
Cartel de tránsito en la entrada de Khanibodom. Captura de pantalla del video «Konibodom mi ciudad, primera parte» del canal de YouTube de You Frame. Uso legítimo.
En 2024, los habitantes de Konibodom, pequeño pueblo en la provincia de Sughd al norte de Tayikistán, vivieron bajo el temor constante de ser asesinados en sus propias casas. Durante el año, hubo un total de siete incidentes en los que un grupo de criminales asesinaron y robaron a familias enteras e intentaron escenificarlos para que parecieran conflictos familiares.
El 21 de diciembre, después de dos nuevos casos, las autoridades anunciaron el arresto de cuatro sospechosos, pero los habitantes seguían intranquilos. Antes, la Policía había arrestado a otros dos sospechosos: uno fue condenado a 20 años de prisión y el otro a prisión perpetua. Los asesinatos continuaron, y eso minó la confianza de los ciudadanos en los cuerpos de seguridad.
En este video se pueden ser los arrestos de sospechosos más recientes.
Para fines de 2024, un total de 23 personas de siete familias, incluidos ocho menores, habían muerto asesinadas. El primer crimen ocurrió entre el 28 y 29 de marzo en un asentamiento que lleva el nombre de Komil Yermatov cerca de Khanibodom.
Mukhiddin Sharifov, de 65 años, fue encontrado ahorcado en su casa. También se encontró a su esposa, nuera y dos nietos muertos estrangulados. La teoría inicial era que Sharifov era el responsable, pero esta teoría fue rápidamente descartada luego de que las autoridades descubrieron que se habían robado todo el dinero y oro de la casa.
Lo que siguió fue una pesadilla de nueve meses para los habitantes de Konibodom y sus alrededores. Tras el segundo asesinato en abril, que resultó en la muerte de Muzaffar Urmonov, de 70 años, y su esposa Inoyat, la Policía arrestó a Sharifjon Ashurov, hermano de 66 años de Urmonov. El 12 de diciembre, fue condenado a 20 años de prisión a pesar de declararse inocente. Sin embargo, el arresto de Ashurov no puso fin a los asesinatos.
En la noche del 28 al 29 de mayo, asesinaron a dos familias de los pueblos vecinos Zhahonzeb y Sanzhidzor cerca de Konibodom, y solo tres niños de Sanzhidzor escaparon. Se adjudicaron los crímenes a Marat Satorov, que trabajaba como guardia de seguridad en una escuela local. En noviembre, la corte lo declaró culpable y lo sentenció a prisión perpetua. El arresto de Satorov tampoco detuvo los asesinatos y dos familias más fueron asesinadas en diciembre de forma similar a los casos anteriores, lo que hacer dudar de que se haya arrestado a los verdaderos asesinos en serie.
A la histeria y miedo se sumó la manera en la que las autoridades manejaron la comunicación de la investigación. El primer comunicado de prensa oficial del Ministerio de Interior sobre los casos de asesinato llegó en agosto, cinco meses después de los primeros casos, y no contribuyó mucho a calmar la inquietud ni infundir confianza en la capacidad de la Policía para garantizar la seguridad. El viceministro del Interior, Abdurahman Alamshozoda, expresó que los casos de asesinato eran «normales», no «sensacionalistas» y que al menos dos de los asesinatos eran resultado de conflictos familiares.
La segunda declaración oficial de las autoridades llegó el 18 de diciembre, cuando el gobernador de Sughd, Rajabboy Ahmadzoda, se reunió con los ciudadanos para asegurar que «especialistas e investigadores de varios departamentos están colaborando para resolver los crímenes y castigar a los delincuentes lo antes posible».
Tres días después, el 21 de diciembre, la fiscalía general publicó que se había arrestado a cuatro sospechosos, todos vivían en Konibodom y asentamientos cercanos, y reveló sus nombres y edades. Al parecer, tres habían cumplido condenas en prisión, aunque no se aclaró por qué delitos. Familiares y vecinos de los sospechosos negaron las acusaciones, lo que arroja dudas sobre la eficacia de la investigación.
En este video de YouTube se puede ver a familiares de los sospechosos negando las acusaciones.
Los dos arrestos anteriores no dieron ningún fruto. Según Amnistía Internacional, la tortura que usan los organismos de seguridad continúa prevaleciendo en Tayikistán. Por lo tanto, dada la creciente demanda pública, existe la posibilidad de que los dos sospechosos anteriores y estos cuatro hayan sido y sean torturados para que confiesen.
Mientras tanto, para sobrellevar la situación, los habitantes de Konibodom abandonan temporalmente el pueblo y van a vivir con sus familiares en otras regiones o forman patrullas para mantenerse a salvo. Lo mejor que pueden hacer ahora es esperar que la Policía tayika haya capturado realmente a quienes estuvieron aterrorizándolos los últimos diez meses.