En los últimos 40 años, la República Islámica de Irán ha reprimido sistemáticamente e infligido violencia contra las minorías religiosas. Sin embargo, algunas de las minorías y comunidades oprimidas también han adoptado comportamientos similares y se han convertido en opresoras de otros grupos, pisotean los derechos de otras minorías y usan una narrativa similar de «nosotros» contra «ellos» para rechazarlas o incluso etiquetarlas como «impuras».
La discriminación afecta principalmente a las comunidades religiosas, como baha'is, cristianos conversos, zoroastrianos, madanios, judíos, sunitas, derviches gonabadi y seguidores de la religión Yarsan (Ahl-e Haqq), y han llamado la atención de organizaciones internacionales, incluida Naciones Unidas. Pero la doble discriminación de minorías por otras minorías es mucho menos conocida y se habla menos al respecto.
Represión estatal y discriminación social
Además del islam, las únicas religiones reconocidas en Irán son el zoroastrismo, el cristianismo (menos los conversos) y el judaísmo. La fe yarsan, no reconocida en la Constitución iraní, enfrenta una severa discriminación. Al igual que muchos otros ciudadanos iraníes, incluidos bahá'ís, cristianos conversos y mandeos, a los yarsanis el Gobierno iraní no los consideran ciudadanos legítimos, sino más bien «fantasmas». Se estima que esta comunidad tiene entre uno y tres millones de personas, la mayoría de las cuales viven en provincias occidentales, predominantemente kurdas.
Los problemas de discriminación de los yarsanis se extienden más allá de la represión gubernamental. También los discriminan otros ciudadanos, como los kurdos sunitas, que a su vez sufren discriminación y represión sistemática del Estado por prejuicios religiosos y étnicos.
Behnaz Hosseini, investigadora y autora de numerosos libros sobre minorías en Irán, Irak y Afganistán, dijo a Global Voices vía WhatsApp que tanto «los chiítas azeríes como los fanáticos kurdos sunitas etiquetan a los yarsanis como ‘impuros’. Este fanatismo religioso, profundamente arraigad0, ha obligado a algunos yarsanis a abandonar sus ciudades natales».
El Estado iraní ha alimentado esta situación para su beneficio. Taimoor Aliassi, cofundador y director ejecutivo de la Asociación de Derechos Humanos en el Kurdistán (KMMK-G), con sede en Suiza, dijo a Global Voices vía WhatsApp que «El régimen está desempeñando un papel enorme en dividir a estas comunidades. Por ejemplo, el régimen respalda y apoya a los musulmanes radicales contra los seguidores de la fe yarsani kurda, e intenta dividir a los kurdos para debilitar sus inspiraciones y demandas de identidad étnica».
Al 2020, Irán tenía entre ocho y diez millones de kurdos, o aproximadamente el 10% de los 84 millones de personas de Irán.
Dinámicas psicológicas de la opresión
Constatina Badea, profesora de psicología social en la Universidad Paris Nanterre, explica en una entrevista por correo electrónico:
In societies where a particular religion is officially approved and dominant, individuals belonging to that religion may still feel superior to other religious groups, even if they become atheists or non-believers. This sense of religious superiority can persist after a change in religious identity. Similarly, persecuted religious minorities may carry feelings of repression and inferiority in a secular society.
En las sociedades donde una religión particular es oficialmente aprobada y dominante, quienes pertenecen a esa religión pueden sentirse superiores a otros grupos religiosos, aunque sean ateos o no creyentes. Este sentido de superioridad religiosa puede persistir después de un cambio de identidad religiosa. De manera similar, las minorías religiosas perseguidas pueden tener sentimientos de represión e inferioridad en una sociedad secular.
Basándose en el concepto de violencia simbólica, Badea argumenta que «estas dinámicas están profundamente arraigadas en todos los grupos. Las minorías perseguidas pueden replicar el comportamiento opresivo que viven, lo que perpetúa ciclos de represión y discriminación dentro de sus comunidades». La violencia simbólica se refiere al hecho de quienes experimentan violencia la internalizan y perciben el orden social existente como neutral e inevitable.
Alguna minorías están tan reprimidas que sus casos rara vez se mencionan. los zikris, comunidad religiosa clandestina en Beluchistán de Irán, ejemplifican esta situación. A los zikris, se les considera parte de una secta sufí dentro del islam, son predominantemente hablantes de baluchí que viven a lo largo de la frontera entre Pakistán e Irán.
Enfrentaron conflictos con los sunitas en la década de 1930, lo que llevó a muchos a abandonar su tierra natal en Irán. Para chiítas y sunitas, los zikris son considerados heréticos. Irónicamente, algunos baluchíes sunitas, que han enfrentado décadas de discriminación interseccional en Irán por su etnia y religión. Se han convertido en perseguidores de los zikris por razones religiosas. Nasser Boladai, secretario general del Partido Popular de Beluchistán, dijo a Global Voices, que el Estado iraní parece haber utilizado este conflicto entre zikris y sunitas para convertir a los zikris en chiítas.
El ciudadano iraní Murad contó a Iranwire, medio con sede en el Reino Unido que informa sobre política y sociedad de Irán, que los zikris fueron atacados por musulmanes sunitas y por el Gobierno central chiíta, lo que llevó a algunos a convertirse al islam, como hizo su padre.
Adoptar una retórica divisiva
Algunas minorías adoptan, en la práctica y también en el discurso, parte de la retórica divisiva del Gobierno, categorizan a los ciudadanos como internos y externos. Algunos pastores conversos al cristianismo en el extranjero “demonizan” el islam o invitan a las audiencias a elegir entre «un Dios que ama a los iraníes», en referencia al «Dios de la Biblia» y «un Dios que no», en referencia implícita al «Dios del islam», lo que perpetúa una mentalidad de «nosotros contra ellos» e ignora la diversidad multicultural y religiosa del país.
A pesar de estas declaraciones y afirmaciones divisivas, muchos cristianos iraníes, en la palabra y en la práctica, dentro y fuera del país, apoyan a los presos políticos, los derechos de las mujeres, y otras minorías perseguidas, como los bahá'ís dentro del movimiento «mujeres, vida, libertad», y más allá.
Parece que la estructura de la discriminación religiosa se extiende más allá del Gobierno y ha echado raíces en la sociedad, así como se abordan los problemas raciales en la en la teoría crítica de la raza. Badea explica además:
Critical race theory was originally developed by legal scholars and examines how racism and racial inequality are embedded in legal, political, and economic structures in the United States. According to this theory, racism is not just the product of individual prejudice; it is rooted in the functioning of society and its institutions. Furthermore, dominant historical and cultural narratives often ignore or downplay the contributions of racial minorities. The testimonies and experiences of people of color are considered essential to understanding and combating racism.
This theory suggests that laws and civil rights are not enough to eliminate racism, emphasizing that deeper reforms are needed. It is possible that in current Iranian society, members of religious minorities face systematic discrimination in access to employment, education and public services. Individuals in Iran may experience multiple layers of discrimination based not only on their religious affiliation, but also on their gender, social class, and political orientation. Listening to and valuing these voices would allow us to better understand systemic injustices and find appropriate solutions.
La teoría crítica de la raza fue desarrollada originalmente por académicos del derecho, y examina cómo el racismo y la desigualdad racial están integrados en las estructuras legales, políticas y económicas de Estados Unidos. Según esta teoría, el racismo no es solo el producto de prejuicios individuales; está arraigado en el funcionamiento de la sociedad y sus instituciones. Además, las narrativas históricas y culturales dominantes a menudo ignoran o minimizan las contribuciones de las minorías raciales. Los testimonios y experiencias de personas de color se consideran esenciales para comprender y combatir el racismo.
Esta teoría sugiere que las leyes y los derechos civiles no son suficientes para eliminar el racismo, y enfatiza que se necesitan reformas más profundas. Es posible que en la sociedad iraní actual, los miembros de minorías religiosas enfrenten discriminación sistemática al acceder a empleo, educación y servicios públicos. Las personas en Irán pueden pasar por múltiples capas de discriminación no solo por su afiliación religiosa, sino también por su género, clase social y orientación política. Escuchar y valorar estas voces nos permitiría comprender mejor las injusticias sistemáticas y encontrar soluciones apropiadas.
El comportamiento de algunas minorías perseguidas, que consciente o inconscientemente imitan las acciones opresivas del Estado, no se limita a los asuntos dentro de las comunidades minoritarias. Este comportamiento pone en tela de juicio el discurso del federalismo y el centralismo, que proponen los grupos políticos como una solución para derechos minoritarios, se puede convertir en otro sistema represivo y crear nuevas víctimas.
Tiempo de elecciones: Cuando las minorías repentinamente se vuelven importantes
En las últimas elecciones presidenciales del 28 de junio y el 5 de julio, varios candidatos, sobre todo el vencedor, Massoud Pezeshkhzad, habló sobre los derechos y la “dignidad” del pueblo de Irán en general, y las mujeres y las minorías en particular. En el siguiente video, Pezeshkhzad enfatiza atribuir la responsabilidad a los suníes, grupo musulmán minoritario, según sus méritos y sin privarlos del derecho de obtener un puesto, y los exhorta a una “distribución igualitaria de responsabilidades entre grupos étnicos y religiones”.
El problema es que estos candidatos, que han estado en actividad dentro del sistema político desde hace décadas, no explican cómo planean resolver estos problemas discriminatorios y cambiar las leyes. Hablar de minorías, como los bahá'i o los cristianos conversos sigue siendo un tabú. Por lo tanto, sin importar qué palabras se hayan dicho, en tanto no todos los iraníes —independientemente del género, etnia, religión, orientación sexual— tengan garantizados sus derechos humanos básicos, lemas como “Irán para todos los iraníes” o términos como “nación y pueblo iraníes”, “mujeres”, “minorías» y “etnias» quedan como meras herramientas de propaganda. Cuarenta y cinco años después de la República Islámica, ni los narradores ni la audiencia creen ya en esos lemas.
La mayoría de los iraníes no participa en las elecciones, lo que demuestra lo mucho que se desconfía en estas promesas.