
Perros de asistencia y sus humanos. Imagen de Dan Ayebare y Richard Mugambe, utilizada con autorización.
Esta historia se publicó originalmente en Minority Africa y una versión abreviada se publicó en Global Voices como parte de un acuerdo de colaboración para intercambiar contenidos.
En julio de 2002, los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (ERS) destrozaron el mundo de Evelyne Anena cuando mataron a su esposo enfrente de ella y de sus hijos. Para sobrellevar el atormentador trauma, buscó refugio en Big Fix Uganda, organización ubicada en Gulu, al norte de Uganda, que se especializa en el tratamiento y rehabilitación de personas y perros callejeros.
Un informe del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por su nombre en inglés) destaca el impacto desproporcionado de la guerra en mujeres y niñas, que afecta su bienestar psicológico, reproductivo e integral.
En conversación con Minority Africa, Anena afirmó: «No pude dormir durante casi 20 años, porque cada vez que cerraba los ojos, recordaba el asesinato de mi esposo».
La vida dio un giro devastador para esta madre de cuadro hijos tras el trágico día en que perdió a su marido, que era policía y principal sostén económico de la familia. Esta pérdida los empujó a buscar refugio en la ciudad de Gulu. En ese lugar, Anena y sus hijos enfrentaron circunstancias terribles. Sin un trabajo, le resultaba difícil mantenerse ella y sus hijos
Cuando las cosas se calmaron, volvieron a su hogar en 2008. Sin embargo, los suegros de Anena le dijeron que no podía vivir más en su antigua casa e hicieron mención de su género como motivo de su falta de derechos sobre el terreno:
«Querían que me fuera con mis hijos y volviera a casa de mis padres. Sin embargo, a ellos y dos de mis hermanos también los mataron los rebeldes, así que no tenía a nadie a quien acudir».
Anena y sus hijos finalmente se las arreglaron para conseguir algún terreno, lo que fue vital para ellos. Aun así, los problemas persistieron y, después, parte de las tierras quedaron en manos de sus suegros.
En 2021, Anena acudió a Big Fix Uganda en busca de asesoramiento. Durante las sesiones, halló compañía en Peyot, un perro que también lidiaba con su propio trauma.

Anena en la granja con su perro, Peyot. Imagen de Dan Ayebare y Richard Mugambe, utilizada con autorización.
«‘Peyot’ en acholi quiere decir ‘No es fácil’. Le puse ese nombre por las situaciones que ambos hemos atravesado. Luego de empezar con el asesoramiento y conocerlo, pude dormir bien en las tres primeras semanas”, comenta Anena mirando a Peyot, que descansaba a su lado con los ojos cerrados, aparentemente de acuerdo.
Francis Oloya, psicólogo comunitario y administrador del Comfort Dog Project y del programa académico de Big Fix Uganda, explica que principalmente ayudan con animales, dan terapia con perros para tratar y rehabilitar la salud mental de los sobrevivientes con traumas de guerra.
Oloya indicó: “Hemos vivido décadas de guerra entre el ERS y el Gobierno de Uganda, lo que dejó miles de personas sufriendo las consecuencias de la guerra hasta la fecha».
La contribución de Oloya al proyecto consiste en un testimonio del profundo impacto que pueden tener los perros. Tiene discapacidad visual, y formó una significativa conexión con dos perros de un vecino.
“Los perros comprendieron instintivamente que necesitaba ayuda. Siempre que dejaba el dormitorio de la escuela para ir a clases, se acercaban y me guiaban, me ayudaban a orientarme, en especial de noche”, indica Oloya mientras acaricia suavemente a su perro de asistencia, Bailey, que está sentado a sus pies y observa nervioso el entorno.
Además, explica: “Esa era la situación de vulnerabilidad en la que estaba. Sentía que necesitaba la ayuda de alguien y estos perros vinieron al rescate una y otra vez. Me sentía seguro».
Durante toda su secundaria, Oloya continuó trabajando con los perros. Terminó la escuela e ingresó a la universidad, donde obtuvo la licenciatura en psicología comunitaria.
Luego de finalizar su carrera, volvió al norte de Uganda y conoció a Sarah Smith, la presidenta de Big Fix Uganda.
“Llegamos a la conclusión de que los perros pueden ayudar a las personas, y así fue cómo nació Comfort Dog Project”, explica Oloya, el responsable de este proyecto.
Para garantizar que el programa logre resultados efectivos, el emparejamiento entre los perros y sus compañeros es sometido a un riguroso proceso.
Se identifican a los potenciales beneficiarios dentro de las comunidades mediante actividades con los lugareños y consultas con los dirigentes de la localidad, y se pone atención en el trauma y los trastornos de salud mental. Después, se hacen evaluaciones con herramientas para detectar la depresión, tales como la Escala de intervención postraumática (PRSI por su nombre en inglés) y el Inventario de Depresión de Beck (BDI por su nombre en inglés). Estas herramientas ayudan a evaluar la gravedad de las condiciones de salud mental y dan información esencial sobre las necesidades de la persona.
Oloya comenta: “Todos los perros utilizados en el programa también son rescatados», y continúa: «La mayoría ha tenido tutores; algunos también sufrieron situaciones traumáticas como accidentes automovilísticos o de motos, mientras que otros fueron capturados por trampas metálicas y sufrieron lesiones. Algunos pasaron por condiciones difíciles en las que miembros insensibles de la comunidad los apedrearon, lo que les causó graves heridas».
Cuando los perros son rescatados reciben atención veterinaria y son vacunados antes de la rehabilitación.
Oloya indica: “Luego le hacemos una prueba de temperamento para comprobar si es amistoso, si puede socializar y también trabajar con una persona. Esta evaluación verifica si el perro es apto para el programa».
Como el emparejamiento se lleva a cabo dentro de las comunidades locales, una evaluación adicional que consiste una «prueba de impulso de caza» a los perros, para determinar si manifiestan una tendencia a perseguir o lastimar otros animales, como las gallinas.
Una vez que los perros superan estas pruebas y se les considera aptos para el emparejamiento, Oloya detalla la complejidad del siguiente paso: “El emparejamiento entre perros y tutores implica una exhaustiva evaluación de compatibilidad, considera factores como el comportamiento del perro con su posible tutor, la edad y el aspecto del perro con respecto a su tutor, sus necesidades específicas y si comparten características, como el carácter juguetón».
Con una pizca de preocupación, añadió: “También hacemos inspecciones para comprobar si la casa está preparada para el perro; si tiene una caseta, si los miembros de la familia están preparados para recibir al nuevo integrante y si el vecindario es seguro para el perro».
La terapia con mascotas se basa en el vínculo humano-animal preexistente. Los estudios muestran que interactuar con una mascota amistosa puede ayudar con diversos problemas físicos y mentales.
Desde el comienzo del programa, Big Fix Uganda ha formado con éxito a aproximadamente mil equipos de tutores caninos. En la actualidad hay 82 miembros activos, de los cuales el 70% son mujeres que lidian con los efectos de las actividades rebeldes del ERS en la región.

EvelyneAnena y Peyot. Imagen de Dan Ayebare y Richard Mugambe, utilizada con autorización.
Para Anena, la prematura muerte de su esposo y la consiguiente precariedad hicieron que sus hijos perdieran la oportunidad de tener una mejor vida. Cree que estas circunstancias la privaron de poder brindarles la educación que necesitaban para potenciar sus probabilidades y mejorar sus vidas.
Sin embargo, siempre espera con ilusión que llegue el sábado, el día en que las personas y sus perros de asistencia se reúnen para sus sesiones de adiestramiento. Participa de varias actividades, que incluyen acicalar y asear a los perros, dominar los trucos de entrenamiento para la obediencia y concursar cada año con Peyot en los juegos caninos del 4 de octubre en celebración por el Día Mundial de los Animales.