Hace cincuenta años, durante la temporada del carnaval de Trinidad y Tobago de 1974, el diseñador Peter Minshall cambió para siempre la idea colectiva de lo que era posible hacer en los bailes de máscaras. No era que el escenario del Queen's Park Savannah, la meca de la experiencia del Carnaval en el corazón de Puerto España, no hubiera visto nunca el esplendor. La época dorada del carnaval de Trinidad en las décadas de 1950 y 1960 vio a «hombres mas» (hombres con máscaras) como George Bailey y Harold Saldenah daban vida a representaciones históricas con gran pompa y circunstancia, mientras diseñadores como Geraldo Vieira se enorgullecían de traspasar los límites creativos a través de pirotecnia y hazañas de ingeniería. Sin embargo, había algo distinto con el Desde la tierra del colibrí de Minshall.
En primer lugar, era un disfraz infantil, confeccionado para que su hermana adoptiva Sherry-Ann Guy compitiera en el carnaval infantil ese año. Estaba diseñado para representar un colibrí en vuelo, cautivaba por su simpleza y era asombrosamente efectivo en el escenario, ya que el sol o las luces del escenario capturaban las alas iridiscentes mientras el disfrazado bailaba. El disfraz fue tan innovador que, entre varios premios y reconocimientos, ganó el codiciado título de Reina del Carnaval Junior y el de Persona del Año en general, lo que catapultó a Minshall al centro de atención y sentó las bases sólidas de lo que sería una destacada carrera en la mascarada.
Antes de su participación en el carnaval, Minshall había estado trabajando sobre todo en Londres como diseñador teatral. Sin embargo, tras Desde la tierra del colibrí, su conciencia artística se alineó íntimamente con el ritual sagrado anual de Trinidad y Tobago. Esa lente única a través de la que veía todo le permitió forjar una carrera como artista cuyo trabajo se ha visto en algunos de los escenarios más importantes del mundo: tres Juegos Olímpicos, dos Copas del Mundo (una de cricket, otra de fútbol), en colaboración con Jean-Michel Jarre en dos conciertos al aire libre y, quizás lo que más gustó, sus contribuciones en el carnaval.
Para conmemorar el impacto del disfraz y su creador, se inauguró una exposición pública en Killarney, histórico castillo al oeste del Queen's Park Savannah, por los 50 años de Desde la tierra del colibrí.
Crear el disfraz –aunque para Minshal era ante todo una obra de arte–, a él y su equipo de doce personas les llevó cinco semanas para hacerlo bien, lo que dio a Guy la movilidad que necesitaba para «hacer una verdadera mascarada» y darle vida a la criatura.
La exposición, administrada por Kathryn Chan, que trabajó con Minshal desde aproximadamente 1987, se inauguró el 23 de enero. Los visitantes tenían una mirada cercana y personal de todo, desde los primeros dibujos del diseñador hasta la única filmación que se conserva de su presentación de 1974.
También incluyó un modelo encargado y especialmente hecho a medida de las dimensiones y estructura del disfraz, selección de los dibujos que Minshall hizo para la obra formativa «Desde el murciélago a la danza móvil«, y fotografías y piezas del extenso archivo privado del artista. En un esfuerzo por seguir recopilando más documentación sobre la mascarada, también se invitó a los patrocinadores y entusiastas del carnaval para que contaran sus historias y fotos con los administradores y archiveros.
Entrevisté a Chan por teléfono y correo electrónico para hablar sobre la exposición y el impacto y legado de las obras de Minshall. Su punto de partida fue ofrecer una perspectiva del proceso de Minshall: la gran cantidad de dibujos y bocetos que hace para hacer realidad sus ideas. “Estos 75 dibujos de trabajo para el colibrí”, dice Chan, “hechos al principio de su carrera, son una buena muestra para explicar pensamientos a personas como yo, que llevan el trabajo desde el dibujo, hasta la creación, hasta darle vida. Quería dar a conocer las capas de pensamiento del artista solo en su estudio. Si miras de cerca, verás que piensa detenidamente en la construcción, la forma, los materiales, la decoración, las referencias y los dibujos técnicos”.
La travesía de administrar la exposición fue un proceso de aprendizaje, al menos en términos de descubrir cosas nuevas sobre Minshall. “En cuanto al colibrí”, Chan explica, “un aspecto fundamental que se puso de manifiesto como el más importante es que él quería que la mascarada transmitiera alegría”. Los elementos individuales que forman parte de un disfraz, dice, como la falda de una bailarina bélé, las banderas hábilmente blandidas por las mujeres banderas de la cultura de tambor metálico, o las alas de un ave en la naturaleza, simplemente forman el trabajo o ayudan a transmitir una idea: “No son la esencia de lo que él quería transmitir. La esencia es la ALEGRÍA. Y comprender que, a través de esta forma de arte, puede transmitir instantáneamente un mensaje al público. Esto es arte”.
Así como es arte, también es matemática. En cuanto al colibrí, al igual que con sus otras obras, Minshall utilizó formas geométricas simples y líneas claras y básicas para crear un movimiento complejo. Le pregunté a Chan si ese era el secreto de su genialidad. “La geometría”, dijo, “siempre está presente” en los diseños de Minshall. Como se muestra en sus dibujos técnicos, la falda y las alas del colibrí son dos círculos separados de 360 grados con líneas radiales. También son fundamentales las medidas: la relación de la forma con el cuerpo humano, el ancho de la tela. Para ello, Chan cita las telas de 2 x 2 metros de “Tantana”, banda del carnaval de Minshall de 1990, así como la dimensión de una forma para el artista, como ocurre con la reina y el rey fascinantes de esa banda, Tan Tan y Saga Boy.
“Los muñecos inflables que ahora contaminan nuestro ambiente frente a las tiendas de todo el mundo no bailan”, bromea Chan. “Dan vueltas. Muchos no sabrían que en la encarnación original, diseñada para la fiesta de los atletas en el estadio en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, los dibujos técnicos de Minshall de las piernas tienen un ángulo específico que permite que el viento viaje hacia arriba y hacia los brazos de esos muñecos. El ángulo de las piernas hace que los muñecos bailen correctamente. Dos ventiladores empujan el viento hacia cada pierna, y articulan piernas y brazos. Es geometría. Es su ingenio”.
Chan cree que el diseño de Minshall del cuerpo humano es el aspecto más fundamental de su trabajo. “Para el colibrí, Minsh estudia la columna vertebral del ser humano para ver cómo la figura humana moverá la forma que está diseñando”. Todo nos recuerda al murciélago: “Esta ingeniosa forma de mascarada tradicional está conectada con los pies, la periferia del cuerpo y los brazos”, explica Chan. Este arquetipo es la base de la mayor parte de la tecnología detrás de las formas de Minshall. “Tan Tan y Saga Boy también deben sus orígenes al murciélago”, continúa: “Toda la forma vibra cuando el artista mueve los pies y brazos. El movimiento comienza en el vientre y se extiende hasta la punta más alejada de cualquier forma. Este es también su ingenio”.
Es un genio que siempre ha conectado con la gente, como lo demuestra muy bien el disfraz del colibrí. “La presentación tocó una fibra sensible”, cree Chan. “Hizo que la gente sintiera esa alegría. Los sorprendió. La artesanía de la mascarada es crucial para transmitir ese sentir”. Recuerda que Minshall era muy detallista y muy particular con los materiales utilizados: “el grosor de una línea de barniz pintada a mano, la costura a mano de los elementos y la estructura del cancán para definir una forma de falda piramidal en contraste con las alas que se agitan”.
Pero no terminó ahí. Aprovechando su formación teatral, Minshall ensayó la presentación con Sherry-Ann Guy “todos los días durante cinco semanas hasta que ella absorbió la esencia de lo que él quería”, y le dio todas las herramientas para interpretar la mascarada con éxito y divertirse al hacerlo. “Cada fotografía suya es un testimonio de esto”, señala Chan. “Según un espectador que la vio en 1974 y que visitó la exposición, ‘ella se convirtió en la mascarada, y la mascarada se convirtió en ella’. En otras palabras, el colibrí y la niña se volvieron uno solo”.
Igual de esencial que los diseños de Minshall fue el mensaje social que tienen. Siguiendo el ejemplo de la tradición del calipso, sus presentaciones siempre tenían algo que decir, hasta el punto, explica Chan, de que se podían estudiar “tantas cuestiones y aspectos de la humanidad a través de su trabajo”. Cuando lo conoció, él estaba trabajando en “Jumbie” en 1987: “Hizo una forma minimalista contemporánea con cartón, grapas y pintura, pero que recordaba a una torre de perforación de petróleo. Las formas eran un comentario sobre cómo el petróleo nos había ‘trastornado’ o arruinado. Ese dinero del petróleo llegó y mató a la gente. Su presencia disminuyó repentinamente los aspectos humanos y naturales de nuestro ambiente”.
Temas universales, contados desde una perspectiva regional. “Viniendo del Caribe”, dice Chan, la “tarea singular de Minshall fue definir su técnica artística”, una que estuviera “en sintonía con su entorno y cultura. En algún momento, supo que no iba a ser una pintura clásica o una escultura tradicional que, para él, eran distantes”. En cambio, lo influenciaban sus experiencias infantiles de “explorar el arte popular, la cultura carnavalesca y la rica biodiversidad de las islas de Trinidad y Tobago”.
Christopher Cozier es un artista trinitense contemporáneo considerado el primer creativo anglófono del Caribe cuyo trabajo se ha mostrado en el MoMA, y que alguna vez sugirió que las máscaras de Minshall, que funcionan “como entidades interactivas que animan nuestra naturaleza teatral inherente, que derivan de rituales tradicionales y una comprensión de cómo afirmarnos en el espacio al ritmo del tambor”, nos hacen reconsiderar la idea de lo monumental, ya que “nuestra entrada a la creación artística es multimedia y contemporánea por naturaleza”. Chan añade que la forma de arte elegida por Minshall es una que “constantemente ha tenido que definir e idear cómo diseñar o exhibir”. En ese sentido, coincide en que “es monumental destacar que el arte que surge del carnaval y la presentación es igual a lo que se considera arte contemporáneo”.
El trabajo de Minshall es el más significativo de nuestro tiempo en el Caribe”, continúa. “Es un momento en el que podríamos subrayar este género surgido del Caribe en relación al arte contemporáneo a escala mundial. Curadores claves, investigadores teatrales, antropólogos y colegas artistas, y creativos han escrito sobre el trabajo de Minshall. Debemos reconocer este trabajo y su valor para nuestro país y nuestra cultura, y preservar este archivo masivo para que las generaciones futuras comprendan el trabajo y lo estudien sobre nuestro tiempo”.
En las semanas que la exposición lleva abierta al público, más de 5000 personas han asistido. Para Chan, el aspecto más fenomenal son las sensaciones de los espectadores cuando entran al lugar: “La alegría son las historias que recopilamos, los testimonios de las personas que estuvieron allí en 1974”. Uno de esos espectadores fue Joan Gomez, de 92 años, que contó un recuerdo de cuando el colibrí de Minshall voló por primera vez.
“El espectáculo casi había llegado a su fin y estaban buscando una reina. Niños disfrazados bailaban alrededor de un círculo elíptico en frente de los jurados. Y de repente, todo quedó en silencio. Se podría haber escuchado la caída de un alfiler. Cuando mirabas hacia el este, veías este colibrí de pie, brillando al sol, todas las pequeñas plumas soplando en el viento. Y de repente, los niños se separaron […] toda la tribuna norte, la tribuna principal se levantó cuando ella comenzó a bailar. Aplausos. Nunca se había visto un espectáculo como ese. Cuando digo que era hermoso, no podrías imaginarlo. Un placer enorme. Un verdadero colibrí. Cada pequeño detalle. Era algo fuera de este mundo”.