Un muro y una torre de vigilancia: ¿Por qué está fracasando Israel?

‘Homa u-migdal (un muro y una torre) en Negba, Israel’, 17 de octubre de 2005 Fotografía: El autor es ilegible para la máquina. Se asume que es Bukvoed, por solicitud de derechos de autor. Wikimedia Commons (CC BY 2.5).

Este artículo es de Ilan Pappé, historiador israelí, politólogo y expolítico que se desempeña como profesor en la Facultad de Ciencias Sociales y Estudios Internacionales en la Universidad de Exeter. Se publicó originalmente en The Palestinian Chronicle y se reproduce con autorización. Nuestro equipo añadió los enlaces para dar mayor claridad.

Es muy probable que los primeros pensadores y los líderes del movimiento sionista, a finales del siglo XIX en Europa, imaginaran, o al menos tuvieran la esperanza, de que Palestina fuera una tierra vacía, y que si había gente allí, fueran tribus nómadas sin raíces que, en esencia, no habitaran la tierra.

Si este hubiera sido el caso, posiblemente los refugiados judíos que llegaban a esa tierra vacía hubieran construido una sociedad próspera, y quizás hubieran encontrado una forma de evitar la polarización con el mundo árabe.

Lo que sabemos es que varios de los primeros arquitectos del sionismo sabían perfectamente que Palestina no era una tierra vacía.

Aquellos arquitectos del sionismo eran demasiado racistas y orientalistas, como el resto de Europa, para darse cuenta de cuán progresista era la sociedad palestina para la época, con una élite urbana politizada e instruida, y una comunidad rural que vivía en paz dentro de un sistema genuino de coexistencia y solidaridad.

La sociedad palestina estaba al borde de la modernidad, como muchas otras sociedades en la región, una mezcla de valores tradicionales y nuevas ideas. Esa hubiera sido la base de una identidad nacional y una visión de libertad e independencia para esta misma tierra que habían habitado por siglos.

Ciertamente, los sionistas sabían de antemano que Palestina era la tierra de los palestinos, pero percibían a la población nativa como un obstáculo demográfico que debía ser eliminado para que lograr proyecto sionista de construir un estado judío en Palestina.

Así es como los sionistas lograron que la frase “La cuestión palestina” o “El problema oalestino” entrara en el vocabulario político mundial.

En los ojos de los líderes sionistas, este “problema” solo podía solucionarse desplazando a los palestinos y reemplazándolos con inmigrantes judíos.

Es más, Palestina debía ser destruida y eliminada del mundo árabe y construida como un frente que sirviera a las aspiraciones del imperialismo occidental y al colonialismo para apoderarse de Medio Oriente por completo.

Todo comenzó con Hhma y migdal, literalmente, un muro y una torre de vigilancia.

“Muro y torre de vigilancia”

Estos dos elementos son considerados las referencias más importantes del “retorno“ judío a la supuesta tierra vacía, y todavía están presentes en todos los asentamientos sionistas.

En aquel momento, los pueblos palestinos no tenían muros ni torres de vigilancia, y siguen sin tenerlos.

Las personas se movían con libertad, disfrutaban de la vista de los pueblos a lo largo de las carreteras, así como también de la comida y el agua disponible para cualquier transeúnte.

Los asentamientos sionistas, por el contrario, resguardan religiosamente sus huertos y campos, y perciben a cualquiera que los toque como ladrones y terroristas. Es por eso que, desde el principio, no construyeron hábitats humanos normales, sino bastiones con muros y torres de vigilancia, con lo que difuminaban la diferencia entre civiles y soldados en su sociedad colonizadora.

Durante un corto periodo, los colonos sionistas ganaron el premio al movimiento comunista y socialista a nivel mundial, solo porque había lugares donde el comunismo había sido un experimento fanático que fracasó. La naturaleza de estos asentamientos, sin embargo, nos indica que, desde el comienzo, lo que el sionismo significaba para la tierra y su población.

Quien haya venido como sionista, ya sea esperando encontrar tierra vacía o determinado a vaciarla, fue reclutado dentro de una sociedad militar colonizadora que solo podría implementar el sueño de una tierra vacía por la fuerza.

La población nativa rechazó la oferta de que, en palabras de Theodore Herzl, los “llevaran” a otros países.

A pesar de la gran decepción después de que Gran Bretaña se retractó de sus primeras promesas de respetar el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos árabes, los palestinos todavía esperaban que el Imperio los protegería del proyecto sionista de reemplazo y desplazamiento.

Para la década de 1930, los líderes de la comunidad palestina habían entendido que eso no sucedería. Por lo tanto, se rebelaron, solo para terminar brutalmente aplastados por el Imperio que debía protegerlos, según el “Mandato“ que recibió de la Liga de Naciones.

El Imperio también se mantuvo al margen cuando el movimiento colonizador perpetró una enorme operación de limpieza étnica en 1948, que resultó en la expulsión de la mitad de la población nativa durante el Nakba.

Sin embargo, luego de la Catástrofe, Palestina todavía estaba llena de palestinos, y quienes habían sido expulsados se negaban a aceptar cualquier otra identidad, y peleaban por regresar, como siguen peleando hoy en día.

Mantener el “sueño” vivo

Quienes permanecen en la palestina histórica continúan demostrando que la tierra no estaba vacía y que los colonos tenían que usar la fuerza para lograr su objetivo de convertir una Palestina árabe, musulmana y cristiana, en una judía europea.

Con cada año que pasa, se necesita más fuerza para lograr este sueño europeo a costa de los palestinos.

Para 2020, hemos llegado a los cien años de un continuo intento de implementar, por la fuerza, la visión de convertir una “tierra vacía» en una entidad judía. Es más, de acuerdo con algunos argumentos democráticos y teocráticos, parece que no hay un consenso judío sobre esta parte de la “visión”.

Miles y miles de millones de dólares de contribuyentes estadounidenses fue, y todavía es, necesario para mantener el sueño de una tierra palestina vacía, y la incansable búsqueda sionista para lograrlo.

Un repertorio sin precedentes de medios violentos y despiadados se utilizaron a diario contra los palestinos, sus pueblos y ciudades, o la Franja de Gaza, para mantener el sueño.

El costo humano que pagaron los palestinos por este proyecto fallido ha sido enorme, y está alrededor de 132 000 personas a la fecha.

El número de palestinos heridos y traumatizados es tan alto que probablemente cada familia palestina tenga al menos un miembro, menor, mujer o hombre, que pueda incluirse en esa lista.

Palestina, cuyo capital humano puede mover economías y culturas en el mundo árabe, ha sido fragmentada y se le ha impedido explotar este increíble potencial para su propio beneficio.

Este es el trasfondo de la política genocida que Israel está llevando a cabo en Gaza y de la campaña de asesinatos sin precedentes en Cisjordania.

¿Solo democracia?

Estos eventos trágicos llevan, una vez más, a la pregunta: ¿cómo pueden Occidente y los países desarrollados sostener que este proyecto violento de mantener a millones de palestinos bajo opresión, la realiza la única democracia en Medio Oriente?

Y quizá más importante, ¿por qué tantos defensores de Israel y los propios judíos israelíes creen que este es un proyecto sostenible en el siglo XXI?

La verdad es que no es sostenible.

El problema es que la desintegración podría ser un proceso largo y sangriento, cuyas principales víctimas serían los palestinos.

Tampoco está claro si los palestinos están listos para tomar el mando como un movimiento de liberación unificado, luego de las etapas finales de la desintegración del proyecto sionista.

¿Podrán sacarse de encima el sentimiento de derrota y reconstruir su patria como un país libre para todos en el futuro?

En mi opinión, tengo mucha fe en la generación de palestinos jóvenes que podrán hacer eso.

Esta última fase podría ser menos violenta; podría ser más constructiva y productiva para ambas sociedades, de colonos y colonizados, pero solo si la región y el mundo interviniera ahora.

Si algunos países dejaran de enfurecer a millones de personas al sostener que un proyecto de un siglo, con el objetivo de vaciar una tierra de sus habitantes nativos por la fuerza, es un proyecto que refleja democracia iluminada y una sociedad civilizada.

Si esto ocurriera, los estadounidenses podrían dejar de preguntar, “¿por qué nos odian?”.

Y los judíos alrededor de mundo no estarían forzados a defender el racismo judío por medio de convertir al antisemitismo y al negacionismo del holocausto en un arma.

Con suerte, incluso los cristianos sionistas volverían a los preceptos humanos básicos del cristianismo y se unirían al frente de la coalición determinada a detener la destrucción de Palestina y de su gente.

Por supuesto, las corporaciones multinacionales, las empresas de seguridad y la industria militar no se unirían a esta nueva coalición que se opone al proyecto de vaciar la tierra. Sin embargo, podría ser puesto en duda.

El único requisito necesario es que nosotros, gente ingenua que aún cree en la moralidad y la justicia, que sirve como un faro en esta era de oscuridad, entendamos de verdad que detener el vaciamiento de Palestina es el comienzo de una nueva era, de un mundo mucho mejor para todos.

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