Hasta hoy, pescaderas de Kenia tenían pocas opciones en la extendida cultura de sexo por pescado

Keniana de pie y rodeada de peces en un paisaje acuático y surrealista. Ilustración de Minority Africa, utilizada con autorización.

Esta historia es de Jackson Okata y se publicó originalmente en Minority Africa el 18 de julio del 2024. Global Voices reproduce una versión abreviada en virtud de un acuerdo para compartir contenidos. 

Hace 27 años que Emelda vende pescado en la playa Dunga del lago Victoria, en la ciudad de Kisumu, a 265 km al oeste de Nairobi, capital de Kenia. Esta madre de cinco hijos cuenta que su difunto hermano, que era pescador, la llevó a este oficio.

«Luego de terminar los estudios secundarios, no pude inscribirme en la universidad, lo que me llevó a un matrimonio precoz como única alternativa. Con la ayuda de mi hermano, me aventuré en el negocio de vender pescado para colaborar con mi esposo, que era agricultor de pequeña escala», cuenta Emelda a Minority Africa.

En sus inicios, Emelda compraba a pescadores y vendía con un margen de ganancia. Aunque podía ganar dinero, pronto se dio cuenta de que las poblaciones de peces para las mujeres pescaderas, que necesitan de los pescadores o los dueños de embarcaciones para tener mercadería, nunca están garantizadas. Este estado de incertidumbre la llevó a intentar criar peces en jaulas.

«Es sobrevivencia del más fuerte y valiente. Uno puede tener dinero y volver a casa sin pescado. Nunca es fácil para los pusilánimes», cuenta Emelda.

Durante décadas, las mujeres pescadoras del lago Victoria han sido víctimas de la cultura incontrolada del «sexo por pescado», o jaboya en dholuo, difundida por pescadores y dueños de botes que explotan a mujeres desesperadas que esperan pescado. Hoy, muchas recurren a criar peces en jaula como una alternativa.

Disminuyen las poblaciones de peces

Christopher Aura, director a cargo de las investigaciones en agua dulce del Instituto de Investigación Marina y Pesquera de Kenia (KMFRI), reconoce la disminución en la producción de peces en el lago Victoria, de 200 000 toneladas en 2012 a 98 000 en 2023. Se estima que 47 000 pescadores operan cerca de 15 000 botes en el lago.

«En los últimos tiempos, la riqueza del lago ha ido mermando por distintos factores, como cambio climático, sobrepesca y contaminación. Las poblaciones de peces salvajes están disminuyendo con rapidez», cuenta Aura.

Para muchas mujeres como Emelda, los favores sexuales a cambio de pescado son muy comunes. Según ella, tener relaciones con pescadores o dueños de barcas te garantiza tener reservas regulares y a buen precio.

“Es una trampa de la que es difícil escapar si se quiere seguir en este negocio, y es aún peor cuando los pescadores regresan con poca captura. Muchas mujeres lo hacen voluntariamente porque no tienen opciones», dice Emelda.

Se sentía a salvo cuando estaba su hermano, ya que la protegía de depredadores sexuales, pero esto cambio cuando falleció en 2004. Ella comenzó a practicar el jaboya para asegurar su trabajo.

Dorothy, de 32 años y madre de dos hijos, cuenta que se vio forzada a prostituirse luego de la muerte de su esposo en 2017.

«Me casé con un pescador a la temprana edad de 16 años. Nueve años después murió mi esposo, y me quedo con dos niños pequeños a mi cargo, y así es como caigo víctima de la cultura del sexo por pescado», dice.

Agrega que la cultura del jaboya ha tenido efectos sociales y de salud en muchas familias de pescadores que viven en los alrededores del lago Victoria.

«Soy una víctima del VIH porque tuve relaciones sexuales para obtener pescado, y he visto a muchas familias destruidas luego de que los esposos se enteraron de que sus mujeres hacían eso», dice Dorothy.

Enfrentando el vicio

En 2013, el KMFRI introdujo la pesca en jaula para mitigar la merma en las poblaciones de peces en el lago Victoria. Este método permite a personas y grupos criar peces en jaulas flotantes de red en zonas elegidas del lago. Esta solución resulta ser una solución milagrosa para muchas mujeres, que por mucho tiempo han sido oprimidas y explotadas por pescadores.

Dorothy integra el Grupo de Mujeres Pescaderas de Dunga que tiene tres jaulas en el lago. Con recursos aportadas entre todas, estas 50 mujeres instalaron la primera unidad en 2020, algo que hizo que si suerte cambiara.

Florence Walumo, presidenta del grupo, cuenta que la primera jaula, de 5 x 5 metros, podía contener 6000 alevines de tilapia, cantidad suficiente para cumplir con la demanda de los miembros del grupo al momento de la pesca.

«Nuestra primera jaula nos dio el empoderamiento que tanto necesitábamos como mujeres pescadoras. Nos cambió de ser objetos sexuales vulnerables a verdaderas mujeres de negocio», explica Walumo.

Con las primeras ganancias, el grupo instaló dos unidades más, de gran tamaño, cada una con capacidad para 10 000 alevines de tilapia.

«Ya no dependemos de comerciantes, tampoco tenemos que entregar nuestros cuerpos a cambio de pescado. La cría de peces en jaula nos ha convertido en proveedoras», dice Topister Awiti, integrante del grupo.

A través de esta práctica innovadora, las mujeres se protegen de los depredadores sexuales y asumen un papel protagónico en la repoblación de peces en el lago.

Independencia y empoderamiento

Susan Awiti lidera el Grupo de Mujeres Pescadoras de la Playa Kgnar en el condado de Siaya. Le cuenta a Minority Africa que «al principio, se creía que el oficio era solo para los hombres y que las mujeres que comercializaban pescado debían estar a merced de los pescadores, pero la cría de peces en jaula ha desmitificado esta idea y nos ha dado libertad».

Agrega, «no solo enfrentamos la práctica del sexo por pescado, sino que además estamos generando un espacio propio en la industria. Hoy, las mujeres pescadoras se sienten seguras y protegidas ante la explotación sexual».

Evelyne Akello, integrante del Grupo de Mujeres de Kowil, que se atrevió a criar peces en jaula en 2018, explica que esta técnica permite la independencia financiera de las mujeres, algo que ha contribuido a protegerlas de depredadores sexuales.

«En este momento, dueños de barcas y pescadores que nos explotaban sexualmente se han convertido en nuestros empleados», dice Akello. «Los hemos contratado para controlar las jaulas y hacer la colecta, lo que nos ha hecho ganar respeto y honor como pescadoras».

Tonny, pescador de 5o años que trabaja para el Grupo de Mujeres de Kowil, admite haber sido uno de los perpetradores de este vicio durante años, pero se sumó a la cruzada para terminar con la práctica luego de contraer VIH.

“Esa cultura casi me arruina la vida, pero Dios me dio una segunda oportunidad para ser parte de la solución. Las mismas mujeres de quienes me aproveché hoy son mis jefas».

Costo de las jaulas

La jaulas permiten que los peces se alimenten artificialmente, lo que hace que maduren más rápido. La faena se hace luego de ocho o nueve meses. Instalar una jaula cuesta entre 1500 y 2000 dólares.

Además de captar recursos, el Gobierno de Kenia, a través del Ministerio de Pesca y Economía Azul, ha estado ayudando financieramente a grupos de mujeres para que puedan afrontar los gastos de instalación, mientras que el KMFRI ofrece apoyo técnico.

A las mujeres las han capacitado en la producción de alimento para peces de manera sustentable con materia prima local, como larvas de mosca soldado negro, para reducir costos.

Michael Omondi, director de negocios de acuicultura del Gobierno del condado de Homabay, dice que en 2023, las mujeres de la zona reunieron aproximadamente 28,8 toneladas de peces.

Según Aura, hasta 2023, existían cerca de 6000 jaulas dispersas en 31 sitios de Kenia en el lago Victoria. El 30% son de grupos de mujeres

Aura, del KMFRI, cuenta que las aguas kenianas del lago Victoria pueden acoger hasta 25 427 jaulas, lo que equivale a una producción de 20 000 toneladas anuales de tilapia.

Emelda concluye que este tipo de acuicultura ha creado condiciones equitativas y un ambiente con perspectiva de género para las mujeres pescadoras.

«El futuro se ve brillante y prometedor, y mi alegría es que hay mujeres jóvenes que hoy se unen al mercado del pescado y en un futuro cercano encontrarán un espacio seguro en el que trabajar», dice.

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