¿Namibia olvidó el genocidio muy rápido?

Monumento en Shark Island a los pueblos nama y herero a quienes mataron. Foto de Matthew Hendricks, utilizada con autorización.

El 28 de mayo, Emma Theofelus, ministra de Tecnologías de la Información y Comunicación de Namibia, anunció que a partir de 2025, el 28 de mayo será un día festivo y se reconocerá como el Día de la Conmemoración del Genocidio. Este día conmemora a los pueblos nama y herero, a los que mataron durante el genocidio dirigido por el Imperio colonial alemán entre 1904 y 1908.

El anuncio llega 30 años después de que Namibia se independizó de la Sudáfrica del apartheid. Por lo tanto, surge la pregunta: ¿por qué Namibia tardó tanto en conmemorar un genocidio que aniquiló alrededor del 76% de los pueblos nama y herero?

Los primeros europeos que desembarcaron en Namibia

El primer europeo que «descubrió» Namibia fue el navegante portugués Diago Cao en 1485. Al llegar a la Costa de los Esqueletos, hoy famosa por los restos de naufragios abandonados en sus costas, Cao erigió una cruz de piedra caliza y bautizó el lugar como Cabo de la Cruz.

Otro popular lugar turístico es el faro Diaz Point, donde arribó el segundo explorador europeo en Namibia, solo dos años después de Cao. En su camino a Cabo de la Buena Esperanza, Bartolomeu Deus se detuvo ahí, a unos 20 km de la actual ciudad namibia de Luderitz.

Aunque Dias «descubrió» Walvis Bay en 1487, el mayor puerto comercial del país hasta el presente, los holandeses fundaron la ciudad en 1793. Luego, los británicos se anexionaron el puerto en 1840 en un intento de asegurar su ruta comercial al Cabo de la Buena Esperanza, en la actual Sudáfrica. Mientras Namibia se llamaba África del Sudoccidental Alemana bajo control del Imperio alemán entre 1884 y 1915, Walvis Bay seguía segura bajo el imperio británico hasta que se convirtió en un protectorado de Sudáfrica como consecuencia de la Primera Guerra Mundial) y una posterior resolución de la Sociedad de Naciones de 1920.

Por desgracia, esta es una historia bastante común. En el siglo XV, portugueses, españoles, holandeses y británicos ya comerciaban con incontables países en África, Asia y América. Sin embargo, mientras sus similares establecían las primeras colonias en Estados Unidos en 1606, la malaria fue un gran impedimento para que los europeos se establecieran en el continente africano, con algunas notables excepciones como la colonia del Cabo, donde no había malaria, fundada por los holandeses en 1652. Con el tiempo, Sudáfrica y Argelia se convertirían en los países con mayor cantidad de colonos europeos en el continente, mientras que en Zimbabue, Kenia, Mozambique, Angola y Namibia había asentamientos colonos mucho más pequeños. Colonias más pequeñas, conocidas como enclaves regionales, existían en Tanzania, Congo, Ruanda y Burundi. ¿Qué llevó a los colonos europeos? El descubrimiento de minerales.

El inicio del colonialismo

Cuando los primeros buscadores llegaron a Namibia tras los metales preciosos y minerales a finales del siglo XVIII, informaron que los pueblos nativos ya extraían, procesaban y comercializaban el cobre en la región de Otavi. La minería comercial europea comenzó después, con la mina de cobre Matchless en 1856 y la mina de plata Pamona en 1864. Después, en 1908 se descubrieron diamantes en lo que sería la mina Kolmanskop entre los pueblos Aus y Luderitz. Por muy lucrativo que fuera este hallazgo, el trabajador ferroviario Zacharias Lewala, quien descubrió diamantes en la región, nunca vio los millones que se extraerían. Fue su supervisor, August Staunch, quien se llevó las ganancias.

Al final, surgieron ciudades mineras en todo el país por el descubrimiento de minerales y metales preciosos. Desde entonces, alrededor de 200 pueblos mineros quedaron abandonados, y quedaron solo los vestigios de pueblos coloniales y sus edificaciones eduardianas. Es más, en el antiguo pueblo abandonado de Kolmanskop, por $150 dólares namibios (8 dólares estadounidenses), se puede visitar las instalaciones y escuchar historias de habitantes adinerados, que comían caviar y bebían champán importado de Europa en medio del desierto namibio, y que poco les importaban los cerca de 800 trabajadores que vivían en barracones en zonas prohibidas al otro lado de la carretera; trabajadores que extraían diamantes a mano y eran sometidos a radiación regular de la máquina de rayos X de última generación del pueblo.

Los pueblos mineros que lograron sobrevivir son, irónicamente, más difíciles de visitar. Por ejemplo, el pueblo Oranjemund, construido en 1936 cerca de una mina, fue privatizado por NAMDEB (socio de Namibia De Beers) hasta 2011, y recién fue accesible al público desde 2017. Antes de esa fecha, se necesitaba un permiso para acceder a la ciudad.

En última instancia, el sistema de control sobre los recursos naturales de Namibia se estableció durante las apropiaciones coloniales en la repartición de África y se mantiene en vigor firmemente. Aunque este tipo de desigualdad económica y estructural es una injusticia, palidece en comparación con la incapacidad del país de conmemorar adecuadamente el primer genocidio del mundo del siglo XX.

Primer genocidio del siglo XX

A medida que los colonos europeos se establecían en sus nuevos hogares, a los pueblos nativos les confiscaban sus tierras ancestrales y ganado. En 1903, los colonos alemanes ya habían confiscado unos 130 000 kilómetros cuadrados de tierras. Esto llevó a un levantamientos de los pueblos nama y herero, en el que murieron entre 123 y 140 terratenientes alemanes. La respuesta del Ejército alemán fue rápida y cruel; se estima que mataron a 65 000 de 85 000 de los namas y hereros fueron asesinados entre 1904 y 1908. Esto equivale aproximadamente al 80% de todos los hereros y el 50% de los namas.

Mientras algunos murieron en el desierto Omaheke por hambre, deshidratación e intoxicación por agua por huir de una Namibia bajo el control alemán en busca de asilo en la británica Bechuanaland (hoy Botsuana), otros murieron en campos de trabajo o de concentración. En Luderitz, murieron entre mil y 3000 personas en la que se conoce como la Isla de la Muerte. Esto es alrededor del 80% de todos los prisioneros a quienes en esencia mataron a punta de trabajo y hambre.

Los médicos que después ayudaron a diseñar el régimen nazi y el Holocausto, también hicieron experimentos raciales con los prisioneros. Se cometieron actos similares en un segundo campo de concentración en Swakopmund. Una vez muertos, desmembraban los cadáveres de los prisioneros y extraían las cabezas (para que sus compañeros prisioneros, en general mujeres, las pelaran e hirvieran). Se utilizaron estos esqueletos para estudios raciales que, décadas después, se convirtieron en los fundamentos de la superioridad aria. Los restos fueron devueltos a Namibia en 2011, exactamente 10 años antes de que Alemania reconociera oficialmente la responsabilidad moral por lo que ocurrió bajo su dominio colonial.

El gran «lavado» de los campamentos de Namibia

A pesar de las atrocidades cometidas, se conmemora poco. Lo que alguna vez fue la isla de la Muerte, ahora es un popular lugar turístico conocido como Shark Island, lugar de campamento, lleno de servicios, barbacoas, puntos de conexión e, incluso, una playa perfecta para nadar. Un visitante puede contemplar la belleza de los alrededores y la felicidad de los campistas (irónicamente, muchos son alemanes), en su mayoría o imaginan las violaciones de derechos humanos que hubo en ese lugar. Es así hasta que llega al monumento conmemorativo.

Campistas en la Shark Island. Foto de Matthew Hendricks. Usada con autorización.

El memorial, erigido a finales de 2023, rinde homenaje a los pueblos nama y herero que murieron en la isla. El monumento está repartido entre otros. Hay uno que conmemora al fundador del pueblo, Adolf Luderitz, y otro que conmemora a los alemanes que murieron en la rebelión liderada por los hereros y namas.

Dado que en abril se encontraron restos humanos en Shark Island, presuntamente de quienes murieron en el campo de concentración, se necesita hacer más para descubrir y preservar la historia de los pueblos herero y nama. Más importante, los monumentos y lugares históricos deban enmarcarse en el contexto de la historia colonial, y se debe diferenciar muy bien entre los monumentos a las víctimas del genocidio y a los «héroes de batalla» que murieron luchando en una guerra colonial y opresiva.

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