¿Por qué los artistas caribeños no tienen mejor financiamiento?
En 26 de febrero de 2024, el programa barbadense Fresh Milk, que tiene como objetivo apoyar y potenciar artistas visuales contemporáneos del Caribe, hizo un anuncio: la Fundación Mellon, ubicada en Estados Unidos concedió a la organización sin fines de lucro una subvención de 350 000 dólares de su programa de Arte y Cultura. La financiación, que cubre los gastos de los programas de operación y programación de Fresh Milk desde 2024 hasta 2026, para financiar residencias de artistas, clases, proyecciones, talleres, conferencias, exposiciones y proyectos, lo que ayuda a que el ecosistema cultural de la región sea más sólido.
Es la primera vez que Mellon, que tradicionalmente ha limitado este tipo de subvenciones a entidades estadounidenses (aunque ha incluido a Puerto Rico), busca asociarse con organizaciones de arte independiente más allá de los límites de Estados Unidos, y Fresh Milk es solo una de las muchas ONG culturales de la región que ha recibido financiación de la fundación. Pero esta no es la razón por la que esta financiación cambia las reglas del juego.
Para la artista y fundadora de Fresh Milk, Annalee Davis, el respaldo de Mellon reconoce la importancia de apoyar a las organizaciones culturales caribeñas, pero también, tiene la esperanza de que «este voto de confianza […] haga que los socios potenciales del escenario local y regional se sientan seguros de convertirse en inversionistas financieros».
La lucha es real. A pesar del rico y diverso entorno cultural de la región, los artistas caribeños tienen opciones limitadas de ayuda financiera. Las excepciones a esta regla son Cuba y Puerto Rico; el primero porque desde la Revolución Cubana, el Estado ha priorizado las artes como medio de expresión cultural y de identidad nacional, con una inversión considerable en educación artística, infraestructura y programas accesibles, y el segundo porque, como territorio no incorporado de Estados Unidos, tiene acceso al financiamiento estadounidense.
En su conversación con Global Voices a través de WhatsApp, Davis explica que a pesar de que no faltan artistas en el Caribe, el ecosistema que dice apoyarlos es ineficiente. Mas allá de los dos países ya mencionados, no hay una nación caribeña que pueda mostrar un consejo artístico que funcione.
CHASE, Fundación para la Cultura, Salud, Arte, Deporte y Educación de Jamaica, tiene escasos recursos. La Fundación Cultural Nacional de Barbados a menudo tiene dificultades para satisfacer las necesidades de los profesionales de la cultura. Aunque organismos estatales, como FilmTT, la comisión cinematográfica de Trinidad y Tobago, declaró en septiembre de 2023 que su Fondo de Creación de Contenido y Marketing había «apoyado numerosos proyectos cinematográficos y creativos por la cantidad de 250 000 000 de dólares trinitenses» (un poco menos de 37 000 dólares estadounidenses) en los últimos 12 meses, algunos expertos del sector se preguntan si esto tiene el efecto deseado.
Un director local, que habló por teléfono con Global Voices, declaró «el presupuesto para las películas de los estudiantes es de 35 000 dólares estadounidenses o menos. FilmTT divide ese presupuesto entre varias personas en un año y se palmean la espalda porque técnicamente ‘financian’ muchos proyectos, pero no tiene un impacto real». Otro cineasta trinitense, que también conversó con Global Voices con la condición de permanecer anónimo, dijo que el país (y la región en general) tiene problemas únicos que resolver. «Para encontrar las propias recetas, es necesario involucrar a las personas que trabajan en el sector», explicó.
Mientras tanto, organismos artísticos independientes, como el NLS, en Jamaica hacen un buen trabajo, pero están en la búsqueda constante de donaciones y financiación. Las agencias internacionales que se involucran en diplomacia cultural, como la Fundación Prince Claus de Países Bajos y el Consejo Británico del Reino Unido (ambos con buen historial de financiación a las artes en la región), ya no ayudan a países que tienen ingresos medios o altos según el ingreso bruto nacional. La mayoría de los territorios caribeños no cumplen con el criterio para recibir ayuda oficial para el desarrollo.
En consecuencia, la realidad económica deja a los artistas caribeños una de dos opciones: abandonar la zona o abandonar el país. De cualquier manera, pierde la región. De acuerdo con el cineasta trinitense, la pandemia de COVID expuso la dura realidad de la situación: «Muchas personas han emigrado o se alejaron del sector por completo, y no se los puede persuadir para que vuelvan porque no hay nada para ofrecerles».
El apoyo de la Fundación Mellon ha sido una luz de esperanza, no solo por el monto prometido, sino porque los fondos son ilimitados. Al calificar de «punitivas» cómo los fondos «difícilmente se desembolsan» para los creativos caribeños, a Davis le entusiasma que Fresh Milk puede darle la cara a lo que ella llama «mentalidad de plantación» con ofrecimiento de becas ilimitadas a los artistas.
«Es muy difícil para los artistas conseguir financiación» agrega, por el «continuo impacto del proyecto colonial». Davis coincide con que los pocos organismos de financiación que existen son «muy arcaicos», y le asombra cómo el sistema de plantación «continúa permeando instituciones de financiamiento y organismos culturales nacionales».
La bailarina y cineasta trinitense Sonja Dumas declaró en un artículo sobre «la cultura del desarrollo cultural»: «las artes fueron, por mucho tiempo, simplemente el agente en una agenda nacionalista tras la independencia, y esa es la cultura de cómo lo apreciamos. Esta noción proletaria imprecisa de que ‘la cultura’ es ‘el pueblo’, y que el pueblo es la nación (multicultural), es en sí misma una cultura, una cultura de unas pocas personas en la cima que construyen y mantienen una narrativa patriótica inapropiada».
Con la cita «una especie de semialfabetización cultural arraigada que no es culpa de la población», Dumas sostiene que la falta de educación en las artes contribuye directamente al escaso apoyo financiero que recibe el esfuerzo creativo. También mencionó que «en términos económicos, el esfuerzo artístico no es como la actividad comercial promedio», lo que quiere decir que es trabajoso, con poca posibilidad de escalar económicamente y sin garantías; aun así «la sociedad sufriría enormemente sin actuación o artes visuales en nuestras vidas».
En este sentido, el Fondo Cultural del Caribe (FCC) con sede en Haití, se ha unido al panorama y ha hecho su llamado inaugural para proyectos. El fondo, que tiene como objetivo «permitir una ecología cultural innovadora, inclusiva y socialmente transformadora en el Caribe», con apoyo a las artes y la cultura regional de maneras que sean «respetuosas de la tradición» y culturalmente específicas, fue concebido como un consejo regional de las artes muy necesario. Sin embargo, por el momento, la financiación proviene de fuera de la región, y este primer llamado tiene el financiamiento de la Fundaciones Open Society.
Si bien muchos están cómodos con este tipo de ayuda, la ven como un mecanismo de reparaciones, otros se preguntan si la región en sí misma (Gobiernos, organismos corporativos, filántropos) se alzará para satisfacer la necesidad urgente de apoyar a sus artistas.
En una entrevista por WhatsApp, la directora ejecutiva del FCC, Kellie Mangus, declaró que en lugar de depender de pocos inversionistas, que ella considera «poco realista», la estrategia del FCC es ampliar el alcance. La necesidad es urgente. El primer llamado del fondo (cuyos destinatarios se anunciaron el 11 de julio) solo podía otorgar 16 becas, y recibieron más de 470 solicitudes.
«Los solicitantes a las becas deben comprender que los diferentes inversionistas tienen diferentes prioridades», declaró Magnus. Al observar que la falta de oportunidades puede a veces crear falsas expectativas sobre las escasas oportunidades que existen, considera que debe hacerse espacio para que fundaciones corporativas y privadas subvencionen las artes; «muchos participantes para satisfacer varias necesidades».
Con el objetivo de dejar atrás un modelo de financiación transaccional, el FCC quiere centrarse en desarrollar becas, y en proveer información (y apoyo para) acceder a otras oportunidades de financiamiento disponibles. Una subvención reciente que recibió el FCC de Mellon será de ayuda en este intento.
La Alianza Filantrópica del Caribe (AFC), organización con apenas dos o tres años, a la que Magnus describe como «personas que intentan hacer grandes cosas, que hacen un esfuerzo por darle cohesión al sector», es solo una de las organizaciones con las que colabora el FCC en un intento de promover el orgullo caribeño y de contar sus historias. Magnus explica «es este el trabajo que tiene el potencial de eliminar las divisiones coloniales. Los creativos tienen el poder».
A Magnus le interesa mucho tener conversaciones sobre financiamiento que incluyan el retorno de las inversiones, pero que también vayan más allá. «Las artes y la cultura tienen mucho más para ofrecer. Existen retornos financieros, pero también hay retorno en cohesión comunitaria, retorno en salud mental y retorno en satisfacción personal». Tiene la intención de convertir el FCC en algo sostenible, construido sobre el trabajo ya hecho en todo el Caribe; «todas las formas en las que las artes y la cultura pueden beneficiar la región».
El FCC no tiene intención de competir con fundaciones locales. «Vamos a aspirar a conseguir fuentes de financiación mas grandes», declaró Magnus, «y por lo tanto más difíciles de alcanzar por sus propios medios». Junto a organizaciones similares como la AFC, está «ansiosa de ver cómo se desarrolla este crecimiento».
Este nuevo enfoque de financiación tiene en cuenta el punto de Dumas sobre «la desconexión entre la visión de los artistas, el valor intrínseco del arte que crean, y la persona o institución a cargo de apoyarla». Al final, el desarrollo cultural en la región solo puede alcanzarse cuando las personas se alfabetizan, se enorgullecen de su identidad cultural, se esfuerzan por innovar y se le recompensa justamente por su esfuerzo.