Hace veinte años, en las calles de Táchira, en la frontera entre Venezuela y Colombia, José Montilla jugaba con sus amigos mientras se escuchaba el cántico: “Chávez, corazón de mi pueblo” en el vecindario. Hoy, las mismas calles vibran con nuevos cánticos: “No quiero bono, no quiero CLAP. Yo lo que quiero es que se vaya Nicolás.” Este contraste marca el doloroso viaje de una nación en busca de su libertad y dignidad.
José ahora tiene 27 años y observa las elecciones desde Bogotá, Colombia, donde emigró en 2018. “Sabemos que lo occurido en Venezuela fue un fraude electoral por parte del régimen, y cómo consecuencia las protestas y enfrentamientos en las calles. Todos conocemos los verdaderos resultados”, dice José.
Él sigue de cerca la situación política en Venezuela. “Me interesa saber aún más sobre las noticias del país”, explica. La victoria de Maduro en las recientes elecciones, a pesar de que el 70 por ciento de la población ha estado en su contra, fue un golpe duro para él. “Lloré al enterarme del fraude. Mi prometida intentó darme ánimos, pero yo me derrumbé”, comparte.
El 28 de julio de 2024, aunque no fue posible votar debido a las restricciones del régimen, José se movilizó pacíficamente en Colombia como lo había hecho en 2017 en Venezuela. De los casi 8 millones de venezolanos que salieron huyendo de la dictadura, aproximadamente solo 70 mil pudieron votar. “Cada voto cuenta, y nosotros no podemos hacer nada más que observar, lo que más duele”, comparte.
“Esta lucha no es de unos, esta lucha es de todos”, explica José, comentando que los jóvenes venezolanos en el extranjero tienen un papel crucial en esta lucha por la democracia. Aunque no pueden participar físicamente en las marchas, pueden hacer una gran diferencia difundiendo información que también les puede ayudar a sentirse más conectados a su pueblo, relata. A pesar de la desilusión inicial, José y sus seres queridos mantienen la esperanza de que este año lograrán salir de la dictadura. “Confiamos en el plan de la líder opositora María Corina Machado, siendo una mujer estratega, y en el reconteo de votos”, dice con optimismo.
José recuerda las difíciles circunstancias que lo llevaron a salir de su país. “Tenía el sueño de graduarme de arquitecto”, recuerda José. Pero la escasez de alimentos y combustible lo llevaron a emigrar en busca de un futuro mejor. «Lo único que se podía conseguir [en Venezuela] era maíz pilado o yuca, que comíamos en el desayuno, almuerzo e incluso cena, todos los días durante varios meses”, explica José, subrayando la gravedad de la crisis que vivió.
Venezuela pasó por décadas muy difíciles. Desde que Hugo Chávez asumió la presidencia en 1999, expropió más de 1200 empresas, y desencadenó la primera ola migratoria tras el paro petrolero de 2003. Después de la muerte de Chávez en 2013, Nicolás Maduro asumió el poder, intensificando la represión y causando más crisis humanitarias, lo que resultó en millones de refugiados. Las protestas de la oposición en 2017 y la breve aparición de Juan Guaidó como líder opositor en 2019 provocaron más olas migratorias.
José nació en 1997 y vivió toda esta historia y desigualdades en carne propia. Ahora, siente una libertad que nunca conoció en Venezuela.
Sacrificios e identidad
José creció en el estado venezolano de Táchira. “Coloquialmente, somos conocidos como las personas más arrechas de Venezuela, con un carácter muy fuerte,” agrega con una sonrisa nostálgica. Dejar atrás sus estudios, familia y amigos fue un proceso lleno de dolor. “Tengo unas fotos en la universidad llorando el día que sabía que no regresaría”, comparte. “Colombia me acogió y me abrió las puertas, permitiéndome crecer en mi ámbito profesional y personal. Además, encontré a alguien increíble que cambió mi vida”, comparte José con gratitud.
Llegó a Colombia con una maleta de mano, y como muchos otros migrantes, enfrentó numerosos desafíos. “Pasé de estar estudiando a estar completamente solo, trabajando como repartidor día y noche”, afirma. Con el tiempo, logró estabilizarse. “A pesar de no tener un título universitario, ya soy profesional en diseño gráfico y web”, comenta con orgullo.
Para entender realmente cómo se siente un venezolano, José recomienda escuchar la canción “Me Fui” de la venezolana Reymar Perdomo, que se ha convertido en un himno para los migrantes en general. La migración ha traído tanto sacrificios como beneficios para José. Extraña la comida, las costumbres y los amigos de Venezuela, pero ha encontrado nuevas amistades en Colombia. “Aprendes a ser completamente independiente, a valerte por ti mismo”, reflexiona.
Para José, es importante dejar el nombre de su país en alto. “Lo que haces fuera no solo te representa a ti, sino a todos los venezolanos”, dice con determinación. Sin embargo, ha tenido que ocultar parte de su identidad. Por ejemplo, con su familia puede usar palabras como “toche”, una expresión muy coloquial en Táchira con muchos significados, pero no se entiende en Bogotá, lo que lo hace difícil expresarse.
José mantiene algunas de sus tradiciones venezolanas en Colombia, como la preparación de hallacas en Navidad. “Mi hermana viaja desde cualquier parte de Colombia para hacer hallacas juntos”, dice con orgullo. Además, ha adoptado algunas costumbres colombianas, como celebrar el día de las velitas.
Reflexiones personales y sobre el futuro
José reflexiona sobre cómo crecer bajo el régimen de Maduro ha afectado a los jóvenes venezolanos como él. “Crecer bajo el socialismo de Maduro es crecer con escasez, con limitaciones, sin la posibilidad de encontrar una vida y un trabajo digno”, explica. La educación en Venezuela se ha visto gravemente afectada, creando una generación sin una verdadera educación crítica donde los estudiantes ni siquiera podrían formular sus propias ideas y opiniones. “Muchos docentes salieron del país, y los jóvenes recibían educación de militares y policías, donde el adoctrinamiento y las campañas políticas a favor del gobierno eran parte del currículo”, relata José.
Si Edmundo González no logra ser el nuevo presidente de Venezuela, José teme que otros seis años de Maduro solo profundizarán estos problemas. “Continuar con este gobierno hará que muchas más personas tengan que salir de Venezuela”, dice con tristeza. “Este gobierno se ha encargado de destruir un país hermoso”.
Al mirar atrás, José siente el peso de los sacrificios que ha hecho, pero también reconoce el crecimiento que ha experimentado. “Cada pérdida es un dolor, pero al mismo tiempo, se nutre la cultura y el pensamiento de las personas”, reflexiona. Recuerda un momento en 2018, en la terminal de transporte de Bucaramanga, en camino a Bogotá, con solo 10,000 pesos en el bolsillo. “Me obligué a crecer, y valió la pena”, afirma.
Para José, la esperanza de una Venezuela libre es clara. “Lo único que quiero para Venezuela es libertad, para que las personas que estamos fuera podamos regresar cuando queramos”.