Por Tyrell Gittens
Este artículo se publicó originalmente en Cari-Bois Environmental News Network, y lo reproducimos a continuación como parte de un acuerdo para compartir contenidos.
De acuerdo al Marco Global para la Biodiversidad (GBF), si el Caribe quiere lograr conservar el 30% de su biodiversidad para 2030, los ambientalistas regionales deberán reconocer el valor que tiene el trabajo conjunto. Este fue el mensaje del Vigésimo Sexto Congreso Anual de la Red de Fondos Ambientales de Latinoamérica y el Caribe (RedLAC), que se celebra en Santa Lucía.
El profesor Dale Webber, orador principal y ecologista costero y exdirector de la Universidad de las Indias Occidentales, mencionó al compromiso de la comunidad y a la cooperación regional como prioridades centrales para avanzar hacia la meta 30 x 30 en el Caribe. «Alcanzar estas ambiciosas metas de conservación requiere más solamente plantearse objetivos», dijo. «Se necesita de una colaboración efectiva, estrategias inclusivas y una especial atención en diversos factores sociales, económicos, ambientales, y para nosotros en el Caribe, también históricos y culturales».
Dada la diversidad de los ecosistemas de la región, que abarcan desde arrecifes de coral hasta selvas tropicales, la eficacia del trabajo de los activistas ambientales en el ámbito de los fondos fiduciarios para la conservación puede beneficiarse de la colaboración intersectorial. Trabajar directamente con las comunidades locales, por ejemplo, en especial con los pueblos indígenas, puede ayudar a los fondos fiduciarios para conservación a identificar y sostener los proyectos que incorporen el conocimiento tradicional y la gestión comunitaria que son fundamentales para obtener resultados de conservación inclusivos y sostenibles.
«El carácter de interconexión de los ecosistemas caribeños requiere de una sólida cooperación regional», continuó Webber. «Para cumplir con la meta 30 x 30 en toda la región, serán cruciales las iniciativas de conservación transfronterizas, los recursos compartidos y las políticas de colaboración».
Para enfatizar la importancia que tiene la ampliación de las estrategias 30 x 30 para incluir nuevas zonas, agregó que la Comunidad del Caribe (CARICOM) y otros organismos regionales podrían, y deberían, desempeñar un papel fundamental en la coordinación de este trabajo. Dada la vulnerabilidad del Caribe al cambio climático, proteger las barreras naturales como los manglares y los arrecifes de coral puede ayudar a mitigar el impacto del aumento del nivel del mar y las tormentas. Cuando las tareas de conservación se diseñan desde esta perspectiva para enfrentar el gran impacto que tienen las condiciones ambientales tan cambiantes, resulta más fácil aumentar la aceptación, por parte de los patrocinadores y del público en general.
Naturalmente, alcanzar la meta 30×30 requiere de una inversión financiera importante, por lo que la región tiene previsto explorar mecanismos financieros innovadores, como los bonos azules, los pagos por los servicios ambientales y las asociaciones público-privadas para financiar los trabajos de conservación. Luego de la presentación de Webber, el director ejecutivo del Fondo de Conservación Nacional de Santa Lucía, Craig Henry, dijo que el SLUNCF y otras organizaciones similares deben crear una «oleada» de entusiasmo y establecer asociaciones estratégicas con las organizaciones populares, los movimientos comunitarios locales y otras iniciativas: «Cuando hacemos esto, podemos canalizar los distintos tipos de inversiones y recursos que consolidarán nuestra propia capacidad, y también la de estas comunidades».
«Sin la participación y el compromiso de la comunidad, no podemos forjar una administración ambiental», explicó Henry. «Cuando hablamos sobre la resiliencia climática, la restauración de la biodiversidad y los medios de vida sostenibles, ¿qué significan esos para la gente de la comunidad […] para los pescadores, los agricultores de musgo marino y los líderes comunitarios?». Las repuestas a esta clase de preguntas ayudarán a los inversionistas a entender las necesidades regionales y a determinar las prioridades de financiación. Karen McDonald Gayle, directora ejecutiva del Fondo Caribeño para la Biodiversidad (CBF), agregó que aunque muchos puedan pensar que el 30×30 es un objetivo distante, en realidad se trata de una prioridad urgente que requiere de la colaboración de todos:
«Resulta especialmente relevante para nuestro trabajo actual colaborar con nuestros fondos fiduciarios nacionales de conservación asociados [para ayudar] a crear una arquitectura financiera sostenible en el Caribe [que] no se limite solo a garantizar fondos [sino] a construir mecanismos y sistemas financieros sólidos».
Esperan desarrollar la capacidad de los fondos fiduciarios de conservación en las áreas de la protección ambiental y social, la incorporación de la perspectiva de género, la gobernabilidad y la concesión de subvenciones, ya que son las que impulsan el cumplimiento de los objetivos ambientales. «Cada hectárea protegida, cada especie preservada y cada comunidad comprometida», enfatizó Gayle, «nos acerca a un futuro sostenible».