Revisión del año: La justicia climática siguió como tema candente para el Caribe en 2024

Imagen de Canva Pro.

Desde la diversidad de su herencia y cultura hasta las novedades políticas que han impactado la zona, 2024 fue un año que mostró la resiliencia, creatividad y espíritu del Caribe, especialmente en lo referente a los problemas ambientales, que se han mantenido en los titulares de nuestras reseñas de fin de año desde 2017.

Desde el nivel comunitario hasta el escenario global, los problemas ambientales y, por extensión, la lucha por la justicia climática, siguen siendo la causa que une a la región, ya que los internautas y los ecologistas contribuyen a moldear las conversaciones globales con una perspectiva única sobre el Caribe. Casi el 40% de los artículos regionales de Global Voices de 2024 estuvieron dedicados al ambiente, la mayor proporción registrada desde que comenzamos con estos resúmenes anuales. A continuación, mencionamos algunas de las historias sobre clima que definieron este año recién pasado en el archipiélago.

La crisis climática alcanza niveles ‘catastróficos’

La historia climática más importante del año fue el paso del huracán Beryl a fines de junio y principios de julio. La tormenta rompió varios récords (fue el huracán de categoría 4 más rápido en formarse, una tormenta significativa de principios de temporada con una trayectoria atípica) y devastó muchas vidas y medios de subsistencia, y dejó infraestructuras y economías insulares tambaleando.

Brian McNoldy, investigador en meteorología tropical de la Universidad de Miami, declaró que las temperaturas oceánicas más calientes, las más altas jamás registradas para esa época del año, tuvieron un rol clave en la rápida formación de Beryl. Sin embargo, en un encendido artículo de opinión para The Bridge, la artista y ambientalista Holly Bynoe escribió honesta y apasionadamente sobre la experiencia de San Vicente y las Granadinas: “Esta tormenta es la evidencia más reciente de la consolidación de la región del Caribe como la señal de alerta de la catástrofe climática, que expone el lado más oscuro de la injusticia climática”.

También señaló que el lenguaje utilizado para describir los territorios afectados por huracanes era “sinónimo de supresión y piedra angular de la lengua de moda en gestión global de desastres e iniciativas de recuperación”. Sin embargo, su significado “es más complejo que su singularidad. Solo puedes entender su uso débil, inadecuado, alarmista e impotente una vez que te toca la violencia implícita de la «simpleza» y la «supresión».

¿Y la recuperación? Bynoe siente que debe ir “más allá de lo material, más allá de los escombros”:

[C]limate injustice is now, for the Grenadines, a deep and abiding embodiment […] With public trust at an all-time low, citizens must hold governments and agencies accountable for truth-telling during catastrophic times and agitate for a more dynamic definition and recovery system that includes social dimensions such as livelihood restoration and well-being.

La injusticia climática es ahora, para las Granadinas, una manifestación profunda y duradera […]. Con la confianza pública en su punto más bajo, los ciudadanos deben exigir a los gobiernos y organizaciones que sean responsables y digan la verdad durante las etapas catastróficas y deben luchar por sistemas de recuperación más dinámicos que incluyan dimensiones sociales como la restauración de medios de vida y bienestar.

La tormenta también reavivó el debate sobre efectos con mucha frecuencia ignorados de la crisis del clima, de los que ya hemos informado.

Desafíos ambientales y de desarrollo

Un derrame de petróleo causado por un tanque volcado en Tobago en febrero llevó a la presidenta ejecutiva de Jamaica Environment Trus, Theresa Rodriguez-Moodie, a cuestionar si la región tenía un plan de contingencia para derrames de petróleo suficientemente sólido, especialmente a la luz de las recién descubiertas reservas de petróleo y gas de Guyana.

«Se prevé que el país pueda producir 1,2 millones de barriles por día para 2027 o 2028″, comentó Moodie.

Environmental Impact Assessments (EIAs), however, indicate that in the event of a spill or well blowout, the repercussions could devastate large swathes of the Caribbean, stretching from Trinidad through the Lesser Antilles, Jamaica, and the Dominican Republic.

This would devastate coastal ecosystems, infrastructure, tourism, fisheries, shipping, and other vital economic activities, placing many island nations in economic jeopardy.

Sin embargo, las Evaluaciones de Impacto Ambiental (EIA) indican que en caso de un derrame o estallido de un pozo, las consecuencias podrían devastar grandes zonas del Caribe, desde Trinidad hasta las Antillas Menores, Jamaica y la República Dominicana.

Esto arruinaría ecosistemas costeros, infraestructura, turismo, pesca, transporte marítimo y otras actividades económicas vitales, lo que pondrá a muchas naciones insulares en peligro económico.

Moodie también formó parte de un grupo de ambientalistas jamaicanos que exigieron evaluaciones de impacto ambiental obligatorias para proyectos que representen riesgos ambientales significativos. Señalaron un proyecto en particular: un nuevo desarrollo inmobiliario llamado The Pinnacle, ubicado cerca del parque marino de Montego Bay, el primer parque marino del país, que incluye un parque de cinco kilómetros cuadrados y dos zonas especiales de conservación pesquera.

Mientras tanto, en Aruba, los ciudadanos se manifestaron contra el crecimiento no sostenible y no regulado de la industria hotelera y turística, que según dice ha sido exacerbado por el impacto colonial. La actual tendencia de turismo masivo en la isla ha llevado a la pérdida sistemática de tierras, que están adquiriendo inversionistas extranjeros interesados en construir hoteles de lujo.

En Barbados, los ambientalistas sugirieron que, sin medidas estratégicas de conservación, el emblemático árbol de higo barbudo de la isla podría desaparecer del paisaje. De manera igualmente preocupante, las condiciones climáticas cambiantes han contribuido al declive de las poblaciones de peces voladores, el pez nacional de la isla.

Guyana intenta mantener un equilibrio

Desde 2021, el jugador más nuevo en la industria del petróleo y gas de la región ha estado insistiendo en que esencialmente puede tener lo mejor de ambos mundos. En 2024, mientras las naciones de la CARICOM (Comunidad del Caribe) continuaban sus iniciativas por convertirse en productores de petróleo de bajas emisiones de carbono, priorizó su objetivo de conservación 30×30, con el fin de proteger el 30% de sus recursos terrestres y marinos para 2030.

En este sentido, las selvas tropicales del país han sido piezas fundamentales de las iniciativas del Gobierno para ampliar el ecoturismo. La administración actual ha estado promoviendo lo que llama «técnicas agrícolas climáticamente inteligentes» para aumentar de manera sostenible la producción de alimentos, y también ha implementado un mecanismo de valoración del carbono, que entrega dinero a cambio de mantener los bosques. Sin embargo, ha habido preguntas sobre los derechos territoriales de los pueblos indígenas, que mayormente cuidan estos bosques, y si realmente están beneficiándose con el acuerdo de comercio de carbono existente.

Las comunidades indígenas costeras del país han estado luchando por una playa en particular, Almond Beach, que enfrenta una grave erosión que ha provocado un éxodo comunitario y una amenaza para cuatro especies de tortugas marinas en peligro de extinción que suelen anidar allí.

Conferencias ambientales

En mayo de 2024, Antigua y Barbuda fue sede de la Cuarta Conferencia Internacional sobre los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID4), reunión global que se celebra cada diez años y que tiene como objetivo abordar la resiliencia climática en naciones con vulnerabilidades únicas.

El enfoque estuvo en establecer un mandato para negociar un nuevo mecanismo legal (marco para la Agenda de Antigua y Barbuda para los PEID, 2024-2034, abreviado como ABAS) que asegure una transición rápida, financiada y equitativa de los combustibles fósiles para intentar mantenerse dentro del límite climático de 1.5° Celsius. En un artículo para The Bridge, cuatro expertos en este rubro señalaron que por su «pequeño tamaño, insularidad y lejanía», los PEID están expuestos a «impactos exógenos devastadores de una escala relativa impensable en Estados más grandes».

Al construir el caso de por qué los PEID deberían tener su propio Plan Marshall, argumentaron:

Acute vulnerability defines the development experience of PEID but confers no entitlement to Official Development Assistance (ODA) or concessional financing. Many are locked out of affordable flows of public finance and pushed towards exorbitant commercial borrowing to bankroll investments entailing disproportionate sunk costs.

La vulnerabilidad aguda define la experiencia de desarrollo de los PEID, pero no confiere ningún derecho a la ayuda oficial al desarrollo o a la financiación en condiciones favorables. Muchos se ven excluidos de flujos asequibles de financiación pública y se ven obligados a recurrir a préstamos comerciales exorbitantes para financiar inversiones que conllevan costos irrecuperables desproporcionados (un aeropuerto puede superar el 100 % del PIB).

Además, continuaron:

[D]uring 2024–34, the lifetime of the ABAS, we are likely to breach a series of key climatic tipping points, most notably the central demand of PEID to limit global warming to 1.5 degrees Celsius over pre-industrial levels. This externally imposed catastrophe threatens their way of life and even their very existence, particularly for those low-lying states at most immediate risk from sea-level rise. This, in turn, transgresses island states’ legitimate rights to development and non-interference as sovereign equals in the international community of states.

Además, durante 2024-2034, el período de vigencia del ABAS, es probable que se superen una serie de puntos de inflexión climáticos clave, sobre todo la exigencia central de los PEID de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Esta catástrofe impuesta desde el exterior amenaza su modo de vida e incluso su propia existencia, sobre todo en el caso de los Estados de baja altitud que corren un riesgo más inmediato de subida del nivel del mar. Esto, a su vez, transgrede los derechos legítimos de los Estados insulares al desarrollo y a la no injerencia como iguales soberanos en la comunidad internacional de Estados.

Al cierre de la conferencia, los actores de los PEID se encontraron abogando por mantener su condición de «caso especial» para el desarrollo sostenible, ya que los países desarrollados han resistido la idea de que los PEID necesiten asistencia especial.

A principios de octubre, Santa Lucía fue sede del Congreso RedLAC, que precedió a la COP16 más tarde ese mismo mes. El objetivo del Congreso era “[avanzar] las metas globales de conservación dentro de los contextos nacionales y regionales”, ya que el recientemente adoptado Marco Global de Biodiversidad (GBF) establece que el 30% de la tierra y el mar del planeta debe ser conservado para 2030 mediante el establecimiento de zonas protegidas.

Karen McDonald Gayle, presidenta ejecutiva del Fondo Caribeño de Biodiversidad (CBF), consideró que RedLAC “da una plataforma invaluable para construir y fomentar una presencia más fuerte de los países caribeños en esta red y reforzar nuestro mensaje colectivo de financiamiento ambiental a largo plazo para la región”, incluso cuando los ambientalistas pidieron más colaboración regional para alcanzar la meta 30×30.

La región se pinta de azul

No obstante, las naciones insulares del Caribe han seguido adelante con otros planteamientos para protegerse de los estragos de la crisis climática. Trinidad y Tobago condujo un programa piloto de un sistema de créditos de carbono azul para financiar la conservación de manglares. Debido a su relevancia para el ciclo global del carbono, los ecosistemas de carbono azul como los manglares ofrecen beneficios de mitigación climática que pueden ayudar en la adaptación al cambio climático.

Aunque se estima que los bosques de manglares en Trinidad y Tobago almacenan al menos 1.118 millones de toneladas de carbono, ha habido cada vez más pérdidas en estos sistemas forestales por factores diversos, como el desarrollo, la contaminación, las actividades de extracción, la agricultura no sostenible y los hechos climáticos extremos. Por lo tanto, se espera que los mercados de créditos de carbono ayuden a cubrir la brecha en la financiación de las metas de acción climática.

De manera similar, ampliando la base de las ONG y con reservas privadas involucradas en iniciativas de conservación, Belice ha estado usando «bonos azules» como una solución potencial a su deuda derivada de la pandemia de COVID-19, que canjea por protección de recursos marinos.

Como señaló el primer ministro, John Briceño, en enero de 2024, los espacios azules de Belice “sostienen medios de vida, estabilidad social y seguridad climática. […] Los bonos azules de Belice son mucho más que un acuerdo de reestructuración de deuda. Representan la iniciativa más exitosa por el valor de nuestros recursos marinos y nuestra historia de gestión acertada».

Atisbos de esperanza

Ya sea nuestra historia sobre mujeres pescadoras que usan el teatro para promover la justicia de género en un campamento regional de justicia climática, o el cambio en República Dominicana a vehículos eléctricos, definitivamente hubo noticias ambientales positivas, incluido el trabajo periodístico sobre justicia climática en el Caribe.

Una de nuestras historias ambientales más populares de 2024 incluyó un artículo sobre una palma Talipot en Trinidad, que generó gran emoción en torno a su floración. La palma, conocida por tener la mayor inflorescencia del mundo, puede florecer una vez que alcanza la madurez, típicamente entre los 25 y los 80 años. Después de florecer, el pequeño fruto amarillo-verde circular que surge tarda alrededor de un año en madurar y, como el árbol es monocárpico, este proceso solo ocurre una vez; el árbol muere después de generar su fruto.

El nivel de interés en esta historia, así como en nuestro artículo sobre el pantano Caroni de Trinidad, que obtuvo más de 13 000 vistas solo en inglés entre julio y septiembre, sugirió a nuestro equipo editorial que los seres humanos siguen fascinados y profundamente conectados con los mecanismos de la naturaleza.

Esa simbiosis, más que nada, motiva la voluntad necesaria para seguir abogando y actuando en favor de la sobrevivencia del planeta, y por ende, de la nuestra.

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