Recuerdos de diplomáticos estadounidenses ofrecen relatos sinceros de la historia de Asia Central

Expresidentes de Estados Unidos y Kazajistán, Donald Trump y Nursultan Nazarbayev,m respectivamente, en conferencia de prensa durante la visita de Nazarbayev a Washington D.C., en 2018. Captura de pantalla del video «Presidente Trump participa en la conferencia de prensa con el presidente Nursultan Nazarbayev» tomado del Archivo de la Casa Blanca Trump. Uso legpitimo.

En junio, George Krol, exembajador de Estados Unidos en Kazajistán y Uzbekistán, dio a conocer sus memorias de trabajo en estos dos países de Asia Central y destacó sus interacciones con los primeros presidentes de estos Estados. En la autobiografía «Historia de los primeros dos presidentes: Islam Karimov y Nursultan Nazarbayev», Krol narra sus conversaciones con el presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, en las que se sentía como un «psiquiatra» con Karimov «quién por momentos se arrepentía de algunos hechos cometidos, pero explicaba sus razones».

Con respecto al expresidente kazajo Nursultan Nazarbayev, Krol lo describe como un «un hombre práctico y con encanto natural, en espacial con los extranjeros», rasgo que le ayudo a entenderse con el expresidente estadounidense Donald Trump, durante su reunión, tanto que Trump ofreció a Nazarbayev un puesto en su equipo.

El ensayo de Kroll se ha publicado como parte de una iniciativa presentada por el Centro Davis de Estudios Rusos y Euroasiáticos de la Universidad de Harvard. En ese marco, los diplomáticos estadounidenses que trabajaron en Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán recordaron el trabajo en la región luego de la independencia de estos países, en 1991, tras la desintegración de la Unión Soviética. Las memorias ofrecen un adelanto sobre las personalidades y resentimientos de los presidentes centroasiáticos, ayudan a encontrarle sentido a los cambiantes intereses políticos de Estados Unidos, y explica las razones del éxito y el fracaso detrás de los proyectos de mayor infraestructura y energía en la región.

Transición pacífica, armas nucleares y bases aéreas

Alertados por la violenta repercusión de la desintegración de Yugoslavia, una de las prioridades de Estados Unidos, a principios de la década de 1990, fue la transición pacífica de los Estados de Asia Central hacia la categoría de Estado, la soberanía y la integridad territorial. Eileen Malloy, embajadora de Estados Unidos en Kazajistán (1994-1997), cuenta en sus memorias «Kirguistán en tiempos de hambruna«,  explica que este acercamiento diseñó programas de asistencia acordes a cada país, lo que en el caso de Kirguistán requirió estabilizar la economía y promover el crecimiento democrático.

Paralelamente, Estados Unidos se comprometió a negociar con Kazajistán para detener la proliferación nuclear, y de esta forma dio lugar a que Kazajistán entregara su armamento nuclear a cambio de inversión en la extracción y exportación de sus vastos recursos naturales de petróleo. Las memorias relatan además cómo Estados Unidos condujo «La guerra contra el terrorismo«, que comenzó con la invasión de Afganistán en 2001, y llevó a Asia Central de ser una zona de páramo diplomático a convertirse en una región de importancia estratégica por ofrecer rutas para tránsito y bases aéreas para el Ejército estadounidense.

La memorias de Franklin Huddle, embajador de Estados Unidos en Tayikistán (2001-2003), titulada «11 de septiembre: El descubrimiento estadounidense de Tayikistán«, ofrece un detallado recuento del proceso de negociación que aseguró a Estados Unidos una base aérea en Tayikistán, y de la consecuente incomodidad cuando Estados Unidos abandonó estos planes y prefirió mantener las bases aéreas en los vecinos Uzbekistán y Kirguizistán .

Un puente exitoso y un gasoducto frustrado

Este retroceso en los compromisos requirió de acciones de Estados Unidos para enderezar el barco, lo que resultó en la construcción del puente tayiko-afgano sobre el río Panj, inaugurado en 2007. Huddle revela que le sugirió esta idea al entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld. En la conversación con Huddle, Rumsfeld admitió que Estados Unidos «le debía una (a Tayikistán)»; le preguntó qué podría ofrecer para culminar con la debacle diplomática, y simplemente asintió luego de saber los costos estimados del puente (diez millones de dólares)

En sus memorias tituladas «En la Corte de Turkmenbashi» de Steve Mann, embajador de Estados Unidos en Turkmenistán (1998-2001), explica por qué fracasó el prometedor gasoducto transcaspiano, que proyectaba exportar gas turcomano a Europa, a pesar de tener un gran potencial. Mann revela que el desaparecido Niyazov exigió cinco trillones de dólares, que redujo a tres trillones de dólares, antes de que el consorcio comenzara a construir y exportar el gas, e insistió en que los impuestos de las exportaciones fueran depositados primero en los fondos del Gobierno y luego distribuidos entre los miembros del consorcio.

Como era de esperar, estas dos demandas poco realistas ahuyentaron a los inversionistas. Sin embargo, Niyazov se mantuvo firme y luego dijo a Mann: «Si hubiera construido ese gasoducto, Rusia hubiera recortado mi economía. Necesitaba proteger a mi pueblo en caso de que Rusia nos boicoteara». Mann reconoce que el gasoducto hubiera debilitado la influencia rusa sobre Turkmenistán. Le atribuye además al rencor de Niyazov al desaparecido presidente azerí Heydar Aliyev como otra de las razones para el fracaso, puesto que construir y mantener el gasoducto requería de un constante y saludable diálogo político entre estos líderes.

Tonto, estudiante de física y amante de los discursos ornamentales

Otro interesante aspecto revelado en las memorias son las relaciones personales entre los líderes de Asia Central. Un tema recurrente es la desagradable actitud de Karimov y falta de respeto hacia sus colegas de la región. Por ejemplo, en sus memorias «La negociación con Karimov«, Joseph Presel, exembajador de Estados Unidos en Uzbekistñán (1997-2000), cuenta que Karimov prefería «discutir con sus colegas centroasiáticos» por otros temas con Pressel y dio a conocer que «no simpatizaba con ninguno», y fue «particularmente despectivo hacia Saparmurat Niyazov de Turkmenistán, a quien llamó tonto, y Askar Akayev de Kirguistán, de quien dijo que ni siquiera era político, sólo un ‘estudiante de física'», dado que Akayev era científico de formación.

Igualmente, en sus memorias, Krol cuenta cómo Karimov insultó al presidente tayiko, Emomali Rahmon, en su primera reunión, cuando se refirió a Karimov como «su más noble y excelente excelencia». Karimov inmediatamente lo detuvo y le dijo que nunca volviera a dirigirse a él de esa forma y lo exhortó a «reservar ese tipo de saludo decorado para los gustos del presidente tayiko Rahmon» ya que «a él le encantan esa clase de menciones ornamentales».

Krol recuerda además la reunión de Karimov con Hillary Clinton, exsecretaria de Estado de Estados Unidos, durante la cuál Clinton sugirió a Karimov que tomara el liderazgo regional, requerimiento que Karimov declinó y aprovechó para lanzarse contra Nazarbayev y decir que Estados Unidos debería hacerle esa oferta a él, ya que a  Nazarbayev «la ENCANTA que lo llamen líder».

En Asia Central, la mayor parte de los libros de historia son fruto de la propaganda estatal o de las memorias presidenciales. Esto da como resultado el relato políticamente conveniente de la historia y la glorificación sin fin de los líderes anteriores y actuales. En este contexto, las memorias de los diplomáticos estadounidenses ofrecen una captura única, directa y nueva de la historia de la región. Revelan las dificultades políticas, económicas y sociales de estos países desde el inicio de su independencia, cómo pensaron en dirigirse a ellos, y cuál es el rol de Estados Unidos en estos procesos mientras perseguía sus propios intereses.

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