
Tras décadas de mortal persecución, Myanmar sigue torturada por los fantasmas de los incontables héroes que dieron su vida por el país. Foto y captura de The Irrawaddy, socio de contenido de Global Voices.
Este artículo de Kyaw Zwa Moe se publicó originalmente en The Irrawaddy, sitio web independiente birmano de noticias. Global Voices publica una versión editada como parte del acuerdo de contenidos compartidos.
¿Dónde han ido sus almas?
Después de que matan o ejecutan a las víctimas —en realidad, a sus cuerpos— o mueren de alguna otra forma debido a la persecución política, o después de que mueren de tristeza por la opresión que sufren sus seres queridos, ¿a dónde van sus almas?
En términos políticos, esas almas no encuentran el descanso, es decir, deben estar activas. Sí, las llamaremos «almas activas», es decir, que están «interesadas e implicadas en actividades y temas políticos en su país o comunidad», como se define «ciudadano activo».
Son almas buenas y apreciadas que mucha gente, viva o incluso muerta, amó y admiró —aún aman y admiran— porque hicieron el bien, política y socialmente, por su país y su gente. En ese sentido, estas almas se las debe admirar, como cuando estaban vivas, y no temerles.
Son incontables almas que rondan y sobrevuelan nuestro país, porque el pueblo de Myanmar ha enfrentado, y aún enfrenta, innumerables persecuciones políticas y ejecuciones de décadas de gobiernos militares.
Como sacrificaron su vida en desinteresadas hazañas cuando su país se lo exigió, muchas de estas almas activas se merecen el título de «mártir», «héroe», «combatiente por la libertad», «soldado de la resistencia», «prisionero de conciencia», y muchos más.
¿Y qué hay de la gente ordinaria, como mi madre, que exhaló su último suspiro sabiendo que su hijo menor cumplía una larga condena como prisionero político mientras otro de sus hijos era exiliado político? Como ella, muchas madres y padres, hermanas y hermanos que apoyaron incansablemente a sus familiares encarcelados acabaron su vida conscientes de esa situación política. Son los héroes tras la línea de fuego.
¿Y qué decir de los intelectuales, como el destacado poeta Saya Tin Moe, que murió en California como artista exiliado, componiendo versos sobre su país natal y su movimiento democrático sin descanso, todos los días hasta su muerte? No son pocos los artistas, periodistas y eruditos birmanos que amaban la libertad y odiaban la dictadura, que fueron importantes figuras de su sociedad y murieron en el exilio tras ser forzados a abandonar su país por los continuos golpes y gobiernos represivos.
En un solo alzamiento, conocido como levantamiento 8888, a más de 3000 manifestantes pacíficos los mató la junta que perpetró el golpe de Estado en 1988. Cientos de disidentes han resultado muertos en distintas protestas contra los regímenes en diferentes momentos desde el primer golpe militar de 1962.
Desde que el actual líder golpista Min Aung Hlain transformó nuestro precioso Myanmar en un campo de exterminio tras el último golpe de 2021, más y más almas jóvenes y valientes se han echado a las calles y enfrentado a los fusiles automáticos y a los francotiradores de la junta un día tras otro.
Kyal Sin, de 19 años, era una de estas valientes almas. Murió pocas semanas después del golpe de un disparo en la cabeza, justo tras la oreja, en su ciudad natal de Mandalay. A lo largo de los últimos tres años, a más de 5600 personas las ha matado la nueva junta, muchos en sus bombardeos, otros en sus cámaras de tortura y prisiones.
Todos son almas preciosas y muy amadas.
In Pictures: Tens of thousands mourned at Thursday’s funeral for Ma Kyal Sin, 19, who was fatally shot in the head during a sit-in protest against the regime in Mandalay the previous day. https://t.co/YH5eFRzpX3#WhatIsHappeningInMyanmar#RejectMilitaryCoup pic.twitter.com/arCnXGVeuB
— The Irrawaddy (Eng) (@IrrawaddyNews) March 4, 2021
En fotos: Miles de personas asistieron el jueves al funeral de Ma Kyal Sin, de 19 años, muerta de un disparo en la cabeza durante una protesta contra el régimen realizada en Mandalay el día anterior.
Entre las víctimas recientes, el doctor Zaw Myint Maung, que murió a fines de octubre en prisión de leucemia. Sorprendentemente, el prisionero político, a sus 73 años, sobrevivió más de tres años en una celda con su cáncer mortal, desde que sus captores, el régimen militar de Myanmar, lo arrestaron el primer día del golpe, el 1 de febrero de 2021.
En el último minuto, sus captores mostraron su clásica «clemencia». Oficiales de la junta lo llevaron precipitadamente al hospital unas horas antes de su muerte, y «liberaron» al político con su perdón. Es lo que el anterior régimen militar hacía con los prisioneros políticos que agonizaban.
En 1995, U Kin Sein, uno de mis compañeros en la prisión Insein, fue liberado por el régimen de entonces, justo antes de que muriera en un hospital. U Kin Sein, de 53 años, pudo disfrutar de su «libertad» minutos u horas antes de morir. ¡Qué clemencia la de los generales!
La muerte es inevitable. Pero permítanme decir, como antiguo prisionero político, que la muerte en prisión puede retrasarse o incluso evitarse si se trata adecuadamente al prisionero. En otras palabras, podrían sobrevivir si la junta no tuviera como norma e intención negarles un tratamiento apropiado y dejarles morir.
Si el doctor Zaw Myint Maung no hubiera muerto mientras estaba prisionero, sino cuando era jefe del Gobierno de Mandalay —cargo para el que fue elegido por la gente de la antigua capital en 2020— es probable que su muerte se hubiera dilatado o tomado una forma muy distinta. Imaginemos al político, libre, yaciendo en su propia cama en casa, rodeado de amor y cuidado por su querida familia y simpatizantes. Su alma podría haber sido feliz.
La realidad fue diferente: murió solo a fines de octubre, sabiendo que su familia se encontraba lejos, sobre todo por la persecución política por parte de la junta. Además, sabiendo que su gente de Mandalay vive con miedo y su país vuelve a estar bajo el yugo militar, su alma debe estar políticamente activa o inquieta, aunque también se habrá sentido orgulloso por lo que contribuyó a la lucha democrática de su pueblo y su país hasta su muerte.
Su historia pertenece ya a la Historia. Zaw Myint Maung estudió en la facultad de Medicina de Mandalay, entró en la política tras el movimiento prodemocracia de 1988 y ganó las elecciones de 1990, 2012, 2015 y 2020 como representante de la Liga Nacional por la Democracia (LND). De joven, Maung sobrevivió su primera reclusión, de casi 20 años, cuando el régimen lo encarceló tras las elecciones de 1999.

Doctor Zaw Myint Maung, jefe del Gobierno de la región de Mandalay y presidente interino de la Liga Nacional por la Democracia. Foto de The Irrawaddy, usada con autorización.
Desde la independencia del país, muchos han sacrificado su vida. Son demasiados que nombrar, incluso los más conocidos. El líder de la independencia Aung San y su gabinete fueron asesinados. Se cree que el primer presidente del país, Sao Shwe Thaik, lo mató en prisión el régimen militar. Los líderes Saw Ba U Gyi y Padoh Mahn Sha fueron asesinados por militares y grupos afines a la junta. U Ko Ni, abogado y consejero musulmán de la entonces líder Daw Aung San Suu Kyi, fue asesinado por un grupo nacionalista paramilitar, y quedan muchos por mencionar.
Estos sacrificios han sido incontables en nuestro país. Por eso escribí el artículo «Myanmar es país de muertes grandiosas» en julio de 2022, después de que el líder del régimen golpista, Min Aung Hlaing, ejecutó a cuatro activistas: Ko Kyaw Min Yu, conocido como Ko Jimmy, el exlegislador de la LND y estrella del hip-hop Ko Phyo Zeya Thaw y los manifestantes contra el golpe Ko Hla Myo Aung y Ko Aung Thura Zaw.
They died truly great deaths, because they gave their lives: for the people, in order to restore their rights and dignity; for the country, to end the horrific military dictatorship, and for future generations, to rebuild their battered country.
Murieron muertes grandiosas, porque dieron su vida por el pueblo, para restaurar sus derechos y dignidad, por el país, para acabar con la terrorífica dictadura militar, y por las futuras generaciones, para reconstruir su maltrecho país.
Estas líneas son mi elegía personal para todas las almas, nuevas y antiguas, que entregaron sus vidas, capacidades e intelectos para poner los cimientos de una nueva nación. Ciertamente, Myanmar necesita una elegía nacional y un memorial dedicado a ellos. Sin ellos, Myanmar ni siquiera se habría convertido en un país independiente.
La batalla entre los generales dictadores y el valiente pueblo birmano no ha acabado aún. La amarga verdad es que habrá más almas activas, valientes y bellas.
Todos somos mortales y nos uniremos a ellos algún día, por una u otra causa.
Sus almas, con las que algún día estaremos, son inmortales
Kyaw Zwa Moe es editor ejecutivo de The Irrawaddy.