La asistencia del presidente Recep Tayyip Erdoğan a la 75° Cumbre Anual de la OTAN en Washington destacó una vez más las formas fundamentales en que Ankara trata de socavar los intereses vitales de seguridad de la alianza. La OTAN es una alianza militar, formada por 32 países, que surgió en 1950 con la misión principal de contrarrestar la amenaza que representaba la Unión Soviética. Aunque esta alianza ha estado históricamente bastante unida, Ankara está siguiendo una estrategia de evadir a la OTAN, con lo que pone en peligro los esfuerzos del grupo por mitigar los retos de seguridad de la competencia entre grandes potencias, concretamente contra las amenazas que plantean Rusia y China. Ya se trate de contrarrestar los esfuerzos de Rusia por apoderarse de Ucrania o de definir el término «terrorismo«, no parece haber nada en lo que la gran mayoría de los miembros de la OTAN y Turquía puedan ponerse de acuerdo.
La división entre Ankara y los intereses de la OTAN pareció agrandarse cuando, el 28 de julio, Erdoğan amenazo con invadir Israel por su conflicto con Palestina. Tales comentarios son incendiarios y agresivos, y además representan el creciente antagonismo de Turquía hacia Israel, que desde hace décadas es uno de los principales aliados no miembros de la alianza.
Como colectivo, la OTAN fracasa sistemáticamente al hacer que Ankara asuma responsabilidades, no porque no quiera sino porque no sabe cómo. Esto debe cambiar, y hay que encontrar estrategias para obligar a uno de los miembros mas antiguos de la OTAN a volver al buen camino. El fracaso al frenar a Turquía seguirá acercándonos a una ruptura irreparable entre la Alianza y Ankara.
Preparándose para una presidencia de Trump
El 18 de julio, una semana después de que concluyó la cumbre de la OTAN en Washington, Erdoğan hablo por teléfono con el expresidente de Estados Unidos Donald Trump. Erdoğan elogió a Trump, dijo que su “valentía tras el atroz atentado es admirable” — en referencia al intento de asesinato del expresidente— y que la continuación de la campaña de Trump estaba fortaleciendo la democracia estadounidense. La llamada telefónica, una de las pocas entre Trump y lideres mundiales desde el incidente, indica la creciente suposición de Ankara de que el expresidente ganará las elecciones en noviembre y reconfigurará radicalmente la OTAN.
Trump ha dicho constantemente a sus bases estadounidenses que los miembros de la OTAN “nos estafan” y ha prometido reducir los compromisos de seguridad de Estados Unidos con sus aliados en Europa. Erdoğan es muy consciente de que la OTAN será menos beneficiosa para Turquía si Trump reduce la financiación y las garantías de seguridad estadounidenses. Su cálculo de que esto pueda hacerse realidad después de la elecciones estadounidenses en noviembre les está envalentonando para actuar descaradamente y hacer demandas impopulares, un patrón que ha continuado desde el papel destacado de Turquía en el retraso de la candidatura de adhesión de Suecia. Entre 2022 y 2023, Turquía frenó la incorporación de Finlandia y Suecia a la alianza de la OTAN, principalmente por la imposición de Erdoğan de una contrapartida. A menos que Washington apruebe la venta de aviones de combate F-16 a Turquía, este país retrasaría indefinidamente la expansión de la OTAN. La exigencia de Erdoğan desbarató los planes de la alianza, lo que benefició directamente a Rusia. El trato grosero de Erdoğan a la OTAN demostró a amigos y adversarios de la OTAN, que la alianza estaba plagada de discordia.
Alianzas más allá de la OTAN
Erdoğan ha calificado la creciente proximidad de Ankara a los rivales de la OTAN, en particular Rusia y China, como una ventaja para la alianza y una forma de negociar la paz en varias regiones claves. Aunque Turquía y Rusia están a menudo en lados opuestos de los conflictos, como en Ucrania, Cáucaso, Siria y Libia, Erdoğan ha hecho todo lo posible por mantener una relación cordial con el presidente Vladimir Putin y posicionarse como posible mediador.
Mas allá de la resolución de los conflictos, Turquía ha buscado lazos más profundos con los países de la Shanghai Cooperation Organization (SCO) y la alianza económica BRICS, ambas consideradas rivales crecientes de la OTAN y de los países de la G7. Solo unos días antes de llegar a Washington para la cumbre de la OTAN, Erdoğan estuvo en Kazajistán para la cumbre de la SCO, y se refirió al deseo de Turquía de ser elevada a la categoría de miembro permanente. Al margen de la cumbre, Erdoğan se reunió con el presidente chino, Xi Jinping, y con Putin.
La yuxtaposición de las maniobras de Erdoğan en Kazajistán con su comportamiento descarado y saboteador en la cumbre de la OTAN es cruel. La acelerada búsqueda de Turquía de adhesión de estos bloques puede ser, en parte, una reacción emocional al estancamiento de las conversaciones de adhesión de Unión Europea, pero también es representativa de la cambiante visión del mundo de Erdoğan, que ha afirmado públicamente que el centro de gravedad del mundo se está desplazando hacia el Este y ha criticado la limitada percepción que tiene Occidente de Rusia y China como enemigos. Turquía pretende ser un actor importante en un mundo multipolar y no un Estado confinado y definido por las exigencias políticas y económicas de las potencias occidentales.
Tal vez Turquía dependa ahora de la OTAN para su seguridad, pero también está invirtiendo en su futuro mediante la creación de planes de contingencia en caso que la fortaleza de Occidente y la OTAN se vea empequeñecida por Rusia, China y el emergente Sur Global.
Socavando la seguridad de la OTAN
Las evasivas de Ankara dan a los miembros de la alianza muchas razones para preocuparse, pero también existen ejemplos aún mas duros del comportamiento turco que la OTAN sencillamente no puede tolerar. La endurecida postura antiisraelí de Turquía no es simplemente una cuestión política en la que Turquía y el resto de la OTAN no están de acuerdo. Erdoğan ha convertido en misión de Turquía apoyar materialmente a Hamas, organización que los demás miembros de la OTAN clasifican ampliamente como organización terrorista.
El apoyo explicito a Hamas no es un asunto nuevo. En 2011, Erdoğan invitó a la organización a abrir oficinas en Turquía. Desde el atentado terrorista perpetrado por Hamas en Israel el 7 de octubre de 2023, en el que murieron mas de 1200 civiles israelíes, Erdoğan solo ha elevado sus elogios retóricos al grupo e intensificado la escala de su apoyo.
Turquía es cómplice de la escalada de violencia contra Israel. El 21 de julio, el servicio de seguridad interior de Israel Shin Bet, frustró un atentado terrorista que identificó como dirigido por Turquía. Cinco estudiantes de la Universidad de Birzeit, en Cisjordania, afiliados al grupo estudiantil Kutla Islamia adquirieron armas y dinero en efectivo con la intención de asesinar a ciudadanos israelíes. Aunque el ministro de Relaciones Exteriores se indignó y conde{o el atentado y el papel que tuvo Turquía. Ningún otro aliado israelí hizo lo mismo.
En septiembre de 2023, las autoridades aduaneras israelíes dieron a conocer que dos meses antes habían interceptado 16 toneladas de material explosivo que salía de Turquía hacia la Franja de Gaza. En diciembre de 2023, funcionarios de aduanas israelíes frustraron otro intento de filiales turcas de introducir de contrabando miles de piezas de armas en Cisjordania.
No puede hablarse de la postura de Turquía ante el conflicto palestino-israelí como una desavenencia ideológica de los miembros de la OTAN; sino como el notorio ejemplo de un miembro de la Alianza que defiende y fomenta los intereses violentos de una entidad terrorista.
Un patrón similar se puede encontrar en Siria, donde Turquía ha socavado deliberadamente los objetivos de la Operación Resolución inherente, misión encabezada por Estados Unidos y sus socios de la coalición para degradar y eliminar al Estado Islámico (ISIS). Ankara dirige y lleva a cabo ataques militares contra las Fuerzas Democráticas Sirias, las acusa de ser «terroristas» que pretenden atacar Turquía. En varias ocasiones, los ataques militares turcos han estado a punto de alcanzar a personal militar estadounidense que ayudaba a las Fuerzas Democráticas Sirias.
En lugar de participar en la misión antiterrorista de la Operación Resolución inherente para eliminar a ISIS, Erdoğan ha optado por amonestar a sus aliados del tratado. Ha arremetido contra la misión y ha declarado “que no es coherente con el espíritu de la alianza que los cabecillas de organizaciones terroristas que suponen una amenaza para la seguridad nacional de Turquía sean aceptados como actores legítimos”. Cabe señalar que las Fuerzas de Autodefensa han sido fundamentales para frenar la inhumana violencia y la expansión llevada a cabo por el ISIS, y no hay pruebas de que estén vinculadas al terrorismo.
En privado, muchos lideres de la OTAN no solo están preocupados por la postura de Turquía ante los principales retos de seguridad a los que se enfrenta la alianza; están indignados. Esto no ayuda. Parece que la alianza ha optado por dar prioridad a evitar a dar un espectáculo público a enfrentarse a Ankara.
La reticencia a responsabilizar a Turquía es parcialmente comprensible. La OTAN se creó para contrarrestar la amenaza sistemática que suponía la Unión Soviética. No ha desarrollado mecanismos para neutralizar las amenazas internas causadas por los Estados miembros. Desde adquirir misiles rusos hasta retrasar la expansión de la OTAN, Ankara está operando en territorio inexplorado saltándose completamente las normas y los limites establecidos. Hay que interrumpir esta trayectoria.
Ante la muchas amenazas que enfrenta la Alianza, ahora es más importante que nunca garantizar que sus miembros estén de acuerdo. Lo que esto significa en la práctica es que la Alianza debe concretar qué se entiende colectivamente por amenazas estratégicas, cómo definimos a los terroristas y qué responsabilidad conlleva la condición de miembro. La cohesión y capacidad cooperativa de la OTAN, como la alianza militar más eficiente, no puede ni debe verse obstaculizada por las acciones de uno de los miembros. Ya es hora de enfrentar a Erdoğan.