Cómo «Black Cake» caribeño puede ayudar a la región a superar su traumático pasado

Foto de Black Cake, postre navideño tradicional caribeño, tomada de la receta Guyanese Black Cake de la abuela Irma en 2020, utilizada con autorización.
Por Patriann Smith
El 15 de noviembre, la magnate de los medios afroamericana Oprah Winfrey escribió en Facebook que le había conmovido: «leer #BlackCake, historia de una madre que muere y deja a sus hijos una memoria USB que con historias no contadas de su viaje desde el Caribe hasta América». Estuvo tan conmovida que la convirtió en una serie que se emite en Hulu. Esas dos palabras, «Pastel Negro»», resuenan indeleblemente en la auténtica psique caribeña, algo que la autora Charmaine Wilkerson debía saber cuando escribió el libro, que hace visible la gran cantidad de alfabetizaciones, lenguas inglesas e idiomas utilizados con inmigrantes negros para sobrevivir y para prosperar.
En un momento en que la anti-negritud y la xenofobia siguen extendiéndose a sus anchas por todo el planeta, Winfrey utiliza su plataforma para hacer visible la difícil situación de los inmigrantes negros en Estados Unidos, muchos de los cuales son caribeños, y de otros que emigran cada vez más desde África. Después de ver la serie entera con mi familia caribeña, pensé: «¡Qué decisión tan excepcional la de dar vida a este libro en la pantalla y silenciar la invisibilidad!». Era la primera vez en mis breves diez años de vivir en Estados Unidos que veía algo caribeño tan celebrado, tan alabado, tan aceptado, tan visto.
«Black Cake» ha recibido elogios de Oprah Daily, y también de NPR, BuzzFeed, Glamour, PopSugar, Book Riot y She Reads como «uno de los mejores libros del año». Wilkerson, escritora estadounidense que vive en Italia y que ha vivido en Jamaica, construye escenarios de transnacionalismo y de migración a través del personaje de Eleanor Bennett, que acaba de morir en la California actual. Eleanor ha dejado una herencia que plantea un enigma que sus hijos, Byron y Benny, deben resolver. Sumida en el misterio de un pastel negro surgido de la historia de una receta familiar, Eleanor narra la cautivadora historia de una joven e impetuosa nadadora que se ve obligada a huir de su isla natal por ser sospechosa de asesinato.
Esta lenta y dolorosa revelación de secretos permite a los hijos de Eleanor aclarar su percepción de quiénes son. En el proceso, a través de sus traiciones, secretos, recuerdos, migraciones y nombres, también llegan a conocer plenamente a Eleanor por lo que pueden «compartir el black cake, cuando llegue el momento».
Para muchos caribeños, leer el libro o ver la serie es una evocación del propio pastel negro o, como algunos lo llaman rum cake(pastel de ron) o fruit cake (pastel de fruta). Sin embargo, lo que a menudo se oculta son las conexiones que este manjar comparte con la alfabetización de los africanos esclavizados. El blog Collin Street Bakery describió recientemente la evolución del pastel negro jamaicano, explica que «se remonta a la fusión de las tradiciones culinarias africanas con las europeas».
In the 17th and 18th centuries, English fruitcakes were popular in Britain. Typically made with dried fruits, nuts, and spices, fruitcake was especially present during festive seasons like Christmas. Having experienced the holiday tradition of fruitcakes at the hands of their captors, enslaved Africans took the concept of fruitcake and began adapting the recipe. By incorporating local ingredients and using the rich tapestry of culinary traditions brought with them from home, the enslaved people created a unique Caribbean version…
En los siglos XVII y XVIII los pasteles de frutas ingleses eran muy populares en Gran Bretaña. Se hacían típicamente con frutos secos, nueces y especias; los pasteles de frutas estaban especialmente presentes en épocas festivas, como Navidad. Tras experimentar la tradición navideña de los pasteles de frutas a manos de sus captores, los africanos esclavizados tomaron el concepto del pastel de fruta y empezaron a adaptar la receta. Con ingredientes locales que incorporaron al rico tapiz de tradiciones culinarias que traían de casa, los esclavos crearon una versión caribeña única…
Surgidos de la devastación de las personas esclavizadas que intentaban mantener vivas sus tradiciones culinarias, estos antepasados africanos transformaron el pastel de frutas británico en black cake; clara manifestación de su capacidad para transcender las devastadoras imposiciones de su realidad brutal y racializada, con sus alfabetizaciones para prosperar
No se puede escapar de la historia que ha producido el manjar del black cake, ni huir de los gritos de sobrevivencia que lo precedieron, que para los inmigrantes negros del Caribe han sido silenciados durante décadas, a menudo invisibles a pesar del legado colonial de esclavitud que lo genera. Como madre caribeña negra y descendiente de esclavos que, como Eleanor y tantos otros inmigrantes negros, emigraron a Estados Unidos no como sospechosa de asesinato, sino como sospechosa, racializada, lengualizada, raciolengalizada y víctimas de xenofobia en busca de sobrevivencia, me atraen las complejidades en las que estaba sumida. Entiendo las formas en las que las fuerzas institucionales la posicionaron transnacionalmente al usar sus propias alfabetizaciones para enredarla.
Al rastrear el viaje de la joven Eleanor, una niña birracial hija de madre negra y padre asiático, que emigro para sobrevivir y se encontró sumida en el pasado que se convirtió en el futuro de sus hijos, el enigma para muchos caribeños a menudo se convierte en esto:
Black Cake is good and we love Black Cake, so how can we condemn the people from whom we got it? After all, even though they hurt us, the British were cultured, and we survived it, and now we are past it. There’s no need to think of the slavery, we can now move forward without it. And there’s no racism in the Caribbean like the racism we see in the US so why do people bring that stuff here? We don’t need to use the word ‘Black’ here, trying to limit ourselves to how White people see us. Can we all just let people be who they are, humans, let this go, leave race alone, move on?
Black Cake es bueno y nos encanta, así que, ¿cómo podemos condenar a las personas de quienes lo obtuvimos? Después de todo, aunque nos lastimaron, los británicos eran cultos y sobrevivimos y ahora lo superamos. No hay necesidad de pensar en la esclavitud, ahora podemos seguir adelante tenerla. Y no hay racismo en el Caribe como el que vemos en Estados Unidos, entonces, ¿por qué las personas traen todo eso? No necesitamos utilizar la palabra «negro», ni de tratar de limitarnos a como nos ven los blancos. ¿Podemos dejar que las personas sean quienes son, humanos, n hacer nada, dejar la raza en paz, seguir adelante?
Pero el pastel en sí siempre será solo eso; black cake. Aunque se llame pastel de frutas, y no sea tan oscuro, o pastel de ron y no se puedan ver completamente las pasas, sigue siendo en esencia, pastel negro, y así es con todos los pueblos negros de todo el mundo. Las estructuras eurocéntricas que invocaron un sistema de racialización para denotar a los pueblos negros como deficientes, inferiores, salvajes, analfabetos e incultos, no desaparecen porque decidamos que no existen. Como se señala en libros como «Pedagogía de las plantaciones» e «Idioma, raza y el jamaicano global«, los enredos coloniales de nuestras personalidades con los idiomas, alfabetizaciones y culturas de los europeos con los que parecemos perpetuamente entrelazados deben reconocerse, aceptarse y abordarse si queremos avanzar. Con la aceptación del yo confuso heredado y las imperfecciones de un pasado ancestral esclavizado.
Como la raza es una construcción social y estructural, cómo se ve esto en el Caribe a menudo es diferente de cómo se ve en África, al igual que se ve diferente en Reino Unido a diferencia de Norteamérica. La racialización sustenta la alfabetización de los niños caribeños dentro y fuera de la región, impuestas por las estructuras heredadas colonialmente que diseñaron algunos idiomas para que fueran superiores a otros, y dejaron la educación caribeña en un crucigrama. Debe desechar lo viejo y pintar nuevas imaginarios que se desvíen de volver a imponer las estructuras decadentes de la esclavitud en las mentes de los niños que se convertirán en nuestro futuro.
Al igual que el pastel negro se basa en una integración perfecta de ingredientes, las intersecciones de raza, idioma y la migración de caribeños en Estados Unidos también deben participar en la lucha por una justicia transraciolingüistica. Esta carga estructural ya la llevan afroamericanos como la fiscal de Atlanta, Fani Willis, comprometida en defender la justicia aunque a ella y su familia las amenazan y atacan; el abogado Ben Crump, que responsabiliza a los poderosos en casos como George Floyd, Trayvon Martin, Michael Brown, Ahmaud Arbery, Breonna Taylor, Tamir Rice, Tyre Nichols y muchos más.
Resulta refrescante que, con las acciones como la de la primera ministra de Barbados, Mía Mottley, que recientemente calculó en 4900 billones de dólares estadounidenses la deuda en reparaciones por esclavitud solo a su país, somos testigos de cómo el arco del universo moral empieza a curvarse, como dijo Martin Luther King Jr., hacia la justicia en una lucha que han emprendido de forma redentora los miembros de la Unión Africana y la Comunidad del Caribe (CARICOM). Su reciente creación de un fondo mundial de reparaciones y su pedido para que las naciones europeas se disculpen formalmente destacan cómo un pasado que sigue estando muy presente debe afrontarse para reclamar futuros más justos.
Nuestra capacidad para abordar la esclavitud sigue siendo fundamental para utilizar nuestras alfabetizaciones para representar auténticamente los múltiples niveles de realidad que explora «Black Cake», el libro y la serie. En lo que respecta al pastel en sí, en su elaboración, vemos la capacidad del pueblo negro de utilizar lo que un sistema ha impuesto para transcender el propio sistema opresivo. Las dicotomías impuestas por la subyugación se transforman repentinamente, liberadas con las alfabetizaciones de la mente y las imágenes del alma. Las migraciones de sobrevivencia invocan diversas representaciones y respuestas a la negritud: no se puede huir de ser negro, sin importar dónde se viva, esta comprensión requiere reconocer nuestro enredo con la raza y permitir su completa transcendencia.
Los caribeños disfrutaron de un pastel negro esta Navidad, que despierte dentro de nosotros el grito silenciado de nuestros ancestros africanos esclavizados que pide justicia, paz y alfabetizaciones que hagan visible nuestros imaginarios cuánticos.