En Jamaica, un ciclo menstrual sin agua potable es tan intenso como el huracán Beryl

Imagen destacada vía Canva Pro.

Cuando la tormenta tropical Rafael se adentraba en Jamaica, no pude evitar recordar la devastación que enfrentamos tras el paso del huracán Beryl, una gran tormenta que se manifestó a principios de la temporada de huracanes del Atlántico de 2024, por lo que me siento en la obligación de contar mi historia.

No es que mi experiencia con el huracán Beryl haya sido más aterradora o difícil que la de cualquier otra persona. Dios sabe que el impacto ha sido tremendo y continúa, pero como muchas otras mujeres, estoy segura de que enfrenté un reto adicional: estaba menstruando.

Al contar esta experiencia no pretendo de ninguna manera restar importancia a los problemas relacionados con la menstruación que tantas mujeres enfrentan a diario, durante y después de la temporada de huracanes. Sin embargo, tras haber contado la realidad de la pobreza menstrual en el Caribe, los obstáculos que enfrenté durante la tormenta me permitieron comprender mejor el problema. Para que se entienda, lo que sufrí durante Beryl NO es un ejemplo de pobreza menstrual; simplemente pasé por un pequeño aspecto de esa experiencia vivida durante un breve periodo y, en retrospectiva, me sentí agradecida por eso.

Cuando Beryl cruzó la región con fuerza, y devastó países como Granada, San Vicente y las Granadinas entre otros, puso sus ojos en Jamaica. Aunque la tormenta apenas rozó las circunscripciones del sur de la isla, causó inundaciones, pérdidas de vidas humanas y daños materiales, y dejó a muchos sin electricidad, situación que se prolongó durante semanas y meses.

Según el Centro Nacional de Huracanes (NHC), con el paso de Beryl, son dos los huracanes atlánticos de categoría 5 en julio (después del huracán Emily, que se dio a conocer el 17 de julio de 2005). Se informó que los vientos máximos sostenidos de Beryl eran cercanos a 160 km/h, con ráfagas superiores.

Con cada temporada de huracanes, pienso en el peor de los escenarios posibles si se desata una tormenta y perdemos recursos que a menudo damos por sentados, como electricidad y, lo que es peor, agua. Estos pensamientos inundan mi mente porque temo no tener agua en las tuberías para ducharme, sobre todo cuando estoy con la menstruación. Aunque siempre tengo mis imprevistos, nada es mejor que el agua que sale de las cañerías. Supongo que es una combinación de comodidad y la necesidad de tener acceso a agua potable sin contaminantes, ya que el agua de las cañerías se está reduciendo, por los fenómenos provocados por el cambio climático.

Algunos dirán que mis problemas con el agua se arreglan fácilmente porque mi familia puede invertir en un depósito. Sin embargo, ahora mismo no es una solución viable para nosotros. Así que lo mejor es almacenar el agua en cubos para usarla en los lugares donde más la necesitamos: el baño y la cocina. También empleamos varios métodos de tratamiento para garantizar nuestra propia seguridad.

A lo largo de los años, hemos tenido la suerte de no perder nuestra conexión de agua durante una tormenta, pero con el huracán Beryl se nos acabó la suerte. Nuestros grifos estaban secos incluso antes de que la tormenta de categoría 4 se desatara con toda su fuerza. La Comisión Nacional del Agua de Jamaica informó que «alrededor del 70% de los clientes [estaban] sin agua», y aunque nosotros tuvimos la suerte de recuperar nuestra conexión a un suministro de agua limpia al cabo de una semana, otras personas quedaron sin agua ni otros servicios públicos durante mucho más tiempo. A pesar de mi malestar, me di cuenta del privilegio que había tenido.

¿Cómo es la combinación de menstruación sin suministro de agua? Imagínate soportar un dolor insoportable mientras no tienes agua en las tuberías para limpiarte. El único lugar por donde se filtraba el agua era a través de un tejado con goteras. Nuestra casa estaba a la merced de fuertes vientos huracanados y lluvias torrenciales. Me preocupaban los posibles daños materiales y personales, aunque estaba lo más preparada posible, también me sentía abrumada.

Estaba preparada porque tenía a mano productos menstruales no reutilizables (compresas/toallas higiénicas), así como copas menstruales más ecológicas y toallitas desechables. También tenía el agua tratada que habíamos almacenado, pero me sentía incómoda. Era difícil funcionar en esas circunstancias.

Como no sabía cuánto tiempo íbamos a estar sin agua, tuve que ahorrar el agua que habíamos conseguido almacenar, ¿pero cómo utilizar el agua de manera moderada y mantener la higiene, sobre todo con un flujo menstrual abundante? Si sabes cómo hacer que tus recursos rindan, siempre encuentras la forma, y así fui. Por supuesto, nunca me sentí del todo limpia como lo hubiera querido, pero «limpiar en lo posible«, mi copa menstrual, deshacerme de las compresas y las toallitas usadas fue todo lo que necesité para no sentirme asquerosa. Mi flujo suele durar seis días, así que soporté las molestias durante casi todo el tiempo que agua no salió de las tuberías.

Al mencionar «lo posible», recuerdo cuando hablé con Danielle Fraser, y me dijo: «A veces, es muy difícil, hasta el punto de que algunas personas tienen que usar medio cubo de agua, o mucho menos de lo que usarían normalmente, para limpiarse. Como dicen los jamaicanos: ‘Nos limpiamos en lo posible'».

Fue un acto malabarismo muy cansador: utilizar mi linterna de queroseno en el baño, usar la menor cantidad de agua posible y gestionar mi higiene menstrual mientras el viento y la lluvia amenazaban mi casa. Al hacerlo, solo pensaba: «¿Cuántas otras mujeres y niñas que menstrúan se encuentran en una situación similar o peor? ¿Cómo se las arreglan? ¿Tienen agua almacenada? ¿Tienen productos menstruales?». Dada la realidad de la pobreza menstrual, ya sabía la respuesta a esas preguntas.

A pesar de la incomodidad y el estrés de la situación, salí de esta experiencia con un nuevo sentido de resiliencia y esperanza. Agradezco las lecciones aprendidas y, mientras seguimos enfrentando los retos del cambio climático, mantengo la esperanza de que podemos crear un futuro en el que todo el mundo tenga acceso a agua limpia y a la dignidad que conlleva.

Aunque ha sido un reto, esta experiencia me ha hecho más consciente de las dificultades que muchos enfrentan a diario. También ha fortalecido mi compromiso de abogar por un mejor acceso a los recursos esenciales, especialmente en el contexto urgente de la emergencia climática. Mientras nos preparamos para futuras tormentas, me aferro a la esperanza de que podamos construir comunidades más resistentes en las que nadie tenga que soportar un periodo «de Beryl» sin agua corriente.

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