Por Sean McCoon
Este artículo se publicó originalmente en la Red de Noticias Ambientales Cari-Bois como parte de una serie que pretende ofrecer a científicos, exploradores, ecologistas y entusiastas de la naturaleza del Caribe plataforma para difundir información ambiental importante de manera creativa. Global Voices reproduce una versión editada como parte de un acuerdo para compartir contenidos.
A medida que los países –especialmente los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) como el Caribe– buscan la innovación económica para reducir su dependencia de las industrias extractivas, las industrias del entretenimiento, como la cultura y las artes, pueden desempeñar un papel en estas iniciativas. Al evaluar el camino de las industrias creativas hacia la sostenibilidad, es importante tener en cuenta que la economía naranja puede ayudar a ingresar en nuevos mercados y a conseguir la adhesión de grandes figuras y empresas del entretenimiento.
La próspera cultura de Tobago, que incluye vibrantes actividades agrícolas y festivales gastronómicos, es un ejemplo de la intersección de las industrias creativas y los conceptos de sostenibilidad, como comer comida local y cultivar los propios alimentos.
Ejemplos de esta intersección son los populares «festivales de la cosecha», que se están ampliando para incluir más ofertas culinarias y comercializarse como un producto turístico, que incluye entretenimiento.
La participación del entretenimiento y del sector ambiental para añadir nuevos elementos a estos festivales, a la vez que mantiene las antiguas tradiciones, puede abrir estos festivales a nuevos públicos con mentalidad ecológica y generar conciencia sobre las causas ambientales.
Una vez que la demanda de alimentos locales en estos festivales sigue aumentando, también se crean oportunidades para que las granjas locales aumenten su producción. En este modelo, los artistas y las empresas del entretenimiento pueden plantearse invertir en actividades sostenibles como la ganadería y la agricultura regenerativa, con miras a llegar a nuevas audiencias de manera creativa.
En los últimos años, Tobago ha demostrado que existe un mercado y una base de consumidores para estos eventos a nivel local; todo lo que se necesita es más inversión. Alrededor del mundo, ya hay iniciativas similares en marcha que atraen a miles –hasta cientos de miles– de personas. Siguen siendo un ejemplo de cómo estos eventos pueden hacerse más circulares si se hacen esfuerzos por reducir los residuos que puedan generar.
La necesidad de reducir nuestra huella de carbono y el consumo de energía se ha colado en las conversaciones de personas de diversos sectores, desde creativos hasta promotores de fiestas.
La idea de recortar costos con fines económicos es también una de las razones por las que el entretenimiento se está planteando ahora iniciativas ecológicas.
El festival holandés DGTL, por ejemplo –festival global que tiene sedes en Chile, India y Brasil–, se ha fijado el objetivo de convertirse en el primer festival de economía circular del mundo. La energía que utiliza para abastecer aproximadamente a unos 60 000 asistentes procede de la energía eólica y solar. La carne se ha sustituido por alternativas de origen vegetal, y el agua que se utiliza en los baños y duchas se procesa y reutiliza. La basura se separa estrictamente, y un sistema de depósito de vasos de cerveza y otras bebidas evita más residuos innecesarios.
Cerca de Milán (Italia), el Festival Terraforma atrae a más de 5000 visitantes al año. Antes, los organizadores construyeron los escenarios con madera de árboles destruidos durante una tormenta regional, decisión que tuvo un efecto dominó con el apoyo a las comunidades locales.
En Trinidad y Tobago, el sector privado organiza muchos festivales están, pero Tobago también disfruta de varios eventos gestionados y promovidos por el Estado. Mucho depende, por lo tanto, de la motivación de los organizadores en cuanto a su voluntad de ser ecológicos, pero esto puede incrementarse si se introducen normas y reglamentos claros, y también a que los responsables políticos encuentren formas innovadoras para incentivar tales ideas.
Como Pequeño Estado Insular en Desarrollo (PEID), Tobago está formado por muchas comunidades rurales con zonas ambientalmente sensibles. Esta realidad presenta una oportunidad para liderar el camino en sostenibilidad. Como región culturalmente expresiva, el Caribe tiene la oportunidad de liderar el camino en festivales y eventos ecológicos. Si cada territorio regional puede promover, ayudar y prestar asistencia a los promotores que deseen «volverse ecológicos», la región puede convertirse en una autoridad sobre cómo la economía naranja puede desempeñar un papel significativo en la sostenibilidad.
Para hacer mella en las ideologías caribeñas en torno al concepto de sostenibilidad –y el camino a seguir en relación con la «ecologización»– tiene sentido centrarse en las zonas más apreciadas y veneradas con las que se identifican, y en las que más invierten, las sociedades regionales. El potencial es inmenso para que el Caribe, a través de su rica y diversa cultura, se convierta en un abanderado de la sostenibilidad.