Huyendo de casa como una ucraniana queer

Grupo de Jerson a su llegada a Berlín tras un largo viaje desde la Ucrania invadida. Fotos facilitadas por el autor.

Marianna es una activista queer del sur de Ucrania. También dirige una organización LGBTQ+, “Por igualdad de derechos“, que trabaja por la igualdad en su región natal.

Marianna pasó toda su vida en Jerson, hasta que la invasión rusa a gran escala de Ucrania la desarraigó y la obligó a convertirse en refugiada. Consiguió escapar de su ciudad natal justo antes de que los rusos la ocuparan, y ayudó a cientos de homosexuales ucranianos a huir de la ocupación cuando Jerson estaba bajo control ruso.

“Sé que si no huía desde el comienzo, los rusos me estarían buscando”, afirma Marianna. “Buscaban a personas queer, las torturaban y mataban. No estoy segura de si estaría viva ahora de haber permanecido bajo la ocupación”, añade.

La invasión

Jerson es una ciudad del sur de Ucrania, capital de la región de Jerson, cercana a Crimea. Esta península está bajo ocupación rusa desde 2014, por lo que en 2022, cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala de Ucrania, trasladó rápidamente sus tropas de Crimea a Jerson.

La ciudad y toda la región han estado bajo ocupación rusa durante casi nueve meses, desde principios de marzo hasta el 11 de noviembre de 2022.

Las tropas ucranianas lograron liberar la ciudad y algunas localidades cercanas, pero muchas localidades más próximas a Crimea siguen bajo control ruso.

“A Jerson la están bombardeando sin piedad las 24 horas del día”, dice Marianna. “Todos los días hay ataques con misiles y alguien muere”.

Cientos de miles de personas abandonaron Jerson. Algunos, como Marianna, consiguieron escapar antes de la ocupación y otros huyeron después, cuando los constantes ataques hicieron que la vida en la ciudad fuera demasiado peligrosa. Muchos activistas huyeron de la ciudad durante la ocupación, cuando era casi imposible escapar. Las tropas rusas bloqueaban las rutas e impedían que la gente saliera, mientras buscaban a los combatientes de la resistencia, a quienes a menudo secuestraban y torturaban.

“El 24 de febrero, cuando toda Ucrania estaba en llamas, decidí marcharme”, cuenta Marianna. “Comprendí que si la ciudad estaba ocupada, no podría ayudar a nadie y lo más probable es que, por ser activista LGBTIQ, los militares rusos me hubieran estado buscando. Hoy sé a ciencia cierta que me estaban buscando y tengo suerte de estar viva”.

Marianna nunca pensó que llegaría a ser una refugiada, aunque sus seres queridos ya han vivido experiencias semejantes. La pareja de Marianna y su hijo tuvieron que huir de la guerra en 2014, cuando escaparon de su Lugansk, natal en el este de Ucrania y se instalaron en Jerson. Lugansk es una de las pocas ciudades ucranianas bajo ocupación rusa desde 2014.

El escape

“En la madrugada del 24 de febrero, organicé una llamada urgente con activistas queer de todo Jerson”, dice Marianna, recordando ese primer día de invasión a gran escala. “Quería ver cuánta gente estaba dispuesta a abandonar la ciudad. Siete activistas estaban dispuestos a irse”.

Marianna encontró un minibús y por la tarde, ella y sus compañeros fueron al oeste de Ucrania. Cuando llegaron a esta parte del país, las tropas rusas ya estaban cercando Jerson.

“Viajamos durante tres días, pensábamos que íbamos a Úzhgorod”, cuenta Mariana. “Volaron puentes delante de nosotros y algunos edificios estaban en llamas. La carretera estaba muy transitada de autos. Daba miedo”.

El viaje de Jerson a Úzhgorod, ciudad en el suroeste de Ucrania — cerca de la frontera con Hungría– debería durar normalmente menos de 16 horas. Sin embargo, debido al intenso tráfico y al pánico generalizado en todo el país, era difícil llegar a cualquier parte y los evacuados avanzaban lentamente.

“Nuestro conductor durmió menos de cuatro horas en los tres días que estuvimos viajando”, recuerda Marianna. “En el camino, también nos dimos cuenta de que no teníamos dónde alojarnos en el oeste de Ucrania, así que empecé a buscar urgentemente algunas opciones para nosotros”.

A través de una amiga, Marianna encontró un alojamiento temporal en las montañas. La casa era demasiado cara y estaba en malas condiciones pero el grupo se alegró de encontrar aunque fuera eso. Con miles de ucranianos desplazándose hacia el oeste, algunos durmieron en autos porque todos los hoteles estaban reservados.

“En lugar de Úzhgorod, decidimos quedarnos unos días en esta región montañosa, así que cambiamos de ruta”, recuerda Marianna. “Antes de entrar en casa, quisimos comprar algo de comida porque no teníamos provisiones después del viaje. En una tienda local, encontramos carne picada, bocadillos, dos zanahorias marchitas y repollo. No quedaba más comida”.

Cuando el grupo llegó y entró en la casa, se dio cuenta de que no estaba en condiciones de acoger a personas en ese momento porque hacía mucho frío y había mucho polvo. El teléfono e internet tampoco funcionaban correctamente.

“No teníamos sitio para cocinar, así que decidimos hacerlo en un fuego al aire libre”, recuerda Marianna. “Encontramos un caldero grande y patatas, y tardamos unas horas en hacer una sopa. Fue la comida caliente más sabrosa que había tomado en muchos días”.

Cocinar mientras se huye de la guerra en las montañas del oeste de Ucrania. Fotografía cedida por Marianna, utilizada con autorización.

Durante unos días, el grupo observó la situación en toda Ucrania para decidir qué hacer a continuación. No podían quedarse donde estaban porque se habían quedado sin dinero y estaban enfermando en la fría casa.

A través de sus vínculos activistas, Marianna conectó con voluntarios de Berlín que los invitaron a Alemania. Tras más de 12 horas de fila en la frontera entre Ucrania y Polonia, el grupo cruzó por fin a la Unión Europea.

“De todos nosotros, yo era la única que podía hablar algo de inglés”, dice Marianna. “Por eso nos daba bastante miedo salir de Ucrania e ir a reunirnos con los otros voluntarios que no conocíamos”.

Apoyo queer

A principios de marzo, el grupo llegó a Berlín.

“Nuestra llegada fue como una niebla”, cuenta la activista. “Estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa, cualquier trabajo, solo para mantenernos, pero tuvimos suerte y recibimos mucha ayuda de los alemanes”.

Durante su estancia en Berlín, Marianna empezó a trabajar para ayudar a otros ucranianos queer a huir de los territorios ocupados. Se puso en contacto con ucranianos LGBTQ+ atrapados en Jerson y empezó a buscar formas de ayudarlos a que los evacuaran. Gracias a coordinaciones con voluntarios internacionales y la recaudación de fondos para las evacuaciones, ayudó a más de 300 personas queer a escapar de la ocupación.

En Berlín, Marianna y otros ucranianos queer se unieron en una comunidad para apoyarse mutuamente y sensibilizar sobre la situación en Ucrania. También están recaudando dinero para ayudar a los ucranianos en su país y organizando actos en Alemania para mantener el impulso contra la guerra rusa.

Marianna trabaja ahora en dar ayuda humanitaria a personas queer en Jerson.

“Antes de la invasión, estábamos avanzando mucho por la igualdad y la representación queer”, dice, “la ocupación rusa demostró lo fácil que es perder todo eso”.

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