Cómo inmigrantes rusos consiguen vivir en Corea del Sur durante años sin estar registrados

Calles de Chinatown, Pusán, Corea del Sur. Foto de Ludi Baikala, usada con autorización.

El medio en línea independiente Ludi Baikala (Gente de Baikal) publicó un extenso artículo de Sofia Sukhonos sobre la vida de los inmigrantes rusos que entran en Corea del Sur y prolongan su estancia la documentación adecuada. Global Voices traduujo el artículo y lo ha editado para mayor claridad, y se vuelve a publicar con el permiso de Ludi Baikala.

El número de inmigrantes que prolongan su estadía más allá del periodo asignado en su visado aumenta en Corea del Sur. En marzo de 2024, vivían en el país sin permiso oficial 419 000 extranjeros, de una población total de 52 millones. Esto duplica los números de hace diez años. En total, 2,6 millones de extranjeros viven en el país, lo que significa que, aproximadamente, uno de cada seis no tiene la documentación adecuada, de acuerdo con la legislación surcoreana.

La mayoría de los trabajadores en esta situación son de Tailandia, Vietnam y China. El décimo puesto lo ocupan los ciudadanos rusos: en 2022, el Ministerio de Justicia contabilizó únicamente a 9108 personas en situación de estadía irregular.

Los rusos empezaron a trabajar en el país a principios de la década de 2000, cuando todavía requerían tener un visado. En 2014, el flujo aumentó tras la entrada en vigencia de un acuerdo de exención de visados para viajes de corta duración entre Rusia y Corea del Sur. Al principio, los habitantes del este de Rusia (Buriatia, Transbaikalia, Krai de Primorie, Krai de Jabárovsk y la Región de Amur) iban en masa al país por los altos salarios. Hoy en día, llega gente de toda Rusia.

Desde 2022, antes de entrar al país, los solicitantes deben obtener el permiso electrónico K-ETA con una solicitud en el sitio web oficial. El servicio de inmigración se interesa por el empleo del solicitante, los ingresos, la razón de visita, y las visitas anteriores a Corea del Sur. No se concede el permiso a todo el mundo. Se desconocen los criterios, pero a veces incluso se niega el K-ETA a auténticos turistas. Si un ciudadano ruso consigue entrar a Corea del Sur puede permanecer sin visado durante 90 días en un plazo de seis meses, pero no más de 60 días consecutivos. Si una persona no sale del país tras dos meses, habrá incumplido la ley de inmigración y tendrá que enfrentar deportación y multas por estancia ilegal. El importe de la multa depende de la extensión de su estancia y puede llegar a decenas de millones de wones, lo que equivale a cientos de miles de rublos (o a miles de dólares estadounidenses).

Antes, quienes planeaban quedarse ilegalmente buscaban trabajo a través de agencias intermediarias en Rusia. Hoy, los rusos suelen entrar en el país de forma independiente y buscan vacantes en los chats de Telegram y KakaoTalk (aplicación de chat surcoreana). Algunos ejemplos son: «Se necesita a mujeres para recolectar fresas, ginseng, tomates, etc.», «Estuches de cosméticos: montaje y control de calidad» y #En obra en construcción, se necesitan diez hombres». Los sueldos van desde 9860 wones por hora (unos siete dólares), lo que supone el salario mínimo. Trabajar en una fábrica 10 horas diarias con un día libre a la semana puede suponer un salario mensual de 2,36 millones wones (150 000 rublos o 1700 dólares).

Imagen de Ludi Baikala, usada con autorización

Cuanto más duro es el trabajo, mayor es la paga. Por ejemplo, circulan historias sobre la recolección estacional de sandías por 4,5 millones de wones por mes (casi 3400 dólares), pero es muy posible que ese tipo de trabajo cause hernias y problemas de espalda. En comparación, el salario promedio en Buriatia en marzo de 2024 era de 69 000 rublos (aproximadamente 760 dólares). En Transbaikalia, 75 000 rublos (825 dólares) y en la región de Amur, casi 79 000 rublos (869 dólares). Sin embargo, solo se trata de cifras aproximadas.

«En la ciudad de Chitá, trabajaba como administradora de datos en una oficina y también tenía otro empleo como estilista de pestañas en un salón de belleza. Ganaba cerca de 45 000 rublos (495 dólares) por ambos trabajos», dice Zarina Gafurova (nombre ficticio a petición suya), madre soltera de 23 años, que llegó a Corea hace un año y medio. Hoy en día, gana unos 2,7 millones de wones por mes (aproximadamente 1925 dólares) en una fábrica que produce material de aislamiento acústico para autos.

El país no es atractivo solo por sus oportunidades financieras. Corea del Sur es uno de lugares más seguros del mundo y con un alto índice de desarrollo humano si se tiene en cuenta la expectativa de vida, la educación y los ingresos. La ropa y los productos electrónicos son mucho más baratos que en Rusia. El último modelo de teléfono iPhone se puede comprar por 1,2 millones de wones (78 000 rublos o  mil dólares), que equivale a cerca de la mitad del salario mensual de un trabajador inmigrante de cualquier fábrica.

«En Corea, es más fácil que una persona asiática se integre»

Oleg Dorzhiev, representante de ventas de cuarenta años de Ulán-Udé, capital de Buriatia, estuvo ocho meses en Corea del Sur.

Siempre quiso vivir en el extranjero. Muchos en Buriatia van a Corea del Sur en busca de trabajo, pero Dorzhiev dudaba en dar ese paso. No está casado ni tiene hijos, pero su madre, que tiene leucemia en remisión, podría necesitar asistencia. Todo cambió con la movilización luego de que Rusia comenzó su invasión de Ucrania. El 24 de septiembre de 2022, un amigo de Dorzhiev le dijo que debían reunirse y hablar seriamente. «En pocas palabras, me dijo que dejara todo y me fuera de Ulán-Udé de inmediato. Al parecer, se habían llevado a casi 700 personas de su distrito natal, y todos recibirían aviso de reclutamiento en un día o dos. Dijo que la ley marcial entraría en vigencia y las fronteras se cerrarían».

El amigo no se fue porque su esposa estaba embarazada. Dorzhiev pensó que si lo reclutaban, su madre tendría que hacerse cargo de su deuda hipotecaria. Empacó sus pertenencias en una mochila de turista de 90 litros y se fue a Mongolia.

Resultó que en Mongolia, se podía ganar dinero haciendo trabajos pesados o bien aprendiendo el idioma. La mayoría de los fugitivos que Dorzhiev conoció allí volvieron pronto a casa, pero él temía nuevas oleadas de movilización, por lo que se trasladó a Corea del Sur.

«Un amigo con el que vivía en Ulán Bator hizo que me quedara en Corea. Me di cuenta de que hay tres opciones de países para entrar ilegalmente: Estados Unidos, Israel y Corea. Pero Estados Unidos es caro y entrar a Israel es difícil. «En Corea, la integración se hace más fácil para los asiáticos», dice Dorzhiev.

Sabía que los guardias de la frontera podían negarle el ingreso si sospechaban que iba a trabajar. Inventó una historia: era un fanático del género musical k-pop que iba a un concierto. Para hacerlo creíble, se compró ropa que fuera juvenil (una camiseta rosada y una chaqueta morada), y se decoloró el cabello en un salón de belleza.

El disfraz no sirvió de nada: al darse cuenta de que el fanático del k-pop solo se limitaba a decir «no entiendo» en inglés, el guardia fronterizo lo envió a un interrogatorio más exhaustivo. Allí, le facilitaron a Dorzhiev un traductor que hablaba en ruso. Se había preparado para las preguntas usuales: «¿Cuál es la tasa del K-ETA?», «¿En qué fecha fue aprobada su entrada?», «¿Cuál es el tipo de cambio del won al rublo?», «¿Cuánto cuesta comer en un restaurante surcoreano?». Dorzhiev respondió a todo y se le permitió ingresar al país. En Ulán Bator, había encontrado trabajo mediante unos conocidos en una pequeña empresa en los suburbios de Seúl donde se cultivaba soja hidropónica. Hacia allí se dirigió.

El trabajo era pesado, pero interesante. Todo el proceso estaba automatizado, y Dorzhiev, junto a dos compañeros, plantaba las semillas, cosechaba la soja y la empaquetaba durante doce horas al día. Le pagaban tres millones de wones (cerca de 2200 dólares o 200 000 rublos) al mes. Dorzhiev vivía en un remolque cerca de su lugar de trabajo, equipado con un baño con ducha, cama y mesa. El empleador le daba comida preparada. Dorzhiev no tuvo problemas en obtener una tarjeta bancaria y una tarjeta telefónica SIM.

Dorzhiev tenía derecho solo a dos días libres por mes, una práctica usual en Corea del Sur. Por lo tanto, casi nunca tenía tiempo para gastar dinero, por lo que enviaba gran parte a Rusia para pagar su hipoteca y mantener a su madre.

Reflexiona: «No puedo totalmente cómo se siente mi madre respecto a mi partida. Es la clase de persona que nunca dirá honestamente lo que piensa. Creo que está un poco más tranquila. Es mejor estar en Corea que ser reclutado».

«No aceptamos eslavos»

Los trabajadores del servicio de inmigración a menudo visitan pequeñas empresas en busca de trabajadores indocumentados, pero en 2023 aumentaron la frecuencia y la escala de las redadas. En 2023, se registró un número récord de 38 000 extranjeros indocumentados en Corea del Sur. De acuerdo a los extranjeros que viven en el país, el planteamiento de las autoridades ha cambiado: ahora los abordan en las calles, antes los controles de documentación solo se hacían en los lugares de trabajo. Las fuerzas policiales ordinarias, que antes no controlaban los documentos de identidad a menos que se violara el orden público, participan ahora de estas redadas callejeras.

Imagen de Ludi Baikala, usada con autorización

Este esfuerzo del Gobierno no frena las estadísticas. La cantidad de trabajadores sin documentación en Corea del Sur aumentó en 12 000 en 2023. Vladimir Tikhonov, profesor de la Universidad de Oslo, especializado en estudios de Asia Oriental y estudios coreanos, cree que estas redadas intensificadas son un solo un intento del impopular presidente Yoon Suk-yeol, que llegó al poder en 2022, de ganarse la aprobación pública. Su partido fracasó en las últimas elecciones parlamentarias y el 65% de los ciudadanos no apoya las políticas del presidente.

«Es por eso que el Ministerio de Justicia presentó un ambicioso plan en el que supuestamente el número de inmigrantes ilegales quedaría reducido de 400 000 a 200 000. Recuerdo que se publicaron planes similares hace 10 y 15 años, aunque ninguno resultó», dice Tikhonov en entrevista con Ludi Baikala.

Corea del Sur es el quinto productor automotor y el tercero de productos electrónicos del mundo, pero no tiene mano de obra propia para los trabajos de fábrica. El país tiene la tasa de natalidad más baja del mundo: 0,72 hijos por mujer. Además, los jóvenes coreanos no quieren trabajar en puestos mal remunerados y peligrosos.

«Para las grandes cadenas de ensamblaje que producen el artículo final (embarcaciones, autos, teléfonos celulares), que tienen un salario alto, se requiere personal altamente calificado. Allí no se contratan extranjeros. Pero por debajo de esas cadenas, existen cientos de miles de pequeños proveedores de piezas para esos mismos autos, embarcaciones y teléfonos celulares, todos productos de la industria coreana. Se trata de pequeñas y medianas empresas cuyas condiciones laborales son mucho peores y los salarios son bajos. La mayoría de los extranjeros trabajan allí», dice Tikhonov.

No son solo los trabajadores indocumentados los que toman estos trabajos. En realidad, son una minoría entre los extranjeros que trabajan legalmente. Las personas de etnia coreana de otros países que pueden trabajar de manera legal son una gran fuente de mano de obra. Algunos extranjeros obtienen una visa para inmigrantes poco calificados y trabajadores temporales: los rusos no pueden porque no existe el acuerdo correspondiente entre sus países. Los trabajadores sin la documentación necesaria que llevan viviendo varios años en el país dicen que, por la competencia con aquellos que sí obtuvieron los papeles adecuados, las vacantes disponibles son cada vez más escasas. Sin embargo, el flujo de quienes desean ganar dinero en Corea del Sur se mantiene.

Quienes no tienen documentación necesaria evaden las redadas de diferentes maneras. Algunos van a trabajar a islas remotas donde la policía de inmigración no llega. Allí, las comunidades agrícolas buscan trabajadores para el cultivo de algas. Otros, esperan que pasen los periodos de redadas, que por lo general se anuncian, y mientras tanto se quedan sin ingresos. A los inmigrantes de apariencia asiática les resulta más fácil pasar desapercibidos, ya que llaman menos la atención.

«En diciembre y enero, nuestros empleadores no contratan personas de aspecto eslavo», dice Galina, empleada de una de las agencias de trabajo de Seúl. «Naturalmente, los agentes de inmigración se acercan si ven a alguien que no tiene el aspecto de un coreano para pedirle la documentación. Por eso, mi jefe me dijo sin rodeos que no contrataríamos eslavos por el momento, pero que a los de aspecto asiático todavía podíamos ubicarlos en algunos puestos».

Ascendencia buriata ayudó a Dorzhiev a encontrar trabajo

Después de pasar por varios empleos temporales, Dorzhiev encontró trabajo como parte del personal de limpieza en un hotel. Hace el aseo de las habitaciones en equipo con dos personas de etnia coreana de Rusia. Cada habitación les toma alrededor de diez minutos. Él se encarga de cambiar la ropa de cama.

«Hace poco pasé tres semanas sin un día libre. En los últimos tres días el hotel estuvo completo, con sesenta habitaciones. Por un lado, cambiar la ropa de cama no es nada complicado. Por el otro, luego de la funda de edredón y la sábana número cincuenta, te sientes harto», dice Dorzhiev.

Sus dos compañeros conforman todo su círculo social porque teme salir del hotel donde trabaja y vive, y le preocupa encontrarse con la policía de inmigración.

De ser atrapados, a los trabajadores sin documentación se les deporta. El proceso es el siguiente: se los lleva a una prisión de inmigrantes, donde esperan su vuelo. Por lo general, la persona debe comprar su propio boleto de avión. También reciben una multa. Si la pagan, pueden reingresar al país después de un tiempo. Si no paga, enfrentan una prohibición de ingreso de por vida.

Luego del comienzo de la guerra en Ucrania, los ciudadanos rusos encontraron una manera de permanecer legalmente en Corea del Sur durante varios años. Se emite una «visa de refugiado» para quienes buscan asilo en el país y esperan la revisión de su caso. Las posibilidades de obtener condición de refugiado es mínima: solo el 1% de las solicitudes son aprobadas, pero se puede esperar por una decisión judicial por varios años.

En 2023, 5750 ciudadanos rusos solicitaron asilo en Corea del Sur. Esta cifra supera la cantidad de solicitudes de rusos recibidas de 1994 a 2019. Es imposible decir cuántos huyeron de la movilización o sufrieron persecución política en su país. Pero en los chats de inmigrantes y videoblogs de quienes viven y trabajan en Corea del Sur, este tipo de visa se menciona precisamente como una oportunidad de establecerse de forma legal en el país para ganar dinero.

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