
Ilustración de Zena El Abdalla. Usada con autorización.
Esta entrevista es parte de una colaboración de medios entre Disruption Network Lab, UntoldMag y Global Voices. Puede leer más sobre esta actividad en este documento en UntoldMag o ver los paneles en el canal de YouTube de Disruption Network Lab.
La conversación se organizó en el contexto del congreso “Hackear la alienación: Poder, arte y tecnología migrante” organizado por Disruption Network Lab, y se sumerge en las intersecciones del arte, la tecnología y la política, con atención en el empoderamiento de quienes enfrentan alienación sistémica. Fueron dos días en los que se buscó explorar cómo los medios y la tecnología pueden crear formas nuevas de agencia política, y traspasar sistemas tradicionales de exclusión. Con talleres, discursos claves y debates, el congreso abordó cómo las intervenciones artísticas pueden contribuir a reimaginar ciudades y espacios digitales, lo que permite que “aquellos que no tienen derechos de ciudadanía y experimentan alienación sistémica por la guerra, conflictos políticas y otras fuentes de opresión” den forma a sus futuros.
Un taller, dirigido por allapopp, artista de medios digitales, y la poeta Dinara Rasuleva, se adentran en la deconstrucción de las narrativas tecnológicas dominantes, y centran las experiencias de quienes a menudo quedan fuera de la matriz tecnológica y en cómo las voces marginalizadas pueden reescribir sus propias historias y reclamar poder mediante la confección imaginativa del futuro. Esta entrevista continúa ese debate y ofrece perspectivas sobre las intersecciones de la tecnología, el colonialismo y el arte como herramientas, para la participación y la liberación políticas.
allapopp, artista de diversas interdisciplinas que vive en Berlín, originalmente de Tartaristán, incorpora la experiencia migrante, queer y postsoviética a la práctica artística crítica con fusión de la actuación, el aprendizaje de máquinas y el arte digital para imaginar mundos nuevos. Dinara Rasuleva, una poeta de Kazán, Tartaristán, escribe en varios idiomas y aborda temas de descolonialismo y feminismo a través de la poesía expresionista y de actuación. En conjunto, exploran cómo las tecnologías de control se pueden subvertir y cómo las narrativas pueden ayudar a imaginar futuros alternativos.
En esta entrevista, debaten preguntas claves: ¿a quién le corresponde contar la historia del futuro cuando el presente se está fracturando? ¿Cómo se puede reclamar la tecnología a su legado colonial y usarse para la liberación? ¿Cómo imaginan su trabajo de contribuir a luchas más amplias por la justica? ¿Qué rol tiene la imaginación en la configuración de esos futuros?
Walid Houri (WH): La tecnología y el colonialismo a menudo se han entrelazado, y las tecnologías de la violencia han impulsado la opresión y la eliminación de incontables personas. ¿Cómo se puede reclamar la tecnología a este legado y usarse como una herramienta para la liberación?
allapopp: I think technology and colonialism are deeply intertwined. Human technologies, their purpose, function and design, are a reflection of human societies. Colonialism and its implications is a present reality for many, some benefit from it, some suffer. In some realms, like in the trans-Soviet space, the conversation about its colonial past and present is in its early stages. If the spectrum of colonialism is the present reality of human lives, it also becomes deeply ingrained into human technology. I think the conversation needs to be held not about the technologies themselves, but about people in power creating technologies and applying them in the most horrific ways. As someone who doesn’t have access to big power or influence, I try to think of tech in the long term and imagine — what else could it be if we had a chance to redo it from scratch? Where it begins, where it gets rotten?
I like Ursula K. Le Guin’s view that science fiction is the mythology of modern technology. Technologies we have today often come from stories — people read them and then try to implement them. It’s not that science fiction predicts the future; it provides a blueprint for what people might want to create in the future; it entrenches a vision of a world. So, if we want to change how technology develops, we need to tell different stories about it.
The Decolonial AI Manyfesto is a great source of inspiration for me, because it highlights how AI technologies have a colonial core. For example, why is code written in English? The manifesto criticized the Western-normative language of “ethical” AI and suggestions of “inclusivity,” because these do not address power asymmetries, but rather reproduce them. Because what does inclusivity mean? Who is in a position to include (and exclude) who?
The Design Justice Principles by Sasha Costanza-Chock were an eye-opener for me, emphasizing that technology should be designed with input from the communities it serves. At Disruption Network Lab’s Hacking Alienation conference, Anna Titovez Intekra highlighted how migrant communities in Germany rely on Telegram and Google Maps over specialized NGOs developed apps, as they better meet real needs. Of course these services harvest user data, so it’s not a solution either. But it’s a strong example how there are often only two options to choose from: usability or privacy. Design Justice Principles also advise how to create technologies that are sustainable and non-exploitative for the natural world (which humans are part of), and are genuinely beneficial for the people who use them. We need to stop thinking of technologies as tools and start seeing them as human expression.
Finally, I would like to highlight the work of the Dreaming Beyond AI collective, whose intersectional feminist work creates spaces for imagining beyond what we understand as AI and technology. I highly recommend checking out their website. They focus on feminist practices of community building and providing space and means to support themselves while they are imagining and dreaming (beyond AI) and not just working to cover their living costs. Because when you live with the experience of marginalization, it’s really hard to carve out time to dream of a future while you’re busy surviving.
So, to summarize, to me reclaiming technologies means challenging power asymmetries and envisioning own technologies. It is the first step in this process of reclamation.
allapopp: Creo que la tecnología y el colonialismo están profundamente entrelazados. Las tecnologías humanas, su objetivo, función y diseño son un reflejo de las sociedades humanas. El colonialismo y sus implicancias son una realidad actual para muchos. Algunos se benefician de eso; otros, sufren. En algunos campos, como en el espacio transoviétivo, la conversación sobre su pasado colonial y su presente está en sus etapas tempranas. Si el espectro del colonialismo es la realidad actual de vidas humanas, también queda muy enraizado en la tecnología humana. Creo que se tiene que dar un debate no sobre las tecnologías en sí mismas, sino sobre las personas en el poder que crean tecnologías y las aplican de las formas más horribles. Como alguien que no tiene acceso un gran poder o influencia, trato de pensar a largo plazo e imaginar: ¿qué más podría ser si tuviéramos una posibilidad de rehacerlo desde cero? ¿Dónde comienza, dónde se pudre?
Me gusta la perspectiva de Ursula K. Le Guin de que la ciencia ficción es la mitología de la tecnología moderna. Las tecnologías que tenemos hoy a menudo vienen de historias, las personas las leen y luego tratan de implementarlas. No es que la ciencia ficción prediga el futuro; da un plan de acción para lo que la gente pueda querer crear en el futuro; consolida una visión del mundo. Así que, si queremos cambiar cómo se desarrolla la tecnología, necesitamos contar historias diferentes al respecto.
El manifiesto descolonial de la IA es una gran fuente de inspiración para mí porque resalta cómo las tecnologías de IA tienen un origen colonial. Por ejemplo, ¿por qué el código se escribe en inglés? El manifiesto criticó el idioma normativo occidental de IA “ética” y las sugerencias de “inclusión”, porque estas no abordan asimetrías de poder, sino que las reproducen. Porque, ¿qué significa la inclusión? ¿Quién está en una posición para incluir (y excluir) a quién?
Los principios de la justicia del diseño de Sasha Costanza-Chock me abrieron los ojos con su énfasis en que la tecnología debe diseñarse con opiniones de las comunidades a las que sirve. En el congreso Hackear la alienación de Disruption Network Lab, Anna Titovez Intekra resaltó cómo las comunidades migrantes en Alemania confían en Telegram y Google Maps en lugar de aplicaciones especializadas elaboradas por ONG, dado que satisfacen mejor necesidades reales. Por supuesto, estos servicios recolectan datos de usuarios, así que tampoco es una solución. Sin embargo, es un ejemplo contundente de cómo a menudo hay solo dos opciones para elegir: usabilidad o privacidad. Los principios de la justicia del diseño también aconsejan sobre cómo crear tecnologías que sean sostenibles y no explotadoras para el mundo natural (del que los humanos son parte) y sean genuinamente beneficiosas para las personas que las usen. Debemos dejar de pensar en las tecnologías como herramientas y comenzar a verlas como expresión humana.
Finalmente, me gustaría resaltar el trabajo del colectivo Dreaming Beyond AI, cuyo trabajo feminista interseccional crea espacios para la imaginación que van más allá de lo que entendemos por IA y tecnología. Recomiendo visitar su página web. Se centran en prácticas feministas de construcción de comunidad y en dar espacio y medios para mantenerse, y no solo trabajar para cubrir sus costos de vida. Porque cuando vives la experiencia de la marginación, es realmente duro hacerse de tiempo para soñar en un futuro mientras estás ocupado sobreviviendo.
Así que, para sintetizar, para mí, reclamar tecnologías significa desafiar las asimetrías de poder e imaginar tecnologías propias. Es el primer paso en este proceso de reclamación.
WH: ¿A quién le corresponde contar la historia del futuro cuando el presente se está fracturando?”. ¿Cómo puede imaginar un futuro contribuir a la liberación y la lucha por la justicia?
allapopp: When I think of the future today, a very particular image comes to my mind. Ruha Benjamin points out that there are only two narratives about technology: it will either save us or slay us. There’s the Hollywood version — dystopian, where AI and robots take over, there is an atomic fallout, global wars, humans become eliminated. Such dystopian blockbusters sell a lot of tickets. Then there’s the Silicon Valley version — utopian, where technology solves all human problems, climate change is fixed, and everyone is happy and healthy. This view helps to sell gadgets and services. Both narratives are rooted in US culture, as AI ethicist Sarah Wachter has noted: although “96% of the world doesn’t live in the US, our digital tools and platforms are mostly based on US customs, values, and laws.” I wonder, why do we only have these two stories?
In my research I’ve realized that indigenous, marginalized, and oppressed cultures are often focused on preserving their past because their existence is threatened as a direct implication of colonialism. While preservation is important, it means our gaze is often fixed on the past, not the future. Of course, some cultures do not operate with such temporalities as future, past and present, but the mainstream does and its stories become self-fulfilling prophecies.
We need to start telling different stories about (our) future(s) that come from marginalized worldviews, experiences, and perspectives. These stories can help us break out of this dystopian–utopian duality and make different kinds of technology — and ultimately, a different kind of world — possible.
allapopp: Cuando pienso en el futuro hoy, una imagen muy particular se me viene a la mente. Ruha Benjamin señala que hay solo dos narrativas sobre la tecnología: nos salvará o nos matará. Está la versión hollywoodense: distópica, en la que la IA y los robots toman el poder, hay consecuencias atómicas, guerras mundiales, se elimina a los humanos. Esos éxitos de taquilla distópicos venden muchas entradas. Después está la versión de Silicon Valley: utópica, en la que la tecnología resuelve todos los problemas humanos, el cambio climático se soluciona, y todos son felices y están sanos. Esta perspectiva ayuda a vender artefactos y servicios. Ambas narrativas tienen su origen en la cultura de Estados Unidos, como señala Sarah Wachter, especialista en ética de IA: aunque “el 96% del mundo no vive en Estados Unidos, nuestras herramientas y plataformas digitales se basan mayormente en las costumbres, los valores y las leyes de Estados Unidos”. Me pregunto: ¿por qué tenemos solo estas dos historias?
En mi investigación, me he dado cuenta de que las culturas indígenas, marginadas y oprimidas a menudo se centran en preservar su pasado porque su existencia está amenazada como una implicación directa del colonialismo. Mientras que la preservación es importante, significa que nuestra mirada a menudo está fijada en el pasado, no el futuro. Por supuesto, algunas culturas no operan con esas temporalidades como el futuro, el pasado y el presente, pero la corriente principal sí funciona así, y sus historias se convierten en profecías que por su propia naturaleza contribuyen a cumplirse.
Debemos comenzar a contar historias diferentes sobre (nuestros) futuro(s) que vienen de cosmovisiones, experiencias y perspectivas marginadas. Estas historias pueden ayudarnos a escapar de esta dualidad distópica-utópica y hacer que diferentes tipos de tecnología —y, en definitiva, un tipo diferente de mundo— sean posibles.
WH: ¿Cómo imaginas diferentes futuros posibles como una práctica política y artística moldeada por tus propias historias y contextos?
allapopp: For me, artistic and political practice can’t be separated. Coming from a marginalized perspective, I can’t just make art for aesthetics when there are so many imbalances and injustices around. I use my artistic practice to highlight these issues.
When I envision different possible futures, I try to involve my own history and context, but it’s challenging, especially when working with technology. Entering the field of technology, you’re confronted with specific aesthetics and narratives of the future — narratives shaped by certain logics, experiences, and perspectives that often don’t represent my own. As an artist, I’m now trying to root myself in my culture, but I have to do a lot of work to overcome the internalized oppressor that tells me my visions aren’t “technological” enough or “relevant” enough.
The method of “decolonial aesthesis” is very helpful here; it allows me to connect to my culture while entering the technological realm. For example, my native cultural mix is very analog, rooted in connections, textures, smells, and foods. It’s not efficient, optimized, or sleek like the technology we see today. It’s far from the dystopian narrative of control or the utopian vision of perfectly optimized bodies. The non-dystopian tech future looks like these perfect, iPhone-like bodies — everything must be efficient, sleek, and optimized to fit into an accelerating world.
I’m critical of this because I wonder if this is the future we want — one where everything is more efficient and unified? The singularity, as imagined by transhumanism, could mean alignment between humans and technology, but it’s also about power. Not everyone will be invited to access that power; most will be left behind. The transhumanist’s utopia is a dystopia for others.
We’re already living this reality today, where Western societies enjoy AI technologies while workers in the global south perform underpaid, traumatizing click-work to sustain it. This inequality is embedded in our technological systems, and it shows that unless we change our approach, technology will continue to replicate and reinforce these power structures. So, as an artist, my challenge is to envision different futures that break away from what is considered technological and how technology is made and used. Currently, it’s a very abstract place to be.
allapopp: Para mí, la práctica artística y política no se puede separar. Al venir de una perspectiva marginada, no puedo simplemente hacer arte por la cuestión estética cuando hay tantos desequilibrios e injusticias alrededor. Uso mi práctica artística para resaltar estos problemas.
Cuando imagino diferentes futuros posibles, trato de involucrar mi propios contexto e historia, pero es un desafío, en especial al trabajar con tecnología. Al ingresar al campo de la tecnología, te enfrentas con estéticas y narrativas específicas del futuro —narrativas moldeadas por algunas lógicas, experiencias y perspectivas que a menudo no representan la mía—. Como artista, ahora estoy tratando de enraizarme en mi cultura, pero debo hacer mucho trabajo para superar al opresor internalizado que me dice que mis visiones no son lo suficientemente “tecnológicas” o “relevantes”.
El método de “estesis decolonial” es muy útil aquí; me permite conectarme con mi cultura mientras ingreso al campo tecnológico. Por ejemplo, mi combinación cultural nativa es muy analógica, enraizada en conexiones, texturas, olores y alimentos. No es eficiente, optimizada ni refinada como la tecnología que vemos hoy. Dista mucho de la narrativa distópica de control y la visión utópica de cuerpos perfectamente optimizados. El futuro de la tecnología no distópico luce como estos cuerpos perfectos que parecen iPhones, todo debe ser eficiente, refinado y optimizado para encajar en un mundo que se acelera.
Tengo una postura crítica de esto porque me pregunto si este es el futuro que queremos, ¿uno en el que todo es más eficiente y unificado?. La singularidad, como la imagina el transhumanismo, podría significar más alineación entre humanos y tecnología, pero también se trata de poder. No todos estarán invitados a acceder a ese poder; la mayoría se quedará atrás. La utopía transhumanista es una distopía para otros.
Ya estamos viviendo esta realidad hoy, en la que las sociedades occidentales disfrutan tecnologías de IA mientras que los trabajadores en el sur del mundo hacen trabajo mal pago traumatizante de clics para sostenerla. Esta desigualdad está integrada en nuestros sistemas tecnológicos y muestra que, a menos que cambiemos nuestra perspectiva, la tecnología continuará replicando y reforzando estas estructuras de poder. Así que, como artista, mi desafío es imaginar diferentes futuros que se alejan de lo que se considera tecnológico y cómo la tecnología se hace y usa. Actualmente, es un lugar muy abstracto para estar.
WH: ¿Cómo puede el acto de imaginar futuros alternativos conectar experiencias diversas en distintas geografías?, ¿cómo se relacionan tus esfuerzos creativos y políticos con diferentes luchas de liberación y anticoloniales y qué matices culturales o geopolíticas específicas traes?
Dinara Rasuleva (DR): As I reflected on the loss of my native language and culture, and the resulting identity crisis — whether I am Tatar, Russian, or now even German — I started the poetic experiment Lostlingual, and was approached by more and more people sharing their similar experiences, as a result my investigation later developed into writing laboratories and now into a collaboration with allapop — decolonial future envisioning labs. Many of us, due to colonization or repression, were disconnected from our roots. Through coming together, we’ve begun to envision a future where our languages and cultures aren’t lost, but evolve with us.
The act of sharing these experiences creates a profound sense of empowerment and belonging, making us feel truly understood and included. Soon I realized that it’s not just culture, it’s all intertwined with intersectionality, feminism, queerness, class. We envision futures where our cultures are not only free from various constraints but also from the elements we consciously choose to leave behind — like patriarchy, homophobia or exclusion. We have the power to create anything: to invent languages and literatures that aren’t bound to any rigid, intellectual, or institutionalized speech.
If we come from working-class backgrounds, we can embrace simple, accessible language in literature. It’s about recognizing the nuances of our experiences and shaping a future that honors what we value and reinventing our cultures, mythology, religion, traditions to make sure we bring them to future but make them inclusive and kind.
Dinara Rasuleva (DR): Mientras reflexiono sobre la pérdida de mi idioma y cultura nativos y la crisis de identidad resultante —sea tártara, rusa o ahora incluso alemana— comencé el experimento poético Lostlingual y se me acercó más y más gente que contaba sus experiencias similares. Como resultado, mi investigación luego se convirtió en laboratorios de escritura y ahora en una colaboración con allapop —laboratorios de imaginación de un futuro decolonial—. Muchos, por la colonización o la represión, nos habíamos desconectado de nuestras raíces. Gracias a que nos reunimos, comenzamos a imaginar un futuro en el que nuestros idiomas y culturas no están perdidos, sino que evolucionan con nosotros.
El acto de expresar estas experiencias crea un sentido profundo de empoderamiento y pertenencia y así nos hace sentir verdaderamente comprendidos e incluidos. Pronto entendí que no se trata solo de la cultura, todo está entrelazado con interseccionalidad, feminismo, el ser queer, la clase. Imaginamos futuros en los que nuestras culturas no solo no tienen algunos límites, sino también de los elementos que conscientemente elegimos dejar atrás, como el patriarcado, la homofobia o la exclusión. Tenemos el poder de crear cualquier cosa: de inventar idiomas y literaturas que no están conectados con ningún discurso rígido, intelectual o institucionalizado.
Si venimos de contextos de clase trabajadora, podemos adoptar un lenguaje sencillo y accesible en la literatura. Tiene que ver con reconocer los matices de nuestras experiencias y dar forma a un futuro que honra lo que valoramos y reinventar nuestras culturas, mitología, religión y tradiciones para asegurarnos de traerlas al futuro, pero hacerlas inclusivas y amables.
WH: Tú defiendes el impulso de la imaginación decolonial mediante el arte, las historias y la participación experiencial. ¿Cómo pueden el arte y la cultura desafiar y volver a dar forma a las narrativas en torno a las tecnologías de IA?
DR: Art and culture have the capacity to challenge and reshape technologies by serving as a form of resistance and reclamation. In our workshops, we aim to create environments where marginalized voices can reclaim their narratives. Through small exercises in imagination, we explore how AI could be seen not as a fixed system but as a form of world-building where different elements interact. It can get messy, unconventional, and sometimes even dysfunctional, which is exactly what we aim for — providing an antidote to the logic of optimization and the power imbalances that AI technologies often perpetuate.
DR: El arte y la cultura tienen la capacidad de desafiar y reconfigurar tecnologías, y funcionar como una forma de resistencia y reclamo. En nuestros talleres, buscamos crear entornos en los que las voces marginadas puedan reclamar sus narrativas. Mediante ejercicios pequeños de imaginación, exploramos cómo la IA puede verse no como un sistema rígido, sino como una forma de construcción del mundo en el que diferentes elementos interactúan. Puede volverse desordenado, no convencional y a veces incluso disfuncional, que es exactamente a lo que apuntamos, dar un antídoto a la lógica de optimización y los desequilibrios de poder que las tecnologías de IA a menudo perpetúan.