Narcocultura, la nueva exportación de Latinoamérica

Ilustración hecha por Connectas. Usada con permiso.

Este artículo fue escrito por Leonardo Oliva y publicado en CONNECTAS el 26 de enero de 2023. Una versión editada es republicada en Global Voices bajo un convenio entre los medios.

La actriz colombiana Sofía Vergara estrena en estos días en Netflix la serie “Griselda”, que protagoniza en el papel de la “reina de la coca”. Los rostros de Pablo Escobar y Joaquín “El Chapo” Guzmán aparecen estampados en remeras que se venden en mercados de todo el planeta. Los narcocorridos del mexicano Peso Pluma, después del festival en Chile, estarán en el legendario Coachella, en California. Estos hechos tienen en común el fenómeno de la narcocultura, un producto que América Latina está exportando al mundo con un éxito sin precedentes. En muchos casos se trata de producciones norteamericanas en las que lo latino aparece en los márgenes y con una connotación negativa.

Peso Pluma es el ejemplo más claro. El estribillo de su megaéxito “PRC” describe la actividad de un traficante promedio y lo cantan millones de personas, incluso niños. Por sus letras y su imagen (pasamontañas, autos caros, dentadura de diamantes), este artista de 24 años encendió la polémica en Chile tras ser confirmado como número estelar del Festival de Viña del Mar, organizado por la Municipalidad de esa ciudad costera.

“El 1 de marzo, en las pantallas del canal del Estado, escucharemos la voz del narco”, escribió en una comentada columna de opinión el sociólogo Carlos Mayol. El escándalo llegó hasta el parlamento chileno, se habló de apología del narcotráfico y —en el otro extremo— de censura. Pero finalmente los organizadores ratificaron la presencia de Peso Pluma en el festival.

¿Pero cuánto hay de cierto en que la música de Peso Pluma romantiza o incluso glorifica a los narcotraficantes? En realidad este, el primer mexicano en alcanzar el número uno en el Top Global de Spotify, es junto a su colega Natanael Cano el último emergente de un género, los narcocorridos, de larga tradición en México. Se trata de canciones que cuentan historias de antihéroes de clase trabajadora que pelean contra su inevitable destino: la pobreza y la muerte violenta. Solo les queda la alternativa de involucrarse en el tráfico de drogas ilegales hacia Estados Unidos, con su promesa de dinero fácil, del poder que dan las armas y del placer que ofrecen las mujeres.

Los corridos nacieron a principios del siglo XX para celebrar a los héroes populares de la Revolución Mexicana. De ellos derivan los actuales “corridos tumbados”, cuyo éxito explica el escritor y periodista musical Oscar Adame:

Los cárteles de drogas y demás grupos delictivos empezaron a utilizar este género musical para propagar sus propias noticias, para promover a sus propios héroes, para difundir sus valores. Los cárteles no pueden promocionarse en un diario, en un programa de televisión; pero sí pueden tener sus corridos, sí pueden tener su discurso boca a boca, sí pueden tener a Peso Pluma escribiéndoles sus canciones y a Natanael Cano presentándolas. Es querer que el pueblo los reconozca y que esté de su lado.

Este fenómeno tan arraigado en México ha trascendido al resto de América Latina, donde la narcocultura ha encontrado expresiones a través de la música pero también en otros aspectos de la vida cotidiana.

Ocurre en Colombia, donde son un éxito los recorridos turísticos por los lugares donde Pablo Escobar construyó su imperio narco en Medellín; también lo fue “El Patrón del mal”, la serie de Netflix que lo retrató. En Ecuador, el país que enfrenta hoy su mayor desafío en el narcotráfico, la narcocultura ha impregnado hasta el habla cotidiana. “Andamo rulay” es una frase surgida de una canción de una “narcobanda” que se repite en los barrios dominados por los grupos armados, que significa “estar de fiesta por las calles”.

Situaciones similares se viven bien al sur de la región. En Argentina existe la “cumbia narco”, con músicos que graban videos exhibiéndose rodeados de dólares, paquetes de cocaína y armas, mientras le cantan a las hazañas de los narcotraficantes. En Chile, por su parte, el “narcopop” surgido de los barrios más pobres de la capital del país es hoy la música más escuchada.

En Ecuador se cree que los propios cárteles financian esta industria musical. Allí, el narcotraficante más famoso, José Adolfo Macías Villamar (alias “Fito”, recientemente fugado de la cárcel), protagoniza desde la prisión el video de una canción que lo homenajea, “El Corrido del León”, donde incluso canta su hija.

En YouTube y otras redes como TikTok e Instagram, los corridos tumbados de Peso Pluma y demás artistas encuentran su público más numeroso. En esas plataformas, la narcocultura se expresa en otro fenómeno paralelo: el “alucín”. Se trata de una etiqueta que alude a “aparentar otra vida” y que acompaña los videos donde usuarios de todas las edades se exhiben con ropas de marca, autos de lujo, fajos de billetes y muchas armas. Son personas comunes que adoptan una ficción, conscientes de que su realidad nunca será como ese “alucín”.

Acá aparece otro aspecto para analizar la expansión de la narcocultura: su grado de representación de la realidad. ¿Es así de “romántica” la vida de un narcotraficante? Responde América Becerra, académica mexicana que viene estudiando el fenómeno entre los jóvenes de su país:

“Todas las expresiones de la narcocultura, llámense los corridos, la literatura sobre sicarios y traficantes, las películas y las series de televisión que hablan del narco, toman elementos de la realidad”, dice. Pero aclara que “habría que considerar que la industria cultural, con el fin de hacerlos atractivos para los audiencias, agrega elementos de ficción. Pues el narcotráfico es un área de riesgo donde la muerte siempre está presente, y la riqueza y el poder no siempre se logran”.

Laura Alicino, investigadora de la Universidad de Bolonia, también trabaja sobre la influencia de lo narco en la cultura de masas. Según ella:

siempre ha representado una gran fascinación, tanto para los medios masivos como para otras formas de arte, como la literatura. Yo soy italiana y en la historia de los productos artísticos de mi país, las mafias están muy presentes. Por ejemplo, con el legado que ha representado y todavía representan películas de culto como ‘El Padrino’. La violencia se ha vuelto la nueva marca del exotismo de América Latina. En este sentido, la violencia también puede ser una mercancía y la narcocultura se vuelve el brand.

Becerra también explica cómo el arte, y los narcocorridos en particular, no dieron origen al narcotráfico ni a la violencia que viene asociada a él:

La narcocultura se ha desarrollado a la par del narcotráfico. Entonces mientras siga habiendo hechos de violencia, de crimen organizado, seguirán existiendo expresiones culturales que reflejen estos escenarios a través de series de televisión, películas, novelas y canciones.

Puedes escuchar el episodio completo del podcast de Connectas aquí:

 

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