Este texto es de Ana Beatriz Alves, Egberto Santana, Isabela Alves, Kethilyn Mieza e Paulo Talarico y se publicó originalmente el 8 de marzo de 2024, en el sitio web de Agência Mural. Se reproduce en Global Voices con ediciones en virtud de un acuerdo de asociación de contenido.
São Paulo vivió un movimiento histórico en las elecciones municipales de 2020. Cuatro mujeres negras fueron elegidas como concejalas, en 72 años, la capital paulista eligió apenas a seis concejalas negras, en total.
La proporción entre 55 concejales de la Cámara municipal de la ciudad, la mayor de Brasil, está aún por abajo de la representación de la población. En São Paulo, de cada diez concejales, dos son mujeres electas. Cuando se considera toda la región metropolitana, el promedio cae a una concejala por cada diez concejales en las Cámaras municipales.
En cuanto a otras municipalidades, la situación parece más delicada; apenas tres de las 39 ciudades del Gran São Paulo tienen alcaldesas.
Según la plataforma TSE Mulheres, del Tribunal Superior Electoral, las mujeres conforman más de la mitad (52%) del electorado de Brasil. Sin embargo, el número de votos obtenidos por candidatas mujeres fue de 33%, de las cuales 15% fueron elegida sentre 2016 y 2022.
A pocos meses de una nueva elección en los 5565 municipios brasileños, Agência Mural conversó con concejalas, líderes comunitarios y especialistas sobre por qué es tan difícil que las mujeres, en especial en las periferias, entren en la política institucional. Y también sobre las trayectorias de quienes llegaron al Legislativo.
Movimiento de cambio
Luana Alves, de 30 años, vivió en Grajaú, zona sur de São Paulo, y es educadora popular y trabajadora del sector salud. Fue elegida en la capital paulista con 37 550 votos y llevó a su cargo pautas que ya eran parte de su vida personal.
“Entiendo que soy parte de un movimiento histórico de cambio en el mundo. Las cosas no cambian de una generación a otra. Existen muchos procesos para romper con el sistema”, cuenta la concejala Luana.
Su entrada en política vino motivada por lo que vivía en casa. Su madre era asistenta social y su padre estuvo preso durante la dictadura militar (1964-1985) por ser miembro del Partido Comunista Brasileño, y porque el régimen lo consideró «subversivo». Ambos actuaron en organizaciones de base.
“Ver esas luchas me educaron positivamente”, afirma. A los 19 años, se afilió al Partido Socialismo y Libertad, y al año siguiente empezó a estudiar en la Universidad de São Paulo, donde se graduó como psicóloga y se especializó en Salud Colectiva y Atención Primaria.
En su vida académica, conoció varios colectivos de movimientos negros y estudiantiles a favor de las cuotas raciales para alumnos negros, mestizos e indígenas.
Luana considera al Legislativo como un lugar aún “muy machista” y que defiende los intereses de la clase dominante.
“Conozco los límites de ese espacio y que las cosas no se resuelven solo ahí. Los grandes cambios históricos siempre se dieron con movimientos grandes, masivos. Debemos organizarnos colectivamente no sentirnos solas en la batalla”, sostiene.
La concejala Elaine Mineiro, de 40 años, del mandato colectivo Quilombo Periférico, también fue elegida en 2020 en São Paulo, con 22 742 votos.
Elaine es educadora y milita en movimientos de cultura en las periferias, y revela que la primera relación con la política fue en el movimiento negro y con su madre, que actuaba en la iglesia católica del barrio donde creció, Cidade Tiradentes, en la zona este de São Paulo. “La iglesia fue el primer lugar donde oí hablar de las reglas raciales, y en un momento determinado se cruzó con la histórica de algunos partidos y grupos políticos, como la Unión de Núcleos de Educación Popular para Negros y Clase Trabajadora”, recuerda.
Sobre el primero mandato, las concejalas señalan que es una lucha constante por el reconocimiento, pero aún hay muchas barreras y prejuicios. Un ejemplo fue la casación del concejal Camilo Cristófaro, investigado por un discurso racista en el plenario.
En general, las concejalas dicen que se han apoyado como mujeres negras, para resistir y seguir con el trabajo. También afirman que, para que los cambios ocurran, se necesita organización colectiva y de base, como hicieron ya hicieron sus antepasados en la época de la esclavitud en Brasil.
“Nuestras [antecesoras] enseñaron hace mucho tiempo que nuestros espacios cómodos están entre nosotros. Las mujeres negras deben encontrar tecnologías de protección y cuidado entre ellas”, concluye Elaine.
Sin concejalas
Entre las elecciones locales de 2016 y 2020, aumentaron las concejalas en las ciudades de la región metropolitana, aunque poco: hubo 71 mujeres electas, lo que representa un aumento de 26%. Eso es apenas un 10% del total de escaños en las Cámaras de 39 ciudades de la región.
El municipio de Cotia no elige mujeres desde la década de 1980. Actualmente, en diez municipios no hay concejalas, ni siquiera porque más de la mitad de la población son mujeres.
Mauá, de casi medio millón de habitantes, es uno de esos municipios sin mujeres.
Maria Clara Ribeiro, de 20 años, es una joven artista que participa en política y vive en el barrio de Cerqueira Leite, en periferia de la ciudad. Es integrante de Unidad Popular y del Movimiento de Mujeres Olga Benário, que trabaja principalmente con víctimas de violencia doméstica y organiza a mujeres políticamente para que conozcan sus derechos.
En la ciudad, la Casa Helenira Preta, donde trabaja María, es una de las instalaciones que alberga a mujeres y las ayudan. Como negra y de la periferia, María resalta que la representatividad es importante, pero aún es muy difícil que las mujeres en situación de vulnerabilidad accedan a las Cámaras Municipales.
Para Shisleni de Oliveira Macedo, investigadora del Centro de Estudios Periféricos de la Universidad Federal de São Paulo, entre las barreras para que las mujeres periféricas participen en activismo están el sexismo y el capitalismo.
“Una persona trabaja ochos, diez, doce horas al día, y le toma dos horas para ir y dos horas para volver, y es difícil también que se comprometa como activista política”, explica.
“Debe encontrar tiempo, espacio en su vida. Hay que tener en cuenta que las mujeres también tienen otras actividades. Son quienes cuidan a los niños, los ancianos, hasta se encargan de todo para que los hombres puedan entrar en política”, destaca.
»Los partidos políticos tienen un papel importante. Si los partidos no priorizan incluir mujeres en las listas de candidatos o no ofrecen apoyo significativo, la representación femenina en la política seguirá baja».
Según la ley brasileña, los partidos deben presentar 30% de candidatas, y también asignar la misma proporción de fondos electorales para sus campañas.
Pocas alcaldesas
Las candidatas a alcaldesas también enfrentan dificultades. Poá es uno de los pocos municipios del Gran São Paulo con una mujer al mando, la alcaldesa Márcia Bin, elegida en 2020 con 23 446 votos, la primera del municipio de 103 000 personas.
En las urnas electrónicas, el nombre de la candidata apareció de forma peculiar: Márcia Bin »esposa de Testinha», apellido de Francisco Pereira de Sousa, exalcalde de la ciudad.
En 2009, »Testinha» nombró a su esposa para el cargo de secretaria de Promoción Social. Ambos fueron condenados por mala conducta administrativa. En 2022, el Supremo Tribunal Federal anuló las condenas, y mantuvo a la alcaldesa en el cargo.
La relación de la pareja en el registro de la candidatura recibió críticas. “De alguna forma representa lo que hablamos como representatividad de la mujer en la política. Por el contrario, eso representa lo que hace el machismo estructural con las mujeres en la política”, comenta Gisele Magalhães, de 40 años, profesora y representante del Foro Permanente de Cultura de Poá.
Considera que la representación política de la mujer debe ir más allá, que se elija a quienes luchen por esa causa en el municipio, con proyectos, leyes, y fiscalización de vacantes disponibles, en guarderías, atención de salud y casos de violencia de género.