
Ilustración de Minority Africa, utilizada con autorización.
Este artículo de Shereefdeen Ahmad y se publicó originalmente en Minority Africa el 24 de octubre de 2024. A continuación se publica una versión editada como parte de un acuerdo para compartir contenidos.
Hajiya*, estudiante de la Universidad Usmanu Danfodiyo de Sokoto (Nigeria), decidió tomarse un descanso de su sesión de estudio nocturno en una de las clases en el campus. Salió, encontró una zona apartada y se sentó en un largo banco de metal a charlar con un amigo que estaba al otro lado. Cuando se dieron cuenta de que un agente de seguridad de la escuela los había visto, el amigo de Hajiya se marchó rápidamente para evitar insinuaciones injustificadas. En su universidad, las interacciones nocturnas entre hombres y mujeres eran objeto de escrutinio por los principios islámicos de la institución.
Para sorpresa de Hajiya, el agente de seguridad se le acercó y la acusó de haber mantenido relaciones sexuales con su amigo y le exigió favores sexuales a cambio de su silencio.
«Me dirigí a él de forma madura, pero insistió en llevarme a la oficina de seguridad a menos que hiciera lo que me descubrió haciendo con el chico. No nos vio haciendo nada, pues solo estábamos hablando como amigos», relató Hajiya a Minority Africa. «Empezó a tocarme todo el cuerpo. Me tomó de las manos, me arrastró a una zona muy apartada, hasta que empecé a gritar para pedir ayuda antes de que me soltara».
A pesar de ser periodista universitaria, Hajiya decidió no informar del incidente. Dudaba del compromiso de la universidad con la justicia. «Y el hecho de que yo estuviera a oscuras con un tipo no quedará fuera de la historia», dijo. «Sea como fuere, el acoso es acoso; lo que llevó a eso no importa. Nunca creí que pudiera callarlo porque me ocurrió de la forma más inesperada. La mayoría también callamos por el estigma».
Los temores de Hajiya no son infundados. Una encuesta del Banco Mundial de 2018 reveló que el 70% de las mujeres graduadas en instituciones superiores nigerianas habían sufrido acoso sexual por parte de compañeros y profesores. La encuesta, realizada en 19 instituciones de educación superior de seis estados, destacó la falta de canales de denuncia claros como una de las principales barreras para denunciar estos incidentes.
En 2022, la ministra de Asuntos de la Mujer, Pauline Tallen, declaró que, de los más de 11 000 casos de violación registrados en Nigeria, solo 33 culpables habían sido condenados. Atribuyó esta triste estadística a los estereotipos culturales nocivos, a la mala aplicación de la ley, a la misoginia tóxica y al insuficiente apoyo a las sobrevivientes.
A pesar de los continuos problemas de acoso sexual en las escuelas y otros lugares de Nigeria, un proyecto de ley presentado en 2016 para penalizar el acoso sexual, en particular en las instituciones de enseñanza superior, se ha marchitado en la Asamblea Nacional durante ocho años.
Frank Ijege, jurista de la Fundación Bridges and Hands, organización no gubernamental que promueve los derechos humanos, los derechos del niño, la transparencia y la rendición de cuentas, criticó la falta de urgencia de la Asamblea en una entrevista con Minority Africa. «La Asamblea Nacional no está prestando la atención merecida a la cuestión del acoso sexual. Por eso el proyecto de ley lleva ahí ocho años».
Aconsejó que las organizaciones no gubernamentales y los organismos estudiantiles mantengan el diálogo con la Asamblea Nacional para impulsar la promulgación del proyecto de ley.
Para combatir la cultura del silencio, Oga Lecturer, proyecto del International Centre for Investigative Reporting (ICIR), busca documentar y amplificar las historias de acoso sexual en las instituciones de enseñanza superior.
«Empezamos con una encuesta en nuestras plataformas de medios sociales para conocer la prevalencia del acoso sexual en las instituciones de enseñanza superior nigerianas y, a partir de la información que recibimos, nos dimos cuenta de que era un gran problema, sobre todo por parte de los profesores varones», explica Dayo Aiyetan, director ejecutivo del ICIR.
«Así que decidimos encontrar la manera de utilizar los medios para resolver el problema, y si no para resolverlo, para llamar la atención él y sacar el tema a la palestra para debatirlo, informar y ofrecer soluciones a las víctimas», añadió.
Fundada en 2016, Oga Lecturer anima a víctimas y testigos a denunciar incidentes, que luego se hacen públicos a través del sitio web de Oga Lecturer y las plataformas de medios sociales, lo que empuja a las autoridades competentes a tomar medidas. «Damos una plataforma en el sitio web de Oga Lecturer en la que, ya sea un estudiante, un profesor o cualquier miembro de la comunidad de instituciones superiores que tenga algún problema relacionado con acoso sexual pueden contactarnos y contarnos sus historias», explica Aiyetan. «Investigamos las historias porque las utilizamos como fuentes o denunciantes y luego las publicamos».
Aiyetan reconoce que la publicación por sí sola no garantiza la justicia, pero señaló que hacen un seguimiento con las autoridades universitarias y las partes interesadas para apoyar a las víctimas. Sin embargo, lamentó la actitud indiferente de las autoridades universitarias al castigar a los profesores acusados de acoso sexual.
«Se publica una noticia sobre un agresor y se ve que no se hace nada con esa persona, lo que pone a la víctima en una situación peligrosa porque puede ser victimizada», explicó Ijeoma Opara, periodista de Oga Lecturer.
Para proteger sus fuentes, Oga Lecturer mantiene la confidencialidad. «Quien haya hablado con nosotros lo ha hecho con estricta confidencialidad. No revelamos nuestras fuentes a nadie debido a lo delicado del acoso sexual», subraya Aiyetan.
Entre 2018 y 2023, no menos de 43 profesores fueron acusados o imputados por acoso sexual. Muchos de estos casos fueron ocultados bajo la alfombra, y muy pocos profesores fueron suspendidos o despedidos. Oga Lecturer informa continuamente sobre los casos ignorados para que las autoridades asuman responsabilidades.
Por ejemplo, la Universidad de Nigeria, en Nsukka, suspendió al doctor Chigozie Odum, profesor del Departamento de Arqueología y Turismo, por acusaciones de conducta sexual inapropiada. Del mismo modo, la Universidad Federal de Silvicultura, en el estado de Plateau, suspendió a cuatro profesores por acosar a alumnas. Oga Lecturer desempeñó un papel crucial en la suspensión de Cyril Ndifon, profesor de la Universidad de Calabar, tras las acusaciones de varias alumnas.
Aiyetan dijo que, dado que es difícil lograr justicia efectiva para las víctimas y a las fuentes que denuncian, el ICIR pretende rediseñar el proyecto Oga Lecturer.
Hajiya reflexionó sobre su experiencia, desea haber conocido a Oga Lecturer. «Utilizar los medios para denunciar el acoso sexual puede amplificar las voces marginadas, dar a conocer y evitar futuros incidentes. Es una poderosa herramienta para hacer justicia y que se asuma responsabilidad», dijo.
*Se ha cambiado el nombre para proteger las identidades.