En el Imperio ruso de finales del siglo XIX, la gran mayoría de los romaníes eran analfabetos: solo entre el 2% y el 4% de su población podía leer y escribir en ruso. Los músicos romaníes constituían un grupo especial asentado principalmente en ciudades más grandes, aunque incluso esta comunidad seguía siendo «semialfabeta». La política lingüística a la lengua romaní durante este periodo era parte de una política general hacia los pueblos pequeños y sus idiomas en el Imperio ruso y después en el soviético. La falta de un territorio propio fue la razón principal por la cual la situación de la población romaní y las oportunidades para satisfacer sus necesidades educativas siempre estuvieron considerablemente más bajas que las de otros pueblos, incluso las de grupos étnicos más pequeños en número que los romaníes.

Niños romaníes bailan en las calles de Moscú, 1925. Fotógrafo desconocido. Imagen de Wikimedia Commons. Dominio público.
Sin embargo, entre las décadas de 1920 y 1930, durante aproximadamente 15 años, la dirigencia de la URSS aplicó una política de desarrollo democrático dirigida a las minorías étnicas, incluido el pueblo romaní. Durante este periodo, se establecieron asociaciones públicas romaníes y el aún existente teatro «Romen». Además, se crearon conjuntos musicales romaníes, se estableció una sección romaní dentro de la Unión de Escritores Proletarios y se fundó la Unión Panrusa del Pueblo Roman.
Desde 1917 hasta principios de la década de 1930, como parte de la política de «volver a las raíces»(коренизация en ruso, apoyo a los idiomas y culturas étnicas), las autoridades soviéticas respaldaron la expansión de los idiomas nativos de los pueblos de la URSS. Se crearon alfabetos basados en escritura latina o cirílica, y se crearon normas literarias, y el Estado fomentó la cultura y la educación masiva en esos idiomas.
Como parte del programa escolar nacional, se puso en marcha el primer programa educativo especial del mundo para romaníes. Se abrieron varias clases y escuelas que enseñaban materias escolares de primaria en romaní, y se estableció un colegio de formación docente para romaníes. Como en ese momento la política estaba dirigida a erradicar el analfabetismo, se creó un lenguaje escrito para romaníes basado en romaní ruso. Desde 1928 hasta 1938, se publicaron alrededor de trescientas publicaciones en ese idioma, incluidos libros de texto, aproximadamente 30 obras originales de autores romaníes y traducciones de clásicos rusos.
Como escribe el proyecto educativo Arzamas, los discursos de Stalin también se publicaron en el recién creado romaní. Además, en las décadas de 1920 y 1930, se publicaron materiales didácticos, incluido el «Manual para escuelas romaníes», guía de gramática y ortografía de romaní hasta cuarto grado. En total, para 1938, se habían publicado trece libros de texto en romaní, además de libros para la lectura literaria y antologías de literatura romaní.
Pero en 1938, este proceso culminó por un cambio brusco en la política nacional interna. Las escuelas y las clases en romaní fueron disueltas y fusionadas con las de ruso. Expulsaron a la mayoría de estudiantes romaníes. El romaní fue una de las escrituras abolidas en 1938. Todos los programas educativos y culturales nacionales fueron cancelados, y todas las estructuras educativas para los romaníes fueron calificadas como perjudiciales, y los niños quedaron aislados de la vida soviética. La mayoría de los romaníes, que continuaron con un estilo de vida nómada, no recibieron educación en este breve período, aunque ayudó a crear una delgada capa de intelectualidad romaní, principalmente entre grupos de músicos urbanos.
Las deportaciones de grupos sociales y pueblos enteros fueron una práctica constante del régimen bolchevique. Estos procesos se intensificaron desde principios de la década de 1930 hasta mediados de la década de 1950, cuando 15 pueblos y más de 40 grupos étnicos fueron sometidos a deportaciones. Alrededor de 3,5 millones de personas fueron expulsadas de sus lugares de origen, y muchas murieron durante la deportación. Más de 800 000 deportados terminaron en Siberia. Había romaníes entre los deportados.
El 5 de octubre de 1956, el Presídium del Sóviet Supremo de la URSS emitió un decreto: «Sobre la participación en el trabajo de los romaníes que se dedican a la vagancia», conocido entre los romaníes como el Decreto de Asentamiento. Bajo amenaza de cárcel, se les ordenó a vivir en casas, se les dio un préstamo para construir viviendas, y en los primeros años, hubo un estricto control de sus movimientos. Se les exigió encontrar empleo. Algunos hombres comenzaron a trabajar en granjas colectivas, como mozos de cuadra, guardias, agrónomos o en empresas cercanas. La mayoría de las mujeres no trabajaban, aunque algunas se dedicaban a leer la fortuna.
La transición a un asentamiento permanente estuvo acompañada de establecimiento de control de las administraciones locales sobre cualquier movimiento de las familias romaníes, medida que duró aproximadamente diez años. Como resultado, el nivel educativo promedio de los niños romaníes aumentó, principalmente en educación primaria, con menos frecuencia hasta el quinto o sexto grados.
Esta situación persiste hasta hoy: datos sociológicos muestran que alrededor del 80% de los niños romaníes mayores de 11 años no asisten a la escuela. Así, tras atraer a los niños a las escuelas, en las décadas de 1960 a 1980, la mayoría de los romaníes desarrollaron un modelo de adquisición educativa comparable con el modelo característico de las familias campesinas en la Rusia preindustrial y prerrevolucionaria, en el que los niños principalmente aprendían a leer y escribir, y el 90% no asistía a la escuela después de los 12 años.
Este modelo continúa porque mantiene la forma tradicional en que el pueblo romaní se integra en la sociedad y comparte su cultura. Al mismo tiempo, las escuelas rusas no están satisfaciendo las necesidades de los estudiantes romaníes, especialmente en lo que respecta a su idioma y forma de hablar. Sin métodos de enseñanza ni maestros que sepan cómo ayudar a los niños a aprender su idioma, a menudo los maestros no consideran sus problemas educativos, como problemas médicos, lo que no tiene absolutamente nada que ver con la realidad.