
Imagen destacada de aguacates vía Canva Pro.
En «Esperando a Godot» de Samuel Beckett, a menudo descrita como la obra en la que no pasa nada, los dos personajes principales básicamente conversan bajo un árbol sin hojas mientras esperan la llegada del misterioso Godot, que nunca aparece. En el Caribe durante la temporada de huracanes, ojalá se tuviera tanta suerte.
En cambio, los personajes, porque a menudo se siente como una escena de película apocalíptica, se agrupan bajo refugio, demasiado preocupados para hablar mucho mientras esperan la llegada de la tormenta del día, que casi siempre aparece. Para estas islas en la primera línea de la crisis climática, es una peregrinación anual al árbol sin hojas de Beckett, suponiendo que quede algún árbol en pie.
En 2024, con la dudosa distinción de ser pronosticado como una de las temporadas de huracanes del Atlántico más activas de la historia, se ha visto al huracán Beryl romper todos los récords y, con ello, afectado demasiadas vidas.
Cuando la tormenta de categoría 4 se dirigía hacia Jamaica la noche del 2 de julio (se pronosticaba que la tormenta golpearía el miércoles 3 de julio), luego de haber arrasado con las islas de Barlovento del Caribe, la escritora y ambientalista Diana McCaulay escribió elocuentemente en Substack sobre la experiencia de esperar la tormenta, que sin duda llegaría.
«El día antes de una tormenta tiene ciertas características», dijo. «Hace calor, no corre aire y la calma es tal que parece imposible que venga una tormenta. Las carreteras están obstruidas por el tráfico: la gente intenta llegar a casa, abastecerse de comida y agua, comprar víveres. Siempre se habla de cómo la tormenta se desviará en el último momento y nos salvará. Jamaica es afortunada, especial. Todo el mundo lo sabe. En las redes sociales, la gente arremete contra la negatividad y se opone a los malos deseos. Se rezará, Nos pondremos en contacto con familiares y amigos. ¿Estás fuera de la carretera? ¿Tienes tu medicación? Y en todas partes la gente tomará cosas serias y hará bromas».
Ella misma quedó atrapada en un atasco tan intenso que pensó que debía de haber ocurrido un accidente, pero no, las carreteras simplemente estaban bloqueadas por el estrés de la tormenta: gente ansiosa por conseguir suministros, por estar lo más preparada posible para efectos imposibles de anticipar.
Aún así, dijo McCaulay, se hace lo que se puede: «Las emisoras de radio envían boletines: varias empresas están cerradas, la limpieza de desagües está a punto de completarse, las compañías de servicios públicos y de comunicaciones están listas para el huracán. Los sitios de clima en línea muestran modelos ligeramente contradictorios sobre la trayectoria e intensidad, pero en esta ocasión los modelos coinciden bastante. El huracán Beryl es un huracán mayor, en ese momento se pronosticaba que sería de categoría 4 al golpear o pasar cerca de Jamaica, y después parecía un impacto directo. Las palabras «devastador» y «catastrófico» se usan en cada transmisión, junto con «potencialmente mortal»
Por su parte, se preguntó cómo le iría al árbol de aguacate de su jardín. No lo podó este año porque estaba dando frutos, y cuando se dio cuenta de que debía podarlo, ya era demasiado tarde: «Todos los podadores, carpinteros, techadores, electricistas y fontaneros estaban ocupados. Quizás mañana caerá el árbol. Quizás sobre uno o sobre los dos. Si se mantiene en pie, los aguacates desaparecerán.
Incluso en medio de todas esas preguntas, de todas esas emociones, no tenía miedo, aunque era muy consciente de que su vida podía cambiar por completo en cuestión de horas: «Nuestra casa podría resultar gravemente dañada, incluso destruida, podríamos perder casi todas nuestras posesiones. Podríamos resultar heridos, morir, convertirnos en una estadística. Me digo: eso podría pasar cualquier día. Estoy cansada y adolorida por todos los preparativos, pero también siento una pequeña satisfacción por haber completado las tareas. Hemos hecho lo que pudimos. Me alegra que Beryl se mueva rápidamente y golpee durante el día: un huracán de noche es realmente aterrador».
Sus emociones también se dirigieron hacia la preocupación por otros más vulnerables que ella, que viven en «zonas propensas a inundaciones, orillas de ríos, la costa, al lado de barrancos, en colinas empinadas, en lugares remotos que inevitablemente quedarán aislados por el huracán. El paisaje de la isla se transformará, sé esto por huracanes pasados, los árboles caerán, las laderas se derrumbarán, la línea costera será redibujada. Y habrá daños, tal vez incluso daños desastrosos, en la infraestructura de la isla y en muchas, muchas casas».
Sin embargo, McCaulay principalmente sentía rabia. Recordaba la interacción que tuvo una vez en la oficina de Jamaica Environment Trust, ONG que fundó, en la que le preguntó al presidente ejecutivo de una compañía petrolera «cómo podía participar en esta industria tan horrible» y él respondió, «bueno, si no lo hacemos nosotros, alguien más lo hará», expuso la realidad de la situación climática que todos enfrentamos.
«Los Gobiernos del mundo se han reunido, han hablado y no han actuado ante la amenaza de la crisis climática, sobre la cual los científicos han advertido durante décadas, el calentamiento que genera huracanes más intensos. Durante meses hemos oído sobre la alta temperatura del mar en el océano Atlántico y el mar Caribe. Estoy enojada con las compañías petroleras, esas corporaciones multimillonarias dirigidas por hombres y mujeres comunes, que han mentido, oscurecido la verdad y nos han dicho que calculemos nuestra huella de carbono porque el problema era nuestro uso de sus productos. Sí, los combustibles fósiles construyeron nuestra civilización, lo admito, uso sus productos, estoy usando uno ahora (antes de que lleguen comentarios exasperantes en ese sentido), pero también han comprometido la misma atmósfera de nuestro planeta, el clima de la Tierra y la misma civilización que gestaron».
«Así que aquí estamos», concluyó mientras y sus compatriotas se preparaban para niveles de devastación aún desconocidos. «Parece que no podemos imaginar otra forma de vivir en la Tierra, una manera mejor, más justa y respetuosa, y debido a esa falta de imaginación, lo veremos todo arder, inundarse, derretirse o desaparecer en el torbellino».
Muy parecido a «Esperando a Godot», el proceso de esperar a Beryl ha revelado la crudeza de la tragedia humana susurrada en los vientos de cada brutal temporada de huracanes. Los caribeños, como los habitantes de todos los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, están cansados de esperar a que las cosas sean diferentes.