
Pai Alfredo de Xangô, de 65 años, en su local en uno de los barrios afectados en Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul. Foto: Desirée Ferreira/Nonada Jornalismo
Este texto de Anna Ortega se publicó originalmente en el sitio web de Nonada Jornalismo el 31 de julio de 2024, con el apoyo del Centro Pulitzer. Se reproduce aquí con ediciones en virtud de un acuerdo de asociación con Global Voices.
Antes de entrar a la puerta del terreiro (templo afro-brasileño), el padre de santo Leandro Congo de Aganjú, de 54 años, inclina el cuerpo hacia el suelo. Como un saludo a los orishas, toca el piso de madera con la punta de los dedos, y después se besa la mano. El mesmo gesto, llamado de agô, pedir permiso en yoruba, lo repiten los hijos del santo del terreiro Ijobá Baratyê Shango Aganjú, en el barrio Mathias Velho, en Canoas, región metropolitana de Porto Alegre.
La ciudad fue una de las más afectadas por las inundaciones que afectaron Rio Grande do Sul, el estado más al sur de Brasil, entre abril y mayo. La catástrofe ambiental dejó más de 180 muertos en el estado, y a más de medio millón de personas sin casa.
El ilê del padre Leandro (término yoruba para terreiro) quedó sumergido 28 días. De las decenas de imágenes de los orishas que componen la casa, apenas cuatro quedaron damnificadas por el agua que sobrepasó los dos metros de altura dentro del espacio. La estructura de madera de la casa quedó afectada y el espacio quedó inhabitable.
En todo el estado, 254 terreiros quedaron totalmente destruidos con la inundación, según un análisis de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), a través del Núcleo de Estudios de Geografía y Ambiente (NEGA) y el Curso de Perfeccionamiento Uniafro. Otros 176 quedaron afectados parcialmente, y 27 actuaron como puntos de auxilio. La investigación comprendió 457 terreiros en el estado.

La estructura de madera del Terreiro Ijobá Baratyê Shango Aganjú, en el barrió Mathias Velho, quedó inundada. Foto: Desirée Ferreira/Nonada Jornalismo
Solamente en el municipio de Canoas, 69 casas religiosas de matriz africana quedaron destruidas por las inundaciones, y 58 quedaron parcialmente destruidas. El estudio entrevistó a padres que perdieron sus lugares sagrados en más de 40 ciudades de Rio Grande do Sul.
En el formulario de la investigación, que se hizo en junio, las autoridades religiosas de diversas ciudades declararon necesitar artículos como agua, cesta básica de productos, remedios, productos y equipos de limpieza.
“La investigación mostró que las necesidades urgentes aún debían ser atendidas. Para cada una de las situaciones, vamos a necesitar políticas diferenciadas”, explica Tanara Forte Furtado, coordinadora adjunta de Uniafro/Ufrgs.
La investigación también mostró que las autoridades de 230 comunidades axé quieren trasladarse. Es el caso de pai Leandro y de la promotora legal popular Fabiane Iara dos Santos, su esposa, que vive en el barrio de Mathias Velho desde niña. El terreiro, que la pareja construyó en 2008, es una casa en la que cultivan candomblé ketu y Batuque Gaúcho, de la nación cabinda. Esa unión se llama bàratyê.
Como explica Pai Leandro, que Canoas sea una de las ciudades con más terreiros afectados no es casualidad.
“Aquí hay cuencas afrorreligiosas [regiones con diferentes vertientes religiosas] muy antiguas, sobre todo en el barrio de Mathias Velho. Las historias de mujeres negras y terreiros es muy fuerte en esa región”, cuenta. “El barrio ahora está muriendo”, define.
El silencio que asolaba el barrio cuando los periodistas estuvieron en el lugar no es muy diferente al que había cuando el agua inundó el lugar, tres meses antes. De los más de 43 000 habitantes del barrio, una parte significativa aún no puede regresar a casa, ya sea porque la infraestructura de las viviendas ya no es segura, o por temor a que todo se repita.
Historia debajo del agua

Ilê Nação Oyó, en Porto Alegre, abrió sus puertas en 1964. el agua pasó del 1,5 metros de altura. Foto: Desirée Ferreira/Nonada Jornalismo
El Ilê Nação Oyó, en el barrio Cidade Baixa, en la capital Porto Alegre, abrió sus puertas en 1964. Mãe Ieda de Ogum, de 83 años, tenía 20 años cuando se “preparó” en la religión, es decir, cuando pasó por el proceso de iniciación, y se consagró como hija de Ogum. Las paredes del terreiro son como un álbum de fotos familiar, reúnen registros de las festividades, escenas diarias, fotos de Mãe Ieda en los más de 60 años de axé.
La casa es un templo que reúne tres líneas de espiritualidad afrobrasileña: umbanda, quimbanda, que cultivan los exus y las pomba-giras, y la Nación, también conocida como Batuque Gaúcho.
En los primeros días de mayo, diez hijos de la casa estaban terminando un trabajo en el suelo del terreiro, cuando comenzaron a llegar las noticias de que habría inundación en Porto Alegre. Muchas personas llamaron a Mãe Ieda para pedirle que saliera de la casa, porque el pronóstico era que el agua llegaría al barrio.
Con solo sus manos, a las 2 de la madrugada, la ialorixá dejó su terreiro acompañada de su hijo Dagoberto. “Cuando llueve, siempre se inunda la calle. Pero en todo ese tiempo, el agua nunca entró a la casa”, recuerda.
Al lado de su abuela, Maria Clara Silva, de 18 años, recuerda los momentos de tensión y las dificultades para retornar al espacio cuando el agua bajó después de dos semanas.
“Cuando volvimos, el salón estaba lleno de lodo. Los bancos de los tamboreiros estaban destruidos. Perdemos cuatro congeladoras, tres armarios, dos televisores, microondas, los muebles de la cocina. La fuerza del agua derribó el refrigerador. Ollas y sartenes flotaban por los corredores”.
Cerca de tres meses después de la inundación, cuando se hizo el reportaje a ilê, Mãe Ieda todavía esperaba que se aprobara el subsidio de 5100 reales (936 dólares) aprobada por el Gobierno federal a propietarios cuyas viviendas hubieran sido afectadas. La casa se reconstruyó con ayuda de la comunidad y de los hijos del santo.
Todos los objetos en el terreiro tienen un pasado. Nada es aleatorio, todo tiene un sentido para integrar esos espacios. La ropa de religión de Ilê Nação Oyó, por ejemplo, tiene más de treinta años de historia. Incluso después de regresar a casa, el proceso de limpieza debió seguir, y la recuperación de la indumentaria fue una de las mayores dificultades para la comunidad.
‘Perdimos mucho’

En Ilê Nação Oyó, una sala pequeña alberga las imágenes que no fueron destruidas. Foto: Desirée Ferreira/Nonada Jornalismo
Maria muestra un traje blanco de Exú Rei das 7 Encruzilhadas, a quien todos conocen como “Seu Sete”, aún con marcas de barro en la tela de encaje. Gran parte de la ropa de hace con piedras, bordados, costuras delicadas, y se deben lavar con cuidado. “Tengo ropas aquí desde cuando era jovencita”, cuenta Mãe Ieda.
La nieta recuerda que la pérdida también se extendió al archivo de fotos, que tenía registros de los primeros cruceros hechos para Seu Sete, festividad en homenaje a Exu, que siempre se hace en agosto.
Dagoberto Souza de Oliveira, de 66 años, hijo de la casa desde hace 37 años, siguió de cerca a su Ilê inundado, donde también vive. Ele visitaba todos los días la puerta de la casa, para revisar si todo estaba bien. Muestra a los periodistas un video en el que se ve que el agua llegaba a la altura de su cuello.
“Con lluvia, con rayos, no importaba. Venía todos los días hasta aquí”, recuerda. “Nunca había visto eso en mi vida y no quiero volver a verlo nunca más. Perdimos mucho, pero vamos a recuperarnos. El sufrimiento queda».