”Ante las catástrofes climáticas, todos pueden convertirse en migrantes”, dice profesora brasileña

Patricia Grazziotin Noschang, profesora de Derecho Internacional en la Universidad de Passo Fundo y coordinadora de la Oficina de Migrantes y Refugiados. Foto: archivo personal, usada con autorización.

A mediados de mayo, dos semanas después del inicio de las inundaciones en Rio Grande do Sul, al sur de Brasil, una persona desplazada llego a la Oficina de Migrantes y Refugiados en la ciudad de Passo Fundo, región norte del estado, donde hubo menos inundaciones. El proyecto es un local de referencia para acoger a quienes buscan recomenzar una vida por allá.

Esta vez, era un hombre del barrio Mathias Velho, en Canoas, región metropolitana de la capital estatal Porto Alegre, el municipio con más número de muertes registradas en la catástrofe. Normalmente, habría cruzado los 280 kilómetros en cerca de cuatro horas, pero con las calles interrumpidas, la realidad fue otra. Traía apenas la ropa que llevaba puesta en días de temperaturas negativas.

«Estaba muy vulnerable, llegó sin nada. Su casa se inundó, los documentos se le mojaron, y llegó un día muy frio. Pregunté ‘¿cómo llegaste aquí?’, porque no había caminos. Dijo que supo de un ascensor y decidió ir porque no quería quedarse en los albergues [para damnificados]», cuenta Patricia Grazziotin Noschang, profesora de Derecho Internacional de la Universidad de Passo Fundo (UPF) y coordinadora de la oficina.

Sin teléfono, recursos, documentos ni conocidos en la ciudad, durmió en la calle dos noches en la estación de autobuses de la ciudad. En la oficina, fue acogido y le dieron orientación jurídica para dar los primeros pasos en la reconstrucción de su vida.

«Hoy no se habla de migración forzada por el cambio climático, pero en la práctica es forzada (…). ¿Qué tipo de sobrevivencia voy a tener en un local de tierra arrasada?», pregunta Noschang.

Em mayo, cuando Rio Grande do Sul enfrentaba el peor desastre natural de su historia, con 478 de sus 497 municipios afectados, en Alemania se registraban escenas parecidas. Sin la misma atención en los noticiarios brasileños, Indonesia, Afganistán y Kenia también enfrentaban lluvias torrenciales e inundaciones, que dejaron cientos de muertos y miles sin hogar. Noschang argumenta que en el actual contexto global de hechos climáticos extremos, ninguna población está a salvo.

«No todos los lugares van a sufrir inundaciones, pero todos van a sufrir los efectos de alguna forma. No va a acontecer solamente en los países en desarrollo, la migración será de allá para acá también. [Frente a las catástrofes climáticas], todos pueden llegar a ser migrantes«, señala.

Difícil de creer

El comportamiento de los afectados por las inundaciones en Río Grande do Sul muestra que es difícil creer en los pronósticos. Especialmente entre grupos que se creían ajenos a los «desastres naturales», según la profesora. Personas que se creían inmunes por su condición económica, por creer que la situación pasaría rápido, entre otros motivos, vieron que sus certezas se las llevó el agua. En algunos lugares, el agua tardó más de 20 días en retroceder.

«Se advirtió a las personas, pero pensaron que el agua nunca llegaría hasta aquí, no va a llegar’ o ‘yo vivo en la segunda planta’. En Porto Alegre, incluso con aviso, cuando la gente entendió que el río iba a crecer, ¿qué hicieron? Fueron al supermercado. Compraron todo lo que necesitaban para quedarse en casa. Pero el agua subió y esas personas quedaron aisladas, sin agua potable, sin electricidad. Ya no podían salir, ya estaba todo inundado, era imposible. Ahí debían llamar a Defensa Civil para que los rescaten en barco», recuerda la profesora.

Depois das enchentes no Rio Grande do Sul, casas viraram escombros em Cruzeiro do Sul. Foto: Diogo Zanatta / ICL Notícias

Casas destruidas en la ciudad de Cruzeiro do Sul. Foto: Diogo Zanatta / ICL Notícias/Usada con autorización.

Noschang destaca que dejar el lugar donde se vive, temporal o permanentemente, siempre es una decisión difícil. «Aunque una bomba explote en la ciudad vecina, es difícil decidir migrar. Y en el hecho climático, puedo creer que tal vez eso no va a ocurrir».

En este caso, la extensión del desastre y los daños dificultó creer y entender qué estaba pasando.

«Nadie estaba preparado para lo que pasó. Y siguen sin estar preparados. Las cosas se organizaron a medida que ocurrían. A algunos no se les pudo alertar porque el teléfono no funcionaba», explica.

Nueva ley

Según Defensa Civil de Río Grande do Sul, 2,39 millones de personas se vieron afectadas por las lluvias, cerca del 20% de la población del estado, más de 600 000 tuvieron que dejar su casa. Hasta el 24 de junio, casi dos meses después del inicio de la catástrofe climática, 388 000 personas seguían fuera de casa, en refugios o con amigos y familiares, muchos sin tener a quién recurrir porque sus casas o barrios quedaron destruidos.

«Por la ley de Defensa Civil, estas personas quedaron sin hogar. Para estos casos existe determinación de que se les atenderá durante la emergencia, pero para lo que viene después, no hay legislación», alerta la profesora.

Após a enchente, restaram lama e escombros nas ruas, em Cruzeiro do Sul. Foto: Diogo Zanatta / ICL Notícias

Los lugareños enfrentan barro y escombros en las calles de Cruzeiro do Sul. Foto: Diogo Zanatta / ICL Notícias/Usada con autorización.

Un proyecto de ley de la diputada federal Érika Hilton (Partido Socialismo y Libertad – PSOL) puede garantizar derechos esenciales después de la emergencia. Noschang explica que la propuesta busca crear una política nacional para desplazados y refugiados climáticos, y detalla el papel del Estado en situaciones como la de Río Grande do Sul.

«Es por eso que estamos luchando en el Congreso Nacional. Estos hechos hicieron visibles a las personas afectadas por el cambio climático, no solo a quienes migran por las inundaciones, sino también por la desertificación o las olas de calor. Existen muchos efectos que pueden no notarse como el agua que sube y devasta una región entera. Es un momento importante para avanzar en la protección y lo que sigue para los desplazados», afirma.

Litigios climáticos

En abril, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos emitió una resolución contra el Gobierno de Suiza por violar los derechos humanos de sus ciudadanos al no lograr combatir el cambio climático. La iniciativa fue de un grupo de 2000 señoras de 64 años o más, que buscaron justicia después de que olas de calor afectaron su país. Sostuvieron un riesgo a la salud por el calor extremo y que el Gobierno no logró poner en práctica acciones para mitigar el cambio climático.

«La Corte reconoció que Suiza no tomó medidas adecuadas previstas en el Acuerdo de París y que las olas de calor provocaron daños a la población, especialmente a las mujeres mayores. No es una sentencia condenatoria, pero abre un camino», comenta la profesora brasileña.

Noschang considera que un movimiento semejante podría ocurrir en Brasil, por el actual impacto socioambiental. Algunos municipios de Río Grande do Sul, por ejemplo, se vieron afectados tres veces en menos de un año.

«Cuando hablamos de daños, hay dos partes a los que se debe reparar: el ambiente y las personas que sofrieron con el daño. Entonces ese litigio es nuevo, surgió de la reparación de las personas y también del ambiente», explica.

En la Constitución Federal, hay solo una disposición sobre el ambiente, que podría invocarse para que los agentes públicos asuman la responsabilidad y procedan a reparar. El artículo 225 se refiere a protección ambiental: «Todos tienen derecho a un ambiente ecológicamente equilibrado, bien de uso común del pueblo es esencial para una calidad de vida sana, e impone al Poder Público y a la colectividad el deber de defenderlo y preservarlo para las generaciones presentes y futuras».

Noschang recuerda que, internacionalmente, Brasil ha suscrito tratados con metas para mitigar el cambio climático, que es un compromiso legal del Estado brasileño.

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