Conflicto armado de Camerún obliga a grupo étnico a elegir bando

Ilustración de Minority Africa, utilizada con autorización.

Este reportaje se publicó originalmente en Minority Africa. Global Voices reproduce una versión ampliada como parte de un acuerdo de asociación para compartir contenido.

En una tarde fría de enero de 2021, Aissatou (cuyo nombre se ha cambiado para garantizar su anonimato) integrante del pueblo indígena fulani (mbororos), grupo minoritario y desfavorecido de Camerún, había preparado la comida favorita de su marido (okra y pasta de mandioca) y estaba a punto de servirla cuando oyó una lluvia de disparos.

Un grupo de hombres armados, presuntos combatientes separatistas, asediaron Orti, pueblo situado en las afueras de Ndu, ciudad de la conflictiva región noroccidental de Camerún.

«Estábamos aterrorizados», recuerda Aissatou, de 24 años, en entrevista con Minority Africa. «Mis dos hijos y yo nos tiramos al suelo para escapar de las balas perdidas. Hacemos eso siempre que oímos disparos». Su marido había salido a cuidar de su ganado y había sobrepasado la hora a la que volvía a casa. Aunque preocupada, estaba segura de que su marido encontraría el camino a casa entre los disparos, como siempre ocurría.

Hacia las siete de la tarde, Aissatou recibió la noticia del paradero de su marido: Se estaba ahogando en un charco de su propia sangre en la plaza del pueblo. Los militares le habían disparado.

«Me desmayé inmediatamente cuando oí la noticia. Probablemente habría seguido a mi marido si Alá no hubiera intervenido», dijo Aissatou.

Los mbororos se han visto desproporcionadamente afectados por el prolongado conflicto armado que ha estallado en las regiones anglófonas de Camerún de Camerún desde 2016.

Este conflicto armado en curso enfrenta al Gobierno camerunés con grupos rebeldes separatistas ambazonianos, y ha afectado considerablemente a la población civil y a la economía de las regiones anglófonas. Las tensiones entre las regiones anglófonas de Camerún y la mayoría francófona, originadas por el antiguo problema anglófono, han alimentado este conflicto.

En 2016-2017 estallaron protestas en las regiones anglófonas, motivadas por la percepción de marginación y discriminación del Gobierno camerunés. El Gobierno respondió con represión, lo que llevo a grupos separatistas de las regiones anglófonas a iniciar una campaña de guerrilla, que desafió la autoridad del Gobierno camerunés y buscar la independencia de las regiones anglófonas.

Como subraya GIS Reports Online, la crisis actual, típica de conflictos similares en todo el continente, tiene su origen en el impacto de la colonización, las fronteras artificiales impuestas por las potencias coloniales y los subsiguientes fracasos de la descolonización y construcción del Estado tras la independencia.

Este conflicto armado en curso ha causado la muerte de más de 6000 personas y el desplazamiento de más de medio millón en el noroeste y suroeste del país.

Un informe de Amnistía internacional indica que han matado a unos 162 mbororos, 300 hogares han sido arrasados, 2500 cabezas de ganado han sido confiscadas o sacrificadas (medida que afecta gravemente sus medios de subsistencia), y unos 180 millones de francos CFA (unos 293 900 dólares) pagados en concepto de rescate por más de 102 de amigos y familiares secuestrados como consecuencia del conflicto.

La violencia constante ha empujado a algunos mbororos a luchar en la milicia junto a las fuerzas gubernamentales contra los combatientes separatistas armados, comúnmente conocidos como Amba Boys, que quieren crear un Estado para los cameruneses anglófonos.

«No tenemos elección. Tenemos que proteger nuestro ganado y nuestras tierras de los Amba Boys», señaló Adamou, cuyo nombre se ha cambiado para garantizar su anonimato. Huyó de Wum natal a Bamenda, capital de la región noroccidental de Camerún, en 2020 debido a las constantes amenazas e intentos de asesinato de los combatientes separatistas.

Aunque en un nuevo entorno, Adamou es uno de los principales asesores y miembro fundador de un grupo de vigilantes de su pueblo.

«El grupo de justiciero es puramente de autodefensa. Trabajamos en colaboración con las fuerzas militares de Camerún», afirma mientras hace alarde de sus brazaletes, que según él tienen poderes mágicos y le han ayudado a sobrevivir a numerosos intentos de asesinato de los Amba Boys. «No nos gustan los Amba Boys», añadió. «Un alto funcionario del Gobierno nos ha dicho que quieren acabar con todos los mbororos de Camerúnm y no vamos a permitir que ocurra. Nunca ocurriría», añade, agitando el dedo índice en señal de desacuerdo.

Mapa de las regiones anglófonas y afectadas por la crisis en Camerún. Fotografía de Shuimo Trust, utilizada con autorización.

Históricamente, los mbororos, que son principalmente pastores, han mantenido un conflicto perpetuo por la tierra con los agricultores nativo de Nwa, en el noroeste de Camerún, que constituyen la mayoría, o hasta todos los combatientes separatistas. Los mbororos, que no son nativos de esta región, son nómadas que históricamente han dependido de las tierras de pastoreo para su ganado. Esto les llevó a emigrar de su hogar original en la región de Senegambia (Senegal) al norte de Nigeria, y luego al norte de Camerún, para acabar asentándose en varias zonas de la región noroccidental.

Al principio, los mbororos fueron muy bien acogidos por sus anfitriones del noroeste de Camerún debido a los beneficios económicos que aportaban y a los elevados impuestos que pagaban al Gobierno. Sin embargo, al aumentar la población de agricultores en la región, surgió una mayor demanda de tierras para la agricultura, lo que desencadenó los conflictos.

Beriyuy Cajetan, activista de derechos humanos, dijo que los mbororos son a veces objetivo de los separatistas armados «solo por ser mbororos».

«Los Amba Boys mataron a tres primos de mi esposa, a sus dos tías y a 20 vacas mías antes de que abandonáramos el pueblo. También me amenazaron de muerte, y como conductor, era arriesgado para mí seguir en mi aldea», cuenta Aliyou Gidadoh, taxista de Buea que escapó con su familia de su aldea de Ntiswa, en las afueras de Ndu, en 2020. «Buea es comparativamente más segura que mi pueblo, pero la vida aquí es muy difícil para mi familia y para mí».

Aliyou dijo que se sentía separado de su cultura y de su tierra natal. «Lo que nos hace mbororos es nuestra relación con las vacas. A mis vacas, a las que considero mis hijas y también amigas, las han matado a todas», se lamentó.

Sin embargo, hay quienes sostienen que los mbororos están implicados en el conflicto armado y, por eso, justifican los continuos ataques de los separatistas.

«Tanto los combatientes separatistas como las milicias mbororo han cometido graves violaciones de los derechos humanos», afirmó Berinyuy, que también es jefe del Departamento de Derechos Humanos de la ONG Centro para los Derechos Humanos y la Democracia en África (CHRDA). «Cuando los combatientes separatistas atacan a las comunidades mbororo, las milicias mbororo toman represalias y atacan a las comunidades adyacentes no mbororo».

En febrero de 2020, por ejemplo, fuerzas estatales ayudadas por milicias armadas mbororo masacraron a unos 21 civiles, incluidos 13 niños y una mujer embarazada, en una localidad conocida como Ngarbuh, en el mnoroeste de Camerún.

«Somos víctimas de las circunstancias. Hemos sido injustamente atacados por los combatientes separatistas», declaró Musa, miembro de la comunidad mbororo que huyó de su pueblo, Orti, en 2021, pero tuvo que regresar tras sufrir graves quemaduras en un incendio en Yaoundé, capital de Camerún, en 2024.

Mientras Aliyou sigue echando de menos a sus vacas muertas y a su aldea, y lucha por adaptarse a la vida en su nuevo hogar de Buea, Aissatou lucha contra el trastorno de estrés postraumático y las escenas de la trágica muerte de su marido no dejan de pasar por su mente.

«Tengo una crisis mental casi todos los días», cuenta a Minority Africa. «Esto se agrava por mi hijo de cinco años, que no para de preguntarme dónde está su padre».

Aissatou se casó a los 17 años, no tiene estudios ni conocimientos económicos prácticos. «Siempre estoy llorando, pensando cómo sobreviviré con mis dos hijos. La muerte de mi marido ha dejado una cicatriz permanente en mi vida», afirma.

Teniendo en cuenta las complejidades de la historia colonial de Camerún y las disputas territoriales, estos relatos subrayan la urgente necesidad de un enfoque unido entre los cameruneses, que rechace la división y busque la atención internacional para abordar la crisis humanitaria que se desarrolla en este país.

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