Muerte de Desi Bouterse: Sombras del pasado en encrucijada política de Surinam

Entonces presidente de Surinam, Desi Bouterse (derecha) con el primer ministro de India, Narendra Modi (izquierda) en la Sexta Cumbre de BRICS en Brasilia, Brasil, 16 de julio de 2014. Foto de MEAphotogallery en Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

La víspera de Navidad de 2024, el exgobernante militar y dos veces presidente electo de Surinam, Desi Bouterse, falleció a los 79 años, lo que desencadenó diversas emociones en Surinam.

Para algunos, la muerte de Bouterse significa la conclusión de una era tumultuosa marcada por agitación política, violaciones de derechos humanos, y una extendida y a menudo elusiva búsqueda de justicia. También están quienes, pese a las controversias, sienten solidaridad y lástima, lo que refleja las complejidades de su legado y el recorrido de la nación. Sobre todo, su muerte deja una sensación de un ajuste de cuentas no concluido, un momento cargado de sentimientos no resueltos, buenos, malos y todo lo que hay en el medio. Esta muerte llega justo cuando Surinam se prepara para elecciones cruciales, y obliga a la nación a enfrentar su pasado una vez más, aunque recorra un futuro incierto.

De muchas maneras, la vida de Bouterse fue una contradicción. Salió de las filas del Ejército, y llegó al protagonismo con un golpe en 1980, que lo estableció como el hombre fuerte de Surinam en un momento crítico de la historia poscolonial del país. Su retorica a menudo apelaba a la unidad y orgullo nacionales, con lo que se ubicó como líder determinado a afirmar la soberanía de Surinam en la escena mundial. No obstante, esta imagen se vio eclipsada por su legado más oscuro: los “Asesinatos de Diciembre” de 1982, en los que 15 opositores políticos —periodistas, abogados y activistas— fueron ejecutados en un desgarrador despliegue de poder desenfrenado.

El trauma de esos asesinatos acosó al país durante décadas, una sombra que ninguna retorica nacionalista podría disipar. Un descendiente afectado directamente por los asesinatos y prefiere permanecer anónimo dijo a Global Voices, «No importa lo que pueda haber hecho por el pueblo, sus acciones lo definirán por siempre como un asesino. Ese es el legado que deja, y no puedo verlo de otra manera». Otro escribió en Kanttekening sobre «el-que-debe-ser-nombrado» y el prolongado impacto traumatizante que este «hombre de la bolsa» dejó. Sin embargo, el trauma de un hombre es la victoria de otro hombre sobre los colonizadores.

La historia de Bouterse no es simplemente de tiranía. Hubo momentos en que su liderazgo prometía algo diferente, algo mejor. Durante su presidencia, entre 2010 y 2020, buscó solucionar el subdesarrollo crónico de Surinam, se dedicó a proyectos de infraestructura que llevaron caminos y puentes nuevos a regiones remotas. Estas iniciativas conectaron comunidades que por mucho tiempo estuvieron aisladas de oportunidades económicas. También defendió políticas dirigidas a modernizar el sector energía y diversificar la economía, con la visión de un Surinam que pudiera romper su dependencia de exportaciones tradicionales, como bauxita y madera.

Si estas iniciativas hubieran ido de la mano con un genuino compromiso con el pueblo, muchos lo hubieran seguido. Lily (58), Serena (46) y Margriet (61) están de acuerdo: «Le teníamos miedo, en nuestros corazones no había amor para él. Pero no podemos negar que trató de unir a Surinam a su manera. Si tan solo nos hubiera ayudado —a las personas comunes y corrientes— lo hubiéramos apoyado, hasta lo hubiéramos respetado por lo que trató de hacer. Al final, lo que importa más no es él, sino nuestro país y su futuro».

Algunos líderes caribeños se centraron solo en eso: Bouterse como fuerza de la naturaleza fuera del contexto de sus delitos, pero por cada carretera construida, hubo una acusación de corrupción; por cada promesa de progreso, una denuncia de fondos malversados. Aunque algunas comunidades sí vieron mejoras, muchos ciudadanos se sintieron abandonados. Pese al hecho de que la década de 1980, Bouterse criticó a los políticos étnicos y al favoritismo de grupo, afirmar que esas divisiones entorpecieron el progreso de Surinam, las desigualdades económicas se profundizaron en su época, y su gobierno enfrentó una amplia gama de acusaciones. El auge petrolero pudo haber sido un momento de transformación para la economía del país, pero se convirtió en un símbolo de oportunidades perdidas.

Al final, las ambiciones de progreso de Bouterse se vieron afectadas por sus propias acciones y las de sus aliados más cercanos. Su evasión de la justicia por los Asesinatos de Diciembre, que culminó con su condena y posterior desaparición en 2019, lo convirtió en un fugitivo en su propio país. Incluso cuando hablaba de construir un Surinam más fuerte, su negativa a enfrentar las consecuencias de su pasado dejó un sabor amargo para muchos. Si hubiera aprovechado sus últimos años para buscar la reconciliación y mostrar una verdadera voluntad de asumir responsabilidades, tal vez su legado podría haber adquirido un matiz diferente.

Ahora que la muerte de Bouterse coincide con el aniversario de los Asesinatos de Diciembre, es imposible ignorar la oportunidad en que ocurre. Para algunos, se trata de justicia poética: un hombre cuya vida estuvo marcada por la tragedia de diciembre abandona el escenario en diciembre. Para otros, es un duro recordatorio de las heridas sin cicatrizar, un legado de dolor que su muerte no puede borrar. Bouterse, como el eterno fugitivo, era un sentir compartido por muchos.

Con las próximas elecciones en Surinam, los candidatos políticos sin duda lidiarán con las implicaciones de la muerte de Bouterse, y tejerán su legado en sus narrativas. La cuestión es si su muerte se convertirá en un momento de auténtico cambio o en un capítulo más de un ciclo de explotación política. La frágil economía del país, la desconfianza generalizada en el Gobierno y el fantasma siempre presente de la corrupción exigen algo más que retórica: exigen un liderazgo que aprenda del pasado sin repetir sus errores.

La muerte de Bouterse repercute mucho más allá de Surinam, proyecta una sombra en toda la Comunidad del Caribe, ya que su liderazgo y sus controversias tenían implicaciones más amplias dentro de la región. Como Estado miembro de CARICOM, Surinam ha desempeñado un papel clave en las iniciativas de integración regional. Sin embargo, el mandato de Bouterse complicó a menudo las relaciones por su pasado autoritario y acusaciones penales internacionales, incluida una condena por tráfico de drogas.

Su presencia en las reuniones de la CARICOM, a pesar de sus polémicos antecedentes, destacó el complejo equilibrio que existe en la región entre fomentar la unidad y abordar los problemas de gobernabilidad interna. Con su muerte, el futuro político de Surinam podría determinar su papel en la CARICOM y allanar el camino hacia resaltar la democracia, asumir responsabilidades y fomentar la cooperación regional. Chayenne (28), estudiante de política de Guyana, declaró a Global Voices: «El complejo legado de Bouterse ha influido durante mucho tiempo en la dinámica regional. Su partida ofrece a CARICOM la oportunidad de reforzar su compromiso con los principios democráticos y los derechos humanos».

Este legado suscita la pregunta: ¿qué podría haber sido? Si los líderes políticos de Surinam están a la altura de las circunstancias, adoptan la transparencia y priorizan las necesidades de la población, quizá el país pueda por fin dejar atrás la sombra de Bouterse. Si este momento puede servir de punto de inflexión, de catalizador de la justicia y la equidad, quizá las cicatrices de los Asesinatos de Diciembre (agravadas por las décadas de impunidad posteriores) puedan empezar a cicatrizar.

Ojalá los crímenes de Bouterse hubieran muerto con él o hubieran cerrado las heridas infligidas a Surinam durante su gobierno. Ojalá el pueblo usara la ocasión como un espejo, un reflejo de la resistencia y la fragilidad de la nación, de sus aspiraciones y sus fracasos. Ojalá hubiera elegido de otra manera. Ojalá el sistema que él formó hubiera sido lo suficientemente fuerte como para exigirle responsabilidades. Ojalá sus promesas de unidad no se hubieran visto socavadas por la división.

Al final, la historia de Desi Bouterse es la de un potencial no realizado, la de una nación que podría haber sido, pero no fue. Su muerte desafía a Surinam a reconocer su pasado, no para enterrarlo, sino para comprenderlo, de modo que el camino hacia el futuro pueda ser más claro, más justo y más brillante. Ojalá.

Inicia la conversación

Autores, por favor Conectarse »

Guías

  • Por favor, trata a los demás con respeto. No se aprobarán los comentarios que contengan ofensas, groserías y ataque personales.