Santificar lo profano: La Iglesia ortodoxa rusa en el frente

La imagen es una captura de pantalla de Russia Post. Usada con autorización.

Kirill Shamiev y Ksenia Luchenko, miembros visitantes del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, escribieron para Russia Post acerca del papel de la Iglesia ortodoxa rusa en el régimen de Patín y la invasión a gran escala a Ucrania. Global Voices publica el artículo editado con aclaraciones, con la autorización de Russia Post.

Recientemente, el metropolitano Kirill Pokrovsky, que dirige el Departamento Sinodal de Cooperación con las Fuerzas Armadas y las Agencias de Fuerzas de Seguridad, dijo al aire en Rossiya-24, principal televisora estatal de Rusia, que ahora se necesitan al menos 1300 clérigos ahí donde se lleva a cabo la operación militar especial.

Según Pokrovsky, el Ministerio de Defensa tiene en la actualidad 309 capellanes militares entre su personal, mientras que muchos más sacerdotes están en el frente como voluntarios. Se dijo que se necesitaba una «reforma mayor» para aumentar el número de capellanes oficiales.

En 1943, Stalin creó una nueva estructura, la Iglesia ortodoxa rusa del patriarcado de Moscú, e invitó a la mayoría de los obispos y los sacerdotes que cooperaban y que sobrevivieron las purgas de la década de 1930. Solo tres obispos estuvieron presentes en la primera reunión con Stalin, el resto habían sido ejecutados o estaban en campos de trabajo. Stalin esperaba que la Iglesia incentivara el patriotismo en el Ejército Rojo y mejorara la imagen de la Unión Soviética en el extranjero.

Hoy, la Iglesia ortodoxa rusa está tomando un papel similar en la guerra de Putin en Ucrania e incentiva el patriotismo interno mientras apoya los esfuerzos diplomáticos de Rusia en los Balcanes, Georgia y la mayoría global.

La Iglesia ortodoxa rusa participó activamente en la guerra a gran escala de Rusia contra Ucrania desde sus inicios. El patriarca y el clero no solo copian conceptos claves de la propaganda del Kremlin, sino que ayudan a darles forma. Por medio de las órdenes del patriarca, las oraciones por la victoria rusa se recitan en misas en todo el país y los sacerdotes que se atreven a reemplazar la palabra «victoria» por «paz» en la oración obligatoria se arriesgan a ser expulsados del sacerdocio (ver la publicación de Russia.Post).

Los canales de televisión de la Iglesia –el muy visto Spas del patriarcado de Moscú y el canal «patriótico» ortodoxo Tsargrad– resaltan la santidad de la guerra. El papel de la Iglesia en el conflicto se extiende mucho más allá de la propaganda televisiva. Los sacerdotes imparten sacramentos a los soldados. Piden victoria, no el fin del derramamiento de sangre, y convencen a los soldados de que están llevando a cabo una labor sagrada. Algunos sacerdotes incluso participan directamente en las hostilidades.

Para muchos rusos, el apoyo de la Iglesia hace ver a la guerra como algo sagrado o al menos moralmente aceptable. Para la Iglesia ortodoxa rusa, la cooperación con las estructuras militares estatales profundiza su influencia dentro de esas estructuras y consolida su poder. Para el Kremlin, militarizar la Iglesia da a la guerra un propósito más alto.

Movilizar la espiritualidad: sacerdotes en el Ejército

En noviembre de 2023, se erigió un monumento al arcipreste Mikhail Vasiliev en el pueblo militar de Vlasikha, donde están los cuarteles generales de las tropas de Misiles de Designación Estratégica y el comando central de las Fuerzas Nucleares Estratégicas. Vasiliev había servido en la Iglesia del pueblo por más de 20 años y era cercano a los líderes militares que estaban asignados allí. Lo mataron en 2023 en un enfrentamiento en la región ucraniana de Kherson. El presidente Vladimir Putin le otorgó el título póstumo de «Héroe de Rusia».

Hay muchos otros como Vasiliev. Los capellanes del personal tienen doble subordinación: son empleados en las unidades militares, pero se reportan al obispo de la iglesia. Su papel, regulado por diferentes leyes del Estado y la Iglesia, incluye oficiar servicios religiosos y rituales, participar en el trabajo espiritual y de iluminación, y cuidar de la moralidad del personal militar. El acta del Ministerio de Defensa especifica que los asistentes de los comandantes que trabajen con militares religiosos deben «participar personalmente en excursiones, ejercicios y prácticas de tiro de combate de la unidad». La Iglesia también afirmó que hay 773 capellanes que no son del personal y trabajan en el Ministerio. Su papel es «traer ayuda humanitaria y, más importante aún, dar a nuestros soldados la oportunidad de recibir los sacramentos: bautismo, confesión y comunión».

Las leyes citadas que regulan las relaciones entre la Iglesia y el Ministerio de Defensa se aprobaron antes de la invasión rusa de Ucrania.

Muchos sacerdotes se ofrecieron voluntariamente para ir al frente y dejaron sus monasterios y diócesis. A finales de 2023, el metropolitano Pokrovsky dijo que cerca de 700 clérigos han hecho más de 2200 viajes a la zona de combate. También afirmó que alrededor de cien sacerdotes ortodoxos estaban en la línea de frente todos los días, y que para muchos no era la primera vez. Allí, según Pokrovsky, los clérigos suelen conversar con los soldados, oficiar servicios religiosos, distribuir iconos, libros de oraciones y símbolos ortodoxos y visitar a los heridos en los hospitales militares. Algunas veces organizan capillas en las trincheras, pero en general brindan su servicio en capillas móviles.

Cuanto mayor es el número de sacerdotes en el frente, más moralmente aceptable parece ser la guerra para los feligreses de la Iglesia ortodoxa rusa y el público en general, y cada vez más se ve a la Iglesia y el Ejército como uno.

La presencia de los sacerdotes en el Ejército no ha tenido efecto en la moral personal de los soldados y no los ha disuadido de cometer crímenes de guerra, saquear o intimidar a civiles. Al contrario, el mismo hecho de la participación de soldados en lo que ellos ven como una defensa legítima de la patria los ha librado de cualquier escrúpulo moral. El patriarca Kirill dijo en uno de sus sermones que a los soldados que mueren en batalla se les perdonan todos sus pecados.

En un artículo de 2020 sobre el rol de la Iglesia en la campaña de Siria, Dmitry Adamsky señaló que, en primer lugar, la Iglesia ortodoxa rusa dio una interpretación mesiánica del conflicto militar: Rusia, destacó la Iglesia, estaba defendiendo a los cristianos perseguidos en Siria. Vladimir Putin utilizó el mismo argumento con respecto a Ucrania, y afirmó en vísperas de la invasión que «Kiev continúa su plan de masacrar también a la Iglesia ortodoxa ucraniana del patriarcado de Moscú…».

Desde el inicio de la guerra a gran escala en Ucrania, la Iglesia ortodoxa rusa justificó la invasión y bendijo las acciones del Gobierno. Los sacerdotes militares ofrecieron apoyo a los soldados y los aliviaron de los dilemas morales. A los feligreses comunes, como madres y esposas de los hombres movilizados, la Iglesia les explicó que sus seres queridos están peleando por una buena causa y no están dando sus vidas en vano.

A la imagen de Dios: la Iglesia en las líneas de frente

Aunque no haya muchos sacerdotes en la zona de guerra real, es común encontrar imágenes de la Iglesia en el frente. Los sacerdotes presentan banderas rojas con la imagen de Cristo a las unidades militares. Los parches de galones y los autoadhesivos para los cascos tienen diseños similares.

Están muy extendidos los parches con la imagen de un escudo y una cruz ortodoxa con la inscripción «por este signo conquistarás».

Según Gleb Nikitin, gobernador de Nizhny Novgorod, un batallón de infantería motorizada conformado por voluntarios de su región se nombró en honor a san Serafín de Sarov. En otras palabras, hay sacerdotes presentes en las líneas de frente, y además toda la guerra se está librando bajo la bandera de Dios. Para quienes ven la guerra en la televisión y para quienes están luchando, la violencia en Ucrania se presenta como un asunto sagrado.

La actual militarización de la Iglesia comenzó con los cosacos, grupos paramilitares rusos (para ver su rol en la Rusia de hoy, consulta la publicación de Russia.Post). En los primeros meses de la guerra, las estructuras de la Iglesia ortodoxa rusa fueron responsables de las relaciones con los cosacos, que mostraron el mayor sentir militante en las líneas de frente.

Las imágenes televisadas de las tropas cosacas que eran enviadas a la zona de guerra en varias regiones, mostraban escenas casi idénticas: sacerdotes que los bendecían rociándoles con agua bendita; distribuyendo cruces, iconos, libros de oraciones y evangelios, y ofreciendo palabras de apoyo. Y, al nombrar nuevos dirigentes en la zona de guerra en abril de 2023, el patriarca Kirill eligió a dos sacerdotes responsables de las relaciones con los cosacos: el arcipreste Dmitri Vasilenkov, nombrado sacerdote militar jefe de la operación militar especial a cargo de los asuntos cosacos al nivel de la diócesis de San Petersburgo; y el ya mencionado metropolitano Pokrovsky, a quien se le asignó la tarea de dirigir la cooperación con las fuerzas armadas y agencias de fuerzas de seguridad, a cargo de los asuntos cosacos de toda la Iglesia.

Ya con dos años de guerra, los sacerdotes suelen estar presentes en los rituales de despedida para los soldados que van al frente: la Iglesia hace que sus sacerdotes bendigan a voluntarios y apoyen la movilización.

Por toda Rusia, la Iglesia anima a los feligreses a contribuir con los esfuerzos de la guerra y la presenta como un acto piadoso. Esto incluye donar ayuda humanitaria y transportarla a las líneas de frente. En varias regiones, los feligreses recaudan fondos para apoyar las operaciones militares especiales y fabrican redes de camuflaje y velas de trinchera; mientras, los niños escriben postales para los soldados. Además de comida y medicina, las parroquias compran equipamiento y vehículos. Todas estas formas de apoyo llegan a las líneas de frente con la aprobación religiosa.

Además, la Iglesia participa en la educación militar de los civiles. En los campamentos de verano ortodoxos, los adolescentes reciben entrenamiento militar y se les adoctrina en «patriotismo religioso». En algunos casos, los sacerdotes que regresan de la zona de guerra enseñan a los jóvenes tácticas de tiro y combate. Un sacerdote escribió en su red social: «me alegra el corazón cuando veo los ojos ardientes de los chicos, muchachos, cuando toman un arma y se ponen el casco y el armamento».

Algunas escuelas dominicales ortodoxas enseñan a los niños cómo manejar drones. La catedral naval de Kronstadt abrió cursos de entrenamiento militar inicial para voluntarios llamado «la cruz de San Andrés». En una entrevista, el rector de la catedral dijo que después de completar el curso, muchos jóvenes se enrolaron «para ir como voluntarios según su especialización, con bendiciones».

Cuando la Iglesia y el Ejército son uno

En noviembre de 2023, los abogados de la Iglesia ortodoxa presentaron en el Parlamento ruso (la Duma) un proyecto de ley que igualaba los derechos de los sacerdotes que sirven en el frente y los de los soldados contratados, por lo que recibirían los mismos beneficios y salarios. Esto incluye el pago a familiares de muertos y heridos. Además, el proyecto de ley implica un presupuesto de financiación «para el desarrollo espiritual de individuos en el personal militar». De aprobarse, la Iglesia reforzaría su poder, mientras que el Kremlin consolidaría la legitimidad de la guerra. Esto es lo que el metropolitano Pokrovsky habría insinuado cuando mencionó la necesidad de una «reforma mayor».

Los canales de televisión ortodoxos antes mencionados (Spas y Tsargrad) han sido sancionados por Estados Unidos por justificar «la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania en términos religiosos y espirituales». El patriarca Kirill está en las listas de sanciones de Canadá, Reino Unido y República Checa, pero no en las de la Unión Europea ni Estados Unidos.

Mientras, las organizaciones cristianas nacionales e internacionales fuera de Rusia no expresaron ninguna reacción hacia la postura de la Iglesia ortodoxa rusa con respecto a la guerra en Ucrania. Las delegaciones de la Iglesia ortodoxa aún participa en las actividades ecuménicas internacionales como si nada estuviera pasando.

En febrero de 2024, a casi dos años del inicio de la guerra, el Centro de Estudios Cristianos Ortodoxos de la Universidad de Fordham presentó una carta abierta conmovedora dirigida a los líderes de las principales iglesias cristianas, confesiones y organizaciones ecuménicas. Los firmantes de la carta, entre quienes había más de 300 académicos, clérigos y laicos, enfatizaron la responsabilidad personal del patriarca Kirill y los obispos de la Iglesia ortodoxa rusa de respaldar y participar activamente en los crímenes de guerra perpetrados por el régimen de Putin.

Piden que se establezca un equipo operativo internacional que responsabilice a «aquellos obispos, sacerdotes y laicos dentro de la Iglesia ortodoxa rusa» cuyas acciones «han sancionado y dado aprobación divina a la violencia, la guerra y la agresión contra el pueblo de Ucrania».

No ha habido ninguna respuesta a esta carta hasta ahora. Mientras, la militarización de la Iglesia ortodoxa rusa está aumentando y la guerra se ve cada vez más como algo sagrado a los ojos de muchos rusos, tanto en sus hogares como en las líneas de frente.

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