Este artículo de Pinki Sris Rana se publicó originalmente en The Nepali Times. A continuación publicamos una versión editada y abreviada como parte de un acuerdo de intercambio de contenidos con Global Voices.
Ayan Dallakoti pasó su infancia en Japón, hablaba japonés y se consideraba japonés. Sólo cuando creció se dio cuenta de que en realidad era de Nepal.
Ayan tenía ocho años cuando su madre, Pratibha, los llevó a él y a su hermano menor, Avan, de vuelta a Nepal. Su padre, Anjay, que sigue en Japón, había decidido enviarlos a casa para que «se convirtieran en nepalíes».
Ayan hablaba algo de nepalí y sabía alfo del país, pero en Katmandú todo le parecía extraño, incluido el sistema educativo. Se acuerda:
Things were a little easier when he had a classmate who had also returned from Japan, but making Nepali friends did not come easily for them.
Las cosas fueron un poco más fáciles cuando tuvo un compañero de clase que también había vuelto de Japón, pero hacer amigos nepalíes no les resultó fácil.
Japón es ahora un destino importante para familias nepalíes como los Dallakoti. Oficialmente, hay unos 180 000 nepalíes en Japón y 35 000 más inmigraron sólo en 2023, un aumento del 30% respecto al año anterior.
Las cifras de la embajada japonesa muestran que, de quienes se marcharon en 2023, 23 124 tenían visado de estudiante, 8566 visado de trabajo y 7849 eran dependientes.
Mientras que la mayoría de la antigua generación de nepalíes en Japón son cocineros que fueron como «mano de obra calificada», la nueva cosecha de emigrantes viajan en su mayoría con visados de estudiante y trabajan medio tiempo. Para el Gobierno japonés, el visado de estudiante es un sistema de migración temporal cuidadosamente calibrado para cubrir la escasez de mano de obra del país en el sector servicios.
A diferencia del Golfo, Corea, Malasia y otros países, los nepalíes pueden traer a sus familias a Japón. En respuesta a esto, han surgido escuelas nepalíes en las grandes ciudades de Japón. Estas escuelas enseñan la lengua nepalí, su cultura, y también inglés. Pero para las familias que trabajan lejos de esas ciudades, los niños no tienen más remedio que recibir una educación japonesa.
Anjay Dallakoti fue inicialmente a Japón como estudiante, pero prolongó su estancia con un visado de trabajo. Pratibha se le unió unos años más tarde como dependiente. Ayan nació en Japón, y seis años después Avan. Después de 12 años, Pratibha ha vuelto a Nepal con sus dos hijos.
En muchas familias nepalíes en Japón, son los niños los que tienen que adaptarse a estar atrapados entre dos mundos. Muchos tienen que hacer frente a la doble adaptación de llegar primero a Japón y luego volver a la escuela en Nepal.
Masako Tanaka, profesora de la Universidad Sophia de Tokio, dijo a The Nepali Times en entrevista por correo electrónico que casi 20 000 nepalíes en Japón son menores de edad. Tanaka ha trabajado estrechamente con emigrantes nepalíes en Japón y afirma que muchas madres llevan a sus hijos de vuelta a Nepal porque temen perder el contacto con su identidad y cultura en su país.
La otra razón es que los niños no aprenden suficiente inglés, y los padres temen salir perdiendo más adelante.
«Volver a Nepal y estudiar en las escuelas de aquí ayuda a crear un ambiente propicio para que los niños se queden y trabajen en Nepal en el futuro o vayan a un tercer país», afirma Sapana Kharel, que también regresó a Nepal con sus dos hijos.
Para las familias nepalés que no han obtenido condición de residente permanente, quedarse en Japón y continuar la educación de sus hijos es demasiado incierto. Les preocupa que esto pueda interrumpir la educación de sus hijos si tienen que abandonar Japón a mitad del año escolar.
«Existe el temor de que los niños no tengan plaza ni en las escuelas nepalíes ni allí en Japón», añade Kharel.
Otras afirman que habrían regresado a Nepal por el bien de los niños pasara lo que pasara, aunque obtuvieran la residencia permanente en Japón. Es más, hay madres nepalíes que ya son residentes permanentes que han optado por regresar con sus hijos.
Ahana Odari, de diez años, tuvo sus problemas cuando su madre la llevó a Nepal hace un año. Tuvo que repetir el tercer grado. «Los primeros meses no hablaba por el problema del idioma», recuerda su madre, Balika Odari. «Ahana tardó un año entero en adaptarse y ajustarse a Nepal y sus costumbres. Pero era necesario».
Al igual que muchos padres, Balika cree que, aunque el sistema educativo japonés es uno de los mejores del mundo, los niños son más introvertidos y no socializan tanto. «Nos preocupaba que a nuestros hijos les pasara lo mismo, por eso decidimos traerlos e introducirlos en su país y su cultura», explica.
Sneha Khatri, que ahora tiene 14 años, osciló entre Nepal y Japón a lo largo de los años. Nació en Japón, pero la llevaron a Nepal cuando tenía seis años. Estudió ahí hasta el tercer grado y luego fue a la Everest International School de Tokio, gestionada por nepalíes.
Sneha regresó a Nepal hace un mes para presentarse al Examen de Nivel Básico (BLE), pero le preocupan sus resultados. Está recibiendo clases adicionales de matemáticas.
Ayan está ahora en séptimo grado y también está preocupado por su BLE del año que viene. Dice en inglés con acento japonés: «Estudios Sociales es mi primera asignatura más difícil, y nepalí la segunda».
Hablar nepalí con la familia y los amigos no es difícil para los niños emigrantes retornados, pero el nepalí como asignatura académica es difícil.
La profesora Tanaka afirma que los niños emigrantes han caído en el olvido entre Japón y Nepal. Se pregunta retóricamente: «¿Quién pensará en el bienestar de los niños emigrantes? ¿Quién es responsable de ellos?».
Nepalí en Japón
La Everest International School Japan (EISJ) de Tokio sigue un plan de estudios nepalí y también enseña inglés a los alumnos. Esta escuela, creada en 2013 por la comunidad nepalí, pasó a depender del Ministerio de Educación de Nepal en 2015. La EISJ es la única escuela de Japón certificada para impartir el SEE de Nepal en Japón.
A lo largo de los años también se han abierto otras escuelas que siguen el plan de estudios nepalí. Pero sólo dos, la Tokai Batika International School de Nagoya y la Himalayan International Academy de Tokio, están certificadas para impartir el plan de estudios nepalí según el Ministerio de Educación de Nepal. Pero ambas imparten enseñanza sólo por debajo de décimo grado.
La mayoría de las familias nepalíes y unas pocas familias no nepalíes que trabajan en Japón deciden enviar a sus hijos a colegios como el EISJ por ser de enseñanza media en inglés. Pero se trata de escuelas internacionales privadas, a diferencia de las escuelas públicas japonesas, que son gratuitas.
Y como estas escuelas no están certificadas, el Gobierno japonés no les da ninguna ayuda ni descuento en el transporte, entre otros privilegios, afirma la profesora Masako Tanaka de la Universidad Sophia de Tokio.
«Lo más importante es que los graduados del EISJ no pueden obtener el visado de forma independiente ni siquiera después de graduarse de secundaria, mientras que los estudiantes inmigrantes que se gradúan en escuelas japonesas sí pueden hacerlo», añade Tanaka.
Aunque las escuelas que siguen el currículo nepalí en Japón han sido un alivio para los padres nepalíes que quieren que sus hijos sigan una educación con currículo nepalí, sería mejor que estas escuelas obtuvieran la certificación del Gobierno japonés.
«Vivíamos en Niigata. Tardábamos seis horas en llegar a la Escuela Internacional Everest de Tokio. Así que vinimos a Nepal para dar a nuestros hijos educación en inglés», dice Pratibha Dallakoti, que regresó de Japón con sus dos hijos en 2020.