Por Toheeb Babalola
En 1990, Eugenia Omere, una dedicada enfermera profesional, celebró sus 34 años dando a luz a su quinto hijo, Solomon Omere. Cuando el bebé tenía un año y medio, la madre notó un retraso en el aprendizaje del lenguaje y dificultades para alcanzar los avances del desarrollo. Preocupada, consultó con un pediatra que diagnosticó al chico con síndrome de Down.
Ya sean niños o adultos, quienes tienen retrasos en el desarrollo, discapacidad intelectual de leve a moderada y tengan rasgos físicos característicos, son identificados como personas con síndrome de Down. Desde el punto de vista médico, su origen se atribuye a la etapa prenatal, cuando aparece una copia adicional del cromosoma 21 de manera parcial o total durante la formación del embrión. Este cromosoma adicional afecta al cuerpo y al cerebro.
La Organización Mundial de la Salud estima que el síndrome de Down se presenta en aproximadamente uno de cada mil nacidos vivos en todo el mundo. No obstante, se desconoce la tasa de prevalencia de esta alteración genética en Nigeria por falta de datos.
Tal como señaló el periódico nigeriano Leadership News, las personas con síndrome de Down enfrentan muchos desafíos en la sociedad, como discriminación, estigmatización y falta de acceso a la educación, asistencia médica, empleo y otros derechos humanos básicos.
Tras recibir el diagnóstico de su hijo, Omere estuvo varios días sumida en el desconsuelo. En una entrevista con Global Voices, expresó su angustia:
«El pediatra seguía diciendo que no dejara de presionarlo, que mi hijo lograría las metas básicas de crecimiento. Ahí fue cuando se me llenaron los ojos de lágrimas. Vivimos en Lagos, pero la familia de mi esposo está en Benín. Él creía que yo consentía demasiado a Solomon y que por eso era lento para aprender».
A los seis años, Omere inscribió al niño en la guardería y escuela primaria Santa Bernadette de Akoka, estado de Lagos. Si bien al principio se adaptó bien, Solomon empezó a tener dificultades académicas en cuarto grado. A pesar de tener maestros de educación especial desde los tres años, tuvo varias dificultades para avanzar a la secundaria tras finalizar la primaria.
En 2003, Omere descubrió por casualidad la Fundación de Síndrome de Down de Nigeria por un anuncio de la televisión nacional. Al ser enfermera, creyó que ese lugar podría ayudar a Solomon a desarrollar su potencial, así que lo inscribió. La institución es una organización no gubernamental dedicada a trabajar con personas con discapacidades cognitivas y ayudarlas a descubrir sus aptitudes no desarrolladas con sistemas de apoyo asistenciales.
Las habilidades cognitivas de Solomon no llegaban hasta la escritura, pero con la Fundación empezó a practicar actividades deportivas como baloncesto y coreografía. Unos años más tarde, se unió al equipo de básquetbol de la escuela y fue uno de los 42 atletas que representaron a Nigeria en los Juegos Mundiales de Verano de las Olimpiadas Especiales de 2015 en Los Ángeles, Estados Unidos. El equipo logró el segundo puesto, lo que le valió a Solomon una bien merecida medalla de plata. En entrevista con Channels Television, el entrenador del equipo, Michael Ani, felicitó a sus jugadores por la victoria ante Bélgica.
Al reflexionar acerca de la participación de Solomon Omere y otros estudiantes del establecimiento en las Olimpiadas Especiales durante los últimos diez años, la presidenta de la Fundación, Rose Mordi, reveló en entrevista a Global Voices que la Comisión Nacional de Deportes, a través de sus reclutadores, a menudo los patrocinan para que hagan actividades deportivas. También mencionó que estas personas buscan recomendaciones cada cuatro años.
Mordi declaró que «Solomon Omere no fue el único estudiante de nuestra Fundación en representar al país. Alumnos como Yemi Oshin y David Ikoje también participaron en las Olimpiadas Especiales de 2011 en Grecia, en la modalidad de hockey sala. Si bien no consiguieron medallas, tuvieron un desempeño excelente y enorgullecieron a Nigeria».
De acuerdo con Mordi, Orshin e Ikoje se graduaron de la Fundación años después de aquella participación olímpica. Yemi y su madre iniciaron su propia institución en el país, mientras que David viajó al extranjero.
Sin embargo, Mordi dijo que Salomon llegó a desarrollar mucho más las destrezas teatrales. Contó que fue el protagonista de una saga de películas nigerianas llamada Godwin, dirigida y producida por Wale Adenuga Productions en 2014:
«Wale Adenuga Productions ha estado colaborando con nosotros por nuestra participación mediática en la organización de eventos. Un día, Wale Adenuga, presidente de la firma, expresó su interés en escribir una historia sobre el síndrome de Down. Cuando preguntó si conocíamos a alguien que fuera adecuado para el papel protagónico, le recomendamos a Solomon. Lo llevaron a su estudio, tuvo una audición y enviamos a nuestra educadora especial, Helen Bassey, como personal de apoyo para ayudarlo a mantener la confianza en ese nuevo entorno. Estuvieron un mes en el lugar de filmación y la profesional recibió una compensación adecuada».
Consciente de lo que implica firmar un contrato cinematográfico, Eugenia Omere le contó en entrevista virtual a Global Voices que Wale Adenuga Productions contactó a la familia, a través de la Fundación, para hacer las negociaciones correspondientes antes de presentar a su hijo como el protagonista. «Le pagaron a Solomon como actor profesional. Estamos muy orgullosos de él», afirmó la Eugenia.
Chukwuemeka Nkocha, padre de Chinaza Nkocha, de seis años y también con síndrome de Down, señaló que hay mucha discriminación hacia los chicos con discapacidades en Nigeria.
Chukwuemeka declaró que «la Fundación está cerrando brechas para sensibilizar y garantizar que se erradique la discriminación al máximo. Estoy muy contento de haber conocido a la institución y haber visto lo que hace su programa. Veo una mejoría en la rehabilitación de Chinaza. Aun así, uno como padre no debería esperar avances inmediatos porque es un proceso gradual».
Oladunni Juliana Ayebogun, maestra y madre de Oluwatifemi Ayegbogun, de 14 años, le pide al público que no se compadezca de los chicos con discapacidades cognitivas, sino que empaticen con ellos.
«Insto a los padres a que no mantengan a los chicos con discapacidades dentro de casa. Deberían buscar una organización como la Fundación de Síndrome de Down de Nigeria e inscribir a sus hijos. En los siete años que mi hijo lleva estudiando allí, hemos visto muchos cambios. Para mencionar algunos, cuando estaba en la escuela regular, no podía escribir, leer o identificar las letras del abecedario y los números. Pero le agradecemos a Dios que ahora ha superado esas dificultades y estamos felices de poder enviarlo a un mandado sin tener miedo».