
Montaje de Global Voices, el presidente electo Trump (imagen de Flickr, con CC BY-SA 2.0) y el mapa de Latinoamérica
El 20 de enero de 2025, el presidente estadunidense Donald Trump volverá a asumir el cargo y enfrentará asuntos familiares, aunque cambiantes, en Latinoamérica. Dos de esos asuntos se destacan.
Primero, la disminución de la influencia estadounidense en el mundo. Esta tendencia se confirma en Latinoamérica, donde China y Rusia están logrando fortalecerse. Las inversiones de China en infraestructura, tecnología y energía han aumentado en toda la región, y ha llegado a ser el segundo mayor socio comercial para muchos países latinoamericanos. Por su parte, Rusia ha expandido sus vínculos militares y diplomáticos con varios países y sigue emprendiendo campañas de desinformación, con el objetivo de influir en la opinión pública y los resultados políticos.
Segundo, desde el inicio del COVID-19, los países latinoamericanos han tenido una recuperación económica lenta, profundización de crisis políticas, un aumento en la violencia relacionada con carteles de tráfico de drogas, y deterioro de las desigualdades sociales. Estas dificultades han llevado a un aumento en la migración. Migrantes, por millones, han estado haciendo el viaje a la frontera entre Estados Unidos y México en busca de un futuro mejor. Los datos indican que durante el mandato del presidente Biden, se estima que ocho millones de personas, sobre todo de países latinoamericanos, han sido aprehendido en la frontera estadounidense.
Esos fueron temas centrales en la campaña de Trump. Como en su mandato anterior, sus discursos giraban en torno a priorizar los intereses estadounidenses en el extranjero, una fuerte postura contra la inmigración, y una promesa de iniciar la mayor campaña de deportación en la historia estadounidense. Mientras antes acusaba a México de enviar “violadores” y “delincuentes” a Estados Unidos, ahora ha lanzado acusaciones similares a El Salvador, ha expresado su preocupación por pandilleros que entran a Estados Unidos. La relación de Trump con Latinoamérica ha estado marcada de vaivenes; por esa razón, los Gobiernos en la región no reaccionaron igual a esta reelección.
Preocupaciones mínimas
Para un grupo de Gobiernos latinoamericanos, una victoria de Kamala Harris o Donald Trump no hubiera significado muchos cambios. Países como Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay mantienen buenas relaciones con Estados Unidos, con solida cooperación económica, diplomática y, en algunos casos, cooperación militar. Aparte de República Dominicana y Perú, los grupos de nacionales de estos países en Estados Unidos son relativamente modesta, y por lo tanto, tienen menos preocupaciones significativas de que las políticas de Trump tendrían algún impacto directo a sus poblaciones en el extranjero.
Sin embargo, la reelección de Trump podría apoyar a Gobiernos populistas de derecha en Latinoamérica. Ese podría ser el caso en Brasil, la mayor economía de la región, donde el expresidente Jair Bolsonaro también busca volver a gobernar. Las presidencias de Bolsonaro y Trump coincidieron entre 2019 y 2021, y fueron cercanos aliados ideológicos. Surge una pregunta importante: ¿cómo influirían vínculos personales de Bolsonaro con Trump en sus interacciones con Luiz Inácio Lula da Silva, actual presidente de Brasil? Por su parte, Lula ha dicho que las relaciones con el gobierno de Trump seguirán siendo respetuosas y sin sesgos.
El político libertario Javier Milei de Argentina puede ser quien más se beneficie. Milei ha dirigido la política exterior de Argentina a acercarse más a los intereses de Occidente y Estados Unidos, y comparte varios asociados con Trump, incluidas personas como Elon Musk. Aunque Milei es conocido por sus fuertes declaraciones, no ha dicho nada durante la campaña estadounidense. Sin embargo, después de las elecciones, una llamada publicitada reveló que Milei expresó admiración por Trump cuando dijo: «Usted es mi presidente favorito!»
Poco después de la reelección, Milei viajó a Mar-a-Lago para reunirse con Trump y Musk. En la reunión, Milei invitó a Trump a crear una alianza de «naciones libres» para preservar la identidad occidental y promover el intercambio comercial. Los expertos dicen que Milei busca estimular inversiones privadas estadounidense en la deteriorada economía argentina y usar la influencia estadounidense n el Fondo Monetario Internacional (FMI) para asegurar nuevos créditos para su país.
Los que tienen más que perder
El regreso del presidente Trump a la Casa Blanca viene acompañado de una mayoría republicana en el Senado y en el Congreso, y aliados de Florida en puestos claves. En Florida hay sustanciales comunidades de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que influyen significativamente en la dinámica política, y a menudo traen asuntos internacionales de sus países de origen a la política local.
Casi tres millones de cubanos que han huido de un régimen comunista —que representan cerca del 30% de la población de Cuba— se han instalado predominantemente en Florida y obtenido influencia política. Se distinguen por ser la única comunidad hispana que tradicionalmente ha votado por los republicanos. Muchos están a favor de las crecientes sanciones a Cuba como una forma de obligar al régimen a pasar a una democracia. Con los años, varios políticos republicanos de origen cubano han ocupado puestos importantes en la política local y nacional. Esta comunidad de cubanos se ha complementado con migrantes de Nicaragua y Venezuela, que escapan de situaciones similares.
Para estas dictaduras, esa es la peor perspectiva. Caracas, La Habana, y Managua podrían enfrentar mayor presión si el cubano-estadounidense Marco Rubio es designado como secretario de Estados. De la misma manera, el congresista Mike Waltz, nominado como asesor de seguridad nacional, ha sido uno los mayores críticos de estos regímenes. Con otros políticos republicanos de Florida —como el senador Rick Scott, los congresistas Carlos Gimenez, Mario Diaz-Balart, Maria Elvira Salazar, Debbie Wasserman Schultz, y el senador de Texas Ted Cruz— es probable que tengan mayor influencia en dar forma a las política estadounidenses hacia los países latinoamericanos dentro del Partido Republicano.
Algunas consecuencias inmediatas ya son notorias. El lunes 18 de noviembre de 2024, los congresistas Mike Waltz y Debbie Wasserman Schultz presentaron el proyecto de ley BOLIVAR, con el fin de sancionar a todas las personas y entidades que tengan vínculos comerciales con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Esa norma recuerda las sanciones ya existentes contra el Gobierno cubano desde la década de 1990. Además, Cuba puede seguir más tiempo en la lista de países que auspician el terrorismo, lo que limita su capacidad para comerciar y recibir fondos de socios extranjeros.
Para muchos, prevalece la incertidumbre
Otros países como Bolivia, Colombia, Guatemala, Honduras y México enfrentan relaciones inciertas con Estados Unidos. Aparte de Bolivia, estos países tienen grandes comunidades en Estados Unidos, y sus economías se benefician mucho de las remesas que envían los migrantes a sus familias en casa. Si se implementa el plan de deportación que ha propuesto el presidente Trump, podría tener graves consecuencias económicas y sociales para esos países.
Otra fuente de incertidumbre en las relaciones bilaterales es la postura de izquierda de sus Gobiernos. A una administración de Trump que desprecia abiertamente las ideologías socialistas puede serle difícil trabajar al lado de estos Gobiernos, y el sentir puede ser mutuo. Están empezando a aparecer señales de relaciones tensas. Durante la reunión del G-20 en Brasil, se informó que el presidente colombiano, Gustavo Petro, dijo a los medios que Trump y el político argentino Javier Milei representan una «nueva forma de fascismo«. Más tensiones podrían surgir durante el segundo gobierno de Trump.
El Salvador, un caso único
El Salvador es un caso interesante. Los salvadoreños son una comunidad grande en Estados Unidos, sobre todo en la costa oeste. Durante su campaña, Trump se refirió a esta comunidad como fuente de actividad de pandillas, lo que le valió fuertes críticas de El Salvador y su presidente, Nayib Bukele.
Lo que hace que esta dinámica sea particularmente interesante es la semejanza entre ambos líderes. Trump y Bukele tienen un estilo populista, y planteamientos políticos y sociales no convencionales. Pese a las críticas de Trump, Bukele optó por una respuesta mesurada, para evitar que aumentaran las tensiones. Bukele también fue el primer líder mundial que felicitó a Trump por su reelección.
In conclusión, para los líderes latinoamericanos, es probable que los próximos cuatro años traigan cambios a las relaciones de Estados Unidos con Latinoamérica, pues los Gobiernos intentan adaptarse o sobrevivir a Trump.