Legado de mil años está amenazado por continua destrucción de cementerios históricos de El Cairo

Cementerio de Bab Al-Nasr. Fotografía de Islam Youssef, utilizada con autorización.

Esta historia de Hassan Hafiz se publicó originalmente en árabe en Welad El Balad el 6 de agosto de 2024. Wlid El Houri la tradujo y adaptó al inglés, y Global Voices la reproduce en virtud de un acuerdo de colaboración.

En los últimos años, el término «desarrollo» en El Cairo Antiguo se ha convertido en sinónimo de destrucción de algunas partes del rico patrimonio cultural de la ciudad. Cuando entran las excavadoras, no solo se pierden edificios, también se pierden fragmentos de historia, rastros de vidas y vestigios de una civilización milenaria. Ahora, los proyectos de urbanización del Gobierno se centran en el cementerio de Bab Al-Nasr, uno de los cementerios amurallados más antiguos de El Cairo, fundado hace más de 900 años. Este cementerio, como otros antes, enfrenta la amenaza de demolición en beneficio de un aparcamiento de varias plantas para atender a turistas, una decisión que ha provocado la indignación de conservadores e historiadores por igual.

En el cementerio de Bab Al-Nasr, situado cerca de la muralla norte de El Cairo, están sepultadas generaciones de habitantes de El Cairo. Pero la decisión de demoler grandes partes de este cementerio es el símbolo de una tendencia más amplia del desarrollo urbano moderno, que descarta el patrimonio por considerarlo un obstáculo. El general de división Ibrahim Abdel Hady, vicegobernador de El Cairo para la región oeste, reveló recientemente planes de desarrollo  urbano a gran escala destinados a «cambiar significativamente la capital». Por ejemplo, la eliminación de una parte importante del cementerio de Bab Al-Nasr ha hecho saltar las alarmas. Lo que es aún más preocupante es que no se han previsto estudios arqueológicos para garantizar la protección de los artefactos que puedan yacer bajo las tumbas. El núcleo histórico de El Cairo, habitado ininterrumpidamente desde hace más de un milenio, merece algo más que ser arrasado sin considerar su importancia.

Cementerio de Bab Al-Nasr. Fotografía de Islam Youssef, utilizada con autorización.

El plan de urbanización contempla despejar el cementerio para construir un aparcamiento. Con una superficie de 212 000 metros cuadrados y más de 1170 tumbas, este proyecto amenaza con borrar un capítulo esencial del patrimonio de El Cairo. Ya se han promulgado decretos oficiales que paralizan los entierros y disponen reubicar las tumbas. Los restos de unas 200 personas ya se han trasladado a lugares de entierro alternativos en Al-Khalideen, zona nueva de cementerios muy alejada del contexto histórico de Bab Al-Nasr.

Una demolición cultural

Sin embargo, esta invasión del cementerio tiene precedentes. En los últimos 20 años, se han eliminado numerosas sepulturas en todo El Cairo para dejar sitio a proyectos inmobiliarios. En la carretera de Salah Salem, una arteria clave de la red vial de El Cairo, se eliminaron tumbas en 2020, incluidas las del cercano cementerio de Turbat Al-Ghafeer. Los últimos acontecimientos también han afectado a otros cementerios históricos, como los de Sayyida Nafisa y Al-Tunsi. Como resultado, se han perdido muchas de las tumbas históricas de El Cairo, y las iniciativas del Gobierno han arrasado los lugares patrimoniales sin pensar en el impacto cultural.

El cementerio de Bab al-Nasr es especialmente importante por su antigüedad, y también por su importancia histórica. Se fundó durante el reinado del poderoso visir fatimí Badr al-Jamali, que fue enterrado allí en 1094. Su tumba se convirtió en el centro en torno al cual se desarrolló Bab al-Nasr. Cronistas como Al-Maqrizi, el gran historiador de El Cairo, escribieron sobre este cementerio que no informa sobre su formación y significado. Al-Maqrizi señaló que las primeras tumbas fuera de Bab al-Nasr se construyeron tras el entierro de al-Jamali y que, con el paso de los siglos, el cementerio creció y albergó a algunas de las figuras más destacadas de la erudición y gobierno islámicos.

Entre los enterrados en el cementerio de Bab Al-Nasr estaban eruditos de renombre, como el gramático y lingüista Abu Hayyan Al-Gharnati y su discípulo Ja'far Al-Adfawi, autor de «Al-Tali’ Al-Sa'id Al-Jami’ Li-Asma’ Nubala’ Al-Sa'id» (El feliz desenlace que recoge los nombres de los notables del Alto Egipto). El cementerio también albergaba las tumbas de Ibn Hishām, uno de los gramáticos más importantes de la tradición árabe, y las de Taqi Al-Din Al-Subki y el famoso historiador Ibn Jaldún. Tal vez lo más notable sea que el propio Taqi Al-Din Al-Maqrizi, el mayor cronista de El Cairo, está enterrado ahí. La destrucción de estas tumbas es un acto físico de demolición, y también cultural, pues rompe los lazos de El Cairo con su pasado histórico.

Arquitectura única

Una de las justificaciones recurrentes de estas demoliciones ha sido la modernización. A principios de la década de 2000, parte del cementerio de se despejó Bab al-Nasr para ampliar la carretera, supuestamente para conectar Al-Darb al-Ahmar con Bab al-Shaariya. Se rumoreó que esta destrucción incluía a «Hawsh al-Sufiyya», zona donde estaban enterrados Ibn Jaldun y Al-Maqrizi. A pesar de que estas tumbas pertenecían a figuras de importancia mundial, el proyecto siguió adelante y arrasó uno de los lugares históricos más sagrados de El Cairo.

Cementerio de Bab Al-Nasr. Fotografía de Islam Youssef, utilizada con autorización

Esta última amenaza contra el cementerio de Bab Al-Nasr pone en peligro las tumbas, y altera el delicado equilibrio del paisaje urbano de El Cairo. En una ciudad tan cargada de historia, todo proyecto inmobiliario corre el riesgo de comprometer un lugar cultural. Uno de los hitos claves de Bab Al-Nasr es la tumba de Zaynab bint Ahmad ibn Muhammad ibn Abdullah ibn Ja'far ibn Al-Hanafiyya, conocida por el público como «Maqam de Al-Sitt Zaynab». Junto a su tumba está la cúpula del jeque Younis Al-Sa'di, identificada históricamente como la cúpula de Badr Al-Jamali. Estas raras estructuras han sobrevivido siglos y sirven de puntos de anclaje para historiadores y arqueólogos, y ayudan a identificar la ubicación de otros lugares históricos. Su destrucción significaría perder algo más que dos cúpulas: significaría borrar puntos de referencia clave en la narrativa histórica de El Cairo.

El trabajo de eruditos como Galila El-Kadi y Alain Bonamy ha demostrado el valor artístico y arquitectónico del cementerio de Bab Al-Nasr. En su estudio «Architecture of the Dead: Cairo's Cemeteries in the Middle Ages» (Arquitectura de los muertos: Los cementerios de El Cairo en la Edad Media), se refieren a Bab Al-Nasr como el «cementerio de madera», y señalan los intrincados recintos de madera que rodean las tumbas, característica única de este lugar. Esta diversidad arquitectónica es rara e irremplazable, y exige que se conserve y no que se demuela.

Beneficios a corto plazo

El cementerio de Bab Al-Nasr es hoy aún más frágil que antes. En otro tiempo fue un inmenso cementerio que se extendía hasta el desierto de Redania, pero ahora está rodeado por expansión urbana por casi todos lados. Lo poco que queda es una sombra de lo que fue, y más invasiones lo desaparecerían del paisaje de El Cairo. En un momento en que la conciencia mundial sobre la conservación del patrimonio está en su punto más alto, no puede haber excusa para destruir Bab Al-Nasr en nombre de la modernización. El aparcamiento propuesto dañará la estética de las murallas del norte de El Cairo y sus puertas históricas, y aumentará la contaminación y las vibraciones en la zona, lo que amenaza aún más la estabilidad de las estructuras antiguas cercanas.

El desarrollo no tiene por qué afectar el patrimonio. En una ciudad como El Cairo, con su rico legado histórico, ambos deben coexistir. Eliminar el cementerio de Bab Al-Nasr para construir un aparcamiento es una decisión que prioriza los beneficios turísticos a corto plazo frente a la conservación a largo plazo de un lugar declarado patrimonio de la humanidad. Si este proyecto sigue adelante, quedarán enterrados los cementerios de El Cairo, y también el alma de la ciudad, perdida bajo las ruedas de la modernización.

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