
Huracán Dorian, tormenta Categoría 5, a punto de tocar tierra en Gran Ábaco en Bahamas a las 18:36 UTC, 1 de setiembre de 2019. Imagen por NASA, dominio público, vía Wikimedia Commons.
Este artículo se publicó originalmente en EW News, con el apoyo de la Comunidad de Periodismo de Justicia del Caribe, asociación entre Climate Tracker y Open Society Foundations. A continuación, reproducimos una versión editada con la debida autorización.
Por Vanessa Clarke
Hay tensión emocional y reserva en Shervante Nixon, que suele ser alegre. Es mucho pedir animar a tu madre a contar una de las experiencias más horribles de su vida. Sin embargo, ese miedo fue opacado por su deseo de usar su historia para ayudar a impulsar a otros a darse cuenta de los efectos tangibles del cambio climático y las consecuencias actuales del huracán Dorian. Aun así, la tarea fue abrumadora.
La tormenta dejó una marca indeleble en los bahameños, particularmente en quienes viven o vivieron en las islas norteñas Los Ábacos y Gran Bahama. Para miles de ciudadanos y de Bahamas, como Nixon, el huracán Dorian quedará grabado en sus mentes por siempre como un capítulo que reviven con cada nube negra o tormenta fuerte.

Contra el sentido del reloj, desde abajo a la derecha: el hijo de Shervante Nixon, Bendicion Houston; Nixon; Sherry Nixon, su madre; y Perdallion Nixon, su hermano; en el bote que los llevó desde Los Ábacos hasta Nueva Providencia después del huracán Dorian, setiembre 2019. Foto cortesía de Climate Tracker, usada con autorización.
«No es lo mismo», admitió. «Una vez que comienza a llover y la brisa se levanta demasiado, regresan todos esos recuerdos y te pone instantáneamente en alerta y piensas ‘Está bien, déjame prepararme mentalmente y estar alerta'».
Cuando comenzó en junio la temporada de huracanes del Atlántico de 2024, Nixon y quienes vivieron Dorian pasaban por una mezcla de emociones, y la ansiedad era el sentir dominante.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) predice que en esta temporada se nombrarán entre 17 y 25 tormentas. De ese número, se espera que entre ocho y trece se conviertan en huracanes, mientras que se prevé que de cuatro a siete alcancen la Categoría 3 o más.
Nixon está preparada.
«Aún no tenemos todo lo que necesitamos, pero lo que sí tenemos está guardado en un espacio seguro, incluidos nuestros chalecos salvavidas, porque podrías ser el mejor nadador, pero esa oleada podría tirarte o arrastrarte, cansarte, y aun así fracasas», explicó. «Así es como me siento».
La tormenta que fue Dorian
El 24 de agosto de 2019, un sistema climático, que se convertiría en uno de los huracanes más devastadores de la historia, comenzó como depresión tropical 5 en el océano Atlántico. Al pasar los días, se intensificó en la tormenta tropical Dorian y después fue clasificado como huracán Categoría 5 por el Centro Nacional de Huracanes.
El 1 de setiembre, el huracán Dorian toco tierra por primera vez en la isla Gran Ábaco, Bahamas, con vientos catastróficos, marejadas ciclónicas y lluvias torrenciales. La destrucción no tuvo precedentes y convirtió a Dorian en el ciclón tropical más intenso jamás registrado en azotar al país.
La formación y rápida intensificación del huracán Dorian fueron alarmantes. Cuando llegó a Bahamas, Dorian había alcanzado vientos máximos de 185 mph (295km/h), con ráfagas de más de 220 mph (354 km/h). El huracán estuvo sobre las islas por más de 24 horas, causando devastación generalizada. El lado este de Ábaco y sus cayos fueron los más afectados de la furia de Dorian, tras haber tenido fuertes vientos huracanados, enormes marejadas ciclónicas y extensas inundaciones. Por la trayectoria del huracán, tanto el centro como el norte de la isla se vieron profundamente impactados.
«Nunca habíamos visto algo así; no sabíamos si huir o quedarnos», dijo Nixon. «Aunque tratamos de correr, fue imposible. El agua estaba muy alta; no podíamos salir manejando ni nadando. Sé que pudimos sobrevivir porque decidimos quedarnos; de habernos movido, quizá no lo hubiésemos logrado».
«No hubo rescate para nosotros en el sur»
Sin saber lo que encontrarían cuando la tormenta avanzara, Nixon y su familia no se movieron durante un día para asegurarse de que la tormenta realmente haya pasado antes de aventurarse a salir. Sin embargo, el agua tenía otros planes.
«El auto quedó destrozado porque el nivel del agua lo había sobrepasado y entró en el motor. Intentamos pedir ayuda. No había señal ni manera de contactar a nadie».
«No había rescate en el sur. Todo el rescate estaba en el centro, en Marsh Harbour, pero ahora había una gran masa de agua que separaba al sur del centro».
Como medio de escape, Nixon y su familia pidieron un aventón a un camión que se dirigía hacia Marsh Harbour al día siguiente. «Fue un viaje difícil. Fue un viaje duro. Fue un viaje aterrador porque el agua aún estaba muy alta. Vimos autos aún debajo del agua, cuerpos flotando y empezamos a darnos cuenta de lo que realmente sucedió».
«Durante la tormenta, solo tienes tiempo de pensar en las personas que están junto a ti. Para mí, esos eran mi madre, mi hermano y mi hijo. Pero ahora darse cuenta de que ‘Dios mío, todos pasamos por esta tormenta. ¿Qué fue lo que vivieron los demás? ¿Todos lograron salir? ¿Somos los únicos que intentamos llegar a Marsh Harbour?'».
«Y luego ves cuerpos flotando sobre el agua, ahora estás mirando para ver si conoces a esta persona o aquella. Tuve que asegurarme de que mi hijo mantuviera los ojos cerrados. No quería que viera nada de eso. No quería que nada de eso quedara en su memoria. Aunque, yo lo vi. No había rescate para nosotros en el sur».
Dorian dejo Bahamas en ruinas. Ábaco y Gran Bahama fueron las zonas más afectadas; Ábaco sufrió el 87% de devastación total. Los daños estimados en Bahamas ascendieron a 2500 millones de dólares estadounidenses , la mayoría de los cuales fueron pérdidas privadas. Las casas fueron arrasadas, la infraestructura destruida y comunidades enteras desplazadas.
«La casa en la que nos estábamos quedando (en Marsh Horbour) quedó completamente demolida», contó Nixon. «Era como si Godzilla hubiera llegado a la isla y hubiera pisoteado todo como si fuera papel. Cada pieza de esa propiedad fue destruida».
El sector social experimento pérdidas significantes; solo la vivienda representó el 93% de los daños. Los sectores de educación y salud también sufrieron, aunque en menor medida, lo que resalta la naturaleza integral de la destrucción.
Después de la tormenta, los trabajos de ayuda inmediatos fueron cruciales. El Gobierno de islas Bahamas, con el apoyo de agencias internacionales y organizaciones no gubernamentales, desplegó grandes operaciones de rescate y socorro. Sin embargo, las dificultades eran inmensas. Los escombros y las inundaciones obstaculizaron el acceso a las zonas más afectadas. Las líneas de comunicación estaban caídas, lo que complicaba los esfuerzos de coordinación. A pesar de los obstáculos, los voluntarios y el personal de emergencias trabajaron incansablemente para llegar a los sobrevivientes, brindar atención médica y distribuir suministros esenciales.
Un esfuerzo notable fue el despliegue de los voluntarios capacitados por la Cruz Roja de las Bahamas para dar consejería y apoyo a las personas evacuadas de Nueva Providencia. Este servicio, que llegó a 782 personas, subrayó la importancia de abordar las necesidades de salud mental de los sobrevivientes en medio los esfuerzos de recuperación física.
Sin embargo, para Nixon la distribución de ayuda no fue equitativa.
«Después de la tormenta, muchas organizaciones intentaron ayudar, pero los buenos siempre sufren por los malos», explicó. «Muchos que no sufrieron en la tormenta que venían de Ábaco o llevaban un tiempo viviendo en Nassau, y aprovecharon esto como oportunidad para recibir algunas cosas que se estaban entregando en Nassau. Había personas que obtuvieron beneficios y no habían sido afectadas por Dorian en lo absoluto.
«Aún hay personas aquí que no recibieron ayuda. Sé que mi familia no recibió ninguna ayuda. Ni un centavo. Todo lo que tenemos es por la salud, la fuerza y el Señor».
Problemas sistémicos que exacerban el impacto
El huracán también resaltó los problemas sistemáticos que exacerbaron su impacto. La infraestructura inadecuada, la preparación insuficiente ante emergencias y el acceso limitado a recursos dejaron a muchas comunidades más vulnerables a los efectos de la tormenta.
La devastación del huracán Dorian reveló desigualdades profundamente arraigadas dentro de las regiones afectadas. Las comunidades vulnerables, incluidas las familias de bajos ingresos y grupos minoritarios, se vieron afectadas de manera desproporcionada por la tormenta. Estas comunidades a menudo viven en casas menos resistentes y no tienen recursos para evacuar o preparase adecuadamente para el huracán. La destrucción de hogares y medios de vida afectó con mayor severidad a estos grupos, lo que agrava los desafíos socioeconómicos preexistentes.
Para la consultora en gestión de riesgos climáticos Kelli Armstrong, seguir los códigos de construcción apropiados es un paso crucial para ayudar a garantizar que los bahameños puedan capear futuras tormentas.
«Seamos realistas, Dorian fue una supertormenta, pero en muchos lugares donde la infraestructura sufrió muchos daños y pérdidas, las estructuras no cumplían con el código, y con eso nos dimos cuenta de que debemos ser más conscientes de la necesidad de apreciar la importancia de que nuestras casas se construyan correctamente, con el material apropiado, el diseño correcto e inspecciones adecuadas. Sé que (algunas islas) no necesariamente tienen muchos de los recursos humanos requeridas para hacer esto de inmediato (algunas cosas pueden pasarse por alto), pero esa fue una vulnerabilidad particular que quedó expuesta y es algo que no podemos permitir que vuelva a suceder».
La falta de viviendas e infraestructura resilientes significó que la destrucción física fuera más extensa y la recuperación más complicada. Abordar estos problemas sistémicos es crucial para garantizar que futuros desastres no tengan consecuencias igualmente devastadoras.
El largo camino hacia la recuperación
A medida que la fase de ayuda inmediata pasa a recuperación a largo plazo, la atención debe pasar a centrarse en la reconstrucción con resiliencia y equidad. El Gobierno de las Bahamas, junto con socios internacionales, ha esbozado un plan integral de reconstrucción. Este plan enfatiza restaurar la funcionalidad de la infraestructura existente, normalizar las actividades productivas e incorporar la resiliencia climática en los esfuerzos de reconstrucción.
«Honestamente, los efectos a largo plazo de Dorian ni siquiera se han percibido plenamente», señaló Armstrong. «Hay muchos impactos a largo plazo que seguiremos descubriendo con el tiempo a medida que seguimos estando pendientes del ambiente, y por ello es tan crucial tener una evaluación ambiental de referencia. Necesitamos entender qué recursos tenemos y cómo se comportan en condiciones normales, para que cuando tengamos eventos extremos, podamos evaluar cómo se comportan después».
El sentir de Armstrong se reflejan en la evaluación inicial de los efectos e impacto de Dorian que hizo el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en conjunto con la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Panamericana de la Saluda (OPS). La evaluación identifica cinco pilares para una recuperación resiliente.
Las recomendaciones incluyen mejorar la identificación de riesgos, mejorar las medidas de reducción de riesgo y aumentar la preparación para futuros desastres. La protección financiera y las estrategias de recuperación resiliente también son componentes esenciales de este plan, que aseguran que los trabajos de reconstrucción sean sostenibles e inclusivos.
El impacto del huracán Dorian en islas Bahamas fue un crudo recordatorio del poder de la naturaleza y de la vulnerabilidad de la sociedad humana, especialmente aquellos en los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID). La respuesta inmediata resaltó el heroísmo de los socorristas y la resiliencia de las comunidades afectadas. Sin embargo, el impacto desproporcionado en las poblaciones vulnerables y los problemas sistemáticos que dejó la tormenta subrayan la necesidad de un enfoque de justicia climática en la respuesta y recuperación ante desastres. A medida que el país se reconstruya, será crucial enfocarse en la equidad y resiliencia para asegurar que todas las comunidades puedan resistir y recuperarse de futuros desastres relaciones con el clima.
«Realmente no puedo pensar en eso», dijo Nixon, exhausta. «Darse cuenta de que muchos familiares y amigos murieron, ese es el verdadero reto mental. Pensar en lo que pasaron antes de morir. ¿Qué tuvieron que soportar? ¿Cómo intentaron salvarse y qué salió mal? Hay muchos amigos a quienes nunca volveré a ver. Nunca pude despedirme.
«El día antes de Dorian, todos estaban felices, yendo a la tienda, conversando entre ellos, haciendo chistes. Todos estaban bebiendo y pasando el rato. Sinceramente, todos pensamos que iba a ser otra tormenta que simplemente pasaría y que podríamos ‘festejar’ mientras que el ojo de la tormenta estuviera ahí, (solo) para darnos cuenta de que no era el caso. (…) Tomó tres días y fue todo. Y te quedas con, ¿qué haces ahora?».