Recientes medidas antirreligiosas de Uzbekistán generan preocupación entre sus musulmanes

Personas congregadas para la oración del viernes ante la Mezquita Menor de Taskent. Fotografía del autor. Usada con autorización.

El 2 de febrero, la Policía de Taskent, capital de Uzbekistán, arrestó al menos a 10 hombres que llevaban barba y los trasladó a una comisaría, donde los obligaron a afeitarse bajo amenaza de encarcelamiento. El incidente ocurrió en el mercado de Malika, especializado en la venta de electrodomésticos y aparatos electrónicos, mientras los propietarios de las tiendas retornaban a sus puestos de trabajo después de asistir a la oración del viernes en la mezquita cercana.

El servicio Radio Ozodlik de Radio Europa Libre/Radio Libertad, que informó sobre este suceso, destacó que se trató de una de las tantas redadas ocurridas en el mercado en los últimos años. Según las declaraciones de los detenidos, fueron obligados a afeitarse por motivos religiosos. Este acontecimiento representa el último episodio de una tendencia cada vez más preocupante, donde las autoridades uzbekas adoptan medidas antirreligiosas que violan la libertad de culto y el derecho a practicar la propia religión.

En septiembre de 2023, se informó que las autoridades cerraron al menos 10 restaurantes en Taskent porque se presentaban como halal (permitido por la ley islámica), y no vendían alcohol a sus clientes. Los dueños manifestaron haber recibido insinuaciones informales de las autoridades, que les sugirieron que podrían reabrir si accedían a vender alcohol. Además, se informó que las fuerzas del orden pidieron a los propietarios de tiendas que venden literatura, perfumes y ropa islámicos que cambiaran los nombres islámicos de sus establecimientos y retiraran los letreros en árabe de sus escaparates.

Estos incidentes ocurrieron poco después de la reunión gubernamental sobre el “creciente radicalismo religioso” en el país, de principios de septiembre de 2023. La reunión fue presidida por el primer ministro, Abdulla Aripov, y se centró en cuestiones relacionadas con la oración en el lugar de trabajo, la poligamia basada en la sharía y la presencia de funcionarios en actos religiosos. Durante la reunión, Aripov presuntamente emitió un ultimátum a los funcionarios, les expresó que no pueden trabajar y practicar la religión simultáneamente en la función pública.

No es la primera vez que los musulmanes de Uzbekistán, que representan 94% de la población, son perseguidos por sus creencias. Las recientes medidas draconianas se remontan al gobierno del primer presidente, Islam Karimov, que duró desde 1991 hasta su muerte en 2016. El régimen de Karimov se caracterizó por la sistemática violación de la libertad religiosa, sometió a ciudadanos a encarcelamientos y torturas por cualquier expresión pública de religiosidad, con el argumento de evitar el extremismo. Esto colocó a Uzbekistán en la lista de los peores infractores de las libertades religiosas del mundo elaborada por la Comisión Asesora de Libertad Religiosa de Estados Unidos, donde estuvo hasta 2020.

Este video de YouTube tiene testimonios de sobrevivientes de las represiones religiosas del gobierno de Karimov.

El retiro de Uzbekistán de esta terrible lista se atribuye a las reformas implementadas por el actual presidente Shavkat Mirziyoyev, tras su llegada al poder en 2016. Entre los notables avances positivos que han tenido lugar desde entonces, se incluye el cierre de la tristemente famosa prisión Jaslyk, donde se retenían y torturaban a presos políticos y religiosos; la amnistía y liberación de acusados de extremismo y eliminación de 16 000 personas de las “listas negras” de los servicios de seguridad, que contenían nombres de personas religiosas sospechosas de extremismo.

Sin embargo, las reformas religiosas parecen haber alcanzado su punto máximo sin que se vislumbren nuevos cambios legales e institucionales. Aunque existe consenso en que la situación en materia de libertad religiosa ha progresado notoriamente con Mirziyoyev, es innegable que aún queda mucho por mejorar. En este sentido, el reciente retroceso es una tendencia preocupante para los musulmanes uzbekos que desean practicar abiertamente su religión.

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