
Protesta en Ginebra en 2018 contra las leyes de blasfemia en Pakistán. Imagen de Vivek Ravikumar en Wikipedia (CC BY-SA 4.0).
En medio de un escenario político ensombrecido por la inestabilidad, una crisis económica cada vez más profunda y un malestar social desenfrenado, Pakistán debe enfrentar diversas dificultades. En este contexto, el prohttps://globalvoices.org/wp-admin/blema del extremismo religioso y el uso indebido de las leyes sobre la blasfemia continúan agravándose, mientras cobran más vidas y se perpetúa el temor. Ante esta situación, activistas y los defensores de derechos humanos acusan a Pakistán de ser un «Estado autoritario«.
El linchamiento a un turista en Sialkot el 20 de junio, a quien acusaron de blasfemia contra el Corán, representa un crudo recordatorio de cómo estas dinámicas se desarrollan violentamente en la práctica. A pesar de que todavía no se investigó a fondo el hecho, han surgido muchas versiones. La víctima, que era de la provincia de Punyab, estaba de vacaciones en el valle de Swat en el norte de Pakistán cuando una multitud de personas lo mató a golpes luego de que lo acusaron de profanar el Sagrado Corán, el libro santo islámico.
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De acuerdo con los medios locales, «cuando estaba detenido, el sospechoso negó haber cometido blasfemia», pero no se le trasladó a un lugar «seguro». Después, la muchedumbre irrumpió en la estación policial y le prendió fuego al cuerpo. Hasta comienzos de julio, las autoridades han permanecido en silencio y la Policía se limitó a presentar un informe preliminar y a trasladar a 23 sospechosos de haber participado en el linchamiento a un lugar que no se reveló.
Los linchamientos no son inusuales tras una acusación de blasfemia, que se pena con la muerte en Pakistán. Incluso las incriminaciones infundadas pueden incitar a protestas y violencia en masa contra los presuntos autores. Los analistas de los derechos humanos sostienen desde hace tiempo que las minorías suelen ser el blanco de este tipo de acusaciones.
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Cerca del 96% de la población de Pakistán es musulmana. Otros países, como Irán, Brunéi y Mauritania, también imponen la pena capital por insultar a la religión.
Historia de las draconianas leyes sobre la blasfemia
Las leyes contra la blasfemia que se aplican en Pakistán fueron introducidas en 1860 por el Gobierno británico durante su dominio colonial (1858–1947). En 1927, luego del famoso caso de Ilm-ud-Din, carpintero musulmán que mató a Mahashe Rajpal por publicar el libro Rangila Rasul, considerado despectivo hacia los musulmanes y el Santo Profeta, se agregó la sección 295A del Código Penal de India, que instaura el castigo por insultar el sentir religioso.
Desde la división del subcontinente indio luego de su independencia del Imperio británico, se han reportado casos de blasfemia de manera continua. Sin embargo, se observó un aumento significativo de tales hechos durante la dictadura militar del general Zia-ul-Haq, entre septiembre de 1978 y agosto de 1988. Durante este régimen, se añadieron cláusulas a las leyes sobre la blasfemia, lo que hizo que los grupos minoritarios fueran más vulnerables a estos abusos.
El régimen también introdujo la versión de Zia sobre la islamización. En aquel entonces, las fuerzas soviéticas habían invadido Afganistán, y en Pakistán aumentó el wahabismo, movimiento conservador reformista islámico que desde entonces cultivó las semillas de las narrativas extremistas.
Las minorías religiosas en Pakistán, sobre todo los cristianos, los ahmadíes y los hinduistas, fueron víctimas de la aplicación inadecuada de las leyes sobre la blasfemia. Con frecuencia, se culpa a estas comunidades de blasfemia con el fundamento de acusaciones infundadas o sin evidencia. A menudo, estos grupos son sometidos a justicia popular sin el debido proceso en el sistema judicial. Las leyes pakistaníes sobre la blasfemia se utilizan para castigar a estas minorías, y también para saldar cuentas personales, muchas veces contra algunas pequeñas sectas musulmanas.
De acuerdo con el informe del Centro de Investigación y Estudios de Seguridad (CRSS, por su nombre en inglés), entre 1947 y 2021, más de 1500 personas fueron acusadas de blasfemia y a 95 las mataron turbas u otros medios extrajudiciales.
El enigma político religioso
De los 71 países que criminalizan la blasfemia, 32 son de mayoría musulmana, aunque el castigo y la ejecución de estas leyes varía. La blasfemia se pena con la muerte en Irán, Pakistán, Afganistán, Brunéi, Mauritania y Arabia Saudita. Entre los países de mayoría no musulmana, las leyes más severas contra la blasfemia son las de Italia, donde la pena máxima es de tres años de prisión.
En todas las naciones donde se criminaliza la blasfemia, las leyes son controladas y aplicadas directamente por el Estado, pero en Pakistán, el escenario es diferente. El sistema militar y las instituciones religiosas son las dos fuerzas más poderosas e influyentes del país. Los conservadores ulemas, grupo de eruditos musulmanes considerados especialistas en el estudio de la teología islámica, basan su apoyo a las leyes contra la blasfemia y la apostasía en unos pocos dichos citados por el Profeta, conocidos como hadices, sobre todo el que dice: «A quien cambie de religión, mátalo».
A medida que la influencia de la islamización se extendía por la región, estas dos fuerzas colaboraron para transformar el panorama social, político y económico del país, lo que le permitió al poder religioso penetrar en todos los aspectos de la vida. Por consiguiente, las acusaciones falsas de blasfemia se suelen usar para presionar a los adversarios en las disputas, hasta los líderes políticos más importantes las usan. Por ejemplo, al asesino de Salmaan Taseer, el exgobernador de la provincia de Punyab, lo alabaron muchos, y a su asesinato le siguió el crecimiento del Tehreek-e-Labbaik Pakistán (TLP), partido de extrema derecha con amplio apoyo, que reclama que los blasfemos sean decapitados.
Aunque el TLP fue declarado ilegal en 2021, fuentes gubernamentales indicaron que algunos miembros del grupo participaron en los hechos recientes de violencia, aunque este partido negó las acusaciones.
De acuerdo a datos recopilados en 2023 por la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional, existen al menos 53 personas detenidas en Pakistán acusadas de blasfemia.
¿Es posible que los autores asuman su responsabilidad?
Con frecuencia, el Estado ignora la militancia sectaria o bien, cuando entra en acción, recurre solo a la fuerza letal. También tiende a aprobar leyes inventadas en respuesta a diversas tácticas híbridas que emplean los eruditos islámicos y sus simpatizantes.
Las contiendas sectarias siguen siendo una complicación para el Estado pakistaní y un peligro para los ciudadanos. Aunque los ataques sectarios a gran escala, que terminaron con la vida de miles de personas en las décadas de 1980 y 1990, en la actualidad son menos frecuentes, han adoptado una forma más diversa y compleja. Por otra parte, las principales sectas islámicas del país se unieron en la era moderna para promover en la región la misma postura con respecto a la blasfemia.
En Pakistán, los jóvenes suelen malinterpretar la religión. En una entrevista personal, un universitario señaló: «La mayoría no entendemos cuando un líder religioso habla de los cristianos, por lo que pensamos que difaman al Corán y luego los linchamos. Es un problema social. El extremismo, en un sentido más amplio, es una gangrena en Pakistán».