartheid durante décadas.
Varoufakis observó que cuando los miembros de la resistencia negra en Sudáfrica cometieron actos de violencia en su lucha contra el apartheid, el problema no fue su violencia; el problema era el apartheid.
Los matices pueden ser un bien escaso en nuestro cada vez más polarizado discurso público, dominado por el escándalo en línea, y quizás nunca ha sido más escaso que desde el 7 de octubre.
La organización activista a la que pertenezco, Jewish Voice for a Just Peace in the Middle East con sede en Alemania, no ha permanecido al margen. Muchos de nuestros miembros son israelitas con familiares y amigos en Israel.
Aquel día, un miembro perdió a un familiar al quien las Fuerzas de Defensa Israelí disparó luego de confundirlo con un militante palestino. Otro miembro vivió en Sderot durante unos años y no quería mirar la lista de muertos, por temor a leer nombres conocidos. Esos son solo dos ejemplos.
Tampoco debería sorprender que experimentemos un alto grado de fricción sobre nuestra respuesta a los acontecimientos.
Mientras que algunos miembros pensaban que era esencial expresar empatía, otros consideraban que nuestro rol como activistas políticos no era resaltar emociones cuando un antiguo sistema estructural de opresión y violencia era el problema de base de la violencia en un momento particular.
Hubo enojo y reproches; un miembro incluso dejó el grupo.
La junta finalmente publicó un comunicado que buscaba un punto medio entre la humanidad y el análisis político. Nos quedaba claro que nuestros enemigos, e incluso quizás algunos amigos, lo atacarían porque no lo condenamos por las razones que expuse aquí.
No era una opción estar del lado de quienes mataron inocentes el 7 de octubre, sino que declaramos inequívocamente que aquellas muertes fueron el resultado de la injusticia sobre aquellos a quienes mataron mucho tiempo antes y a quienes continúan matando por miles mientras escribo esto.
En memoria de Khalil Aburaida, que murió por bombas israelíes en octubre de 2023, y para su esposa Alaa y sus cuatro hijos, cuyo paradero es desconocido.