Escucha las voces de las afrocolombianas trans que narran sus poderosas conexiones con los ríos del Pacífico

Maria del Pilar Escoba (Twiggy). Foto de Lyann Cuartas, de Las Jaibas Productora, usada con su permiso.

Yo soy Ana Yudith Gamboa,

la que nació en el río Anchicayá. 

Y allá quedó su ombligo enterrado 

en un árbol de guayabo.

Así se presenta Ana Yudith Gamboa en Oshúm y los tonos del agua, un podcast y proyecto audiovisual de las Jaibas, una colectiva de Cali, Colombia. Con ese puñado de versos, Gamboa lo dice casi todo. Más que de una tierra, es de un río que nace en Cali, corre por los bosques húmedos más lluviosos del planeta y desemboca en el Pacífico. La mayora, como se les dice a las mujeres que lideran a las comunidades negras y resguardan sus tradiciones, cuenta sobre el ritual del ombligo en la cuenca del río Anchicayá, el primer episodio de la serie:

Esa es una tradición que teníamos anteriormente. Cuando la mujer paría, se sacaba la placenta, el cordón umbilical y se enterraba. ¿Con qué se cortaba anteriormente? Se hacía un bisturí de guadua que quedaba bien afiladito y con eso, ¡zaz!, se cortaba el ombligo. Y ese ombligo y esa placenta iban a dar allá, a la tierra, en un árbol de guayaba porque es flexible, es muy medicinal. Mientras enterraban mi ombligo estaban tostando la corteza del guayabo, bien, bien tostadita, ¡prrun!, la metieron en mi ombligo. Y luego, de ahí, —es muy misterioso nuestro ombligo— lo amarraban y ponían a calentar un machete y, cuando estaba bien rojito, cogían y, ¡ñuiiiis!, lo ponían en el pedacito de ombligo para cauterizarlo.

Para grabar la entrevista, las integrantes de Las Jaibas le propusieron a Ana Gamboa regresar al río que no veía hacía cinco años. Viajaron kilómetros en carro, en lancha y a pié bajo la lluvia del Pacífico. La mayora hizo todo el recorrido con la ilusión de encontrar el palo de guayabo donde enterraron su ombligo. 

Ana Yudith Gamboa. Foto de Lyann Cuartas, Las Jaibas Productora, usada con su permiso.

Este fue uno de muchos viajes que hicieron las integrantes de Las Jaibas para producir los ocho episodios de Oshúm y los tonos del agua con habitantes del Anchicayá, el Dagua y el Cauca, tres ríos de su región. “Oshúm” es la ”orisha”, o espíritu, del agua en la religión yoruba de África occidental y varias otras de la diáspora africana. Por eso inspira esta serie, que, como cuenta la artista visual Lyann Cuartas, navega los ríos y perfila a su gente:

El proyecto es una exploración de cómo las comunidades negras y trans nos relacionamos con el agua. Estas ideas permiten que se amplíen un poco las perspectivas que tenemos sobre los cuerpos de agua. No son solo un cuerpo que está ahí para la extracción o un recurso natural, sino un sujeto con el que estamos haciendo un intercambio. Es una responsabilidad de ambos. Y la espiritualidad media en esa relación. En estas comunidades, la espiritualidad es un medio para conectarse con el río, de ejercer un cuidado, de darle unas cargas simbólicas.

Anabelli Hernadez Caicedo. Foto de Lyann Cuartas, Las Jaibas Productora, usada con su permiso.

Para Cuartas, la vida en Cali, la tercera ciudad más poblada de Colombia, suscita esa reflexión constantemente: 

Vivimos en una ciudad que tiene supuestamente siete ríos y están en unas condiciones que no permiten habitarles. Olvidamos que tenemos esos cuerpos de agua que existen y que están nutriendo. Muchas de las comunidades que están en esas orillas están no solo conviviendo, sino como tratando de que esa convivencia con el río sea más igualitaria o más amena  y por eso mismo también lo defienden. 

Cada protagonista en este proyecto audiovisual tiene una relación singular con el río. Si para la mayora Ana Gamboa el río es cuna y el alojo de todos sus recuerdos de infancia, para la activista Maria del Pilar Escoba el Cauca fue un remanso, un sitio del esparcimiento que les era negado a las mujeres trans. Twiggy, como se le conoce en Colombia, se crió en Cali y huyó a Europa en los ochenta, años en los que grupos paramilitares hacían lo que de forma siniestra se conoce como limpieza social, asesinatos de trabajadoras sexuales, homosexuales, habitantes de calle y otras personas marginadas. 

Recuerda Twiggy que a las mujeres trans no las dejaban entrar en piscinas públicas.

[Por] ese no tener recreación las mujeres trans, no tener socialización, sitios de acogida y abrazo, era muy singular irnos un lunes para Pance [Ed: un corregimiento del sur de Cali] donde nos podíamos encontrar, donde existían los famosos hongos que se comían con leche condensada, era la hora del porro, de encontrar, por fuera de la clientela, al chico que te agradaba. Eso era Pance para nosotras. 

Maria del Pilar Escoba (Twiggy). Foto de Lyann Cuartas, Las Jaibas Productora, usada con su permiso.

Va tejiendo su relato con recuerdos de sancochos de leña a la vera del Cauca, pero también de la violencia contra las personas con las que se forjó en las calles. 

Las historias de este proyecto van entreverando el misterio de los rituales en torno al río, la dulzura de los recuerdos de infancia y la violencia contra sus aguas y comunidades. En cada episodio se asoma la barbarie: los grupos armados que desplazan a las comunidades, destruyen las selvas y llenan los ríos de mercurio en busca de oro; los cultivos de coca y las lluvias envenenadas de las fumigaciones aéreas; los proyectos de infraestructura que rompen los cauces y llenan las aguas de sedimento. Está la barbarie, pero también la resistencia. Las comunidades de estos ríos se han organizado en asociaciones, centros educativos, colectivas artísticas y proyectos de memoria. Todas estas iniciativas aparecen en los episodios. 

Las Jaibas sabían que el elemento central tenía que ser la voz.

El proyecto explora [esta relación] a través de la oralidad, permite escuchar la voz de la persona que está contando su relación con el río. Esa oralidad es la forma en la que ha aprendido esa relación y se ha transmitido en las comunidades negras. Y se puede escuchar en forma de rap, un poema, un rezo, un alabao. Eso nos permite conectar desde esas formas del relato y el arte. 

Pero los elementos visuales de las prácticas rituales en torno a los ríos también son riquísimos.

Planteamos la imagen como otra dimensión de la voz, como una forma de dignificar, de retratar a esa persona, de apelar a su grandeza, a su imaginación, a lo que recrea cuando compone un altar, a lo que va haciendo en torno al río. En muchas ocasiones, cuando estábamos tomando fotografías y videos, era en un ritual, entonces la cámara nos permitió registrarlo.

Foto de un altar. Foto de Lyann Cuartas, Las Jaibas Productora, usada con su permiso.

Las Jaibas tienen una visión de su oficio que dista bastante del periodismo. Se juntaron dos mujeres negras, una trans y una persona no binaria por pura afinidad creativa e intelectual. Y cuando empezaron a producir el podcast, no escogieron a las personas entrevistadas con una pretensión de ser objetivas o exhaustivas sino, como explica Lyann Cuartas, trabajando desde los afectos.

Cuando fuimos a Anchicayá, ya conocíamos a Ana Belly y Ana Judy, pero con las idas y venidas, nos hicimos amigas del lanchero y él nos contactó con la mayora Natividad y con doña Sofi. Una va yendo y se va haciendo amiga, se va a quedando en la casa y va tejiendo redes. Nosotras no vamos con la intención de sacar información sino de crear lazos de amistad. 

Y también distan del periodismo en lo que pasa después de que la historia se publica. No es un asunto de producir, publicar y pasar a la siguiente historia, sino de volver a las comunidades. Para presentar el proyecto, organizaron una balsada, que es un evento tradicional en el que las comunidades negras del Pacífico recorren un tramo de su río en barcazas con altares y otras ofrendas rituales. También regresaron a las comunidades en las que produjeron los episodios para entregarles a las protagonistas sus retratos, fotografías impresas en telas translúcidas que usaron para exponer el proyecto en el Museo de Arte Moderno de Medellín y otros espacios públicos. 

Llevar las telas impresas, las fotografías en tela, porque los audios ya los habíamos mandado, ya los escucharon, pero por ejemplo ir a Anchicayá y mostrar las telas, hablar sobre el proceso de producción, de lo que les gustó, de lo que no les gustó, hablar en recocha. Todo eso nos reafirma en la intención de trabajar de otras formas, porque a nosotras nos interesan más las personas, poder decir ‘ella es amiga mía, vamos y yo voy a su casa y comemos, o si ella viene a Cali nos podemos ir a parchar, a rumbear un día’.

Visitantes en la exposición en la Casa del Mono. Foto de la Lyann Cuartas, Las Jaibas Productora, usada con su permiso.

Gracias a ese trabajo desde los afectos pudieron acompañar a la mayora Ana en su retorno al Anchicayá. Al llegar, no encontró el palo de guayabo.

Me dio muchísimo pesar, mi corazón se arrugó cuando miré donde estaba enterrado mi ombligo y el río se lo había llevado. Pero también me dio satisfacción porque es mi río. Es allí donde yo bajaba con el calabazo a recoger el agua, donde yo lavaba los platos, donde andaba con mis pies descalzos, donde también quedó ese recuerdo tan grande de mi niñez, donde vivieron mis padres hasta su último día.

Edialfray Diaz con su nieta Camila. Foto de Lyann Cuartas, Las Jaibas Productora, usada con su permiso.

A continuación se puede escuchar un preludio del podcast Oshúm y los tonos del agua. También se puede visionar más fotos y videos su sitio web: https://lajaibaproductora.cargo.site/.

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