Descendientes de migrantes buriatos en Mongolia no sienten nada por Rusia

Descendientes de migrantes buriatos en Dadal, Mongolia. Fotografía de Lyudi Baikala usada con autorización.

Este artículo es de Karina Pronina para el periódico Lyudi Baikal (El pueblo de Baikal). Global Voices  publica una versión editada como parte de un acuerdo de colaboración de medios.

En 1924, una familia buriata huyó del pueblo de Bada, situado en la actual región desde Transbaikalia, al este de Rusia, hasta Mongolia. Fue el hambre lo que les hizo abandonar su hogar. Una de las mujeres llevaba a su hija pequeña en brazos. Estaba tan cansada que acabó dejándola en un pequeño montículo.

«Al poco rato, su familia le preguntó: ‘¿Y tu hija?’ Contestó que la había abandonado y la forzaron a volver a buscarla. De no ser por eso, yo no estaría hoy aquí hablando con ustedes», declaró Yumzhavyn Tsevelmaa, nieta de esa mujer, a Lyudi Baikala (LB).

Los buriatos se desplazaron de la Unión Soviética a Mongolia en tres olas migratorias a comienzos del siglo XX. Todo empezó cuando Rusia comenzó a colonizar Buriatia en masa, lo que redujo la cantidad de pasto para el ganado de la población autóctona. La segunda ola ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, cuando los buriatos fueron forzados a trabajar en tareas relacionadas con la guerra y muchos murieron por las duras condiciones. Por último, la tercera ola comenzó en 1918. «La guerra civil rusa también la aceleró [la immigración]», dice Ivan Peshkov, director del Centro de Estudios Asiáticos en la Universidad Adam Mickiewicz de Polonia, en una entrevista para LB.

Los primeros pueblos buriatos aparecieron en las aimags (provincias) mongolas de Khenti y Dornod, cerca de la frontera con Rusia. En 1934, Peshkov subraya, ya vivían 35 000 buriatos en Mongolia. Sus descendientes aún viven allí, y han hecho de este país su nuevo hogar.

Un nuevo hogar en Dadal

Tsevelmaa ha vivido desde que nació en el somon (pueblo) mongol de Dadal. Hay quienes se refieren al pueblo como buriato, dado que el 70% de sus 3000 habitantes son descendientes de refugiados buriatos. Así lo explica:

The Buryats worked a lot in Dadal. They were handy. Everything they earned was stored in chests. There were jewelry, Chinese silks, corals, and leather. Then, in the 1930s, during the [Stalinist] repressions in Mongolia, everything was shaken out of the chests and taken away. The Buryats were called traitors and enemies, they allegedly betrayed the Soviet Union because they fled from there.

Los buriatos se desvivieron trabajando en Dadal. Eran muy hábiles. Todo lo que ganaban lo guardaban en cofres: joyas, sedas chinas, corales, cuero… Pero un día, en la década de 1930, durante la represión [estalinista] de Mongolia, les arrebataron todo. Los señalaron y acusaron de haber traicionado a la Unión Soviética por haber huido de allí.

Como tantos otros habitantes de Dadal, Tsevelmaa sabe que la represión de los buriatos en Mongolia fue orquestada por el líder soviético Iósif Stalin. Aunque Mongolia no era parte de la Unión Soviética, no dejaba de ser un Estado satélite socialista bajo la influencia de los líderes soviéticos.

A la izquierda: Tsevelmaa, vecina de Dadal. A la derecha: fotografía del interior de la casa de Tsevelmaa con un retrato colgado en la pared. Fotografías de Lyudi Baikala usadas con autorización..

Dadal se encuentra en el noreste de Mongolia, separado por unas cuantas colinas de la frontera con Rusia. Por su aspecto, sin las típicas estepas infinitas y rebaños de ovejas, nadie diría que forma parte de Mongolia. Dadal está rodeada de ríos, lagos y prados. Tampoco hay rastro de las típicas yurtas: todo el mundo vive en casas de madera.

Calle principal de Dadal. Fotografía de Lyudi Baikala usada con autorización.

Gelegzhamsyn Purev, de 77 años, y su mujer, Dugarjav Dolgormaa, de 70, viven a las afueras de Dadal. Purev no habla ruso, sino una mezcla de buriato y mongol, que pertenecen al mismo grupo de lenguas.

Gelegzhamsyn Purev y su mujer, Dugarjav Dolgormaa, ciudadanos de Dadal. Fotografía de Lyudi Baikala usada con autorización.

Los Purev tienen mil ovejas, cien vacas y doscientos caballos. Él no se refiere a sí mismo como granjero, se presenta como pensionista. Su familia se mudó desde Buriatia a Dadal en 1925. Los colonos se desplazaron con niños, ganado y más cosas cargadas en una carreta. Al cruzar la frontera, ataron paños a los hocicos de los perros y las pezuñas de los caballos para hacer el mínimo ruido posible para no alertar a los guardias fronterizos.

La represión estalinista cruza la frontera

«De acuerdo con los datos oficiales, 36 000 personas fueron reprimidas en Mongolia. No obstante, son solo las personas que fueron juzgadas. Si consideramos también los casos que no fueron documentados, estaríamos hablando de alrededor de 100 000 personas. Es decir, una quinta parte de la población de la época», dice Dashnamzhilyn Tsogtbaatar, presidente de la Asociación Mongola de Víctimas de la Represión Política en entrevista con LB.

Al igual que en la Unión Soviética, el auge de la represión en Mongolia llegó en la década de 1930. Primero arrestaron a los lamas budistas del país. Luego, a los migrantes buriatos. Peshkov explica que a los buriatos mongoles se les percibía como una minoría peligrosa que se asociaba con Japón, país con el que la Unión Soviética estaba en guerra en aquel momento. Stalin impuso a las autoridades del país una política agresiva de exterminio de todos aquellos grupos considerados peligrosos en las zonas fronterizas, incluidos los buriatos.

Seiscientos de los casi dos mil habitantes que tenía Dadal en la década de 1930 fueron detenidos. Tres mujeres, una embarazada de cinco meses, fueron fusiladas. El resto de quienes sufrieron las represalias de Stalin fueron hombres. A algunos los ejecutaron. A otros se les envió a Siberia. Tampoco se permitió el regreso a la Unión Soviética de quienes querían volver. A muchos se les envió a luchar a la Segunda Guerra Mundial para que «limpiaran su culpa con sangre».

Tsyrendorzhi Yanzhima, dueño de una cafetería, guía a los periodistas de LB a la datsan, monasterio budista. Hace muchos años se erigieron estupas, construcciones sagradas, en memoria de las víctimas de la represión en Dadal. Sus nombres están grabados en el tambor de la construcción. Yanzhama cuenta a LB:

All the men were taken away from us; all the men’s work was done by women and boys. They mowed the hay, chopped the wood, and slaughtered the cow. It was a difficult time, but it strengthened Dadal. We have become even more hardworking. Many people want to marry a Buryat man or marry a Buryat woman because they are very efficient. And they don’t complain about life.

Se llevaron a todos los hombres. Las mujeres y los niños tuvieron que ocupar su lugar. Segaban, cortaban leña y sacrificaban animales. Fueron tiempos difíciles, pero Dadal se fortaleció. Nos hemos hecho cada vez más fuertes. La gente quiere casarse con buriatos porque saben que son muy eficientes y no se quejan por la vida.

Estupas eregidas en memoria de las víctimas de la represión estalinista en Dadal. Fotografía de Lyudi Baikala usada con autorización.

Contra Putin y contra la guerra

Al preguntarle acerca de su opinión sobre Rusia, Tsyrendorzhi Monbish, vecino de Dadal de 63 años, contesta: «Me gusta Rusia, ¿pero la guerra de Ucrania? ¡Eso sí que no! La reputación de Rusia está por los suelos. ¡Así se muera [Putin]! Está mandando a los nuestros a la guerra. No puedo estar a favor».

Magsar, otro vecino de 78 años, dice: «Putin es malo. La guerra es mala» y añade: «En una guerra, siete de cada nueve buriatos muere. Eso lo sabemos bien aquí. Lo hemos leído en internet».

Uno de los críticos más duros con el Gobierno ruso es el antiguo alcalde de Dadal, Galsangiin Dorzhsuren:

Buryats in Russia go to war because they live very poorly.

Los buriatos rusos van a la guerra por las malas condiciones de vida.

Galsangiin Dorzhsuren, vecino de Dadal. Fotografía de Lyudi Baikala usada con autorización.

«Miedo en el cuerpo»

Las autoridades mongolas detuvieron al padre de Purev dos veces: una por ser buriato y la otra por ser un lama budista. En ambas ocasiones pasó 10 años en prisión. Tras su segunda estancia en la cárcel, su padre volvió y pasó el resto de su vida en Dadal.

Purev se refiere a Mongolia como su país. No le gusta hablar de política. Cuando, al hablar con LB, su mujer Dolgormaa dice que «la destrucción del pueblo buriato está cerca» por culpa de la guerra, Purev chasquea la lengua y ella se calla. «Está asustado», nos dice apesadumbrada cuando su marido se va tras la entrevista. «Tiene el miedo en el cuerpo. ¿Lo entiendes? Aquí da igual si eres buriato, mongol o ruso. No puedes quitarte el miedo así de fácil».

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