Nayib Bukele gana las elecciones de El Salvador y avanza el autoritarismo por el continente

Imagen hecha por Connectas. Usada con permiso.

Este artículo fue escrito por Suhelis Tejero Puntes y publicado en CONNECTAS el 6 de febrero de 2024. Una versión editada es republicada en Global Voices bajo un convenio entre los medios.

Nayib Bukele no esperó a los resultados oficiales del domingo para autoproclamarse ganador de las elecciones que le permitirán seguir en el poder al menos por cinco años más. Según dijo, triunfó “con más del 85% de los votos y un mínimo de 58 de 60 diputados de la Asamblea”, lo que además le asegura mantener el control sobre el Parlamento. Eufórico, anunció que “sería la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático”.

El mismo domingo, durante una conferencia de prensa, el presidente explicó que: “Nosotros no estamos sustituyendo la democracia porque El Salvador jamás tuvo democracia. Esta es la primera vez en la historia que El Salvador tiene democracia, y no lo digo yo, lo dice el pueblo (…) La definición de democracia, la real, no la inventada por las élites, es demos y kratos, el poder del pueblo (…) El pueblo dice ‘queremos un régimen de excepción, queremos la política de seguridad del presidente’”, dijo Bukele este domingo.

Al día siguiente, el periódico digital El Faro fue igualmente contundente, pero en su crítica: “La breve, muy breve era democrática en la historia salvadoreña ha terminado ya. Nayib Bukele ha inscrito su nombre en una de las peores tradiciones políticas centroamericanas: la del dictador”.

El presidente reelecto fraguó su participación en estos comicios a partir del 2021, cuando su partido Nuevas Ideas destituyó desde la Asamblea Legislativa a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y los sustituyó sin respetar los procesos legales. Justamente esos magistrados avalaron el año pasado la reelección inmediata del presidente, aunque la Constitución la prohíbe reiteradamente. Los jueces aliados de Bukele en la máxima corte argumentaron que el texto constitucional no respondía a las necesidades actuales y que solo el pueblo debía decidir si el mandatario seguía o no.

Estas estrategias legales se conjugaron con un estado de excepción vigente desde hace casi dos años, que suspende algunas garantías constitucionales, como la presunción de inocencia y el derecho a la defensa. Si bien tiene su origen en la lucha contra las violentas pandillas salvadoreñas, conocidas como maras, organizaciones civiles nacionales e internacionales han denunciado que la mano dura de Bukele ha terminado en violaciones a los derechos humanos.

Adicionalmente, la medida también ha ayudado a acallar las voces de la disidencia, a través del acoso, la persecución y la criminalización. Una investigación periodística de los medios independientes Malayerba y Connectas reveló que en 2022, la Mesa por el Derecho a Defender Derechos registró en promedio una denuncia por agresión a defensores o periodistas cada 27 horas.

Pero, ¿es posible definir si un gobierno es democrático o dictatorial de un modo tan simple como lo hace el presidente salvadoreño? El año pasado la Universidad de Gotemburgo ya advertía en un reporte que El Salvador había dejado de ser una democracia. En ese momento apenas se conocía que el “dictador más cool del mundo”, como se identificaba el propio Bukele en su cuenta de X (antes Twitter), quería mantenerse en el poder.

Ese instituto califica al gobierno de El Salvador como una autocracia electoral, es decir, un sistema concentrado en la figura de Bukele, quien tras ganar legítimamente sus primeras elecciones, gobierna sin restricciones legales, aunque –al menos por ahora– con el apoyo de la población.

El periodista salvadoreño Edwin Segura entiende que hay pocas dudas sobre el talante autoritario de Bukele, quien maneja “absolutamente todas las instituciones”. Pero esa forma de gobernar contrasta con la alta aceptación popular de la que goza. “El ejercicio del poder de Bukele seguirá siendo autocrático y dictatorial, pero nos quedará la dificultad de calificarlo porque su elección fue con el voto popular, aunque por encima de las leyes”, resalta Segura.

Menos libertad y más opacidad

Para Bukele, las organizaciones no gubernamentales y los medios de comunicación son dos de sus “enemigos” más visibles. Esos dos sectores justamente han destapado, por un lado, las violaciones a los derechos humanos cometidos durante el régimen de excepción y, por otro, los cuestionables acuerdos con pandilleros para pacificar El Salvador, por años uno de los países más violentos y peligrosos del mundo.

El periódico El Faro ha sido el objetivo de sus críticas más agrias, gracias a la reciente investigación que revela cómo el gobierno conspiró con un líder pandillero para recapturar a “Crook”, cabecilla de la Mara Salvatrucha-13 e ilegalmente liberado a mediados de 2022. El medio ha recibido tales presiones, que el año pasado El Faro mudó toda su área administrativa a Costa Rica por temor a las represalias.

A Gabriel Labrador, periodista de ese medio, le preocupa que Bukele esté intensificando su comportamiento antidemocrático con un repertorio ya demostrado de ataques a la prensa y a las organizaciones civiles, con una total falta de transparencia en las decisiones de política pública y también con persecuciones.

La Asociación de Periodistas de El Salvador ha registrado 300 agresiones a la prensa en 2023, el doble que el año anterior, y solo durante la jornada electoral del domingo hubo 173 denuncias.

Por su parte, el periodista Edwin Segura considera que la población todavía no es consciente de los peligros antidemocráticos que representa el gobierno de Bukele: “La gente no te dice que no hay libertad de expresión, pero cuando les preguntas si se expresan libremente, la mayoría dice que no se atreve”, enfatiza Segura.

La democracia latinoamericana debilitada

Los salvadoreños estuvieron dispuestos a reelegir masivamente a una figura como Bukele, que ha pasado por encima de la Constitución y las instituciones públicas. ¿Qué revela eso sobre el estado de la democracia en la región?

Ante todo, resulta muy revelador que un presidente antidemocrático como el de El Salvador goce del mayor índice de popularidad de los mandatarios de América Latina, con un apoyo de casi 90 por ciento, de acuerdo con la consultora Gallup. Un dato que parece subrayar la baja satisfacción con la democracia que existe en América Latina.

En su informe de 2023, Latinobarómetro, un estudio de opinión pública que aplica anualmente alrededor de 20.000 entrevistas en 18 países de América Latina, señaló un deterioro continuo y sistemático de la democracia y, lo peor, fue el “aumento de la indiferencia al tipo de régimen, la preferencia y actitudes a favor del autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos y de la imagen de los partidos políticos. La democracia en varios países se encuentra en estado crítico, mientras otros ya no tienen democracia”, aclara el estudio publicado el año pasado.

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