Este artículo de Durga Rana Magar se publicó originalmente en Nepali Times. Esta versión editada se reproduce en Global Voices como parte de un acuerdo para compartir contenido.
Como muchos nepalíes, Surendra Dhami dejó su pueblo natal del distrito de Darchula, provincia nepalí de Sudurpashchim, para irse a Malasia con la esperanza de mejorar la calidad de vida de su familia.
Pero volvió a los pocos meses porque el trabajo y la paga no eran lo que le había prometido quien le ofreció el trabajo. El problema era que en Darchula no había trabajo, y dedicarse a la agricultura en las montañas duras y áridas no le permitiría alimentar a su familia.
De modo que, como muchos otros agricultores de montaña, Dhami, de 36 años, migró con su familia al Terai para establecerse en el pueblo de Gharkheda, municipio rural de Chure, del distrito de Kailali.
Y fue una buena jugada. En 2023, vendió 10 000 kilos de naranjas y, junto con su esposa Bhaka, diversificó sus cultivos y agregó hortalizas.
“Por el momento, podemos vivir de lo que cultivamos. Por lo menos, es mejor que en Darchula”, dice Bhaka Dhami, de 30 años de edad.
Su vecina Krishna Devi Kandel y su marido Devendra han incluido a sus cinco hijos en las tareas agrícolas. Sus naranjos están enfermos, y la falta de lluvias durante el invierno afectó a los cultivos.
“No tenemos sistemas de riego y ya no llueve tanto como antes”, dice Devendra.
El pueblo de Chure está lleno de familias provenientes de Darchula, Baitadi y otros distritos montañosos del norte. Pero, incluso allí, las lluvias irregulares producto de la crisis climática afectan a la agricultura.
Diversificar los cultivos es la mejor forma de salir adelante. Luego de perder sus naranjos, Pabitra Sapkota decidió dedicarse a las hortalizas.
“Los tomates que mi hijo plantó en este invernadero ya casi están maduros”, dice, con un frondoso manojo de hojas de mostaza en los brazos.
La cadena montañosa de Chure, al oeste de Nepal, alcanza los 2500 metros, mientras que al este, las alturas máximas no superan los 500 metros. Es la parte más joven, baja y menos fuerte de todas las que forman la cordillera del Himalaya, con las primeras elevaciones que sobresalen de las llanuras.
La región de Chure abarca casi el 13% de la superficie de Nepal, 37 de sus 77 distritos, desde Jhapa al este hasta Kanchanpur al oeste. Es una cadena montañosa frágil, donde la deforestación trajo como consecuencia frecuentes deslizamientos de tierra e inundaciones.
“La cuenca hidrográfica de Chure se está deteriorando y hay sequías con frecuencia, lo que disminuye aún más la producción agrícola”, explica Sushmita Dhakal de la Junta de Desarrollo de Conservación Chure Terai-Madhesh.
Una forma en la que los migrantes de las montañas a la región de Chure se adaptan a la crisis es con la agricultura familiar, sin contratar mano de obra, para mayor seguridad alimentaria y nutrición y para proteger el ambiente.
Naciones Unidas proclamó el «Decenio para la Agricultura Familiar» (2019-2028) para preservar la agricultura tradicional, aumentar la participación de los jóvenes, reconocer el liderazgo de las mujeres, promover la agricultura sostenible y mejorar los medios de subsistencia.
De esta forma, la agricultura familiar también ampara a las familias frente a la crisis climática con la diversificación de cultivos. Además, es un antídoto contra la agricultura comercial que consume gran cantidad de agua, y utiliza fertilizantes y pesticidas químicos.
En el pasado, más del 80% de la población de Nepal dependía de la agricultura, y la mayoría se dedicaba a la agricultura familiar. Pero esa cifra se redujo al 62%. Hoy en día, la agricultura solo representa alrededor del 25% del PBI.
Los agrónomos afirman que la agricultura familiar puede revertir esa baja y lograr que vuelva a ser rentable.
Los productores de hortalizas del pueblo de Lisbeli, distrito de Kailali, lo están demostrando: sus productos ya encontraron un mercado en los pueblos del oeste de Nepal.
Dammari Bhatta trabaja en su huerta de hortalizas con su familia, y elige no contratar a nadie. Los repollos, coliflores y tomates que cosecha alimentan a la familia todo el año y vende el excedente para pagar la educación de sus hijos.
Su marido, Madanraj Bhatta, lidera el Grupo de Agricultores de Lisbeli, que el último invierno vendió 1700 kilos de repollo y 700 kilos de tomate.
Ninguna de las 30 familias de Lisbeli utiliza fertilizantes químicos. En su lugar, utilizan abono orgánico. De esta forma, han reducido las plagas y enfermedades de los cultivos y ayudado a mejorar la calidad del suelo.
“Los fertilizantes caseros han aumentado las cosechas y mejorado la fertilidad del suelo”, dice Manju Jagriti, que dejó la docencia para dedicarse a la agricultura a tiempo completo. “Toda la familia trabaja, y estamos todo el tiempo juntos”, agrega Manju, con orgullo.
La agricultura familiar no es algo nuevo en Nepal, sino más bien el método tradicional de cultivar alimentos. Sin embargo, muchas familias se fueron cuando la agricultura comercial, que utiliza agroquímicos, arrasó con todo. Hoy, las familias están volviendo a los antiguos métodos de cultivo de alimentos.
Binayak Bhandari, científico agrícola, dio su opinión acerca de esta tendencia:
We need to go back to our old sustainable farming ways, protect the environment and find the fine balance between nature and livelihood, especially to adapt to the climate crisis.
Tenemos que volver a nuestras antiguas formas de hacer agricultura, a proteger el ambiente y a encontrar el delicado equilibrio entre naturaleza y sustento, en especial, para adaptarnos frente a la crisis climática.